Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO TERCERO.


CAPÍTULO DÉCIMOPRIMERO.

Viene Motezuma el mismo dia por la tarde a visitar a Cortés en su alojamiento. Refierese la oracion que hizo antes de oir la embajada: y la respuesta de Cortés.


Era poco mas de medio dia quando entraron los Españoles en su alojamiento, y hallaron prevenido un banquete regalado y espléndido para Cortés y los Cabos de su exérciro, con grande abundancia de bastimentos menos delicados para el resto de la gente, y muchos Indios de servicio que ministraban los manjares y las bebidas con igual silencio y puntualidad. Por la tarde vino Motezuma con la misma pompa y acompañamiento a visitar a Cortés; que avisado poco antes, salió a recibirle hasta el patio principal con todo el obsequio debido a semejante favor. Acompañóle hasta la puerta de su quarto, donde le hizo una profunda reverencia; y él pasó a tomar su asiento con despejo y gravedad. Mandó luego que acercasen otro a Cortés: hizo seña para que se apartasen a la pared los Caballeros que andaban cerca de su persona; y Cortés advirtió lo mismo a los Capitanes que le asistían. Llegaron los intérpretes: y quando se prevenia Hernan Cortés para dar principio a su oracion, le detuvo Motezuma, dando a entender que tenia que hablar antes de oír: y se refiere que discurrió en esta substancia:

Antes que me deis la embajada, ilustre Capitan y valerosos estrangeros, del Príncipe grande que os envia, debeis vosotros, y debo yo desestimar y poner en olvido lo que ha divulgado la fama de nuestras personas y costumbres, introduciendo en nuestros oídos aquellos vanos rumores que van delante de la verdad, y suelen obscurecerla, declinando en lisonja o vituperio. En algunas partes os habrán dicho de mí que soy uno de los dioses inmortales, levantando hasta los cielos mi poder y mi naturaleza: en otras, que se desvela en mis opulencías la fortuna: que son de oro las paredes y los ladrillos de mis palacios, y que no cabe la tierra mis tesoros; y en otras, que soy tirano, cruel y soberbio, que aborrezco la justicia, y que no conozco la piedad. Pero los unos y los otros os han engañado con igual encarecimiento: y para que no imagineis que soy alguno de los dioses, o conozcais el desvarío de los que asi me imaginan, esta porcion de mi cuerpo (y desnudó parte del brazo) desengañará vuestros ojos de que hablais con un hombre mortal de la misma especie; pero mas noble, y mas poderoso que los otros hombres. Mis riquezas no niego que son grandes; pero las hace mayores la exageracion de mis vasallos. Esta casa que habitais es uno de mis palacios. Mirad esas paredes hechas de piedra y cal, materia vil que debe al arte su estimacion; y colegid de uno y otro el mismo engaño y el mismo encarecimiento en lo que os hubieren dicho de mis tiranías suspendiendo el juicio hasta que os entereis de mi razon, y despreciando ese lenguage de mis rebeldes, hasta que veais si es castigo lo que llaman infelicidad, y si pueden acusarle sin dexar de merecerle. No de otra suerte han llegado a nuestros oídos varios informes de vuestra naturaleza y operaciones. Algunos han dicho que sois deidades, que os obedecen las fieras, que manejais los rayos, y que mandais en los elementos; y otros, que sois facinerosos, iracundos y soberbios, que os dexais dominar de los vicios, y que venis con una sed insaciable del oro que produce nuestra tierra. Pero ya veo que sois hombres de la misma composicion y masa que los demás; aunque os diferencian de nosotros algunos accidentes de los que suele influir el temperamento de la tierra en los mortales. Esos brutos que os obedecen, ya conozco que son unos venados grandes, que traheis domesticados y embebidos en aquella doctrina imperfecta que puede comprehender el instinto de los animales. Esas armas que se asemejan a los rayos, tambien alcanzo que son unos cañones de metal no conocido, cuyo efecto es como el de nuestras zerbatanas, ayre oprimido que busca salida, y arroja el impedimento. Ese fuego que despiden con mayor estruendo, será quando mucho algun secreto mas que natural de la misma ciencia que alcanzan nuestros magos. Y en lo demás que han dicho de vuestro proceder, hállo tambien, segun la observacion que han hecho de vuestras costumbres mis Embajadores y confidentes, que sois benignos y religiosos, que os enojais con razon, que sufris con alegria los trabajos, y que no falta entre vuestras virtudes la liberalidad, que se acompaña pocas veces con la codicia. De suerte que unos y otros debemos olvidar las noticias pasadas, y agradecer a nuestros ojos el desengaño de nuestra imaginacion: con cuyo presupuesto quiero que sepais antes de hablarme, que no se ignora entre nosotros, ni necesitamos de vuestra persuasion para creer que el Príncipe grande, a quien obedeceis es descendiente de nuestro antiguo Quezalcoál, señor de las siete cuevas de los Nauatlácas, y Rey legítimo de aquellas siete naciones que dieron principio al Imperio Mexicano. Por una profecia suya, que veneramos como verdad infalible, y por la tradicion de los siglos que se conserva en nuestros anales, sabemos que salió de estas regiones a conquistar nuevas tierras ácia la parte del oriente, y dexó prometido, que andando el tiempo vendrian sus descendientes a moderar nuestras leyes, o poner en razon nuestro gobierno. Y porque las señas que traheis conforman con este vaticinio, y el Príncipe del oriente que os envia manifiesta en vuestras mismas hazañas la grandeza de tan ilustre progenitor, tenemos ya determinado que se haga en obsequio suyo todo lo que alcanzaren nuestras fuerzas. De que me ha parecido advertiros para que hableis sin embarazo en sus proposiciones, y atribuyais a tan alto principio estos excesos de mi humanidad.

Acabó Motezuma su oracion, previniendo el oído con entereza y magestad: cuya substancia dió bastante disposicion a Cortés para que, sin apartarse del engaño que hallaba introducido en el concepto de aquellos hombres, pudiese responderle, segun lo que hallamos escrito, éstas a semejantes razones:

Despues, Señor, de rendiros las gracias por la suma benignidad con que permitis vuestros oídos a nuestra embajada, y por el superior conocimiento con que nos habeis favorecido, menospreciando en nuestro abono los siniestros informes de la opinion, debo deciros, que tambien acerca de nosotros se ha tratado la vuestra con aquel respeto y veneracion que corresponde a vuestra grandeza. Mucho nos han dicho de vos en esas tierras de vuestro dominio, unos afeando vuestras obras, y otros poniendo entre sus dioses vuestra persona; pero los encarecimientos crecen ordinariamente con injuria de la verdad: que como es la voz de los hombres el instrumento de la fama, suele participar de sus pasiones; y éstas o no entienden las cosas como son, o no las dicen como las entienden. Los Españoles, Señor, tenemos otra vista con que pasamos a discernir el color de las palabras, y por ellas el semblante del corazon. Ni hemos creido a vuestros rebeldes, ni a vuestros lisonjeros: con certidumbre de que sois Príncipe grande, y amigo de la razon, venimos a vuestra presencia, sin necesitar de los sentidos para conocer que sois Príncipe mortal. Mortales somos tambien los Españoles, aunque mas valerosos, y de mayor entendimiento que vuestros vasallos, por haber nacido en otro clima de mas robustas influencias. Los animales que nos obedecen no son como vuestros venados, porque tienen mayor nobleza y ferocidad: brutos inclinados a la guerra, que saben aspirar con alguna especie de ambicion a la gloria de su dueño. El fuego de nuestras armas es obra natural de la industria humana, sin que tenga parte alguna en su produccion esa facultad que profesan vuestros magos, ciencia entre nosotros abominable, y digna de mayor desprecio que la misma ignorancia: con cuya suposicion, que me ha parecido necesaria para satisfacer a vuestras advertencias, os hago saber con todo el acatamiento debido a vuestra Magestad, que vengo a visitaros como Embajador del mas poderoso Monarca que registra el sol desde su nacimiento: en cuyo nombre os propongo, que desea ser vuestro amigo y confederado sin acordarse de los derechos antiguos que habeis referido para otro fin que abrir el comercio entre ambas Monarquías, y conseguir por este medio vuestra comunicacion y vuestro desengaño. Y aunque pudiera, segun la tradicion de vuestras mismas historias, aspirar a mayor reconocimiento en estos dominios, solo quiere usar de su autoridad para que le creais en lo mismo que os conviene, y daros a entender que vos, Señor, y vosotros Mexicanos que me oís (volviendo el rostro a los circunstantes) vivis engañados en la religión que profesais, adorando unos leños insensibles, obra de vuestras manos y de vuestra fantasia: porque solo hay un Dios verdadero, Principio eterno, sin principio ni fin, de todas las cosas, cuya omnipotencia infinita crió de nada esa fábrica marabillosa de los cielos, el sol que nos alumbra, la tierra que nos sustenta, y el primer hombre, de quien procedemos todos con igual obligacion de reconocer y adorar a nuestra Primera Causa. Esta misma obligacion teneis vosotros impresa en el alma; y conociendo su inmortalidad, la desestimais y destruis, dando adoracion a los demonios, que son unos espíritus inmundos, criaturas del mismo Dios, que por su ingratitud y rebeldia fueron lanzados en ese fuego subterráneo, de que teneis alguna imperfecta noticia en el horror de vuestros volcanes. Estos, que por su envidia y malignidad son enemigos mortales del género humano, solicitan vuestra perdicion, haciendose adorar en esos ídolos abominables: suya es la voz que alguna vez escuchais en las respuestas de vuestros oráculos, y suyas las ilusiones con que suele introducir en vuestro entendimiento los errores de la imaginacion. Ya conozco, Señor, que no son de este lugar los misterios de tan alta enseñanza; pero solamente os amonesta ese mismo Rey, a quien reconoceis tan antigua superioridad, que nos oygais en este punto con ánimo indiferente, para que veais como descansa vuestro espíritu en la verdad que os anunciamos, y quantas veces habeis resistido a la razon natural, que os daba luz suficiente para conocer vuestra ceguedad. Esto es lo primero que desea de vuestra Magestad el Rey mi Señor, y esto lo principal que os propone, como el medio mas eficaz para que pueda estrecharse con durable amistad la confederacion de ambas coronas, y no falten a su firmeza los fundamentos de la Religion, que sin dexar alguna discordia en los dictamenes, introduzcan en el ánimo los vínculos de la voluntad.

Asi procuró Hernan Cortés mantener entre aquella gente la estimacion de sus fuerzas, sin apartarse de la verdad, y servirse del origen que buscaban a su Rey, o no contradecir lo que tenian aprehendido, para dar mayor autoridad a su embajada. Pero Motezuma oyó con señas de poca docilidad el punto de la Religion, obstinado con hipocresia en los errores de su gentilidad; y levantandose de la silla: Yo acepto (dixo) con toda gratitud la confederacion y amistad que me proponeis del gran descendiente de Quezalcoál; pero todos los dioses son buenos, y el vuestro puede ser todo lo que decis sin ofensa de los mios. Descansad ahora, que en vuestra casa estais, donde seréis asistido con todo el cuídado que se debe a vuestra valor, y al Príncipe que os envia. Mandó luego que entrasen algunos Indios de carga que trahia prevenidos, y antes de partir presentó a Hernan Cortés diferentes piezas de oro, cantidad de ropas de algodon, y várias curiosidades de pluma, dádiva considerable por el valor y por el modo; y repartió algunas joyas y preséas del mismo género entre los Españoles que estaban presentes, dando uno y otro con alegre generosidad, sin hacer mucho caso del beneficio; pero mirando a Cortés y a los suyos con un género de satisfaccion, en que se conocia el cuidado antecedente, como los que manifiestan su temor en la misma que se camplacen de haberle perdido.

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