Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de Solís | Anterior | Siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LIBRO PRIMERO.
CAPÍTULO DÉCIMOSEGUNDO.
Pasa Hernan Cortes desde La Trinidad a la Havana, donde consigue el último refuerzo de la armada, y padece segunda persecucion de Diego Velazquez.
Hecha esta diligencia, que pareció entonces bastante, para sosegar el ánimo de Diego Velazquez, trató Hernan Cortés de proseguir su navegacion; y enviando por tierra a Pedro de Alvarado con parte de los soldados para que cuidáse de conducir los caballos, y hacer alguna gente en las estancias del camino, partió con la armada al Puerto de la Havana, último parage de aquella Isla, por donde empieza lo mas occidental de ella a dexarse ver del septentrion. Salieron los navios de la Trinidad con viento favorable; pero sobreviniendo la noche, se desviaron de la capitana donde iba Cortés, sin observar como debian su derrota, ni echarle menos, hasta que la luz del dia les puso a la vista el error de sus Pilotos: y empeñados ya en proseguirle, continuaron su viage, y llegaron al puerto, donde saltó la gente en tierra. Hospedóla con agasajo y liberalidad Pedro de Barba, que a la sazon era Gobernador de la Havana por Diego Velazquez: y andaban todos pesarosos de no haber esperado a su Capitan, o vuelto en su demanda, sin pasar entonces con el discurso a mas que prevenir sus disculpas para quando llegáse.
Pero viendo que tardaba mas de lo que parecia posible, sin haberle sucedido algun fracaso, empezaron a inquietarse, divididos en várias opiniones: porque unos clamaban que volviesen dos o tres baxeles a buscarle por las Islas de aquella vecindad; otros proponian que se nombráse Gobernador en su ausencia; y algunos tenian por intempestiva o sospechosa esta proposicion; y como no habia quien mandáse, resolvian todos, y ninguno executaba. El que mas insistia en la opinion de que se nombráse Gobernador era Diego de Ordaz, que como primero en la confianza de Diego Velazquez, quería preferir a todos, y hallarse con el interin, para estar mas cerca de la propiedad. Pero despues de siete dias que duraron estas diferencias llegó a salvamento Hernan Cortés con su Capitana.
Fue la causa de su detencion, que aquella noche, navegando la armada sobre unos baxos que estan entre el Puerto de la Trinidad y el Cabo de San Anton, poco distantes de la Isla de Pinos, tocó en ellos La Capitana, como navio de mayor porte, y quedó encallada en la arena de suerte que estuvo a pique de zozobrar: accidente de gran cuidado, en que se empezó a descubrir y acreditar el espíritu y la actividad de Cortés; porque animando a todos a vista del peligro supo templar la diligencia con el sosiego, y obrar lo que convenia, sin detenerse ni apresurarse. Su primer cuidado fue que se echáse el esquife a la mar: y luego ordenó que en él se fuese trasportando la carga del navio a una isleta o arrecife de arena que estaba a la vista: por cuyo medio le aligeró, hasta que pudo nadar sobre los bagíos; y sacandole despues al agua, volvió a cobrar la carga, y prosiguió su derrota , habiendo gastado en esta obra los días de su detencion, y salido de aquel aprieto con tanto credito como felicidad.
Alojóle Pedro de Barba en su misma casa: y fue notable la aclamacion con que le recibió la gente, cuyo número empezó luego a crecer, alistandose por sus soldados algunos vecinos de la Havana, y entre ellos Francisco de Montejo, que fue despues Adelantado de Yucatán, Diego de Soto el de Toro, Garci Caro, Juan Sedeño, y otras personas de calidad y acomodadas, que autorizaron la empresa, y ayudaron con sus haciendas al último apresto de la armada. Gastaronse en estas prevenciones algunos dias; pero no sabía Cortés perder el tiempo que se detenia: y asi ordenó que se sacáse a tierra la artillería, que se limpiasen y probasen las piezas, observando los Artilleros el alcance de las balas: y por haber en aquella tierra copia de algodon, mandó hacer cantidad de armas defensivas de unos colchados en forma de casacas, que llamaban escaupiles, invencion de la necesidad, que aprobo despues la expenencia, dando a conocer que un poco de algodon floxamente punteado, y sujeto entre dos lienzos, era mejor defensa que el acero para resistir a las flechas y dardos arrojadizos de que usaban los Indios, porque perdian la fuerza entre la misma floxedad del reparo, y quedaban sin actividad para ofender a otro con la resulta del golpe.
Al mismo tiempo hacia que los soldados se habilitasen en el uso de los arcabuces y las ballestas, y se ensenasen a manejar la pIca, a formar y desfilar un esquadron, a dar una carga, y a ocupar un puesto, adestrandolos él mismo con la voz y con el exemplo en estos ensayos o rudimentos del arte militar, como observaban los antiguos Capitanes, que fingian las batallas y los asaltos para enseñar a los visoños la verdad de la guerra: cuya disciplina, practicada cuidadosamente en el tiempo de la paz, tuvo tanta estimacion entre los Romanos, que de este exercicio tomaron el nombre los exercitos.
Al mismo paso y con el mismo fervor se iba el caminando en las demás prevenciones; pero quando estaban todos mas gustosos con la vecindad del día señalado para la partida, llegó a la Havana Gaspar de Garníca, criado de Diego Velazquez , con nuevos despachos para Pedro de Barba, en que le ordenaba, sin dexarle arbitrio, que quitáse luego la armada a Cortes, y le enviase preso con toda seguridad: ponderandole quan irritado quedaba con Francisco Verdugo, porque le dexó pasar de la Trinidad; y dandole a entender con este enojo lo que aventuraba en no obedecerle con mayor resolucion. Escribió tambien a Diego de Ordaz y a Juan Velazquez de Leon que asistiesen a Pedro de Barba en la execucion de esta orden; pero no faltó quien avisáse a Cortés con el mismo Garníca de todo lo que pasaba, exortandole a que miráse por sí; pues el que le hizo el beneficio de fiarle aquella empresa trataba de quitarsela con tanto desdoro suyo, y le libraba del riesgo de ingrato, arrojandole violentamente de la obligacion en que le habia puesto.
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