Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO PRIMERO.


CAPÍTULO DÉCIMOTERCERO.

Resuelvese Hernan Cortes a no dexarse atropellar de Diego Velazquez: motivos justos de esta resolucion: y lo demás que pasó hasta que llegó el tiempo de partir de la Havana.


Aunque Hernan Cortés era hombre de gran corazon, no pudo dexar de sobresaltarse con esta noticia, que trahia de mas sensible todo aquello que tuvo: de menos esperada: porque estaba creyendo que Diego Velazquez se habria dado por satisfecho con lo qué le escribieron y aseguraron todos en respuesta de la primera orden que llegó a la villa de la Trinidad. Pero viendo que esta nueva orden venía ya con señales de obstinacion irremediable, empezó a discurrir con menos templanza en el modo de volver por sí. Considerabase por una parte aplaudido y aclamado de todos los que le seguían; y por otra abatido, y condenado a una prision como delinqüente. Reconocia que Diego Velazquez tenia empleado algun dinero en la primera formacion de aquella armada; pero tambien era suya y de sus amigos la mayor parte del gasto, y todo el nervio de la gente. Revolvia en su imaginacion todas las circunstancias de su agravio: y poniendo los ojos en los desayres que habia sufrido hasta entonces, se volvia contra sí, llegando a enojarse con su paciencia: y no sin alguna causa; porque esta virtud se dexa irritar y afligir dentro de los límites de la razon; pero en pasando de ellos, declina en baxeza de ánimo, y en falta de sentido. Congojabale tambien el malogro de aquella empresa, que se perderia enteramente si él volviese las espaldas: y sobre todo le apretaba en lo mas vivo del corazon el ver aventurada su honra, cuyos riesgos, en quien sabe lo que vale, tienen el primer lugar en la defensa natural.

Sobre estos discursos, a este tiempo, y con esta irritacion, tomó Hernan Cortés la primera resolucion de romper con Diego Velazquez: de que se convence lo poco que le favoreció Antonio de Herrera, poniendo este rompimiento en la ciudad de Santiago, y en un hombre acabado de obligar. Estamos a lo que refiere Bernal Diaz del Castillo en esta noticia; y no es el autor mas favorable, porque Gonzalo Fernandez de Oviedo asienta que se mantuvo en la dependencia del Gobernador Diego Velazquez: hasta que ya dentro de Nueva España negó el caso de obrar por sí, dando cuenta al Emperador de los primeros sucesos de su conquista.

No parezca digresion agena del asunto el habernos detenido en preservar de estos primeros deslucimientos a nuestro Hernan Cortés. Tan lejos tenemos las causas de la lisonja en lo que defendemos, como las del odio en lo que impugnamos; pero quando la verdad abre camino para desagraviar los principios de un hombre que supo hacerse tan grande con sus obras, debemos seguir sus pasos, y complacernos de que sea lo mas cierto lo que está mejor a su fama.

Bien conocemos que no se debe callar en la Historia lo que se tuviere por culpable, ni omitir lo que fuere digno de reprehension: pues sirven tanto en ella los exemplos que hacen aborrecible el vicio, como los que persuaden a la imitacion de la virtud; pero esto de inquirir lo peor de las acciones, y referir como verdad lo que se imaginó, es mala inclinacion del ingenio, y culpa conocida en algunos escritores que leyeron a Cornelio Tácito con ambicion de imitar lo inimitable, y se persuaden a que le beben el espíritu en lo que malician o interpretan con menos artificio que veneno.

Volviendo pues a nuestra narracion, resuelto ya Hernan Cortés a que no le convenia disimular su queja, ni era tiempo de consejos medios, que ordinariamente son enemigos de las resoluciones grandes, trató de mirar por sí, usando de la fuerza con que se hallaba segun la hubiese menester: y antes que Pedro de Barba se determináse a publicar la orden que tenia contra él, puso toda su diligencia en apartar de la Havana a Diego de Ordaz, de quien se rezelaba mas, despues que supo los intentos que tuvo de hacerse nombrar por Gobernador en su ausencia: y así le ordenó que se embarcáse luego en uno de los baxeles, y fuese a Guanicaníco, poblacion situada de la otra parte del Cabo de San Anton, para recoger unos bastimentos que se habian encaminado por aquel parage, mientras él llegaba con el resto de la armada: y asistiendo a la execucion de esta orden con sosegada actividad, se halló brevemente desembarazado del sugeto que podia hacerle alguna oposicion; y pasó a verse con Juan Velazquez de Leon, a quien reduxo facilmente a su partido, porque estaba algo desabrido con su pariente, y era hombre de mas docilidad y menos artificio que Diego de Ordaz.

Con estas prevenciones se dexó ver de sus soldados, publicando la nueva persecucion de que estaba amenazado. Corrió la voz, y vinieron todos a ofrecersele conformes en la resolucion de asistirle, aunque diferentes en el modo de darse a entender: por que los nobles manifestaban su ánimo como efecto natural de su obligacion; pero los demás tomaron su causa con sobrado fervor, rompiendo en voces descompuestas, que llegaron á poner en cuidado al mismo que favorecian: verificandose en su inquietud y en sus amenazas lo que suele perder la razon quando se dexa tratar de la muchedumbre.

Pero antes que tomáse cuerpo este primer movímiento de la gente, conociendo Pedro de Barba lo que aventuraba en la dilacion, buscó a Hernan Cortés, y entró desarmando todo aquel aparato con decir a voces que no trataba de poner en execucion la orden de Diego Velazquez, ni queda que por su mano se obráse una sinrazon tan conocida: con que se convirtieron las amenazas en aplausos; y aseguró luego la sinceridad de su ánimo, despachando publicamente a Gaspar de Garnica con una carta para Diego Velazquez, en que le decia, que ya no era tiempo de detener a Cortés, porque se hallaba con mucha gente para dexarse maltratar, o reducirse a obedecer: y le ponderaba, no sin encarecimiento, la inquietud que ocasionó su orden en aquellos soldados, y el peligro en que se vió aquel pueblo de alguna turbacion: concluyendo la carta con aconsejarle que lleváse a Cortés por el camino de la confianza, cobrando el beneficio pasado con nuevos beneficios, y se aventuráse a fiar de su agradecimiento lo que ya no se podia esperar de la persuasion ni de la fuerza.

Hecha esta diligencia, se puso todo el cuidado en abreviar la partida: y fue necesario, para sosegar la gente, que mal hallada, al parecer, sin la cólera que habia concebido, volvia nuevamente a inquietarse con una voz que corrió de que Diego Velazquez trataba de venir a executar personalmente aquella violencia, como dicen que lo tuvo resuelto. Pero aventurára mucho, y no lo hubiera conseguido: porque suele ser flaco argumento el de la autoridad para disputar con los que tienen la razon y la fuerza de su parte.

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