Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de Solís | Anterior | Siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LIBRO TERCERO.
CAPÍTULO DÉCIMOTERCERO.
Describese la ciudad de México, su temperamento y situacion, el mercado del Tlatelúlco, y el mayor de sus templos dedicado al Dios de la guerra.
La gran ciudad de México, que fue conocida en su antigüedad por el nombre de Tenuchtitlán, o por otros de poco diferente sonido (sobre cuya denominacion se cansan voluntariamente los autores) tendria en aquel tiempo sesenta mil familias de vecindad repartida en dos barrios, de los quales se llamaba el uno Tlatelúlco, habitacion de gente popular, y el otro México, que por residir en él la corte y la nobleza, dió su nombre a toda la poblacion.
Estaba fundada en un plano muy espacioso, coronado por todas partes de altisimas sierras y montañas, de cuyos rios y vertientes rebalsadas en el valle se formaban diferentes lagúnas, y en lo mas profundo los dos lagos mayores, que ocupaba con mas de cincuenta poblaciones la nacion Mexicana. Tendria este pequeño mar treinta leguas de circunferencia, y los dos lagos que le formaban se unian y comunicaban entre sí por un dique de piedra que los dividia, reservando algunas aberturas con puentes de madera, en cuyos lados tenian sus compuertas levadizas para cebar el lago inferior siempre que necesitaban de socorrer la mengua del uno con la redundancia del otro. Era el mas alto de agua dulce y clara, donde se hallaban algunos pescados de agradable mantenimiento: y el otro de agua salobre y obscura, semejante a la marítima; no porque fuesen de otra calidad las vertientes de que se alimentaba, sinó por vicio natural de la misma tierra donde se detenian, gruesa y salitrosa por aquel parage; pero de grande utilidad para la fábrica de la sal que beneficiaban cerca de sus orillas, purificando al sol, y adelgazando con el fuego las espumas y superfluidades que despedia la resaca.
En el medio casi de esta lagúna salobre tenia su asiento la ciudad, cuya situacion se apartaba de la línea equinoccial ácia el norte diez y nueve grados y trece minutos, dentro aun de la torridazona , que imaginaron de fuego inhabitable los filósofos antiguos: para que aprendiese nuestra experiencia quan poco se puede fiar de la humana sabiduría en todas aquellas noticias que no entran por los sentidos a desengañar e! entendimiento. Era su clima benigno y saludable, donde se dexaban conocer a su tiempo el del frio y el calor, ambos con moderada intension: y la humedad, que por la naturaleza del sitio pudiera ofender a la salud, estaba corregida con el favor de los vientos, o morigerada con el beneficio del sol.
Tenia hermosisimos lejos en medio de las aguas esta gran poblacion, y se daba la mano con la tierra por sus diques o calzadas principales: fábrica suntuosa, que servia tanto al ornamento como a la necesidad: la una, de dos leguas ácia la parte del mediodia, por donde hicieron su entrada los Españoles: la otra, de una legua, mirando al septentrion: y la otra, poco menor, por la parte occidental. Eran las calles bien ni veladas y espaciosas: unas de agua con sus puentes para la comunicacion de los vecinos; otras de tierra sola hechas a la mano; y otras de agua y tierra, los lados para el paso de la gente, y el medio para el uso de las canoas o barcas de tamaños diferentes, que navegaban por la ciudad, o servian al comercio: cuyo número toca en increible; pues dicen que tendria México entonces mas de cincuenta mil, sin otras embarcaciones pequeñas, que allí se llamaban acales, hechas de un tronco, y capaces de un hombre que remaba para sí.
Los edificios públicos y casas de los nobles, de que se componia la mayor parte de la ciudad, eran de piedra, y bien fabricadas: las que ocupaba la gente popular, humildes y desiguales; pero unas y otras en tal disposicion, que hacian lugar a diferentes plazas de terraplen, donde tenian sus mercados.
Era entre todas la del Tlatelúlco de admirable capacidad y concurso, a cuyas férias acudian ciertos dias en el año todos los mercaderes y comerciantes del Reyno con lo mas precioso de sus frutos y manifacturas; y solían concurrir tantos, que siendo esta plaza, segun dice Antonio de Herrera, una de las mayores del mundo, se llenaba de tiendas puestas en hileras, y tan apretadas, que apenas dexaban calle a los compradores. Conocian todos su puesto, y armaban su oficina de bastidores portátiles, cubiertos de algodon basto, capaz de resistir al agua y al sol. No acaban de ponderar nuestros escritores el orden, la variedad y la riqueza de estos mercados. Habia hileras de plateros, donde se vendian joyas y cadenas extraordinarias, diversas hechuras de animales, y vasos de oro y plata labrados con tanto primor, que algunos de ellos dieron que discurrir a nuestros artifices: particularmente unas calderillas de asas movibles, que salian asi de la fundicion, y otras piezas del mismo género, donde se hallaban molduras y relieves, sin que se conociese impulso de martillo, ni golpe de sincel. Había tambien hileras de pintores, con raras idéas y paises de aquella interposicion de plumas que daba el colorido, y animaba la figura en cuyo género se hallaron raros aciertos de la paciencia y la prolixidad. Venian tambien a este mercado quantos géneros de telas se fabricaban en todo el Reyno para diferentes usos, hechas de algodon y pelo de conejo, que hilaban delicadamente las mugeres, enemigas en aquella tierra de la ociosidad, y aplicadas al ingenio de las manos. Eran muy de reparar los búcaros y hechuras exquisitas de finisimo barro que trahian a vender, diverso en el color y en la fragrancia, de que labraban con primor extraordinario quantas piezas y vasijas son necesarias para el servicio y el adorno de una casa: porque no usaban de oro ni de plata en sus vaxillas, profusion que solo era permitida en la mesa real, y esto en dias muy señalados. Hallábanse con la misma distribucion y abundancia los mantenimientos, las frutas, los pescados, y finalmente quantas cosas hizo venales el deleyte y la necesidad.
Hacianse las compras y ventas por via de permutacion, con que daba cada uno lo que le sobraba por lo que habia menester: y el maiz o el cacao servia de moneda para las cosas menores. No se gobernaban por el peso, ni le conocieron; pero tenian diferentes medidas con que distinguir las cantidades, y sus números o caraétéres con que ajustar los precios segun sus tasaciones.
Habia casa diputada para los jueces del comercio, en cuyo tribunal se decidian las diferencias de los comerciantes; y otros ministros inferiores, que andaban entre la gente cuidando de la igualdad de los contratos, y llevaban al tribunal las causas de fraude o exceso que necesitaban de castigo. Admiraron justamente nuestros Españoles la primera vista de este mercado por su abundancia, por su variedad, y por el orden y concierto con que estaba puesta en razon aquella muchedumbre: aparador verdaderamente maravilloso, en que se venian de una vez a los ojos la grandeza y el gobierno de aquella Corte.
Los templos (si es lícito darles este nombre) se levantaban suntuosamente sobre los demás edificios: y el mayor, donde residia la suma dignidad de aquellos imnundos sacerdotes, estaba dedicado al ídolo Viztzilipuztli, que en su lengua significaba dios de la guerra, y le temian por el supremo de sus dioses: primacía de que se infiere quánto se preciaba de militar aquella nacion. El vulgo de los soldados Españoles le llamaba Huchilobos, tropezando en la pronunciacion: y asi le nombra Bernal Diaz del Castillo, hallando en la pluma la misma dificultad. Notablemente discuerdan los autores en la descripcion de este soberbio edificio. Antonio de Herrera se conforma demasiado con Francisco Lopez de Gómara: los que le vieron entonces tenian otras cosas en el cuidado, y los demás tiraron las líneas a la voluntad de su consideracion. Seguimos al Padre Josef de Acosta, y a otros autores de los mejor informados.
Su primera mansion era una gran plaza en quadro, con su muralla de sillería, labrada por la parte de afuera con diferentes lazos de culebras encadenadas, que daban horror al pórtico, y estaban allí con alguna propiedad. Poco antes de llegar a la puerta principal estaba un humilladero no menos horroroso. Era de piedra con treinta gradas de lo mismo que subian a lo alto, donde habia un género de azutea prolongada, y fixos en ella muchos troncos de crecidos árboles puestos en hilera: tenian estos sus taladros iguales a poca distancia, y por ellos pasaban de un arbol a otro diferentes varas, ensartando cada una por las sienes algunas calaveras de hombres sacrificados, cuyo número, que no se puede referir sin escándalo, tenian siempre cabal los ministros del templo, renovando las que padecian algun destrozo con el tiempo. Lastimoso trofeo, en que manifestaba su rencor el enemigo del hombre: y aquellos bárbaros le tenian a la vista sin algun remordimiento de la naturaleza, hecha devocion la inhumanidad, y desaprovechada en la costumbre de los ojos la memoria de la muerte.
Tenia la plaza quatro puertas correspondientes en sus quatro lienzos que miraban a los quatro vientos principales. En lo alto de las portadas habia quatro estátuas de piedra, que señalaban el camino, como despidiendo a los que se acercaban mal dispuestos: y tenian su presuncion de dioses liminares, porque recibian algunas reverencias a la entrada. Por la parte interior de la muralla estaban las habitaciones de los sacerdotes y dependientes de su ministerio, con algunas oficinas que corrian todo el ámbito de la plaza sin ofender el quadro, dexandola tan capaz, que solian baylar en ella ocho y diez mil personas quando se juntaban a celebrar sus festividades.
Ocupaba el centro de esta plaza una gran máquina de piedra, que a cielo descubierto se levantaba sobre las torres de la ciudad, creciendo en diminucion hasta formar una media pirámide, los tres lados pendientes, y en el otro labrada la escalera: edificio suntuoso y de buenas medidas, tan alto que tenia ciento y veinte gradas la escalera, y tan corpulento que terminaba en un plano de quarenta pies en quadro, cuyo pavimento enlosado primorosamente de varios jaspes guarnecia por todas partes un pretil con sus almenas retorcidas a manera de caracoles, formado por ambas hazes de unas piedras negras semejantes al azabache, puestas con orden, y unidas con betunes blancos y roxos que adornaban mucho el edificio.
Sobre la division del pretil, donde terminaba la escalera, estaban dos estátuas de marmol, que sustentaban, imitando bien la fuerza de los brazos, unos grandes candeleros de hechura extraordinaria: mas adelante una losa verde, que se levantaba cinco palmos del suelo, y remataba en esquina, donde afirmaban por las espaldas al miserable que habian de sacrificar, para sacarle por los pechos el corazón. Y en la frente una capilla de mejor fábrica y materia, cubierta por lo alto con su techumbre de maderas preciosas, donde tenian el ídolo sobre un altar muy alto , y detras de cortinas. Era de figura humana, y estaba sentado en una silla con apariencias de trono, fundada sobre un globo azul que llamaban cielo, de cuyos lados salian quatro varas con cabezas de sierpes, a que aplicaban los hombros para conducirle quando le manifestaban al pueblo. Tenia sobre la cabeza un penacho de plumas várias en forma de páxaro con el pico y la cresta de oro bruñido; el rostro de horrible severidad, y mas afeado con dos faxas azules, una sobre la frente, y otra sobre la nariz. En la mano derecha una culebra ondeada que le servia de baston, y en la izquierda quatro saetas, que veneraban como trahidas del cielo, y una rodela con cinco plumages blancos puestos en cruz, sobre cuyos adornos, y la significacion de aquellas insignias y colores decian notables desvaríos con lastimosa ponderacion.
Al lado siniestro de esta capilla estaba otra de la misma hechura y tamaño con un ídolo que llamaban Tlaloch, en todo semejante a su compañero. Tenianlos por hermanos, y tan amigos, que dividian entre sí los patrocinios de la guerra: iguales en el poder, y uniformes en la voluntad: por cuya razon acudian a entrambos con una víctima y un ruego, y les daban las gracias de los sucesos, teniendo en equilibrio la devocion.
El ornato de ambas capillas era de inestimable valor, colgadas las paredes, y cubiertos los altares de joyas y piedras preciosas puestas sobre plumas de colores. Y habia de este género y opulencia ocho templos en aquella ciudad, siendo los menores mas de dos mil, donde se adoraban otros tantos ídolos diferentes en el nombre, figura y advocacion. Apenas había calle sin su dios tutelar; ni se conocia calamidad entre las pensiones de la naturaleza que no tuviese altar donde acudir por el remedio. Ellos se fingían y fabricaban sus dioses de su mismo temor, sin conocer que enflaquecian el poder de los unos con lo que fiaban de los otros: y el demonio ensanchaba su dominio por instantes, violentisimo tirano de aquellos racionales, y en pacífica posesion de tantos siglos. ¡O permisiones inescrutables del Altisimo!
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