Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO QUINTO.


CAPÍTULO DÉCIMOCUARTO.

Conduce los bergantines a Tezcúco Gonzalo de Sandoval, y entretanto que se dispone su apresto y última formacion, sale Cortés a reconocer con parte del exército las riberas de la laguna.

Llegó en esta sazon la noticia de que se habian acabado los bergantines; y Martin Lopez aviso a Cortes, que trataria luego de su conduccion: porque la Repúplica de Tlascála tenia prontos diez mil tamenes o Indios de carga: los ocho mil, que parecian necesarios para llevar la tablazon, xarcias, herrage y demás adherentes; y los dos mil, que irian de respeto, para que se fuesen alternando y sucediendo en el trabajo; sin comprehender en este numero a los que se habian de ocupar en el transporte de los víveres para el sustento de esta gente, y de quince o veinte mil hombres de guerra con sus Cabos, que aguardaban esta ocasion para marchar al exército: con los quales partiria de aquella ciudad el dia siguiente, resuelto a esperar en la última poblacion de Tlascála el comboy de los Españoles que habia de salir al camino porque no se atreveria sin mayores fuerzas a intentar el transito peligroso de la tierra Mexicana. Eran aquellos bergantines la única prevencion que faltaba para estrechar el sitio de México: y Hernan Cortés celebró esta noticia con tal demostracion, que la hizo plausible a todo el exército. Encargó luego el comboy a Gonzalo de Sandoval, con doscientos Españoles, quince caballos, y algunas compañias de Tlascaltécas, para que unidos con el socorro de la República, pudiesen resistir a qualquiera invasion de los Mexicanos.

Antonio de Herrera dice que salieron de Tlascála con el maderamen de los bergantines ciento y ochenta mil hombres de guerra: número, que de muy inverisímil, se pudiera buscar entre las erratas de la impresion: quince mil dice Bernal Diaz del Castillo: mas facil es de creer, sobre los que asistian al exército. Encargó la República el gobierno de esta gente a uno de los Señores ó Caciques de los barrios, que se llamaba Chechimecál, mozo de veinte y tres años; pero de tan elevado espíritu, que se tenia por uno de los primeros Capitanes de su nacion. Salió Martin Lopez de Tlascála con ánimo de aguardar el socorro de los Españoles en Gualipár, poblacion poco distante de los confines Mexicanos. Disonó mucho a Chechimecál esta detencion, persuadido a que bastaba su valor y el de su gente para defender aquella conduta de todo el poder Mexicano; pero ultimamente se reduxo a observar las órdenes de Cortés, ponderando como hazaña la obediencia. Dispuso Martín Lopez la marcha, empezando a llevar cuidadosa y ordenada la gente desde que salió de la ciudad. Iban delante los arcos y las hondas, con algunas lanzas de guarnicion, en cuyo seguimiento marchaban los tamenes y el bagage, y despues el resto de la gente cubriendo la retaguardia; con que llegó el caso de verse puesta en execucion la rara novedad de conducir baxeles por tierra: los quales (si nos fuera licito incurrir en alguna de las metáforas, que tal vez se hallan en la Historia) se pudiera decir que iban como empezando a navegar sobre hombros humanos entre aquellas ondas, que al parecer, se formaban de los peñascos y eminencias del camino. Admirable invencion de Cortés, que se vió entonces practicada: y al referirse como sucedió, parece soñada la verdad, o que toman los ojos el oficio de la fantasía.

Caminaba entretanto Gonzalo de Sandoval la vuelta de Tlascála, y se detuvo un dia en Zulepéque, lugar poco distante del camino, que andaba fuera de la obediencia, sobre ser el mismo donde sucedió la muerte insidiosa de aquellos pobres Españoles de la Vera Cruz que pasaban a México. Llevaba orden para castigar, o reducir de paso esta poblacion; pero apenas volvió el exército la frente para torcer la marcha, quando los vecinos desampararon el lugar, huyendo a los montes. Envió Gonzalo de Sandoval tres o quatro compañias de Tlascaltécas, con algunos Españoles en alcance de los fugitivos: y entrando en el pueblo, creció su irritacion y su impaciencia, con algunas señas lastimosas de la pasada iniquidad. Hallóse un rótulo escrito en la pared con letras de carbon, que decia: En esta casa estuvo preso el sin ventura Juan Juste con otros mucnos de su compañia. Y se vieron poco despues en el adoratorio mayor las cabezas de los mismos Españoles, maceradas al fuego, para defenderlas de la corrupcion. Pavoroso espectáculo, que conservando los horrores de la muerte, daba nueva fealdad a los horribles simulacros del demonio. Excitó entonces la piedad los espíritus de la ira: y Gonzalo de Sandoval resolvió salir con toda su gente a castigar aquella execrable atrocidad con el último rigor; pero apenas se dispuso a executarlo, quando volvieron las compañias que avanzaron de su orden, con grande número de prisioneros, hombres, mugeres y niños, dexando muertos en el monte a quantos quisieron escapar, o tardaron en rendirse. Venian maniatados y temerosos, significando con lagrimas y alaridos su arrepentimiento. Arrojaronse todos a los pies de los Españoles, y tardaron poco en merecer su compasion. Hizose rogar de los suyos Gonzalo de Sandoval para encarecer el perdon: y ultimamente los mandó desatar, y los dexó en la obediencia del Rey, a que se obligaron con el Cacique los mas principales por toda la poblacion, como lo cumplieron despues: hicieselo el temor o el agradecimiento.

Mandó luego recoger aquellos despojos miserables de los Españoles muertos para darles sepultura, y pasó adelante con su exército, llegando a los términos de Tlascála sin accidente de consideracion. Salieron a recibirle Martín Lopez y Chechimecál con sus Tlascaltecas puestos en esquadron. Saludaronse los dos exércitos, primero con el rogocijo de la salva y de las voces, y despues con los brazos y cortesías particulares. Dieronse al descanso de los recien venidos las horas que parecieron necesarias: y quando llegó el tiempo de caminar, dispuso la marcha Gonzalo de Sandoval, dando a los Españoles y Tlascaltécas de su cargo la vanguardia y el cuerpo del exército a los tamenes, con alguna guarnicion por los costados, dexando a Chechimecál con la gente de su cargo en la retaguardia. Pero él se agravió de no ir en el puesto mas avanzado, con tanta destemplanza, que se temió su retirada; y fue necesario que pasáse Gonzalo de Sandoval a sosegarle. Quiso darle a entender que aquel lugar que le habia señalado era el mejor del exército, por ser el mas aventurado, respecto de lo que se debia rezelar que los Mexicanos acometiesen por las espaldas; pero él no se dió por convencido, antes le respondió, que asi como en el asalto de México habia de ser el primero que pusiese los pies dentro de sus muros, queria ir siempre delante, para dar exemplo a los demás: y se halló Sandoval obligado a quedarse con él, para dar estimacion a la retaguardia. Notable punto de vanidad, y uno de aquellos que suelen producir graves inconvenientes en los exércitos: porque la primera obligacion del soldado es la obediencia: y bien entendido el valor, tiene sus límites razonables, que inducen siempre a dexarse hallar de la ocasion, pero nunca obligan a pretender el peligro.

Marchó el exército en su primera ordenanza por la tierra enemiga: y aunque los Mexicanos se dexaron ver algunas veces en las eminencias distantes, no se atrevieron a intentar faccion, o tuvieron por bastanre hazaña el ofender con las voces.

Hizose alto poco antes de llegar a Tezcúco por complacer a Chechimecál, que pidió algun tiempo a Gonzalo de Sandoval para componerse y adornarse de plumas y joyas: y ordenó lo mismo a sus Cabos, diciendo, que aquel acto de acercarse a la ocasion, se debia tratar como fiesta entre los soldados. Exterioridad o hazañería propia de aquel orgullo y de aquellos años. Esperó Hernan Cortés fuera de la ciudad, con el Rey de Tezcúco y todos sus Capitanes, este socorro tan deseado; y despues de cumplir con los primeros agasajos, y dar algun tiempo a las aclamaciones de los soldados, se hizo la entrada con toda solemnidad, marchando en hileras los tamenes como los soldados. Ibanse acomodando la tablazon, el herrage, y demás géneros con distincion en un grande astillero que se habia prevenido cerca de los canales.

Alegróse todo el exército de ver puesta en salvamento aquella prevencion tan necesana para tomar de veras la empresa de México, que igualmente se deseaba: y Hernan Cortés volvió su corazon al cielo, que premiaba su piedad y su intencion con esperanzas, o poco menos que certidumbre de la victoria.

Trató luego Martin Lopez de la segunda formacion de los bergantines, y se le dieron nuevos oficiales para las fraguas, ligazon de las maderas, y demás oficios de la marinería. Pero reconociendo Hernan Cortés, que segun el informe de los maestros, serian menester mas de veinte dias para que pudiesen estar de servicio estas embarcaciones, tomó resolucion de gastar aquel tiempo en reconocer personalmente las poblaciones de la ribera: observando los puestos que debia ocupar para impedir los socorros de México, y hacer de paso el daño que pudiese a los enemigos. Comunicólo a sus Capitanes, y pareciendo a todos digna de su cuidado esta diligencia, se dispuso a executarla, encargando a Gonzalo de Sandoval el gobierno de Tezcúco, y particularmente la obra de los bergantines. Hallabale siempre su eleccion a propósito para todo, y en lo mucho que le ocupaba se conoce la estimacion que hacia de su valor y capacidad.

Pero al tiempo que discurria en nombrar los Capitanes, y en señalar la gente que le habia de seguir en esta jornada, le pidió audiencia Chechimecál, y sin haber sabido que se trataba de salir en campaña, le propuso: Que los hombres como él, nacidos para la guerra, se hallaban mal en el ocio de los quarteles, particularmente quando se habian pasado cinco dias sin ocasion de sacar la espada: y que su gente venia de refresco, y deseaba dexarse ver de los enemigos: a cuya instancia, y la de su propio ardimiento, le suplicaba encarecidamente que le señaláse luego alguna faccion en que pudiese manifestar sus brios, y entretenerse con los Mexicanos mientras llegaba el caso de acabar con ellos en el asalto de su ciudad. Pensaba Hernan Cortés llevarle consigo; pero no le agradó aquella jactancia intempestiva: y poco satisfecho de los reparos que hizo en el camino, cuya noticia le dió Sandoval, le respondió con algun género de ironía: Que no solamente le tenia prevenida faccion de importancia en que pudiese dar algun alivio a su bizarría; pero estaba en ánimo de acompañarle para ser testigo de sus hazañas. Cansabase naturalmente de los hombres arrogantes, porque se halla pocas veces el valor donde falta la modestia; pero no dexó de conocer que aquellos arrojamientos del espiritu eran ardores juveniles propios de su edad, y vicio freqüente de soldados visoños, que salieron bien de las primeras ocasiones, y a pocas experiencias de su ánimo quieren tratar el valor como valentía, y la valentía como profesion.

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