Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de Solís | Anterior | Siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LIBRO QUINTO.
CAPÍTULO DÉCIMOQUINTO.
Marcha Hernan Cortés a Yaltocán, donde halla resistencia: y vencida esta dificultad, pasa con su exército a Tacúba: y despues de romper a los Mexicanos en diferentes combates, resuelve, y executa su retirada.
Pareció conveniente dar principio a esta jornada por Yaltocán, lugar situado a cinco leguas de Tezcúco en una de las lagunas menores que desaguaban en el lago mayor. Era importante castigar a sus moradores, porque habiendoles ofrecido la paz, llamandolos a la obediencia pocos dias antes, respondieron con gran desacato, hiriendo y maltratando a los Mensageros: escarmiento en que iba considerada la conseqüencia para las demás poblaciones de la ribera. Partió Hernan Cortés a esta expedicion despues de oir Misa con todos los Españoles, dando su particular instruccion a Gonzalo de Sandoval, y sus amigables advertencias al Rey de Tezcúco, a Xicotencál, y a los demás Cabos de las naciones que dexaba en la ciudad. Llevó consigo a los Capitanes Pedro de Alvarado y Christoval de Olid, con doscientos y cincuenta Españoles, y veinte caballos, una compañia que se formó lucida y numerosa de los nobles de Tezcúco, y a Chechimecál con sus quince mil Tlascaltécas, a que se agregaron otros cinco mil de los que gobernaba Xicotencál: y habiendo caminado poco mas de quatro leguas, se descubrió un exército de Mexicanos puesto en batalla, y dividido en grandes esquadrones, con resolucion, al parecer, de intentar en campaña la defensa de lugar amenazado. Pero a la primera carga de las bocas de fuego y ballestas, a que sucedió el choque de los caballos, se consiguió su desorden, y se dió lugar para que cerrando el exército, fuesen rotos y deshechos los enemigos, con tanta brevedad, que apenas se pudo conocer su resistencia. Escaparon los mas a la montaña, otros a la laguna, y algunos al mismo pueblo de Yaltocán, dexando considerable número de muertos y heridos en la campaña, con algunos prisioneros que se remitieron luego a Tezcúco.
Reservóse para otro dia el asalto de aquel pueblo, y marcho el exercito a ocupar unas caserias cercanas donde se pasó la noche sin novedad: y a la mañana se halló mayor que se creía la dificultad de la empresa. Estaba este lugar dentro de la misma laguna, y se comunicaba con la tierra por una calzada, o puente de piedra, quedando el agua por aquella parte facil para el esguazo; pero los Mexicanos, que asistían a la defensa de aquel puesto, rompieron la calzada, y profundando la tierra para dar corriente a las aguas, formaron un foso tan caudaloso, que vino a quedar el paso poco menos que imposible, o posible solo a los nadadores. Avanzaba Hernan Cortés, con ánimo de llevarse aquella poblacion del primer abordo: y quando tropezó con este nuevo embarazo, quedó por un rato entre confuso y pesaroso; pero las irrisiones con que celebraban los enemigos su seguridad, le reduxeron a que no era posible dexar el empeño sin desayre conocido.
Trataba ya de facilitar el paso con tierra y fagína, quando uno de los Indios que vinieron de Tezcúco, le dixo, que poco mas adelante habia una eminencia, donde apenas alcanzaria el agua del foso a cubrir la superficie de la tierra. Mandóle que guiáse, y movió su gente hasta el parage señalado. Hizose luego la experiencia, y se halló mas agua que suponia el aviso; pero no tanta que pudiese impedir el esguazo. Cometió esta faccion a dos compañias de hasta cincuenta o sesenta Españoles, con el número de Indios amigos que pareció necesario segun la oposicion que se habia descubierto: y se quedó a la lengua del agua con el exército puesto en batalla para ir enviando los socorros que le pidiesen, y asegurar la campaña contra las invasiones de los Mexicanos.
Reconocieron los enemigos que se iba penetrando el camino que habian procurado encubrir, y se acercaron a defender el paso con el repetido manejo de los arcos y las hondas, hiriendo algunos, y dando que hacer y que resistir a los que peleaban dentro del agua, que por algunas partes pasaba de la cintura. Habia cerca del pueblo un llano de bastante capacidad, que dexó descubierto la inundacion: y apenas salieron a tierra las bocas de fuego que iban delante, quando se retiraron los enemigos al lugar: y en el breve tiempo que tardó en afirmar los pies el resto de la gente, le desampararon, arrojandose al lago en sus canoas tan apresuradamente, que se consiguió la entrada sin género de resistencia. Fue corto el pillage, aunque se permitió como parte del castigo: porque solo se halló en las casas lo que no pudieron retirar; pero todavia se transportaron al exército algunas cargas de maiz y de sal, cantidad de mantas, y algunas joyuelas de oro, que no merecieron la memoria, o merecerian el desprecio de sus dueños. No llevaban los Capitanes orden para ocupar el pueblo, sinó para castigar a sus moradores: y asi, esperando lo que pareció bastante para mantener la faccion, repasaron el foso por el mismo parage, dexando entregados al fuego los adoratorios, con algunos edificios de los mas principales. Resolucion que aprobó Hernan Cortés, suponiendo que las llamas de aquel pueblo servirian al temor de los fugitivos, y alumbrarian de su peligro a los demás lugares.
Prosiguióse la marcha, y aquella noche se alojó el exército cerca de Colbatitlán, villa considerable, que se halló el dia siguiente despoblada, en cuyo termino se dexaron ver los Mexicanos; pero en parte que no trataban de ofender, ni podían ser ofendidos. Sucedió lo mismo en Tenayúca, y despues en Escapuzalco, lugares de la ribera, y de gran poblacion, que se hallaron tambien desamparados. En ambos se hizo noche: y Hernan Cortés iba tanteando las distancias, y tomando las medidas para su empresa, sin permitir que se hiciese daño en los edificios, para dar a entender que solo era riguroso donde hallaba oposidon. Distaba de alli poco mas de media legua la ciudad de Tacúba, émula de Tezcúco en la grandeza y en la vecindad, situada en los extremos de la calzada principal, donde padecieron tanto los Españoles, y puesto de mucha consideracion, por ser el mas vecino a México entre los lugares de la laguna, y llave del camino, que necesariamente se habia de penetrar para el sitio de aquella corte. Pero no se iba entonces con ánimo de ocuparle, por quedar algo distante para recibir los socorros de Tezcúco; sinó a reconocerle, y considerar desde mas cerca lo que se debía prevenir o rezelar: castigando en el Cacique la ofensa pasada, cuyo escarmiento sería tambien de conseqüencia para quebrantar su osadía, y facilitar despues la sujecion de aquella ciudad.
Fuese acercando el exército, Prevenido con las órdenes para empresa de mayor dificultad: y poco antes de llegar, se descubrió en la campaña un grueso de innumerables tropas, compuesto de los Mexicanos que andaban observando la marcha, y de los que asistian a la guarnicion de la misma ciudad: los quales, no cabiendo en ella, querian reducir a una batalla la defensa de sus muros. Adelantaronse los enemigos, moviendose a un tiempo sus esquadrones, y acometieron con tanta ferocidad, y tantos alaridos, que pudieran ocasionar algun cuidado, sinó estuviera ya tan conocida la falencia de sus primeros ímpetus; pero tropezando en la carga de los arcabuces (que siempre los espantaban mas que los ofendian) y despues en el segundo terror de los caballos, se descompusieron con facilidad, dando lugar al resto del exército, para que rota la vanguardia, penetráse a lo interior de la multitud, obligandolos a resistir como podian desunidos y turbados: cuya obstinacion dilató considerable tiempo la victoria; pero ultimamente volvieron por todas partes las espaldas, retirandose los mas a la misma ciudad; y otros por diferentes sendas a buscar sin eleccion la distancia del peligro.
Quedó libre la campaña, y se gastó lo que restaba del dia en elegir puesto con algunas ventajas donde pasar la noche; pero al declararse la mañana, se dexo ver el exercito enemigo en el mismo parage, con ánimo de volver a las armas para emendar el desayre padecido: y Hernan Cortés, dando las mismas órdenes, y siguiendo la misma direccion de la tarde antecedente, los volvió a romper con mayor facilidad, porque los halló con la fuga en la imaginacion, y con el escarmiento en la memoria.
Encerrólos a cuchilladas en la ciudad, y entrando en su alcance con los Españoles, y alguna parte de los Indios amigos, se mantuvo peleando en lo interior de la ciudad, hasta que acercandose la noche, retiró su gente al mismo parage donde tuvo antes su alojamiento: concediendo a los soldados que llevó consigo el saco de las casas que se habian ocupado, y dexandolas entregadas al fuego, parte por mostrar en algo su indignacion, y parte por ocupar al enemigo, y executar su retirada sin oposicion.
Cinco dias se detuvo Hernan Cortés a vista de Tacúba, manteniendo aquel puesto, donde le buscaba el enemigo todos los dias, volviendo siempre rechazado a la ciudad. Era el intento de Cortés ir gastando en estas salidas la guarnicion de la plaza: y conociendo ya en su floxedad la falta de gente, llegó el caso de mover el exército para el asalto. Pero al tomar los puestos, y repartir las órdenes para los ataques, se reconoció que venia marchando por la calzada un grueso considerable de Mexicanos: y siendo necesario romper este socorro para volver a la empresa de Tacúba, resolvió Hernan Cortés aguardarle algo distante de la misma calzada, para cerrar con ellos quando acabasen de salir a tierra, y hacerles mayor daño en el camino estrecho de la fuga. Pero aquellos Mexicanos trahian orden (y dicen que fue arbitrio de su mismo Emperador Guatimozin) para echar delante alguna gente, que dexandose cargar, cebáse a los Españoles en el alcance, y los procuráse introducir en la calzada: lo qual executaron con notable destreza, saliendo algunos perezosamente a la tierra, y doblandose con tanta negligencia, que se persuadió Hernan Cortés a que nacía del temor lo que afectaba la industria. Dexó parte de su exércíto para que le guardáse las espaldas contra la gente de Tacúba, y marchó a la calzada, suponiendo que podria facilmente desembarazarse de aquellos enemigos para volver sobre la ciudad; pero los que habían salido a tierra, sin aguardar la carga, huyeron a incorporarse con los demás, y todos se fueron retirando, al parecer, temerosos, y cediendo poco a poco la calzada para que la ocupasen los Españoles. Siguiólos Hernan Cortés, dexandose llevar de las apariencias favorables, no sin alguna falta de consideracion; porque no estaba lejos el suceso de Iztapalápa, ni podia ignorar que aquellos Indios tenian sus fugas artificiosas con que solian llamar a sus zeladas; pero la repeticion de sus victorias (peligro algunas veces de los vencedores) no le dexó distinguir entonces aquellas circunstancias en que suelen diferenciarse los medios fingidos y los verdaderos.
Repararonse los enemigos, y empezaron a pelear quando tuvieron a Cortés y a los que le seguian dentro de la calzada: y entretanto que los procuraban divertir con su resistencia, salieron de México innumerables canoas, que ciñeron por ambas partes la calzada; con que se hallaron brevemente los Españoles combatidos por la vanguardia, y por los dos costados: y conociendo, aunque tarde, su inadvertencia, fue necesarIo que se retirasen, deteniendo a los que peleaban en lo estrecho, y haciendo frente a las canoas de una y otra banda. Trahian los enemigos unas picas de grande alcance, y en algunas de ellas formada la punta de las espadas Españolas que adquirieron la noche de la primera retirada. Hubo muchos heridos entre los nuestros, y estuvo cerca de perderse una bandera: porque al tiempo que duraba mas encendido el combate, cayó en el lago, de un bote de pica, el Alferez Juan Volante: y abatiendose a la presa los Indios que se hallaron mas cerca, le recogieron en una de las canoas, para llevarle de presente a su Rey. Dexóse conducir, fingiendose rendido, y al verse algo distante de las otras embarcaciones, cobró sus armas, y desembarazandose de los que le guardaban, con muerte de algunos, se arrojó al agua, y escapó a nado su bandera con igual dicha que valor.
Hernan Cortés anduvo en los mayores peligros con la espada en la mano, y sacó a tierra su gente con poca pérdida, dexando bastantemente vengado el ardid con que le llamaron a la calzada; porque murieron en ella y en el lago tantos enemigos, que se pudo tener a faccion deliberada el engaño padecido. Pero hallandose ya en conocimiento de que sería temeridad volver al empeño de Tacúba con aquella nueva oposicion de los Mexicanos, que todavia se conservaban a la vista, trató de retirarse a Tezcúco; y con parecer de sus Capitanes, lo puso luego en execucion, sin que los enemigos se atreviesen a salir de la calzada, ni a desamparar sus canoas, hasta que la distancia del exército los animó a seguir desde lejos: contentandose con dar al viento grandes alaridos, a cuya inutil fatiga se reduxo toda su venganza. Importó mucho esta salida, tanto por el daño que se hizo a los Mexicanos, como por las noticias que se adquirieron de aquel parage, que despues se habia de ocupar. Y por mas que la procure deslucir nuestro Historiador, fue de tanta conseqüencia para el intento principal, que apenas llegó Hernan Cortés a Tezcúco, quando vinieron rendidos a dar la obediencia, y obecer sus tropas militares los Caciques de Tucapán, Mascalzíngo, Autlán, y otros pueblos de la ribera septentrional. Bastante seña de que se volvió con reputacion: ganancia de grande utilidad en la guerra, que suele conseguir sin las manos lo que se concediera dificultosamente a las fuerzas.
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