Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO PRIMERO.


CAPÍTULO DÉCIMOSEXTO.

Prosigue Hernan Cortes su viage, y se halla obligado de un accidente a volver a la misma Isla: recoge con esta detencion a Gerónimo de Aguilar, que estaba cautivo en Yucatán, y se da cuenta de su cautiverio.


Volvió Cortés a su navegacion con ánimo de seguir el mismo rumbo que abrió Juan de Grijalva, y buscar aquellas tierras de donde le retiró su demasiada obediencia. Iba la armada viento en popa, y todos alegres de verse ya en viage; pero a pocas horas de prosperidad se hallaron en un accidente que los puso en cuidado. Disparó una pieza el navio de Juan de Escalante; y volviendo todos a mirarle, repararon al principió en que seguia con dificultad; y despues en que tomaba la vuelta de la Isla. Conoció Hernan Cortés lo que aquellas señas daban a entender: y sin detener en el discurso la resolucion, mandó que toda la armada volviese en su seguimiento. Fue bien necesaria la diligencia de Juan de Escalante para escapar el baxel: porque se iba llenando de agua tan irremediablemente, que llegó a la Isla en términos de anegarse, aunque tardaron poco los que venian en su socorro. Desembarcó la gente; y acudieron luego a la costa el Cacique y algunos de sus Indios, que al parecer no dexaban de estrañar con algun rezelo la brevedad de la vuelta; pero luego que entendieron la causa, ayudaron con alegre solicitud a la descarga del baxel, y asistieron despues a los reparos, y a la carena de que necesitaba: siendo en uno y en otro de mucho servicio sus canoas, y la destreza con que las manejaban.

Entretanto que esto se disponía, fue Hernan Cortés acompañado del Cacique y de algunos de sus soldados a visitar y reconocer el templo, y halló la cruz y la imagen de Nuestra Señora en el mismo lugar donde quedaron colocadas: notando con gran consuelo suyo algunas señales de veneracion que se reconocian en la limpieza y perfumes del templo, y en diferentes flores y ramos con que tenian adornado el altar. Dió las gracias al Cacique de que se hubiese tenido en su ausencia aquel cuidado: y él las admitia, y se congratulaba con todos, encareciendo como hazaña de su buen proceder aquellas dos o tres horas de constancia.

Digno es de particular reparo este accidente que detuvo el viage de Cortés, obligandole a desandar aquellas leguas que habia navegado. Algunos sucesos, aunque caben en la posibilidad y en la contingencia, se hacen advertir como algo mas que casuales. Quien vió interrumpida la navegacion de la armada, y aquel navío que se anegaba, pudo tener este embarazo por una desgracia facil de suceder; pero quien viere qué aquel mismo tiempo que fue necesario para reparar el navio, lo fue tambien para que llegáse a la Isla uno de los cautivos Christianos que estaban en Yucatán, y que se hallaba éste con bastante noticia de aquellas lenguas para suplir la falta del intérprete, y que fue despues uno de los principales instrumentos de aquella conquista, no se contentara con poner todo este suceso en la jurisdiccion de los acasos, ni dexará de buscar, a mayores fines, superior providencia.

Quatro dias tardaron en el aderezo del baxel; y el último de ellos, quando ya se trataba de la embarcacion, se dexó ver a larga distancia una canoa que venía atravesando el Golfo de Yucatán en derechura de la Isla. Conocióse a breve rato que trahia Indios armados, y pareció novedad la diligencia con que se aprovechaban de los remos, y se iban acercando a la Isla sin rezelarse de nuestra armada. Llegó esta novedad a noticia de Hernan Cortés, y ordenó que Andrés de Tapia se alargáse con algunos soldados ácia el parage donde se encaminaba la canoa, y procuráse examinar el intento de aquellos Indios. Tomó Andrés de Tapia puesto acomodado para no ser descubierto; pero al reconocer que saltaban en tierra con prevencion de arcos y flechas, los dexó que se apartasen de la costa, y los embistió con la mar a las espaldas, porque no se le pudiesen escapar. Quisieron huir luego que le descubrieron; pero uno de ellos, sosegando a los demás, se detuvo a tres o quatro pasos, y dixo en voz alta algunas palabras castellanas, dandose a conocer por el nombre de Christiano. Recibióle Andrés de Tapia con los brazos, y gustoso de su buena suerte le llevó á la presencia de Hernan Cortés acompañado de aquellos Indios, que segun lo que se conoció despues, eran los mensageros que dexó Diego de Ordaz en la costa de Yucatán. Venía desnudo el Christiano; aunque no sin algun genero de ropa que hacia decente la desnudez, ocupado el un hombro con el arco y el carcax, y terciada sobre el otro una manta a manera de capa, en cuyo extremo trahia atadas unas horas de Nuestra Señora, que manifestó luego, enseñandolas a todos los Españoles, y atribuyendo a su devocion la dicha de verse con los Christianos: tan bozal en las cortesías, que no acertaba a desasirse de la costumbre, ni a formar cláusulas enteras, sin que tropezase la lengua en palabras que no se dexaban entender. Agasajóle mucho Hernan Cortés: y cubriendole entonces con su mismo capote, se informó por mayor de quien era, y ordenó que le vistiesen y regalasen, celebrando entre todos sus soldados como felicidad suya y de su jornada el haber redimido de aquella esclavitud a un Christiano: que por entonces solo se habian descubierto los motivos de la piedad.

Llamabase Gerónimo de Aguilar, natural de Ecija: estaba ordenado de Evangelio: y segun lo que despues refirió de su fortuna y sucesos, habia estado cerca de ocho años en aquel miserable cautiverio. Padeció naufragio en los baxos que llaman de los Alacranes una carabela en que pasaba del Darien a la Isla de Santo Domingo; y escapando en el esquife con otros veinte compañeros, se hallaron todos arrojados del mar en la costa de Yucatán, donde los prendieron, y llevaron a una tierra de Indios Caríbes: cuyo Cacique mandó apartar luego a los que venian mejor tratados, para sacrificarlos a sus ídolos, y celebrar despues un banquete con los miserables despojos del sácrificio. Uno de los que se reservaron para otra ocasion, defendidos entonces de su misma flaqueza, fue Gerónimo de Aguilar; pero le prendieron rigurosamente, y le regalaban con igual inhumanidad, pues le iban disponiendo para el segundo banquete. ¡Rara bestialidad! horrible a la naturaleza y a la pluma. Escapó como pudo de una jaula de madera en que le tenian; no tanto porque le pareciese posible salvar la vida, como para buscar otro género de muerte: y caminando algunos dias apartado de las poblaciones, sin otro alimento que el que le daban las hierbas del campo, cayó despues en manos de unos Indios, que le presentaron a otro Cacique enemigo del primero, a quien hizo menos inhumano la oposicion a su contrario, y el deseo de afectar mejores costumbres. Sirvióle algunos años, experimentando en esta nueva esclavitud diferentes fortunas: porque al principio le obligó a trabajar mas de lo que alcanzaban sus fuerzas; pero despues le hizo mejor tratamiento, pagado, al parecer, de su obediencia, y particularmente de su honestidad: para cuya experiencia le puso en algunas ocasiones, menos decentes en la narracion, que admirables en su continencia: que no hay tan bárbaro entendimiento donde no se dexe conocer alguna inclinacion a las virtudes. Dióle ocupacion cerca de su persona, y en breves dias tuvo su estimacion y su confianza.

Muerto este Cacique, le dexó recomendado a un hijo suyo, con quien se hizo el mismo lugar, y le favorecieron mas las ocasiones de acreditarse; porque le movieron guerra los Caciques comarcanos, y en ella se debieron a su valor y consejo diferentes victorias: con que ya tenia el valimiento de su amo, y la veneracion de todos, hallandose con tanta autoridad, que quando llegó la carta de Cortés, pudo facilmente disponer su libertad, tratandola como recompensa de sus servicios, y ofrecer como dádiva suya las preséas que se le enviaron para su rescate.

Asi lo referia él: y que de los otros Españoles que estaban cautivos en aquella tierra, sólo vivia un marinero natural de Palos de Moguer, que se llamaba Gonzalo Guerrero; pero que habiendole manifestado la carta de Hernan Cortés, y procurado traherle consigo, no lo pudo conseguir, porque se hallaba casado con una India bien acomodada, y tenia en ella tres o quatro hijos, a cuyo amor atribuía su ceguedad: fingiendo estos afectos naturales, para no dexar aquella lastimosa comodidad, que en sus cortas obligaciones pesaba mas que la honra y que la Religion. No hallamos que se refiera de otro Español en estas conquistas semejante maldad: indigno por cierto de esta memoria que hacemos de su nombre; pero no podemos borrar lo que escribieron otros, ni dexan de tener su enseñanza estas miserias a que está sujeta nuestra naturaleza, pues se conoce por ellas a lo que puede llegar el hombre, si le dexa Dios.

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