Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de Solís | Anterior | Siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LIBRO PRIMERO.
CAPÍTULO DÉCIMOSEPTIMO.
Prosigue Hernan Cortes su navegacion, y llega al rio de Grijalva, donde halla resistencia en los Indios, y pelea con ellos en el mismo rio, y en la desembarcacion.
Partieron segunda vez de aquella Isla en quarto de Marzo del mismo año de mil y quinientos y diez y nueve, y sin que se les ofreciese acaecimiento digno de memoria, doblaron la punta de Cotoche, que, como vimos, está en lo mas oriental de Yucatán; y siguiendo la costa, llegaron al parage de Champoton, donde se disputó, si convenia salir a tierra: opinion a que se inclinaba Hernan Cortés por castigar en aquellos Indios la resistencia que hicieron a Juan de Grijalva, y antes a Francisco Fernandez de Cordoba: y algunos soldados de los que se hallaron en ambas ocasiones fomentaban con espíritu de venganza esta resolucion; pero el Piloto mayor y los demás de su profesion se opusieron a ella con evidente demostracion: porque el viento, que favorecia para pasar adelante, era contrario para acercarse por aquella parte a la tierra: y asi continuaron su viage, y llegaron al río de Grijalva, donde hubo menos que discurrir; porque el buen pasage que hicieron a su armada los Indios de Tabasco, y el oro que entonces se llevó de aquella provincia, eran dos incentivos poderosos que llamaban los ánimos a la tierra. Y Hernan Cortés condescendió con el voto comun de sus soldados, mirando a la conveniencia de conservar aquellos amigos; aunque no pensaba detenerse muchos dias en Tabasco, y siempre llevaba la mira en los dominios del Príncipe Motezuma, cuyas noticias tuvo Juan de Grijalva en aquella provincia: siendo su dictamen que en este género de conquistas se debia ir primero a la cabeza que a los miembros, para llegar con las fuerzas enteras a lo mas dificultoso.
Sirvióse de la eyperiencia que ya se tenia de aquel parage para disponer la entrada: y dexando aferrados los navios de mayor porte, hizo pasar a los que podian navegar por el rio, y a los esquifes toda la gente prevenida de sus armas, y empezó a caminar contra la corriente, observando el orden con que gobernó su faccion Juan de Grijalva. Reconocieron a breve rato considerable número de canoas de Indios armados, que ocupaban las dos riberas al abrigo de diferentes tropas que se descubrian en la tierra. Fuese acercando Hernan Cortés con su fuerza unida, y ordenó que ninguno disparáse, ni diese a entender que se trataba de ofenderlos: imitando tambien en esto a Grijalva, como quien deseaba sin vanidad el acierto, y sabía quanto se aventuran los que se precian de abrir sendas, y tiran solo a diferenciarse de sus antecesores. Eran grandes las voces con que los Indios procuraban detener a los forasteros: y luego que se pudieron distinguir, se conoció que Gerónimo de Aguilar entendia la lengua de aquella nacion, por ser la misma, o muy semejante a la que se hablaba en Yucatán: y Hernan Cortés tuvo por obra del cielo el hallarse con intérprete de tanta satisfaccion. Dixo Aguilar, que las voces que se percibian eran amenazas, y que aquellos Indios estaban de guerra; por cuya causa se fue deteniendo Cortés, y le ordenó que se adelantáse en uno de los esquifes, y los requiriese con la paz, procurando ponerlos en razon. Executólo asi, y volvió brevemente con noticia de que era grande el número de Indios que estaban prevenidos para defender la entrada del rio, tan obstinados en su resolucion, que negaron con insolencia los oídos a su embajada. No quisiera Hernan Cortés dar principio en aquella tierra a su conquista, ni embarazar el curso de su navegacion; pero considerando que se hallaba ya en el empeño, no le pareció conveniente volver atrás, ni de buena conseqüencia el dexar consentido aquel atrevimiento.
Ibase acercando la noche, que en tierra no conocida trahe sobre los soldados segunda obscuridad; y asi determinó hacer alto para esperar el dia: y dando al mayor acierto de la faccion aquel tiempo que la dilataba, dispuso que se truxese la artillería de los baxeles mayores, y que se armáse toda la gente con aquellos escaupiles, o capotes de algodon, que resistían a las flechas: y dió las demás ordenes que tuvo por necesarias, sin encarecer el riesgo, ni desestimarle. Puso gran cuidado en esta primera empresa de su armada, conociendo lo que importa siempre el empezar bien, y particularmente en la guerra, donde los buenos principios sirven al credito de las armas, y al mismo valor de los soldados: siendo como propiedad de la primera ocasion el influir en las que vienen despues, o el tener no sé qué fuerza oculta sobre los demás sucesos. Luego que llegó la mañana se dispusieron los baxeles en forma de media luna, que se iba disminuyendo en su mismo tamaño, y remataba en los esquifes: para cuya ordenanza daba sobrado término la grandeza del rio: y se prosiguió la entrada con un género de sosiego que iba convidando con la paz; pero a breve rato se descubrieron las canoas de los Indios, que esperaban en la misma disposicion, y con las mismas amenazas que la tarde antes. Ordenó Cortés que ninguno de los suyos se moviese hasta que diesen la carga: diciendo a todos que alli se debia usar primero de la rodela que de la espada, por ser aquella una guerra cuya justicia consistia en la provocacion: y deseoso de hacer algo mas por la razon, para tenerla de su parte, dispuso que se adelantáse Aguilar segunda vez, y los volviese a requerir con la paz: dandoles a entender que aquella armada era de amigos, que solo entraban a tratar de su bien en fé de la confederacion que tenian hecha con Juan de Grijalva; y que el no admitirlos sería faltar a ella, y ocasionarlos a que se abriesen el paso con las armas, quedando por su cuenta el daño que recibiesen.
Respondieron a este segundo requerimiento con hacer la seña de embestir; y se fueron mejorando ayudados de la corriente, hasta que puestos en distancia proporcionada con el alcance de sus flechas, dispararon a un tiempo tanta multitud de ellas desde las canoas, y desde la margen mas vecina del rio, que anduvo algo apresurada en los Españoles la necesidad de cubrirse y cuidar de su defensa. Pero recibida la primera carga, conforme a la orden que llevaban, usaron luego de sus armas y de su esfuerzo con tanta diligencia, que los Indios de las canoas desembarazaron el paso puestos en confusion, arrojandose muchos al agua con el espanto que concibieron del mismo daño que conocian en los suyos. Prosiguieron nuestros baxeles su entrada sin otra oposicion: y acostandose a la ribera sobre el lado izquierdo, trataron de salir a tierra; pero en parage tan pantanoso y cubierto de maleza, que se vieron en segundo conflicto: porque los Indios que estaban emboscados, y los que escaparon del rio, se unieron a repetir sus cargas con nueva obstinacion, cuyas flechas, dardos y piedras hacian mayor la dificultad del pantáno. Pero Hernan Cortés fue doblando su gente sin dexar de pelear, en tal disposicion, que las hileras que formaba detenian el impetu de los Indios, y cubrian a los menos diligentes en la desembarcacion.
Formado su esquadron a vista de los enemigos, cuyo número crecia por instantes, ordenó al Capitan Alonso Dávila, que con cien soldados se adelantáse por el bosque a ocupar la villa principal de aquella provincia, que tambien se llamaba Tabasco, y distaba poco de aquel parage, segun las noticias que se tenian de la primera entrada. Cerró luego con la multitud enemiga, y la fue retirando con igual ardimiento que dificultad; porque se peleaba muchas veces con el lodo a la rodilla: y se refiere de Hernan Cortés, que forcejando para vencer aquel impedimento, perdió en el lodo uno de los zapatos, y peleó mucho rato con el pie descalzo, sin conocer la falta ni el desabrigo: generoso divertimiento, dexar de estar en sí, para estar mejor en lo que hacia.
Vencido el pantáno, se conoció flaqueza en los Indios, que en un instante desaparecieron entre la maleza, parte atemorizados de verse ya sin las ventajas del terreno, y parte cuidadosos de acudir a Tabasco: de cuyo riesgo tuvieron noticia, por haberse descubierto la marcha de Alonso Dávila: como se verificó despues en la multitud de gente que acudió a la defensa de aquella poblacion.
Tenianla fortificada con un género de muralla, que usaban casi en todas las Indias, hecha de troncos robustos de árboles fixos en la tierra, al modo de nuestras éstacadas; pero apretados entre sí con tal disposicion, que las junturas les servian de troneras para despedir sus flechas. Era el recinto de figura redonda, sin traveses, ni otras defensas: y al cerrarse el círculo, dexaba hecha la entrada, cruzando por algun espacio las dos lineas, que componian una calle angosta en forma de caracol, donde acomodaban dos o tres garitas o castillejos de madera, que estrechaban el paso, y servian de ordinario a sus centinelas: bastante fortaleza para las armas de aquel nuevo mundo, donde no se entendian, con feliz ignorancia, las artes de la guerra, ni aquellas ofensas y reparos que enseñó la malicia, y aprehendió la necesidad de los hombres.
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