Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO SEGUNDO.


CAPÍTULO DÉCIMOSEPTIMO.

Determinan los españoles acercarse a Tlascála, teniendo a mala señal la detencion de sus mensageros: pelean con un grueso de cinco mil Indios, que los esperaban emboscados; y despues con todo el poder de la República.


Ocho dias se detuvieron los Españoles en Xacazingo esperando a sus mensageros cuya tardanza se tenia ya por novedad considerable. Y Hernan Cortés, con acuerdo de sus Capitanes, y parecer de los Cabos Zempoales, que tambien solian favorecerlos, y confiarlos con oir su dictamen, resolvió continuar su marcha, y ponerse mas cerca de Tlascála para descubrir los intentos de aquellos Indios: considerando que si estaban de guerra, como lo daban a entender los indicios antecedentes, confirmados ya con la detencion de los Embajadores, sería mejor estrechar el tiempo a sus prevenciones, y buscarlos en su misma ciudad, antes que lograsen la ventaja de juntar sus tropas, y acometer ordenados en la campaña. Movióse luego el exército puesto en orden, sin que se perdonáse alguna de las cautelas que suelen observarse quando se pisa tierra de enemigos: y caminando entre dos montes, de cuyas faldas se formaba un valle de mucha amenidad, a poco mas de dos leguas, se encontró una gran muralla, que corria desde el un monte al otro, cerrando enteramente el camino: fabrica suntuosa y fuerte, que denotaba el poder y la grandeza de su dueño. Era de piedra labrada por lo exterior, y unida con argamasa de rara tenacidad. Tenia veinte pies de grueso: de alto, estado y medio; y remataba en un parapeto, al modo que se practica en nuestras fortificadones. La entrada era torcida y angosta, dividiendose por aquella parte la muralla en dos paredes, que se cruzaban circularmente por espacio de diez pasos. Súpose de los Indios de Zocothlán que aquella fortaleza señalaba y dividía los términos de la provincia de Tlascála, cuyos antiguos la edificaron para defenderse de las invasiones enemigas: y fue dicha que no la ocUpasen contra los Españoles, o porque no se les dió lugar para que saliesen a recibirlos en este reparo, o porque se resolvieron a esperar en campo abierto para embestir con todas sus fuerzas, y quitar al exército inferior la ventaja de pelear en lo estrecho.

Pasó la gente de la otra parte sin desorden ni dificultad: y vueltos a formar los esquadrones, se prosiguió la marcha poco a poco, hasta que saliendo a tierra mas espaciosa, descubrieron los batidores a larga distancia veinte o treinta Indios, cuyos penachos, ornamento de que solo usaban los soldados, daban a entender que habia gente de guerra en la campaña. Vinieron con el aviso a Cortés, y les ordenó que volviesen, alargando el paso, y procurasen llamarlos con señas de paz, sin empeñarse demasiado en seguidos; porque el parage donde estaban era desigual, y se ofrecian a la vista diferentes quiebras y ribazos, capaces de ocultar alguna emboscada. Partió luego en su seguimiento con ocho caballos, dexando a los Capitanes orden para que avanzasen con la infantería sin apresurarla mucho: que nunca es acierto gastar en la diligencia el aliento del soldado, y entrar en la ocasion con gente fatigada.

Esperaron los Indios en el mismo puesto a que se acercasen los seis caballos de los batidores; y sin atender a las voces y ademanes con que procuraban persuadidos a la paz, volvieron las espaldas corriendo, hasta incorporarse con una tropa que se descubría mas adelante, donde hicieron cara, y se pusieron en defensa. Unieronse al mismo tiempo los catorce caballos, y cerraron con aquella tropa, mas para descubrir la campaña, que porque se hiciese caso de su corto número. Pero los Indios resistieron el choque, perdiendo poca tierra, y sirviendose de sus armas tan valerosamente, que sin atender al daño que recibian, hirieron dos soldados y cinco caballos. Salió entonces al socorro de los suyos la emboscada que tenian prevenida, y se dexó ver en lo descubierto un grueso de hasta cinco mil hombres, a tiempo que llegó la infanteria, y se puso en batalla el exercito para recibir el impetu con que venian cerrando los enemigos, Pero a la primera carga de las bocas de fuego conocieron el estrago de los suyos, y dieron principio a la fuga con retirarse apresuradamente; de cuya primera turbacion se valieron los Españoles para embestir con ellos: y lo executaron con tan buena orden, y tanta resolucion, que a breve rato cedieron la campaña, dexando en ella muertos mas de sesenta hombres y algunos prisioneros. No quiso Hernan Cortés seguir el alcance, porque iba declinando el dia, y porque deseaba mas escarmentarlos que destruirlos. Ocuparonse luego unas caserías que estaban a la vista, donde se hallaron algunos bastimentos; y se pasó la noche con alegria, pero sin descuido, reposando los unos en la vigilancia de los otros.

El dia siguiente se volvió a la marcha con el mismo concierto, y se descubrió segunda vez el enemigo, que con un grueso poco mayor que e pasado venía caminando mas presuroso que ordenado. Acercaronse a nuestro exército sus tropas con grande orgullo y algazara; y sin proporcionarse con el alcance de sus flechas, dieron la carga inutilmente: y al mismo tiempo empezaron a retirarse, sin dexar de pelear a lo largo, particularmente los pedreros, que a mayor distancia se mostraban mas animosos. Conoció luego Hernan Cortés que aquella retirada tenia mas de estratagema que de temor; y rezeloso interiormente de mayor combate fue siguiendo con su fuerza unida la huella del enemigo, hasta que vencida una eminencia que se interponia en el camino, se descubrió en lo llano de la otra parte un exército, que dicen pasaria de quarenta mil hombres. Componiase de várias naciones, que se distinguian por los colores de las divisas y plumages. Venian en él los nobles de Tlascála y toda su confederacion. Gobernabale Xicotencál, que como diximos, tenia por su cuenta las armas de la República: y dependientes de su orden, mandaban las tropas auxiliares sus mismos Caciques, o sus mayores soldados.

Pudieran desanimarse los Españoles de ver a su oposicion tan desiguales fuerzas; pero sirvió mucho en esta ocasion la experiencia de Tabasco: y Hernan Cortés se detuvo poco en persuadirlos a la batalla, porque se conocia en los semblantes y en las demostraciones el deseo de pelear. Empezaron luego a baxar la cuesta con alegre seguridad: y por ser la tierra quebrada y desigual, donde no se podian manejar los caballos, ni hacían efecto disparadas de alto a baxo las bocas de fuego, se trabajó mucho en apartar al enemigo, que alargó algunas mangas para que disputasen el paso. Pero luego que mejoraron de terreno los caballos, y salió a lo llano parte de nuestra infantería, se despejó la campaña, y se hizo lugar para que baxáse la artillería, y acabáse de afirmar el pie la retaguardia. Estaba el grueso del enemigo a poco mas que tiro de arcabuz, peleando solamente con los gritos y con las amenazas: y apenas se movió nuestro exército, hecha la seña de embestir, quando se empezaron a retirar los Indios con apariencias de fuga; siendo en la verdad segundo estratagema, de que usó Xicotencál para lograr con el avance de los Españoles la intencion que trahia de cogerlos en medio, y combatirlos por todas partes, como se experimentó brevemente; porque apenas los reconoció distantes de la eminencia en que pudieran asegurar las espaldas, quando la mayor parte de su exército se abrió en dos alas, que corriendo, impetUosamente, ocuparon por ambos lados la campaña; y cerrando el círculo, consiguieron el intento de sitiarlos a lo largo. Fueronse luego doblando con increible diligencia, y trataron de estrechar el sitio, tan cerrados y resueltos, que fue necesario dar quatro frentes al esquadron, y cuidar antes de resistir que de ofender, supliendo con la union y la buena ordenanza la desigualdad del número.

Llenóse el ayre de flechas, herido tambien de las voces y del estruendo: llovian dardos y piedras sobre los Españoles; y conociendo los Indios el poco efecto que hacian sus armas arrojadizas, llegaron brevemente a los chuzos y a las espadas. Era grande el estrago que recibian, y mayor su obstinacion. Hernan Cortés acudia con sus caballos a la mayor necesidad, rompiendo y atropellando a los que mas se acercaban. Las bocas de fuego peleaban con el daño que hacian, y con el espanto que ocasionaban: la artillería lograba todos sus tiros, derribando el asombro a los que perdonaban las balas: y como era uno de los primores de su milicia el esconder los heridos y retiar los muertos, se ocupaba en esto mucha gente, y se iban disminuyendo sus tropas; con que se reduxeron a mayor distancia, y empezaron a pelear menos atrevidos. Pero Hernan Cortés, antes que se reparasen o rehiciesen para volver a lo estrecho, determinó embestir con la parte mas flaca de su exército, y abrir el paso para ocupar algun puesto donde pudiese dar toda la frente al enemigo. Comunicó su intento a los Capitanes, y puestos en ala sus caballos, seguidos a paso largo de la infantería, cerró con los Indios, apellidando a voces el nombre de San Pedro. Resistieron al principio, jugando valerosamente sus armas; pero la ferocidad de los caballos, sobrenatural o monstruosa en su imaginacion, los puso en tanto pavor y desorden, que huyendo a todas partes, se atropellaban y herian unos a otros, haciendose el mismo daño que rezelaban.

Empeñóse demasiado en la escaramuza Pedro de Moron, que iba en una yegua muy revuelta, y de grande velocidad, a tiempo que unos Tlascaltécas principales, que se convocaron para esta faccion, viendole solo, cerraron con él, y haciendo presa en la misma lanza y en el brazo de la rienda, dieron tantas heridas a la yegua, que cayó muerta, y en un instante le cortaron la cabeza: dicen que de una cuchillada: poco añaden a la substancia los encarecimientos. Pedro de Moron recibió algunas heridas ligeras, y le hicieron prisionero; pero fue socorrido brevemente de otros caballos, que con muerte de algunos Indios consiguieron su libertad, y le retiraron al exército: siendo este accidente poco favorable al intento que se llevaba; porque se dió tiempo al enemigo para que se volviese a cerrar y componer por aquella parte: de modo que los Españoles fatigados ya de la batalla, que duró por espacio de una hora, empezaron a dudar el suceso; pero esforzados nuevamente de la última necesidad en que se hallaban, se iban disponiendo para volver a embestir, quando cesaron de una vez los gritos del enemigo, y cayendo sobre aquella muchedumbre un repentino silencio, se oyeron solamente sus atabalillos y bocinas, que segun su costumbre tocaban a recoger, como se conocio brevemente; porque al mismo tiempo se empezaron a mover las tropas, y marchando poco a poco por el camino de Tlascála, traspusieron por lo alto de una colina, y dexaron a sus enemigos la campaña.

Respiraron los Españoles con esta novedad, que parecia milagrosa, porque no se hallaba causa natural a que atribuirla; pero supieron despues por medio de algunos prisioneros, que Xicotencál ordenó la retirada; porque habiendo muerto en la batalla la mayor parte de sus Capitanes, no se atrevió a manejar tanta gente sin Cabos que la gobernasen. Murieron tambien muchos de sus nobles, que hicieron costosa la faccion, y fue grande el número de los heridos; pero sobre tanta pérdida, y sobre quedar entero nuestro exército, y ser ellos los que se retiraban, entraron triunfantes en su alojamiento: teniendo por victoria el no volver vencidos, y siendo la cabeza de la yegua toda la razon y todo el aparato del triunfo. Llevábala delante de sí Xicotencál sobre la punta de una lanza, y la remitió luego a Tlascála, haciendo presente al Senado de aquel formidable despojo de la guerra, que causó a todos grande admiracion, y fue despues sacrificada en uno de sus templos con extraordinaria solemnidad : victima propia de aquellas aras, y menos inmunda que los mismos dioses que se honraban con ella.

De los nuestros quedaron heridos nueve o diez soldados, y algunos Zempoales: cuya asistencia fue de mucho servicio en esta ocasion; porque los hizo valientes el exemplo de los Españoles, y la irritacion de ver despreciada y rota su alianza. Descubriase a poca distancia un lugar pequeño en sitio eminente que mandaba la campaña; y Hernan Cortés, atendiendo a la fatiga de su gente, y a lo que necesitaba de repararse, trató de ocuparle para su alojamiento. Lo qual se consiguio sin dificultad, porque los vecinos le desampararon luego que se retiró su exército, dexando en él abundancia de bastimentos, que ayudaron a conservar la provision, y a reparar el cansancio. No se halló bastante comodidad para que estuviese toda la gente debaxo de cubierto; pero los Zempoales cuidaron del suyo, fabricando brevemente algunas barracas: y el sitio, que por naturaleza era fuerte, se aseguró lo mejor que fue posible con algunos reparos de tierra y fagína, en que trabajaron todos lo que restaba del dia, con tanto aliento y tan alegres, que al parecer descansaban en su misma diligencia: no porque dexasen de conocer el conflicto en que se hallaron, ni diesen por acabada la guerra; sinó porque reconocian al cielo todo lo que no esperaron de sus fuerzas: y viendole ya declarado en su favor, se les hacia posible lo que poco antes tuvieron por milagroso.

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