Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO CUARTO.


CAPÍTULO DÉCIMOSEPTIMO.

Proponen los Mexicanos la paz con ánimo de sitiar por hambre a los Españoles: conocese la intencion del tratado: junta Hernan Cortés sus Capitanes, y se resuelve salir de México aquella misma noche.

El dia siguiente hicieron llamada los Mexicanos, y fueron admitidos no sin esperanza de algun acuerdo conveniente. Salió Hernan Cortés a escucharlos desde la muralla: y acercandose algunos de los nobles con poco séquito, le propusieron de parte del nuevo Emperador: Que tratáse de marchar luego con su exército a la marina, donde le aguardaban sus grandes canoas, y cesaria la guerra por el tiempo de que necesitáse para disponer su jornada. Pero que no determinandose a tomar luego esta resolucion, tuviese por cierto que se perderian él y todos los suyos irremediablemente: porque ya tenian experiencia de que no eran inmortales; y quando les costase veinte mil hombres cada Español que muriese, les sobraria mucha gente para cantar la última victoria. Respondióles Hernan Cortés: Que sus Españoles nunca presumieron de inmortales, sino de valerosos y esforzados sobre todos los mortales: y tan superiores a los de su nacion, que sin mas fuerzas, ni mayor número de gente, le bastaba el ánimo a destruir, no solamente la ciudad, sinó todo el Imperio Mexicano. Pero que doliendose de lo que habian padecido por su obstinacion, y hallandose ya sin el motivo de su embajada, muerto el gran Motezuma (cuya benignidad y atenciones le detenian) estaba resuelto a retirarse, y lo executaria sin dilacion, asentandose de una parte y otra los pasos que fuesen convenientes para la disposicion de su viage. Dieron a entender los Mexicanos que volvian satisfechos y bien despachados: y a la verdad llevaron la respuesta que deseaban, aunque tenia su malignidad oculta la proposicion.

Habianse juntado los Ministros del nuevo gobierno para discurrir en presencia de su Rey sobre los puntos de la guerra: y despues de varias conferencias, resolvieron, que para evitar el daño grande que recibian de las armas Españolas, la mortandad lastimosa de su gente, y la ruina de la ciudad, sería conveniente sitiarlos por hambre; no porque diesen el caso de aguardar a que se rindiesen, sinó por enflaquecerlos, y embestirlos quando les faltasen las fuerzas, inventando este género de asedio, novedad hasta entonces en su milicia. Fue la resolucion que se moviesen pláticas de paz, para conseguir la suspension de armas que deseaban: suponiendo que se podria entretener el tratado con varias proposiciones, hasta que se acabasen los pocos bastimentos que hubiese de reserva en el quartel: a cuyo fin ordenaron que se cuidáse mucho de impedir los socorros, de cerrar con tropas a lo largo, y otros reparos, las surtidas por donde se podian escapar los sitiados, y de romper el paso de las calzadas que salían al camino de la Vera Cruz; porque ya no era conveniente dexarlos salir de la ciudad, para que alborotasen las provincias mal contentas, o se rehiciesen al abrigo de Tlascála.

Repararon algunos en lo que padecerian diferentes; Mexicanos de gran suposicion, que se hallaban prisioneros en el mismo quartel: los quales era necesario que pereciesen de hambre, primero que la llegasen a sentir sus enemigos. Pero anduvieron muy zelosas de la causa pública, votando que serian felices, y cumplirian con su obligacion si muriesen por el bien de la patria: y pudo ser que les hiciese daño el hallarse con ellos tres hijos de Motezuma, cuya muerte no sería mal recibida en aquel congreso, por ser el mayor mozo capaz de la corona, bien quisto con el pueblo, y el único sugeto de quien se debia rezelar el nuevo Emperador. Flaqueza lastimosa de semejantes Ministros, dexarse llevar ázia la contemplacion por los rodeos del beneficio comun.

Solamente les daba cuidado el sumo de aquellos inmundos sacerdotes que se hallaba en la misma prision, porque le veneraban como a la segunda persona del Rey, y tenian por ofensa de sus dioses el dexarle perecer; pero usaron de un ardid notable para conseguir su libertad. Volvieron aquella misma tarde a nueva conferencia los mismos Enviados, y propusieron de parte de su Príncipe, que para excusar de mandas y respuestas que retardasen el tratado, sería bien que saliese a la ciudad alguno de los Mexicanos que tenian prisioneros con noticia de lo que se hubiese de capitular: medio, que no hizo disonancia, ni pareció dificultoso; y luego que le vieron admitido, se dexaron caer (como por via de consejo amigable) que ninguno sería tan a propósito como un sacerdote anciano que paraba en su poder: porque sabria dar a entender la razon, y vencer las dificultades que se ofreciesen: cuyo especioso, y bien ordenado pretexto bastó para que viniesen a conseguir lo que deseaban; no porque se dexáse de conocer el descuido artificioso de la proposicion: sinó porque a vista de lo que importaba sondar el ánimo de aquella gente, suponia poco el deshacerse de un prisionero abominable y embarazoso. Salió poco despues el mismo sacerdote bien instruido en algunas demandas faciles de conceder, que miraban a la comodidad y buen pasage de los tránsitos, para llegar, caso que volviese, a lo que se debia capitular en orden a la deposicion de las armas, rehenes y otros puntos de mas consideracion. Pero no fue necesario esperarle, porque llegó primero el desengaño de que no volveria. Reconocieron las centinelas que los enemigos tenian sitiado el quartel a mayor distancia que solian: que andaban recatados y solícitos levantando algunas trincheras y reparos para defender el paso de las acequias: y que habian echado gente a la laguna, que iba rompiendo los puentes de la calzada principal, y embarazando el camino de Tlascála. Diligencia que dió a conocer enteramente el artificio de su intencion.

Recibió Hernan Cortés con alguna turbacion esta noticia; pero enseñado a vencer mayores dificultades, cobró el sosiego natural, y con el primer calor de su discurso, que se iba derechamente a los remedios, mandó fabricar un puente de vigas y tablones para ocupar las divisiones de la calzada, que fuese capaz de resistir al peso de la artillería, quedando en tal disposicion que le pudiesen mover y conducir hasta quarenta hombres. Y sin detenerse mas de lo que fue necesario para dexar esta obra en el astillero, pasó a tomar el parecer de sus Capitanes en orden al tiempo en que se debia executar la retirada. Punto, en cuya proposicion se portó con total indiferencia, o porque no llevaba hecho dictamen, o porque le llevaba de no cargar sobre sí la incertidumbre del suceso. Dividieronse los votos, y paró en disputa la conferencia: unos que se hiciese de noche la retirada; otros, que fuese de dia: y por ambas partes habia razones que proponer y que impugnar.

Los primeros decian: Que no siendo contraríos el valor y la prudencia, se debia elegir el camino mas seguro: que los Mexicanos (fuese costumbre o supersticion) dexaban las armas en llegando la noche; y entonces se debia suponer que los tendria menos desvelados la misma plática de la paz, que juzgaban introducida y abrazada: y que siendo su intencion el embarazar la salida, como lo daban a entender sus prevenciones, se consideráse quanto se debia temer una batalla en el paso de la misma laguna, donde no era posible doblarse, ni servirse de la caballería, descubiertos los dos costados a las embarcaciones enemigas, y obligados a romper por la frente, y resistir por la retaguardia. Los que llevaban la contraria opinion decian: Que no era practicable intentar de noche una marcha con bagage y artillería por camino incierto, y levantado sobre las aguas, quando la estacion del tiempo (nublado entonces y lluvioso) daba en los ojos con la ceguedad, y el desacierto de semejante resolucion: que la faccion de mover un exército con todos sus impedimentos, y con el embarazo de ir echando puentes para franquear el paso, no era obra para executarla sin ruido y sin detencion; ni en la guerra eran seguras las cuentas alegres sobre los descuidos del enemigo, que alguna vez se pueden lograr, pero nunca se deben presumir: que la costumbre que se daba por cierta en los Mexicanos de no tomar las armas en llegando la noche (demás de haberse visto interrumpida en la faccion de poner fuego al quartel, y en la de ocupar el adoratorío) no era bastante prenda para creer que hubiesen abandonado enteramente la única surtida que debian asegurar: y que siempre tendrian por menor inconveniente salir peleando a riesgo descubierto, que hacer una retirada con apariencias de fuga, para llegar sin credito al abrigo de las naciones confederadas, que acaso desestimarian su amistad, perdido el concepto de su valor, o por lo menos sería mala política necesitar de los amigos, y buscarlos sin reputacion.

Tuvo mas votos la opinion de que se hiciese de noche la retirada, y Hernan Cortes cedió al mayor número, dexandose llevar, al parecer, de algun motivo reservado. Convinieron todos en que se apresuráse la salida; y ultimamente se resolvió que fuese aquella misma noche, porque no se dexáse tiempo al enemigo para discurrir en nuevas prevenciones, o para embarazar el camino de la calzada con algunos reparos o trincheras de las que solian usar en el paso de las acequias. Dióse calor a la fábrica del puente; y aunque se puede creer que tuvo intento Hernan Cortés de que se hiciesen otros dos, por ser tres los canales que se habian roto, no cupo en el tiempo esta prevencion, ni pareció necesaria, creyendo que se podria mudar el puente de un canal a otro como fuese pasando el exército. Suposiciones en que ordinariamente se conoce tarde la distancia que hay entre el discurso y la operacion.

No se puede negar que se portó Hernan Cortés en esta controversia de sus Capitanes con mas neutralidad, o menos accion que solia. Tuvose por cierto que llegó a la junta inclinado a lo mismo que se resolvió, por haber atendido a la vana prediccion de un Astrólogo, que al entrar en ella, le aconsejó misteriosamente que marcháse aquella misma noche, porque se perderia la mayor parte de su exército, si dexaba pasar cierta constelacion favorable, que andaba cerca de terminar en otro aspecto infortunado. Llamábase Botello este adivino, soldado Español, de plaza sencilla, y mas conocido en el exército por el renombre del nigromántico, a que respondia sin embarazarse, teniendo este vocablo por atributo de su habilidad: hombre sin letras ni principios, que se preciaba de penetrar los futuros contingentes; pero no tan ignorante como los que saben con fundamento las artes diabólicas, ni tan sencillo que dexáse de gobernarse por algunos caracteres, numeros o palabras de las que tienen dentro de sí la estipulacion abominable del primer engañado. Reíase ordinariamente Cortés de sus pronósticos, despreciando el sugeto por la profesion: y entonces le oyó con el mismo desprecio; pero incurrió en la culpa de oirle, poco menor que la de consultarle; y quando necesitaba de su prudencia para elegir lo mejor, se le llevó tras sí el vaticinio despreciado. Gente perjudicial, y observaciones peligrosas, que deben aborrecer los mas advertidos, y particularmente los que gobiernan; porque al mismo tiempo que se conoce su vanidad, dexan preocupado el corazon con algunas especies que inclinan al temor o a la seguridad: y quando llega el caso de resolver, suelen alzarse con el oficio del entendimiento las aprehensiones o los desvaríos de la imaginacion.

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