Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de Solís | Anterior | Siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LIBRO CUARTO.
CAPÍTULO DÉCIMONOVENO.
Marcha Hernan Cortés la vuelta de Tlascála, siguenle algunas tropas de los lugares vecinos, hasta que uniendose con los Mexicanos, acometen al exército, y le obligan a tomar el abrigo de un adoratorio.
Acabó de salir el exército a tierra con la primera luz del dia, y se hizo alto cerca de Tacúba, no sin rezelos de aquella poblacion numerosa y parcial de los Mexicanos; pero se tuvo atencion a no desamparar luego la cercania de la laguna, por dar algun tiempo a los que pudiesen escapar de la batalla: y fue bien discurrida esta detencion, porque se logró el recoger algunos Españoles y Tlascaltécas, que, mediante su valor o su diligencia, salieron nadando a la ribera, o tuvieron suerte de poderse ocultar en los maizales del contorno.
Dieron estos noticia de que se habia perdido totalmente la última porcion de la retaguardia: y puesta en esquadron la gente, se halló que faltaban del exército casi doscientos Españoles mas de mil Tlascaltécas, quarenta y seis caballos, y todos los prisioneros Mexicanos, que sin poderse dar a conocer en la turbacion de la noche, fueron tratados como enemigos por los mismos de su nacion. Estaba la gente quebrantada y rezelosa, disminuido el exército, y sin artillería, pendiente la ocasion, y apartado el término de la retirada: y sobre tantos motivos de sentimiento se miraba como infelicidad de mayor peso la falta de algunos Cabos principales, en cuyo número fueron los mas señalados Amador de Lariz, Francisco de Morla y Francisco de Saucedo, que perdieron la vida, cumpliendo a toda costa con sus obligaciones. Murió tambien Juan Velazquez de Leon, que se retiraba en lo último de retaguardia, y cedió a la muchedumbre, durando en el valor hasta el último aliento. Pérdida que fue de general sentimiento, porque le respetaban todos como a la segunda persona del exército. Era Capitan de grande utilidad, no menos para el consejo que para las execuciones: de austera condicion y contÍnuas veras; pero sin desagrado ni prolixidad: apasionado siempre de lo mejor, y de ánimo tan ingenuo, que se apartó de su pariente Diego Velazquez, porque le vió descaminado en sus dicrámenes; y siguió a Cortés, porque iba en su vando la razon. Murió con opinion de hombre necesario en aquella conquista, y dexó su muerte igual exercicio a la memoria que al deseo.
Descansaba Hernan Cortés sobre una piedra entretanto que sus Capitanes atendian a la formacion de la marcha, tan rendido a la fatiga interior, que necesitó mas que nunca de sí, para medir con la ocasion el sentimiento: procuraba socorrerse de su constancia, y pedia treguas a la consideracion; pero al mismo tiempo que daba las órdenes, y animaba la gente con mayor espíritu y resolucion, prorumpieron sus ojos en lagrimas, que no pudo encubrir a los que le asistían: flaqueza varonil, que por ser en causa comun , dexaba sin ofensa la parte irascible del corazon. Sería digno espectáculo de grande admiracion verle afligido, sin faltar a la entereza del aliento, y bañado el rostro en lagrimas, sin perder el semblante de vencedor.
Preguntó por el Astrólogo, bien fuese para indignarse con él, por la parte que tuvo en apresurar la marcha, o para seguir la disimulacion, burlandose de su ciencia; y se averiguó que habia muerto en el primer asalto de la calzada: sucediendo a este miserable lo que ordinariamente se verifica en los de su profesion. No hablamos de los que saben con fundamento la facultad, proporcionando el uso de ella con los términos de la razon; sinó de los que se introducen a judiciarios o adivinos, hombres que por la mayor parte viven y mueren desastradamente siempre solícitos de agenas felicidades, y siempre infelices, o menos cuidadosos de su fortuna: tanto, que alguno de los Autores clásicos llegó a presumir, que solo el inclinarse a la vana observacion de las estrellas se podia tener por argumento de nacer con mala estrella.
Fue de gran consuelo para Hernan Cortés, y para todo el exército que pudiesen escapar de la batalla y de la confusion de la noche. Doña Marina y Geronimo de Aguilar, instrumentos principales de aquella conquista, y tan necesarios entonces como en lo pasado, porque sin ellos fuera imposible incitar, o atraer los ánimos de las naciones que se iban a buscar. Y no se tuvo a menor felicidad que se detuviesen los Mexicanos en seguir el alcance; porque dieron tiempo a los Españoles para que respirasen de su fatiga, y pudiesen marchar, llevando en grupa los heridos, y en menos apresurada formacion el exército. Nació esta detencion de un accidente inopinado, que se pudo atribuir a providencia del cielo. Murieron al rigor de las armas enemigas los hijos de Motezuma que asistian a su padre, y los demás prisioneros que venian asegurados en el comboy del bagage; porque cebados al amanecer los Indios en el despojo de los muertos, reconocieron atravesados en sus mismas flechas a estos Príncipes miserables, que veneraban con aquella especie de adoracion que dieron a su padre. Quedaron al verlos como absortos y espantados, sin atreverse a pronunciar la causa de su turbacion. Unos se apartaban, para que llegasen otros, y unos y otros enmudecian, dando voces a la curiosidad con el silencio. Corrió finalmente la noticia por sus tropas, y cayó sobre todos el miedo y el asombro: suspendiendose por un rato el uso de sentidos y potencias con aquel género de súbita enagenacion que llamaban terror pánico los Antiguos. Resolvieron los Cabos que se diese cuenta de aquella novedad al Emperador: y él, que necesitaba de afectar el sentimiento, para cumplir con los que no le fingian, ordenó que hiciese alto el exército, dando en principio a la ceremonia de los llantos y clamores funerales, que debian preceder a las exequias, hasta que llegasen los sacerdotes con el resto de la ciudad a entregarse de aquellos cuerpos reales, para conducirlos al encierro de sus mayores. Debieron los Españoles a la muerte de estos Príncipes el primer desahogo de su turbacion, y el primer alivio de su cansancio; pero la sintieron como una de sus mayores pérdidas; y particularmente Cortés, que amaba en ellos la memoria de su padre, y llevaba en el derecho del mayor parte de sus esperanzas.
Marchaba entretanto Cortés la vuelta de Tlascála con guias de aquella nacion, puesto el exército en batalla, y sin dexar de tener por sospechosa la tardanza del enemigo: en cuyas operaciones acierta mas veces el temor que la seguridad.
Tardaron poco en dexarse ver algunas tropas de guerreros, que seguian la huella sin acercarse: gente de Tacúba, Escapuzalco, y Tenecuya, convocada por los Mexicanos, para que saliesen a entretener la marcha en tanto que se desembarazaban ellos de su funcion. ¡Notable advertencia en aquellos bárbaros! Fueron de poco impedimento en el camino, porque anduvieron siempre a distancia, que solo podian ofender con las voces; pero duraron en este género de hostilidad, hasta que llegando la multitud Mexicana, se unieron todos apresuradamente, y sirviendose de su ligereza para el avance, acometieron con tanta resolucion, que fue necesario hacer alto para detenerlos.
Diose mas frente al esquadron: pasaron a ella los arcabuces y ballestas, y se volvió a la batalla, en parage abierto, sin retirada, ni seguridad en las espaldas. Morian quantos Indios se acercaban, sin escarmentar a los demás. Salian los caballos a escaramuzar, y hacian grande operacion; pero crecia por instantes el número de los enemigos, y ofendian desde lejos los arcos y las hondas. Cansabanse los Españoles de tanto resistir, sin esperanza de vencer; y ya empezaba en ellos el valor a quejarse de las fuerzas, quando Hernan Cortés (que andaba en la batalla como soldado, sin traher embarazadas las atenciones de Capitan) descubrió una elevacion del terreno, poco distante del camino, que mandaba por todas partes la campaña, sobre cuya eminencia se levantaba un edificio torreado, que parecia fortaleza, o lo fingieron asi los ojos de la necesidad. Resolvióse a lograr en aquel parage las ventajas del sitio: y señalando algunos soldados que se adelantasen a reconocerle, movió el exército, y trató de ocuparle, no sin mayor dificultad, porque fue necesario ganar la cumbre con el rostro en el enemigo, y echar algunas mangas de arcabuceros contra sus avenidas; pero se consiguió el intento con felicidad, porque se halló el edificio sin resistencia, y en él quanto pudiera entonces fabricar la imaginacion.
Era un adoratorio de ídolos silvestres, a cuya invocacion encomedaban aquellos bárbaros la fertilidad de sus cosechas. Dexaronle desierto los sacerdotes y ministros que asistido al culto abominable de aquel sitio, huyendo la vecindad de la guerra, como gente de otra profesion. Tenia el atrio bastante capacidad, y su género de muralla, que unida con las torres, daba conveniente disposicion para quedar en defensa. Empezaron a respirar los Españoles al abrigo de aquellos reparos, que alli se miraban como fortaleza inexpugnable. Volvieron los ojos y los corazones al cielo, recibiendo todos aquel alivio de su congoja como socorro de superior Providencia: y permaneció fuera del peligro esta devota consideracion, pues en memoria de lo que importó la mansion de aquel adoratorio para salir de un conflicto en que se tuvo a la vista el último riesgo, fabricaron despues en el mismo parage una Ermita e Nuestra Señora con título de los Remedios, que se conserva hoy, durando en la santa Imagen el oficio de remediar necesidades, y en la devocion de los fieles comarcanos el reconocimiento de aquel beneficio.
No se atrevieron los enemigos a subir la cuesta, ni dieron indicio de intentar el asalto; pero se acercaron a tiro de piedra, ciñendo por todas partes la eminencia, y hacian algunos avances para disparar sus flechas, hiriendo las mas veces el ayre, y algunas, con rabiosa puntería, las paredes, como en castigo de que se oponian a su venganza. Todo era gritos y amenazas, que descubrian la flaqueza de su atrevimiento, procurando llenar los vacíos del valor. Costó poca diligencia el detenerlos, hasta que declinando el dia, se retiraron todos ázia el camino de la ciudad: fuese por cumplir con el sol, volviendose a la observancia de su costumbre, o porque se hallaban rendidos de haber estado casi en contínua batalla desde la media noche antecedente. Reconocióse desde las torres que hacian alto en la campaña, y procuraban encubrirse, divididos en diferentes ranchos: como si no hubieran dado bastantes evidencias de su intento, y publicado al retirarse que dexaban pendiente la qüestion.
Dispuso Hernan Cortés su alojamiento con el cuidado a que obligaba una noche mal segura, en puesto amenazado. Mandó que se mudasen con breve interpolacion las guardias y las centinelas, para que tocáse a todos el descanso. Hicieronse algunos fuegos, tanto porque pedia este socorro la destemplanza del tiempo, como por consumir las flechas mexicanas, y quitar al enemigo el uso de aquella municion.
Dióse un refresco limitado a la gente del bastimento que se halló en el adoratorio, y pudieron escapar algunos Indios del bagage. Atendióse con particular aplicacion a la cura de los heridos, que tuvo su dificultad en aquella falta de todo; pero se inventaron medicinas manuales, que aliviaban acaso los dolores, y sirvieron a la provision de hilas y bendas las mantas de los caballos.
Cuidaba de todo Hernan Cortés, sin apartar la imaginacion del empeño en que se hallaba: y antes de retirarse a reparar las fuerzas con algun rato de sosiego, llamó a sus Capitanes para conferir brevemente con ellos lo que se debia executar en aquella ocurrencia. Ya lo llevaba premeditado; pero siempre se recataba de obrar por sí en las resoluciones aventuradas, y era grande artifice de atraher los votos a lo mejor, sin descubrir su dictamen, ni socorrerse de su autoridad. Propuso las operaciones con sus inconvenientes, dexandoles arbitrio entre lo posible y lo dilicultoso. Entró suponiendo: Que no era para dos veces la congoja en que se vieron aquella tarde, ni se podia repetir sin temeridad el empeño de marchar peleando con un exército de número tan desigual, obligados a traher en contrario movimiento las manos y los pies. A que añadió: Que para evitar esta resolucion tan peligrosa, y de tantos inconvenientes, habia discurrido en asaltar al enemigo en su alojamiento con el favor de la noche; pero que le parecia diligencia infructuosa, porque solo se habia de conseguir que huyese la multitud para volverse a juntar: costumbre a que se reducia lo mas prolixo de aquella guerra. Que despues habia pensado en mantener aquel puesto, esperando en él a que se cansasen los Mexicanos de asistir en la campaña; pero que la falta de bastimentos, que ya se padecía, dexaba este recurso en términos de impracticable. Y ultimamente dixo: Que tambien se le habia ofrecido, si convendria (y esto era lo que llevaba resuelto) marchar aquella misma noche, y amanecer dos o tres leguas de aquel parage: que no moviendose los enemigos, segun su estilo, hasta la mañana, tendria la conveniencia de adelantar el camino sin otro cuidado: y quando se resolviesen a seguir el alcance, llegarian cansados, y sería mas facil continuar la retirada con menos briosa oposicion. Pero que viniendo tan quebrantado el exército, y tan fatigada la gente, sería inhumanidad fuera de toda razon ponerla, sin nueva causa, en el trabajo de una marcha intempestiva, obscura la noche, y el camino incierto; aunque la ocasion, o el aprieto en que se hallaban, pedia remedios extraordinarios, breve determinacion; y donde nada era seguro, pesar las dificultades, y fiar el acierto del menor inconveniente.
Apenas acabó su razonamiento, quando se conformaron todos los Capitanes en que solo era posible, o menos aventurada la resolucion de adelantar la marcha, sin mas detencion que la que fuese necesaria para dexar algunas horas al descanso de la gente, y quedó resuelta para la media noche, conformandose Cortés con su mismo dictamen, y tratandole como ageno. Primor de que solia valerse para excusar disputas, quando instaba la resolucion: y de que solo pueden usar los que saben el arte de preguntar decidiendo, que se consigue con no dexar que discurrir preguntando.
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