Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de Solís | Anterior | Siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LIBRO QUINTO.
CAPÍTULO DÉCIMONOVENO.
Remédiase con el castigo de un soldado Español la conjuracion de algunos Españoles que intentaron matar a Hernan Cortés: y con la muerte de Xicotencál, un movimiento sedicioso de algunos Tlascaltécas.
Estaban ya los bergantines en total disposicion para que se pudiese tratar de botarlos al agua, y el canal con el fondo y capacidad que había menester para recibirlos. Ibanse adelantando las demás prevenciones que parecian necesarias. Hizose abundante provision de armas para los Indios. Registraronse los almacenes de las municiones: requirióse la artillería: dióse aviso a los Caciques amigos, señalandoles el día en que se debían presentar con sus tropas: y se puso particular cuidado en los víveres que se conducían continuamente a la plaza de armas, parte por el interes de los rescates, y parte por obligacion de los mismos confederados. Asistia Hernan Cortés personalmente a los menores ápices de que se compone aquel todo que debe ir a la mano en las facciones militares, cuyo peligro procede muchas veces de faltas ligeras, y pide prolixidades a la providencia.
Pero al mismo tiempo que trahia la imaginacion le ocupada en estas dependencias, se le ofrecio nuevo accidente de mayor cuidado, que puso en exercicio su valor, y dexó desagraviada su cordura. Dixole un Español de los antiguos en el exército, con turbada ponderacion de lo que importaba el secreto, que necesitaba de hablarle reservadamente: y conseguida su audiencia como la pedía, le descubrió una conjuracion que se había dispuesto en el tiempo de su ausencia contra su vida, y la de todos sus amigos. Movió esta plática, segun su relacion, un soldado particular, que debia de suponer poco en esta profesion, pues su nombre se oye la primera vez en el delito. Llamabase Antonio de Villafaña: y fue su primer intento retirarse de aquella empresa, cuya dificultad le parecia insuperable. Empezó la inquietud en murmuracion, y pasó brevemente a resoluciones de grande amenaza. Culpaban él, y los de su opinion a Hernan Cortés de obstinado en aquella Conquista, repitiendo, que no querian perderse por su temeridad, y hablando en escapar a la Isla de Cuba, como en negocio de facil execucion, segun el dictamen de sus cortas obligaciones. Juntaronse a discurrir en este punto con mayor recato; y aunque no hallaban mucha dificultad en el desamparo de la plaza de armas, ni en facilitar el paso de Tlascála con alguna orden supuesta de su General, tropezaban luego en el inconveniente de tocar en la Vera Cruz, como era preciso para fletar alguna embarcacion, donde no podian fingir comision o licencia de Cortés, sin llevar pasaporte suyo, ni excusar el riesgo de caer en una prision digna de severo castigo. Hallabanse atajados, y volvían al tema de su retirada, sin eligir el camino de conseguirla: firmes en la resolucion, y poco atentos al desabrigo de los medios.
Pero Antonio de Villafaña, en cuyo alojamiento eran las juntas, propuso finalmente que se podria ocurrir a todo matando a Cortés, y a sus principales consejeros, para elegir otro General a su modo, menos empeñado en la empresa de México, y mas facil de reducir: a cuya sombra se podrian retirar sin la nota de fugitivos, y alegar este servicio a Diego Velazquez, de cuyos informes se podia esperar que se recibiese tambien el delito en España como servicio del Rey. Aprobaron todos el arbitrio: y abrazando a Villafaña, empezó el tumulto en el aplauso de la sedicion. Formóse luego un papel, en que firmaron los que se hallaban presentes, obligandose a seguir su partido en este horrible atentado: y se manejó el negocio con tanta destreza, que fueron creciendo las firmas a número considerable, y se pudo temer que llegáse a tomar cuerpo de mal irremediable aquella oculta y maliciosa contagion de los ánimos.
Tenian dispuesto fingir un pliego de la Vera Cruz, con cartas de Castilla, y darsele a Cortés quando estuviese a la mesa con sus camaradas, entrando todos con pretexto de la novedad: y quando se pusiese a leer la primera carta, servirse del natural divertimiento de su atencion para matarle a puñaladas, y executar lo mismo en los que se hallasen con él: juntandose despues para salir a correr las calles, apellidando libertad: movimiento, a su parecer, bastante para que se declaráse por ellos todo el exército, y para que se pudiese hacer el mismo estrago en los demás que tenian por sospechosos. Habian de morir, segun la cuenta que hacian con su misma ceguedad, Christoval de Olid, Gonzalo de Sandoval, Pedro de Alvarado y sus hermanos, y Andres de Tapia, los dos Alcaldes ordinarios, Luis Marin y Pedro de Ircío, Bernal Diaz del Castillo, y otros soldados confidentes de Cortés. Pensaban elegir por Capitan Genetal del exército a Francisco Verdugo, que por estar casado con hermana de Diego Velazquez, les parecia el mas facil de reducir, y el mejor para mantener y autorizar su partido; pero temiendo su condicion pundonorosa, y enemiga de la sinrazon, no se atrevieron a comunicarle sus intentos, hasta que una vez executado el deliro, se halláse necesitado a mirar como remedio la nueva ocupacion.
De esta substancia fueron las noticias que dió el soldado, pidiendo la vida en recompensa de su fidelidad, por hallarse comprehendido en la sedicion: y Hernan Cortés resolvió asistir personalmente a la prision de Villafaña, y a las primeras diligencias que se debian hacer para convencerle de su culpa, en cuya direccion suele consistir el aclararse, o el obscurecerse la verdad. No pedia menos cuidado la importancia del negocio, ni era tiempo de aguardar la madura inquisicion de los términos judiciales. Partió luego a executar la prision de Villafaña, llevando consigo a los Alcaldes ordinarios, con algunos de sus Capitanes, y le halló en su posada, con tres o quatro de sus parciales. Adelantóse a deponer contra él su misma turbacion: y despues de mandarle aprisionar, hizo seña para que se retirasen todos, con pretexto de hacer algun examen secreto: y sirviendose de las noticias que llevaba, le sacó del pecho el papel del tratado, con las firmas de los conjurados. Leyóle, y halló en él algunas personas, cuya infidelidad le puso en mayor cuidado; pero recatandole de los suyos, mandó poner en otra prision a los que se hallaron con el reo: y se retiró, dexando su instruccion a los Ministros de justicia, para que se fulmináse la causa con toda la brevedad que fuese posible, sin hacer diligencia que tocáse a los cómplices: en que hubo pocos lances: porque Villafaña, convencido con la aprehension del papel, y creyendo que le habían entregado sus amigos, confesó luego el delito: con que se fueron estrechando los términos, segun el estilo militar, y se pronunció contra él sentencia de muerte, la qual se executó aquella misma noche, dandole lugar para que cumpliese con las obligaciones de Christiano; y el dia siguiente amaneció colgado en una ventana de su mismo alojamiento: con que se vió el castigo al mismo tiempo que se publicó la causa; y se logró en los culpados el temor, y en los demás el aborrecimiento de la culpa.
Quedó Hernan Cortés igualmente irritado y cuidadoso de lo que habia crecido el número de las firmas; pero no se hallaba en tiempo de satisfacer a la justicia, perdiendo tantos soldados Españoles en el principio de su empresa: y para excusar el castigo de los culpados, sin desayre del sufrimiento, echó voz de que se habia tragado Antonio de Villafaña un papel hecho pedazos, en que, a su parecer, tendria los nombres, o las firmas de los conjurados. Y poco despues llamó a sus Capitanes y soldados, y les dió noticia por mayor de las horribles novedades que trahia en el pensamiento Antonio de Villafaña, y de la conjuracion que iba forjando contra su vida, y contra otros muchos de los que se hallaban presentes: y añadió: Que tenia por felicidad suya el ignorar si habia tomado cuerpo el delito con la inclusion de algunos cómplices; aunque la diligencia que logró Villafaña para ocultar un papel que trahia en el pecho, no le dexaba dudar que los habia; pero que no queria conocerlos: y solo pedia encarecidamente a sus amigos que procurasen inquirir, si corria entre los Españoles alguna queja de su proceder que necesitáse de su emienda; porque deseaba en todo la mayor satisfaccion de los soldados, y estaba pronto a corregir sus defectos, asi como sabria volver al rigor y a la justicia, si la moderacion del castigo se hiciese tibieza del escanniento.
Mandó luego que fuesen puestos en libertad los soldados que asistian a Villafaña, y con esta declaracion de su ánimo, revalidada con no torcer el semblante a los que le habian ofendido, se dieron por seguros de que se ignoraba su delito: y sirvieron despues con mayor cuidado, porque necesitaban de la puntualidad, para desmentir los indicios de la culpa.
Fue importante advertencia la de ocultar el papel de las firmas, para no perder aquellos Españoles de que tanto necesitaba; y mayor hazaña la de ocultar su irritacion para no desconfiarlos. ¡Primoroso desempeño de su razon , y notable predominio sobre sus pasiones! Pero teniendo a menos cordura el exceder en la confianza, que suele adormecer el cuidado, a fin de provocar el peligro, nombró entonces compañia de su guardia, para que asistiesen doce soldados con un Cabo cerca de su persona; si ya no se valió de esta ocasion como de pretexto para introducir sin estrañeza lo que ya echaba menos su autoridad.
Ofreciósele poco despues embarazo nuevo, que aunque de otro genero, tuvo sus circunstancIas de motín. Porque Xicotencál (a cuyo cargo estaban las primeras tropas que vinieron de Tlascála) o por alguna desazon, facil de presumir en su altivez natural, o porque duraban todavia en su corazon algunas reliquias de la pasada enemistad, se determinó a desamparar el exército, convocando algunas compañias, que a fuerza de sus instancias ofrecieron asistirle. Valióse de la noche para executar su retirada: y Hernan Cortés, que la supo luego de los mismos Tlascaltécas, sintio vivamente una demostracion de tan dañosas conseqüencias en Cabo tan principal de aquellas naciones, quando se estaba ya con las armas casi en las manos para dar principio a la empresa. Despachó en su alcance algunos Indios nobles de Tezcúco, para que le procurasen reducir a que por lo menos se detuviese hasta proponer su razon; pero la respuesta de este mensage (que fue no solamente resuelta, sinó descortés, con algo de menosprecio) le puso en mayor irritacion, y envió luego en su alcance dos o tres compañias de Españoles, con suficiente número de Indios Tezcucanos y Chalqueses, para que le prendiesen; y en caso de no reducirse, le matasen. Executóse lo segundo: porque se halló en él porfiada resistencia, y alguna floxedad en los que le seguian contra su dictamen, los quales se volvieron luego al exército, quedando el cadáver pendiente de un arbol.
Asi lo refiere Bernal Diaz del Castillo; aunque Antonio de Herrera dice que le llevaron a Tezcúco, y que usando Hernan Cortés de una permision que le habia dado la República, le hizo ahorcar publicamente dentro de la misma ciudad. Lectura, que parece menos semejante a la verdad; porque aventuraba mucho en resolverse a tan violenta execucion con tanto número de Tlascaltécas a la vista, que precisamente habian de sentir aquel afrentoso castigo en uno de los primeros hombres de su nacion.
Algunos dicen que le mataron con orden secreta de Cortés los mismos Españoles que salieron al camino, en que hallamos algo menos aventurada la resolucion. Y como quiera que fuese, no se puede negar que andaba su providencia tan adelantada, y tan sobre lo posible de los sucesos, que tenia prevenido este lance, de suerte que ni los Tlascaltécas del exército, ni la República de Tlascála, ni su mismo padre hicieron queja de su muerte: porque sabiendo algunos dias antes, que se desmandaba este mozo en hablar mal de sus acciones, y en desacreditar la empresa de México entre los de su nacion, participó a Tlascála esta noticia, para que le llamasen a su tierra con pretexto de otra faccion, o se valiesen de su autoridad para corregir semejante desorden: y el Senado, en que asistió su padre le respondió, que aquel delito de amotinar los exércitos era digno de muerte, segun los estatutos de la República, y que asi podria, siendo necesario, proceder contra él hasta el último castigo, como ellos lo executarian si volviese a Tlascála, no solo con él, sinó con todos los que le acompañasen: cuya permision facilitaria mucho entonces la resolucion de su muerte, aunque sufrió algunos dias sus atrevimientos, sirviendose de los medios suaves para reducirle. Pero siempre nos inclinamos a que se hizo la execucion fuera de Tezcúco, segun lo refiere Bernal Diaz: porque no dexaria Hernan Cortés de tener presente la diferencia que se debia considerar entre ponerlos delante un espectáculo de tanta severidad, o referirles el hecho despues de sucedido: siendo máxima evidente, que abultan mas en el ánimo las noticias que se reciben por los ojos, asi como pueden menos con el corazon las que se mandan por los oidos.
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