Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de Solís | Anterior | Siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LIBRO SEGUNDO.
CAPÍTULO PRIMERO.
Vienen el General Teutile, y el Gobernador Pilpatoe a visitar a Cortés en nombre de Motezuma. Dáse cuenta de lo que pasó con ellos, y con los Pintores que andaban dibujando el exército de los Españoles.
Pasaron aquella noche y el dia siguiente con mas sosiego que descuido, acudiendo siempre algunos Indios al trabajo del alojamiento, y a traher víveres a trueco de bugerías; sin que hubiese novedad, hasta que el primer dia de la Pasqua por la mañana vinieron Teutile y Pilpatoe con grande acompañamiento a visitar a Cortés, que los recibió con igual aparato, adornandose del respeto de sus Capitanes y soldados: porque le pareció conveniente crecer en la autoridad, para tratar con Ministros de mayor Príncipe. Pasadas las primeras cortesias y cumplimientos (en que excedieron los Indios, y Cortés procuró templar la severidad con el agrado) los llevó consigo a la barraca mayor, que tenia veces de templo, por ser ya hora de los divinos oficios, haciendo que Aguilar y Doña Marina les dixesen, que antes de proponerles el fin de su jornada, queria cumplir con su Religion, y encomendar al Dios de sus dioses el acierto de su proposicion.
Celebróse luego la Misa con toda la solemnidad que fue posible: cantóla Fray Bartolomé de Olmedo, y la oficiaron el Licenciado Juan Diaz, Gerónimo de Aguilar, y algunos soldados que entendian el canto de la Iglesia: asistiendo a todo aquellos Indios con un género de asombro, que siendo efecto de la novedad, imitaba la devocion. Volvieron luego a la barraca de Cortés, y comieron con él los dos Gobernadores, poniendose igual cuidado en el regalo y en la ostentacion.
Acabado el banquete, llamó Hernan Cortés a sus intérpretes, y no sin alguna entereza, dixo: Que su venida era a tratar con el Emperador Motezuma, de parte de Don Carlos de Austna Monarca del Oriente, materias de gran consideracion, convenientes, no solo a su persona y Estados, sinó al bien de todos sus vasallos: para cuya introduccion necesitaba de llegar a su Real presencia, y esperaba ser admitido a ella con toda la benignidad y atencion que se debia a la misma grandeza del Rey que le enviaba. Torcieron el semblante ambos Gobernadores a esta proposicion, oyendola, al parecer, con desagrado: y antes de responder a ella, mandó Teutile que truxesen a la barraca un regalo que tenia prevenido; y fueron entrando en ella hasta veinte o treinta Indios cargados de bastimentos, ropas sutíles de algodon, plumas de varios colores, y una caxa grande en que venian diferentes piezas de oro primorosamente labradas. Hizo su presente con despejo y urbanidad: y despues de verle admitido y celebrado, se volvió a Cortés, y por medio de los mismos intérpretes le dixo: Que recibiese aquella pequena demostraclOn con que le agasajaban dos esclavos de Motezuma, que tenían orden para regalar a los estrangeros que llegasen a sus costas; pero que tratasen luego de proseguir su víage llevando entendido, que el hablar a su Príncipe era negocio muy arduo, y que no andaban menos liberales en darle de presente aquel desengaño, antes que experimentáse la dificultad de su pretension.
Replicóle Cortés con algun enfado: Que los Reyes nunca negaban los oídos a las embajadas de otros Reyes; ni sus Ministros podian, sin consulta suya, tomar sobre sí tan atrevida resolucion: que lo que en este caso les tocaba, era avisar a Motezuma de su venida, para cuya diligencia les daria tiempo; pero que le avisasen tambien de que venía resuelto a verle, y con ánimo determinado de no salir de su tierra llevando desayrada la representacion de su Rey. Puso en tanto cuidado a los Indios esta animosa determinacion de Cortés, que no se atrevieron a replicarle; antes le pidieron encarecidamente que no se moviese de aquel alojamiento hasta que llegáse la respuesta de Motezuma; ofreciendo asistirle con todo lo que hubiese menester para el sustento de sus soldados.
Andaban a este tiempo algunos Pintores Mexicanos, que vinieron entre el acompañamiento de los dos Gobernadores, copiando con gran diligencia sobre lienzos de algodon, que trahian prevenidos y emprimados para este ministerio, las naves, los soldados, las armas, la artillería y los caballos, con todo lo demás que se hacia reparable a sus ojos: de cuya variedad de objetos formaban diferentes paises de no despreciable dibujo y colorido.
Nuestro Bernal Diaz se alarga demasiado en la habilidad de estos Pintores: pues dice que retrataron a todos los Capitanes, y que iban muy parecidos los retratos. Pase por encarecimiento menos parecido a la verdad ; porque dado que poseyesen con fundamento el arte de la pintura, tuvieron poco tiempo para detenerse a las prolixidades o primores de la imitacion.
Hacianse estas pinturas de orden de Teutile para avisar con ellas a Motezuma de aquella novedad: y a fin de facilitar su inteligencia, iban poniendo a trechos algunos caractéres, con que, al parecer, explicaban y daban significacion a lo pintado. Era este su modo de escribir, porque no alcanzaron el uso de las letras, ni supieron fingir aquellas señales o elementos que inventaron otras naciones para retratar las sílabas, y hacer visibles las palabras; pero se daban a entender con los pinceles, significando las cosas materiales con sus propias imágenes, y lo demás con números y señales significativas, en tal disposicion, que el número, la letra y la figura formaban concepto, y daban entera la razon. Primoroso artificio, de que se infiere su capacidad, semejante a los geroglíficos que practicaron los Egipcios: siendo en ellos ostentacion del ingenio lo que en estos Indios estilo familiar: de que usaron con tanta destreza y felicidad los Mexicanos, que tenian libros enteros de este género de caracteres y figuras legibles, en que conservaban la memoria de sus antigüedades, y daban a la posteridad los anales de sus Reyes.
Llegó a noticia de Cortés la obra en que se ocupaban estos Pintores, y salió a verlos, no sin alguna admiracion de su habilidad; pero advertido de que se iba dibujando en aquellos lienzos la consulta que Teutile formaba para que supiese Motezuma su proposicion, y las fuerzas con que se hallaba para mantenerla, reparó, con la viveza de su ingenio, en que estaban con poca accion y movimiento aquellas imágenes mudas, para que se entendiese por ellas el valor de sus soldados: y asi resolvió ponerlos en exercicio, para dar mayor actividad o representacion a la pintura.
Mandó con este fin que se tomasen las armas: puso en esquadron toda su gente: hizo que se previniese la artillería; y diciendo a Teutile y a Pilpatoe que los queria festejar a la usanza de su tierra, mOntó a caballo con sus Capitanes. Corrieronse primero algunas parejas, y despues se formó una escaramuza con sus ademanes de guerra; en cuya novedad estuvieron los Indios como embelesados, y fuera de sí: porque reparando en la ferocidad obediente de aquellos brutos, pasaban a considerar algo mas que natural en los hombres que los manejaban. Respondieron luego a una seña de Cortés los arcabuces, y poco despues la artillería: creciendo, al paso que se repetia y se aumentaba el estruendo, la turbacion y el asombro de aquel1a gente, con tan varios efectos, que unos se dexaron caer en tierra, otros empezaron a huir, y los mas advertidos afectaban la admiracion, para disimular el miedo.
Asegurólos Hernan Cortés, dandoles a entender que entre los Españoles eran asi las fiestas militares, como quien deseaba hacer formidables las veras con el horror de los entretenimientos: y se reconoció luego que los Pintores andaban inventando nuevas efigies y caracteres con que suplir lo que faltaba en sus lienzos. Dibujaban unos la gente armada y puesta en esquadron: otros los caballos en su exercicio y movimiento: figuraban con la llama y el humo el oficio de la artillería, y pintaban hasta el estruendo con la semejanza del rayo; sin omitir alguna de aquellas circunstancias espantosas que hablaban mas derechamente con el cuidado de su Rey.
Entretanto Cortés se volvió a su barraca con los Gobernadores; y despues de agasajarlos con algunas joyuelas de Castilla, dispuso un presente de várias preseas, que remitiesen de su parte a Motezuma: para cuyo regalo se escogieron diferentes curiosidades del vidrio menos valadí, ó mas resplandeciente; a que se añadió una camisa de holanda; una gorra de terciopelo carmesí, adornada con una medalla de oro, en que estaba la imagen de San Jorge, y una silla labrada de tarazea, en que debieron de hacer tanto reparo los Indios, que se tuvo por alhaja de Emperador. Con esta corta demostracion de su liberalidad, que entre aquella gente pareció magnificencia, suavizó Hernan Cortés la dureza de su pretension, y despidió a los dos Gobernadores igualmente agradecidos y cuidadosos.
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