Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO PRIMERO.


CAPÍTULO VIGÉSIMO PRIMERO.

Prosigue Hernan Cortes su viage: llegan los baxeles a San Juan de Ulúa: salta la gente en tierra, y reciben embajada de los Gobernadores de Motezuma. Dáse noticia de quien era Doña Marina.


El Lunes siguiente al Domingo de Ramos se hicieron a la vela nuestros Españoles; y siguiendo la costa con las proas al poniente, dieron vista a la provincia de Guazacoalco, y reconocieron, sin detenerse en el rio de Banderas, la Isla de Sacrificios, y los demás parages que descubrió y desamparó Juan de Gríjalva: cuyos sucesos iban refiriendo con presuncion de noticiosos los soldados que le acompañaron, y Cortés aprehendiendo en la infelicidad de aquella jornada lo que debia emendar en la suya, con aquel género de prudencia que se aprovecha del error ageno. Llegaron finalmente a San Juan de Ulúa el Jueves Santo a medio dia, y apenas aferraron las naves entre la Isla y la tierra, buscando el resguardo de los nortes, quando vieron salir de la costa mas vecina dos canoas grandes, que en aquella tierra se llamaban piraguas, y en ellas algunos Indios que se fueron acercando con poco rezelo a la armada: y daban a entender con esta seguridad, y con algunos ademanes, que venian de paz, y con necesidad de ser oídos.

Puestos a poca distancia de La Capitana, empezaron a hablar en otro idioma diferente que no entendió Gerónimo de Aguilar: y fue grande la confusion en que se halló Hernan Cortés, sintiendo como estorvo capital de sus intentos el hallarse sin intérprete quando mas le había menester; pero no tardó el cielo en socorrer esta necesidad: grande artífice de traher como casuales las obras de su providencia. Hallábase cerca de los dos aquella India, que llamarémos ya Doña Marina: y conociendo en los semblantes de entrambos lo que discurrian, o lo que ignoraban, dixa en lengua de Yucatán a Gerónimo de Aguilar, que aquellos Indios hablaban la mexicana, y pedian audiencia al Capitan de parte del Gobernador de aquella provincia. Mandó con esta noticia Hernan Cortés que subiesen a su navio: y cobrandose del cuidado antecedente, volvió el corazon a Dios, conociendo que venía de su mano la felicidad de hallarse ya con instrumento, tan fuera de su esperanza, para darse a entender en aquella tierra tan deseada.

Era Doña Marina, segun Bernal Diaz del Castillo, hija de un Cacique de Guazacoalco, una de las provincias sujetas al Rey de México, que partia sus términos con la de Tabasco: y por ciertos accidentes de su fortuna, que refieren con variedad los autores, fue transportada en sus primeros años a Xicalango, plaza fuerte que se conservaba entonces en los confines de Yucatán con presidio mexicano. Aqui se crió pobremente, desmentida en paños vulgares su nobleza, hasta que, declinando mas su fortuna, vino a ser, por venta, o por despojo de guerra, esclava del Cacique de Tabasco: cuya liberalidad la puso en el dominio de Cortés. Hablábase en Guazacoalco y en Xicalango el idioma general de México, y en Tabasco el de Yucatán, que sabía Gerónimo de Aguilar: con que se hallaba Doña Marina capaz de ambas lenguas, y decia a los Indios en la mexicana lo que Aguilar a ella en la de Yucatán: durando Hernan Cortés en este rodeo de hablar con dos intérpretes, hasta que Doña Marina aprehendió la castellana, en que tardó pocos días, porque tenia rara viveza de espíritu, y algunos dotes naturales que acordaban la calidad de su nacimiento. Antonio de Herrera dice que fue natural de Xalisco, trayendola desde muy lejos a Tabasco; pues está Xalisco sobre el otro mar en lo último de la Nueva Galicia. Pudo hallarlo asi en Francisco Lopez de Gómara; pero no sabemos por que se aparta en esto, y en otras noticias mas substanciales, de Bernal Diaz del Castillo, cuya obra manuscrita tuvo a la mano, pues le sigue y le cita en muchas partes de su Historia. Fue siempre Doña Marina fidelisima intérprete de Hernan Cortés; y él la estrechó en esta confidencia por términos menos decentes que debiera, pues tuvo en ella un hijo que se llamó Don Martin Cortés, y se puso hábito de Santiago, calificando la nobleza de su madre. Reprehensible medio de asegurarla en su fidelidad, que dicen algunos tuvo parte de política; pero nosotros creeriamos antes que fue desacierto de una pasion mal corregida, y que no es nuevo en el mundo el llamarse razon de estado la flaqueza de la razon.

Lo que dixeron aquellos Indios quando llegaron a la presencia de Cortés, fue: Que Pilpatoe y Teutile, Gobernador el uno, y el otro Capitan General de aquella provincia por el grande Emperador Motezuma, los enviaban a saber del Capitan de aquella armada, con qué intento habia surgido en sus costas, y a ofrecerle el socorro y la asistencia de que necesitáse para continuar su viage. Hernan Cortés los agasajó mucho: dioles algunas bugerías: hizo que los regalasen con manjares y vino de Castilla: y teniendolos antes obligados que atentos, les respondió: Que su venida era a tratar, sin género de hostilidad, materias muy importantes a su Príncipe y a toda su monarquia: para cuyo efecto se veria con sus Gobernadores, y esperaba hallar en ellos la buena acogida que el año antes experimentaron los de su nacion. Y tomando algunas noticias por mayor de la grandeza de Motezuma, de sus riquezas y forma de gobierno, los despidió contentos y asegurados.

El dia siguiente, Viernes Santo por la mañana, desembarcaron todos en la playa mas vecina, y mandó Cortés que se sacasen a tierra los caballos y la artillería, y que los soldados, repartidos en tropas, hiciesen fagina, sin descuidarse con las avenidas, y fabricasen número suficiente de barracas en que defenderse del sol, que ardia con bastante fuerza. Plantóse la artillería en parte que mandáse la campaña; y tardaron poco en hallarse todos debaxo de cubierto: porque acudieron al trabajo muchos Indios que envió Teutile con bastimentos, y orden para que ayudasen en aquella obra, los quales fueron de grande alivio: porque trahian sus instrumentos de pedernal con que cortaban las estacas, y fixandolas en tierra, entretexian con ellas ramos y hojas de palma, formando las paredes y el techo con presteza y facilidad: maestros en este género de arquitectura, que usaban en muchas partes para sus habitaciones; y menos bárbaros en medir sus edificios con la necesidad de la naturaleza, que los que fabrican grandes palacios para que viva estrechamente su vanidad. Trahian tambien algunas mantas de algodon, que acomodaron sobre las barracas principales, para que estuviesen mas defendidas del sol: y en la mejor de ellas ordenó Hernan Cortés que se levantáse un altar, sobre cuyos adornos se colocó una imagen de Nuestra Señora, y se puso una cruz grande a la entrada: prevencion para celebrar la Pasqua, y primera atencion de Cortés, en que andaba siempre su cuidado compitiendo con el de los sacerdotes. Bernal Diaz del Castillo asienta que se dixo Misa en este altar el mismo dia de la desembarcacion: no creemos que el Padre Fray Bartolomé de Olmedo, y el Licenciado Juan Diaz ignorasen que no se podia decir en Viernes Santo. Fíase muchas veces de su memoria con sobrada celeridad; pero mas se debe estrañar que le siga, o casi le traslade en esto Antonio de Herrera. Sería en ambos inadvertencia; cuyo reparo nos obliga menos a la correcclOn agena, que a temer, para nuestra ensenanza, las facilidades de la pluma.

Supose de aquellos Indios que el General Teutile se hallaba con número considerable de gente militar, y andaba introduciendo con las armas el dominio de Motezuma en unos lugares recien conquistados de aquel parage, cuyo gobierno político estaba á cargo de Pilparoe: y la demostracion de enviar bastimentos, y aquellos paisanos que ayudasen en la obra de las barracas, tuvo, segun lo que se pudo colegir, algo de artificio; porque se hallaban asombrados y rezelosos de haber entendido el suceso de Tabasco, cuya noticia se habia divulgado ya por todo el contorno: y considerandose con menores fuerzas, se valieron de aquellos presentes y socorros para obligar a los que no podian resistir. Diligencias del temor, que suele hacer liberales a los que no se atreven a ser enemigos.

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