Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO QUINTO.


CAPÍTULO VIGÉSIMO SEGUNDO.

Sirvense de varios ardides los Mexicanos para su defensa: emboscan sus canoas contra los bergantines, y Hernan Cortés padece una rota de consideracion, volviendo cargado a Cuyoacán.

Fue notable, y en algunas circunstancias digna de admiracion, la diligencia con que defendieron su ciudad los Mexicanos. Obraba como natural en ellos el valor, criados en la milicia, y sin otro camino de ascender a las mayores dignidades; pero en esta ocasion pasaron de valientes a discursivos, porque necesitaron de inventar novedades contra un género de invasion, cuya gente, cuyas armas, y cuyas disposiciones eran fuera del uso en aquella tierra: y lograron algunos golpes, en que se acreditó su ingenio de mas que ordinariamente advertido. Queda referida la industria con que hallaron camino de fortificar sus calzadas; y no fue menor la que practicaron despues, enviando por diferentes rodeos canoas de gastadores a limpiar los fosos que iban cegando los Españoles, para cargarlos al tiempo de la retirada con todas sus fuerzas: ardid, que ocasionó algunas pérdidas en las primeras entradas. Dieron con el tiempo en otro arbitrio mas reparable, porque supieron obrar contra su costumbre quando lo pedía la ocasion, y le hacian de noche algunas salidas, solo a fin de inquietar los quarteles, fatigando a sus enemigos con la falta del sueño, para esperarlos despues con tropas de refresco.

Pero en nada se conoció tanto su vigilancia y habilidad como en lo que discurrieron contra los bergantines, cuya fuerza desigual intentaron deshacer, buscandolos desunidos: a cuyo efecto fabricaron treinta grandes embarcaciones de aquellas que llamaban piraguas; pero de mayores medidas, y empavesadas con gruesos tablones, para recibir la carga, y pelear menos descubiertos. Con este género de armada salieron de noche a ocupar unos carrizales, o bosques de cañas palustres, que producia por algunas partes la laguna, tan densas y elevadas, que venian a formar diferentes malezas impenetrables a la vista. Era su intencion provocar a los bergantines, que salian de dos en dos a impedir los socorros de la ciudad: y para llamarlos al bosque, llevaron prevenidas tres o quatro canoas de bastimentos, que sirviesen de cebo a la emboscada, y bastante número de gruesas estacas, las quales fixaron debaxo del agua, para que chocando en ellas los bergantines, se hiciesen pedazos, o fuesen mas faciles de vencer. Prevenciones y cautelas, de que se conoce que sabian discurrir en su defensa, y en la ofensa de sus enemigos: tocando en las sutilezas que hicieron ingenioso al hombre contra el hombre, y son como enseñanzas del arte militar, o sinrazones de que se compone la razon de la guerra.

Salieron el dia siguiente a correr aquel parage dos bergantines de los quatro que asistian a Gonzalo de Sandoval en su quartel, a cargo de los Capitanes Pedro de Barba y Juan Portillo: y apenas los descubrió el enemigo, quando echó por otra parte sus canoas, para que dexandose ver a lo largo, fingiesen la fuga, y se retirasen al bosque: lo qual executaron tan a tiempo, que los dos bergantines se arrojaron a la presa con todo el ímpetu de los remos; y a breve rato dieron en el lazo de la estacada oculta, quedando totalmente impedidos, y en estado que ni podian retroceder, ni pasar adelante.

Salieron al mismo tiempo las piraguas enemigas, y los cargaron por todas partes con desesperada resolucion. Llegaron a verse los Españoles en contingencia de perderse; pero llamando al corazon los últimos esfuerzos de su espíritu, mantuvieron el combate para divertir al enemigo, entretanto que algunos nadadores saltaron al agua, y a fuerza de brazos y de instrumentos rompieron, o apartaron aquellos estorvos en que zabordaban los buques: cuya diligencia bastó para que pudiesen tomar la vuelta, y jugar las su artillería, dando al través con la mayor parte de las piraguas, y siguiendo las balas el alcance de las que procuraban escapar. Quedó con bastante castigo el estratagema de los Mexicanos; pero salieron de la ocasion maltratados los bergantines, heridos y fatigados los Españoles. Murió peleando el Capitan Juan Porcino, a cuyo valor y actividad se debió la mayor parte del suceso: y el Capitan Pedro de Barba salió con algunas heridas penetrantes, de que murió tambien dentro de tres dias. Pérdidas ambas, que sintió Hernan Cortés con notables demostraciones, y particularmente la de Pedro de Barba; porque le faltó en él un amigo igualmente seguro en todas fortunas, y un soldado valeroso, sin achaques de valiente: y cuerdo, sin tibiezas de reportado.

Tardó poco en venirse a las manos la venganza de este suceso: porque los Mexicanos volvieron a reparar sus piraguas, y con nuevas embarcaciones de iguales medidas, se ocultaron otra vez en el mismo bosque, fortificandole con nueva estacada, y creyendo, menos advertidamente, lograr segundo golpe, sin dar otro color al engaño. Llegó dichosamente a noticia de Hernan Cortés este movimiento del enemigo: y procurando adelantar quanto pudo la satisfaccion de su pérdida, ordenó que fuesen de noche a la deshilada seis bergantines a emboscarse dentro de otro cañaberal, que se descubria no muy distante de la zelada enemiga: y que usando de su mismo estratagema, saliese al amanecer uno de ellos, dando a entender con diferentes puntas, que buscaba las canoas de la provision, y acercandose despues a las piraguas ocultas lo que fuese necesario para fingir que las habia descubierto, y para tomar entonces la vuelta, llamandolas con fuga diligente ázia el parage de la contraemboscada prevenida. Sucedió todo como habia dispuesto: salieron los Mexicanos con sus piraguas a seguir el alcance del bergantin fugitivo, abalanzandose a la presa, que ya daban por suya, con grandes alaridos, y mayor velocidad; hasta que llegando a distancia conveniente, les salieron al enquentro los otros bergantines, recibiendolos (antes que se pudiesen detener) con la artillería, cuyo rigor se llevó de la primera carga buena parte de las piraguas, dexando a las demás en estado, que ni el temor encontraba con la fuga, ni la turbacion las apartaba del peligro. Perecieron casi todas a la repeticion de los tiros, y murió la mayor parte de la gente que las defendia: con que no solo se vengó la muerte de Pedro de Barba y Juan Portillo; pero se rompió enteramente su armada, quedando Hernan Cortés no sin conocimiento de que aprendió de los Mexicanos el ardid, o la invencion de hacer emboscadas en el agua; pero con particular satisfaccion de haber sabido imitarlos para deshacerlos.

Llegaban por entonces freqüentes avisos de lo que pasaba en la ciudad, por ser muchos los prisioneros que venian de las entradas: y sabiendo Hernan Cortés que se hacian ya sentir entre los sitiados la hambre y la sed, ocasionando rumores en el puehlo, y varias opiniones entre los soldados, puso mayor diligencia en cerrar el paso a las vituallas: y para dar nueva razon a sus armas, envió dos o tres nobles de los mismos prisioneros a Guatimozin: Convidandole con la paz, y ofreciendole partidos ventajosos en orden a dexarle con el reyno, y en toda su grandeza, quedando solamente obligado a reconocer el supremo dominio en el Rey de los Españoles, cuyo derecho apoyaba entre los Mexicanos la tradicion de sus mayores, y el consentimiento de los siglos. En esta substancia fue su proposicion, y repitió algunas veces la misma diligencia: porque a la verdad sentia destruir una ciudad tan opulenta y deliciosa, que ya miraba como alhaja de su Rey.

Oyó entonces Guatimozin con menos altivez que solia el mensage de Cortés: y segun lo que refirieron poco despues otros prisioneros, llamó a su presencia el consejo de sus militares y ministros, convocando a los sacerdotes de los ídolos, que tenian voto de primera calidad en las materias públicas. Ponderó en la propuesta: El estado miserable a que se hallaba reducida la ciudad: la gente de guerra que se perdia: lo que se congojaba el pueblo con los principios de la necesidad: la ruina de los edificios: y ultimamente pidió consejo, inclinahdose a la paz lo bastante, para que le siguiese la lisonja o el respeto. Como sucedió entonces; porque todos los Cabos y ministros votaron que se a admitiese la proposicion de la paz, y se oyesen los partidos con que se ofrecia, reservando para despues el discurrir sobre su proporcion, o su disonancia.

Pero los sacerdotes se opusieron con el rostro firme a las pláticas de la paz, fingiendo algunas respuestas de sus ídolos, que aseguraban de nuevo la victoria; o sería verdad en estos ministros la mentira de sus dioses: porque andaba muy solícito aquellos dias el demonio, esforzando en los oidos lo que no podia en los corazones. Y tuvo tanta fuerza este dictamen, armado con el zelo de la religion, o libre con el pretexto de piadoso, que se reduxeron a él todos los votos: y Guatimozín, no sin particular desabrimiento (porque ya sentia en su corazon algunos presagios de su ruina) resolvió que se continuáse la guerra, intimando a sus ministros, que perderia la cabeza qualquiera que se atreviese a proponerle otra vez la paz, por aprietos en que se llegáse a ver la ciudad, sin exceptuar de este castigo a los mismos sacerdotes, que debian mantener con mayor constancia la opinion de sus oráculos.

Determinó Hernan Cortés con esta noticia que se hiciese una entrada general por las tres calzadas, para introducir a un mismo tiempo el incendio y la ruina en lo mas interior de la ciudad: y enviando las órdenes a los dos Capitanes de Tacúba y Tepeaquilla, entró a la hora señalada con el trozo de Christoval de Olid por Cuyoacán. Tenian los enemigos abiertos los fosos, y fabricados sus reparos en la forma que solían; pero los cinco bergantines de aquel distrito rompieron con facilidad las fortificaciones, al mismo tiempo que se iban cegando los fosos; y pasó el exército sin detencion considerable, hasta que llegando a la última puente que desembocaba en la ribera, se halló de otro género la dificultad. Habían derribado parte de la calzada, para ensanchar aquel foso, dexandole con sesenta pasos de longitud, y cargando el agua de las acequias para darle mayor profundidad. Tenian a la margen contrapuesta una gran fortificacion de maderos unidos y entablados, con dos o tres órdenes de troneras, y no sin algun género de traveses: y era innumerable muchedumbre de gente la que habian prevenido para la defensa de aquel paso. Pero a los primeros golpes de la batería, cayó en tierra esta máquina; y los enemigos, despues de padecer el daño que hicieron sus ruinas, viendose descubiertos al rigor de las balas, se recogieron a la ciudad sin volver el rostro, ni cesar en sus amenazas. Dexaron con esto libre la ribera: y Hernan Cortés, por ganar el tiempo, dispuso que la ocupasen luego los Españoles, sirviendose para salir a tierra de los bergantines y de las canoas amigas que los acompañaban: por cuyo medio pasaron despues las naciones, los caballos, y tres piezas de artillería, que parecieron bastantes para la faccion de aquel día.

Pero antes de cerrar con el enemigo (que todavia perseveraba en las trincheras con que tenian atajadas las calles) encargó al Tesorero Julian de Alderete que se quedáse a cegar y mantener aquel foso, y a los bergantines que procurasen hacer la hostilidad que pudiesen, acercandose a la batalla por las acequias mayores. Trabóse luego la primera escaramuza, y Julian de Alderete con el oido en el rumor de las armas, y con la vista en el avance de los Españoles, aprehendió que no era decente a su persona la ocupacion (a su parecer mecánica) de cegar un foso, quando estaban peleando sus compañeros: y se dexó llevar inconsideradamente a la ocasion, cometiendo este cuidado a otro de su compañia; el qual, o no supo executarlo, o no quiso encargarse de operacion desacreditada por el mismo que la subdelegaba: con que le siguió toda la gente de su cargo, y quedó abandonado aquel foso, que se tuvo por impenetrable al tiempo de la entrada.

Fue valerosa en los primeros ataques la resistencia de los Mexicanos. Ganaronse con dificultad, y a costa de algunas heridas, sus fortificaciones: y fue mayor el conflicto, quando se dexaron atrás los edificios arruinados, y llegó el caso de pelear con los terrados y ventanas; pero en lo mas ardiente del furor con que peleaban, se conoció en ellos una floxedad repentina, que pareció execucion de nueva orden: porque iban perdiendo apresuradamente la tierra que ocupaban; y segun lo que se presumió entonces, y se averiguó despues, nació esta novedad de que llegó a noticia de Guatimozin el desamparo del foso grande, y ordenó a sus Cabos que tratasen de guardarse, y conservar la gente para la retirada. Tuvo Hernan Cortés por sospechoso este movimiento del enemigo: y porque se iba limitando el tiempo de que necesitaba para llegar antes de la noche a su quartel, trató de retirarse, mandando primero que se derribasen, y diesen al fuego algunos edificios, para quitar los padrastros de la entrada siguiente.

Pero apenas se dió principio a la marcha, quando asustó los oidos un instrumento formidable y melancólico, que llamaban ellos la bocina sagrada: porque solamente la podian tocar los sacerdotes, quando intimaban la guerra, y concitaban los ánimos de parte de sus dioses. Era el sonido vehemente, y el toque una cancion compuesta de bramidos, que infundia en aquellos bárbaros nueva ferocidad, dando impulsos de religion al desprecio de la vida. Empezó despues el rumor insufrible de sus gritos; y al salir el exército de la ciudad, cayó sobre la retaguardia, que llevaban a su cargo los Españoles, una multitud innumerable de gente, resuelta y escogida para la faccion que trahian premeditada.

Hicieron frente los arcabuces y ballestas: y Hernan Cortés con los caballos que le seguian, procuró detener al enemigo; pero sabiendo entonces el embarazo del foso, que impedia la retirada, quiso doblarse, y no lo pudo conseguir; porque las naciones amigas, como trahian orden para retirarse, y tropezaron primero con la dificultad, cerraron con ella precipitadamente, y no se oyeron las órdenes, o no se obedecieron.

Pasaban muchos a la calzada en los bergantines y canoas; siendo mas los que se arrojaron al agua, donde hallaron tropas de Indios nadadores, que los herian o anegaban. Quedó solo Hernan Cortés con algunos de los suyos a sustentar el combate. Mataron a flechazos el caballo en que peleaba; y apeandose a socorrerle con el suyo el Capitan Francisco de Guzman, le hicieron prisionero, sin que fuese posible conseguir su libertad. Retiróse finalmente a los bergantines, y volvió a su quartel herido, y poco menos que derrotado, sin hallar recompensa en el destrozo que recibieron los Mexicanos. Pasaron de quarenta los Españoles que llevaron vivos para sacrificarlos a sus ídolos. Perdióse una pieza de artillería: murieron mas de mil Tlascaltécas: y apenas hubo Español que no saliese maltratado. Pérdida verdaderamente grande: cuyas conseqüencias meditaba y conocía Hernan Cortés, negando al semblante lo que sentia el corazon, por no descubrir entonces la malicia del suceso. ¡Dura, pero inexcusable pension de los que gobiernan exércitos! obligados siempre a traher en las adversidades el dolor en el fondo, y el desahogo en la superficie del ánimo.

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