Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de Solís | Anterior | Siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LIBRO QUINTO.
CAPÍTULO CUARTO.
Envia Hernan Cortés diferentes Capitanes a reducir o castigar los pueblos inobedientes, y vá personalmente a la ciudad de Guacachúla contra un exército Mexicano, que vino a defender su frontera.
Poco despues que se alojó el exército en Tepeáca, llegó con el resto de sus tropas Xicotencál, y creció, segun dicen algunos, a cincuenta mil hombres el exército auxiliar de los Tlascaltécas. Convenia, para sosegar a los Tepeaqueses, que andaban rezelosos de su vecindad, ponerlos en alguna operacion; y sabiendo Hernan Cortés que al fomento de los Mexicanos se mantenian fuera de la obediencia tres o quatro lugares de aquel distrito, envió diferentes Capitanes, dando a cada uno veinte o treinta Españoles, y número considerable de Tlascaltécas, para que los procurasen reducir a la paz con términos suaves, o pasasen a castigar con las armas su obstinacion. En todos se halló resistencia, y en todos hizo la fuerza lo que no pudo la mansedumbre; pero se consiguió el intento sin perder un hombre: y los Capitanes volvieron victoriosos, dexando sujetas aquellas poblaciones rebeldes, y no sin escarmiento a los Mexicanos, que huyeron rotos y deshechos de la otra parte de los montes. El despojo que se adquirió en el alcance de los enemigos, y en los mismos lugares sediciosos, fue rico y abundante de todos géneros. Los prisioneros excedian el número de los vencedores. Dicen que llegarian a dos mil los que se hicieron solo en Tecamachalco, donde se apretó la mano en e castigo, porque sucedió en este lugar la muerte de los Españoles: y ya no se llamaban prisioneros, sinó cautivos, hasta que puestos en venta perdian el nombre, y pasaban a la servidumbre personal, dando el rostro a la nota miserable de la esclavitud.
Habia muerto en esta sazon (segun la noticia que se tuvo poco despues) el Emperador que sucedió a Motezuma en la corona, que como diximos, se llamaba Quetlavaca, Señor de Iztapalapa: y juntandose los Electores, dieron su voto y la investidura del Imperio a Guatimozín, sobrino y yerno de Motezuma. Era mozo de hasta veinte y cinco años, y de tanto espíritu y vigilancia, que a diferencia de su antecesor, se dió todo a los cuidados públicos, deseando que se conociese luego lo que valen, puestas en mejor mano, las riendas del gobierno. Supo lo que iban obrando los Españoles en la provincia de Tepeáca: y previniendo los designios a que podrian aspirar con la reunion de los Tlascaltécas, y demás provincias confinantes, entró en aquel temor razonable, de que suele formar sus avisos la prudencia.
Hizo notables prevenciones, que dieron grande recomendacion a los principios de su reynado. Alentó la milicia con premios y exenciones. Ganó el aplauso de los pueblos con levantar enteramente los tributos por el tiempo que durase la guerra. Hizose mas Señor de los nobles con dexarse comunicar, templando aquella especie de adoracion a que procuraban elevar el respeto sus antecesores. Repartió dádivas y ofertas entre los Caciques de la frontera, exhortandolos a la fidelidad y a la propia defensa: y porque no se quejasen de que les dexaba todo el peso de la guerra, envió un exército de treinta mil hombres que diese calor a las milicias naturales. Y a vista de estas prevenciones, tienen despejo los émulos de nuestra Nacion para decir que se lidiaba con brutos incapaces, que solo se juntaban para ceder a la industria y al engaño, mas que al valor y a la constancia de sus enemigos.
Tuvo noticia Hernan Cortés de que se prevenia exército en la frontera, y no le dexaron que dudar tres o quatro mensageros nobles que le despachó el Cacique de Guacachúla, ciudad populosa y guerrera, situada en el paso de México, y una de las que miraba el nuevo Emperador como antemural de sus Estados. Venian a pedir socorro contra los Mexicanos: quejabanse de sus violencias y desprecios : ofrecian tomar las armas contra ellos luego que se dexáse ver de sus murallas el exército de los Españoles. Facilitaban la empresa, y la querian justificar, diciendo, que su Cacique debia ser asistido como vasallo de nuestro Rey, por ser uno de los que dieron la obediencia en la junta de nobles que se hizo a convocacion de Motezuma. Preguntóles Hernan Cortés, qué grueso tendria el enemigo en aquel parage: y respondieron que hasta veinte mil hombres en el distrito de su ciudad, y en otra que se llamaba Yzucán, distante quatro leguas, otros diez mil; pero que de Guacachúla, y algunos lugares de su contribucion se juntaria número muy considerable de gente irritada y valerosa, que sabria gozar de la ocasion, y servirse de las manos. Examinólos cuidadosamente, haciendoles diferentes instancias, a fin de penetrar el ánimo de su Cacique; y dieron tan buena razon de sí, que le dexaron persuadido a que venia sin doblez la proposicion. Y quando le quedáse algun rezelo, procuraria disimularle; porque aun en caso de salir incierto el tratado, era ya necesario echar de alli al enemigo, y sujetar aquellas ciudades fronterizas, antes que se pusiese mayor cuidado en defenderlas.
Tomó tan de veras el empeño, que formó aquel mismo dia un exército de hasta trescientos Españoles, con doce o trece caballos, y mas de treinta mil Tlascaltécas, encargando la faccion al Maestre de Campo Christoval de Olid ; y andaba tan cerca entonces el disponer del executar, que marchó la mañana siguiente, llevando consigo a los Mensageros, y orden para que se procuráse adelantar con recato hasta ponerse cerca de la ciudad: y caso que hubiese algun rezelo de trato doble, se abstuviese de atacar la poblacion, y procuráse romper antes a los Mexicanos, llamandolos a la batalla en algun puesto ventajoso.
Iban todos alegres y de buen ánimo; pero a seis leguas de Tepeáca, y casi a la misma distancia de Guacachúla, donde hizo alto el exército, corrió voz de que venia en persona el Emperador Mexicano a socorrer aquellas ciudades con todo el resto de sus fuerzas. Decianlo asi los paisanos, sin dar fundamento en el origen de esta noticia; pero los Españoles de Narbáez la creyeron y la multiplicaron sin oir razon, ni atender a las órdenes. Contradecian a rostro descubierto la jornada, protestando que se quedarian, con tanta irreverencia, que llegó a enojarse con ellos Christoval de Olid, y a despedirlos con desabrimiento: amenazandolos con el enojo de Cortés, porque no les hacia fuerza el deshonor de la retirada. Y al mismo tiempo que trataba de proseguir sin ellos su marcha, se ofreció nuevo accidente, que si no llegó a turbar su constancia, puso en compromiso la resolucion, y el acierto de la misma jornada.
Vieronse descender tropas de gente armada por lo alto de las montañas vecinas, que se iban acercando en mas que ordinaria diligencia: y le obligaron a poner en orden su gente, creyendo que le buscaban ya los Mexicanos: en que obró lo que debia: que nunca dañan a la salud de los exércitos los excesos del cuidado. Pero algunos caballos que adelantó a tomar lengua, volvieron con aviso de que venia por Capitan de aquellas tropas el Cacique de Guaxozingo, a quien acompañaban otros Caciques sus confederados con animo de asistir a los Españoles en aquella guerra contra los Mexicanos, que tenian ocupada la frontera, y amenazados sus dominios. Mandó con esta noticia que hiciesen alto las tropas, y viniesen los Caciques a verse con él, como lo executaron luego. Pero de lo mismo que, al parecer, debian alegrarse todos, se levantó segunda voz en el exército, que tomó su principio en los Tlascaltécas, y comprehendió brevemente a los Españoles. Decian unos y otros que no era seguro fiarse de aquella gente: que su amistad era fingida; y que la enviaban los Mexicanos para que se declaráse por enemiga quando llegáse la ocasion de la batalla. Oyólos Christoval de Olid: y dexandose llevar con poco examen a la misma sospecha, prendió luego a los Caciques, y los envio a Tepeáca, para que determinase Cortés lo que se debia executar. Accion atropellada, en que aventuró que sucediese alguna turbacion entre los suyos, y los que verdaderamente venian como amigos; pero estos perseveraron a vista de aquella desconfianza, sin moverse del parage donde se hallaban, dandose por satisfechos de que se remitiese a Cortés el conocimiento de su verdad: y los demás no se atrevieron a inquietarIos, porque dieron cuenta, y quedaron obligados a esperar la orden.
Llegaron los presos brevemente a la presencia de Cortés, y se quejaron de Christoval de Olid en términos razonables: dando a entender que no sentian la mortificacion de sus personas, sinó el desayre de su fidelidad. Oyólos benignamente, y haciendoles quitar las prisiones, procuró satisfacerlos y confiarlos: porque halló en ellos todas las señas que suele traher consigo la verdad para diferenciarse del engaño. Pero entró en dictamen de que ya necesitaba de su asistencia la faccion: porque la desconfianza de aquellas naciones amigas, y las voces que habian corrido en el exército, eran amenazas del intento principal. Dispuso luego su jornada: y encargando a los Ministros de justicia el gobierno y dependencias de la nueva poblacion, partió con los Caciques y una pequeña escolta de los suyos, tan diligente y deseoso de facilitar la empresa, que llegó en breves horas al exército. Alentaronse todos con su presencia: pusieronse las cosas de otro color: serenóse la tempestad que iba obscureciendo los ánimos: reprehendió a Christoval de Olid, no el haberle dado noticia de aquella novedad, hallandose tan cerca, sinó el haber manifestado sus rezelos con la prision de los Caciques. Y unidas las fuerzas marchó sin mas detencion la vuelta de Guacachula, ordenando que se adelantasen los mensageros de aquella ciudad, y diesen aviso a su Cacique del parage donde se hallaba, y de las fuerzas con que venia; no porque necesitáse ya de sus ofertas, sinó por excusar el empeño de tratar como enemigos a los que deseaba reducir y conservar.
Tenian su alojamiento los Mexicanos de la otra parte de la ciudad; pero al primer aviso de sus centinelas se movieron con tanta celeridad, que al tiempo que llegaron los Españoles a tiro de arcabuz, habian formado su exército, y ocupado el camino con ánimo de medir las fuerzas al abrigo de la plaza. Trabóse con rigurosa determinacion la batalla, y los enemigos empezaron a resistir y ofender con señas de alargar la disputa: quando el Cacique logró la ocasion, y desempeñó su fidelidad, cerrando con ellos por las espaldas, y ofendiendolos al mismo tiempo desde la muralla con tan buena orden, y tanta resolucion, que facilitó mucho la victoria, y en poco mas de media hora fueron totalmente deshechos los Mexicanos: siendo pocos los que pudieron escapar de muertos o heridos.
Alojóse dentro de la ciudad Hernan Cortés con los Españoles, señalando su quartel fuera de los muros a los Tlascaltécas y demás aliados, cuyo número fue creciendo por instantes: porque a la fama de que se movia su persona, salieron otros Caciques de la tierra obediente con sus milicias a servir debaxo de su mano: y crecio tanto su exercito, que, segun su misma relacion, llegó a Guacachúla con mas de ciento y veinte mil hombres. Dió las gracias al Cacique y a los soldados naturales, atribuyendoles enteramente la gloria del suceso: y ellos se ofrecieron para la empresa de Yzucán, no sin presuncion de necesarios, por la noticia con que se hallaban de la tierra, y por lo que ya se podia fiar de su valor. Tenia el enemigo en aquella ciudad, como lo avisó el Cacique, mas de diez mil hombres de guarnicion, sin los que se le arrimarian de la rota pasada. Los paisanos de su poblacion y distrito se hallaban empeñados a todo riesgo en la enemistad de los Españoles. La plaza era fuerte por naturaleza, y por algunas murallas con sus rebellines que cerraban el paso entre las montañas: bañabala un rio, que necesariamente se habia de penetrar; y llegó noticia de que habian roto el puente para disputar lá ribera: circunstancias bastantes para que no se despreciáse la faccion, ni se dexáse de mover todo el exército.
Iba Christoval de Olid en la vanguardia con la gente señalada para el esguazo, en cuya oposicion hallo la mayor parte del exército enemigo; pero se arrojó al agua peleando, y ganó la otra ribera con tanta determinacion, y tan arrestado en los avances, que le mataron el caballo, y le hirieron en un muslo. Huyeron los enemigos a la ciudad, donde pensaron mantenerse, porque habian echado fuera la gente inutil, niños y mugeres, quedandose con mas de tres mil paisanos habiles, y bastimentos de reserva para muchos dias. El aparato de las murallas, y el número de los defensores daban con la dificultad en los ojos, y premisas de que sería costoso el asalto; pero apenas acabó de pasar el exército , y se dieron las ordenes de acometer, quando cesaron los gritos, y desapareció por todas partes la guarnicion. Pudose temer algun estratagema de los que alcanzaba su milicia, si al mismo tiempo no se descubriera la fuga de los Mexicanos, que puestos en desorden, iban escapando a la montaña. Envió Cortés en su alcance algunas compañias de Españoles con la mayor parte de los Tlascaltécas; y aunque militaba por los enemigos lo agrio de la cuesta, se consiguió el romperlos tan executivamente, que apenas se les dió lugar para que volviesen el rostro.
La ciudad estaba tan desamparada, que solo se pudieron hallar entre los prisioneros tres o quatro de los naturales; por cuyo medio trató Hernan Cortés de recoger a los demás, enviandolos a los bosques donde tenian retiradas sus familias, para que de su parte, y en nombre del Rey obeciesen perdon y buen pasage a quantos se volviesen luego a sus casas: cuya diligencia bastó para que se poblase aquel mismo dia la ciudad, volviendose casi todos a gozar del indulto. Detuvose Cortés en ella dos o tres dias para que perdiesen el miedo, y abrazasen la obediencia con el exemplo de Guacachúla. Despidió al mismo tiempo las tropas de los Caciques amigos, partiendo con ellos el despojo de ambas facciones: y se volvió a Tepeáca con sus Españoles y Tlascaltécas, dexando libre de Mexicanos la frontera, obedientes aquellas ciudades que tanto suponian, asegurado con la experiencia el afecto de las naciones amigas, y frustradas las primeras disposiciones del nuevo Emperador Mexicano, que suelen observarse como pronosticos de su reynado, y descaecer o animar a los súbditos, segun las malogran o las califican los sucesos.
No quiere Bernal Diaz del Castillo que se hallase Cortés en esta expedicion. Puedese dudar si fue por autorizar la disculpa de haberse quedado en Segura de la Frontera, como lo confiesa pocos renglones antes; o si le llevó inadvertidamente la pasion de contradecir en esto como en todo a Francisco Lopez de Gómara: porque los demás Escritores afirman lo que dexamos referido: y el mismo Hernan Cortés en la carta para el Emperador escrita en treinta de Octubre de mil y quinientos y veinte dá los motivos que le obligaron a seguir entonces el exército. Sentimos que se ofrezcan estas ocasiones de impugnar al Autor que vamos siguiendo; pero en este caso fuera culpa de Cortés, indigna en su cuidado, no haber asistido personalmente donde le llamaban desde tan cerca desconfianzas de los suyos, quejas de los confederados, voces de poco respeto entre los de Narbáez, Christoval de Olid, que gobernaba el exército, parcial de los rezelosos, y una empresa de tanta consideracion aventurada. Perdone Bernal Diaz, que quando lo dixese como lo entendió, pudo antes caber un descuido en su memoria, que una falta en la verdad, y un desacierto en la vigilancia de Cortés.
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