Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO SEGUNDO.


CAPÍTULO QUINTO.

Vuelve Francisco de Montejo con noticia del lugar de Quiabislán. Llegan los Embajadores de Motezuma, y se despiden, con desabrimiento. Muevense algunos rumores entre los soldados, y Hernán Cortés usa de artificio para sosegarlos.


Mientras duraban en la Corte de Motezuma estos discursos melancólicos, trataba Hernan Cortés de adquirir noticias de la tierra, de ganar las voluntades de los Indios que acudian al quartel, y de animar a sus soldados, procurando infundir en ellos aquellas grandes esperanzas que le anunciaba su corazon. Volvió de su viage Francisco de Montejo, habiendo seguido la costa por espacio de algunas leguas la vuelta del norte, y descubierto una poblacion, que se llamaba Quiabislán, situada en tierra fertil y cultivada, cerca de un parage o ensenada bastantemente capaz, donde, al parecer de los Pilotos, podían surgir los navios, y mantenerse al abrigo de unos grandes peñascos, en que desarmaba la fuerza de los vientos. Distaba este lugar de San Juan de Ulúa como doce leguas, y Hernan Cortés empezó a mírarle como sitio acomodado para mudar a él su alojamiento; pero antes que lo resolviese, llegó la respuesta de Motezuma.

Vinieron Teutile y los Cabos principales de sus tropas con aquellos braserillos de copal: y despues de andar un rato envueltas en humo las corresias, hizo demostracion del presente, que fue algo menor, pero del mismo género de alhajas y piezas de oro que vinieron con la primera embajada. Solo trahia de particular quatro piedras verdes al modo de esmeraldas, que llamaban chalcuites; y dixo Teutile a Cortés con gran ponderacion, que las enviaba Motezuma señaladamente para el Rey de los Españoles, por ser joyas de inestimable valor: encarecimiento de que se pudo hacer poco aprecio donde tenia el vidrio tanta estimacion.

La embajada fue resuelta y desabrida, y el fin de ella despedir a los huespedes, sin dexarles arbitrio para replicar. Era cerca de la noche, y al empezar su respuesta Hernan Cortés, hicieron en la barraca que servia de Iglesia la señal del Ave Maria. Pusose de rodillas a rezarla, y a su imitacion todos los que le asistian: de cuyo silencio y devocion quedaron admirados los Indios; y Teutile preguntó a Doña Marina la significacion de aquella ceremonia. Entendiólo Cortés, y tuvo por conveniente, que cón ocasion de satisfacer a su curiosidad, se les habláse algo en la Religion. Tomó la mano el Padre Fray Bartolomé de Olmedo, y procuró ajustarse a su ceguedad, dandoles alguna escasa luz de los misterios de nuestra Fé. Hizo lo que pudo su eloqüencia, para que entendiesen que solo habia un Dios principio y fin de todas las cosas, y que en sus ídolos adoraban al demonio, enemigo mortal del género humano: vistiendo esta proposicion con algunas razones fáciles de comprehender, que escuchaban los Indios con un género de atencion, como que sentían la fuerza de la verdad. Y Hernan Cortés se valió de este principio para volver a su respuesta, diciendo a Teutile: Que uno de los puntos de su embajada, y el principal motivo que tenia su Rey para proponer su amistad a Motezuma, era la obligacion con que deben los Príncipes Christianos oponerse a los errores de la idolatría, y lo que deseaba instruirle para que conociese la verdad, y ayudarle a salir de aquella esclavitud del demonio, tirano invisible de todos sus Reynos, que en lo esencial le tenia sujeto y avasallado, aunque en lo exterior fuese tan poderoso Monarca. Y que, viniendo él de tierras tan distantes a negocios de semejante calidad, y en nombre de otro Rey mas poderoso, no podria dexar de hacer nuevos esfuerzos, y perseverar en sus instancias hasta conseguir que se le oyése; pues venía de paz, como lo daba a entender el corto número de su gente, de cuya limitada prevencion no se podian rezelar mayores intentos.

Apenas oyó Teutile esta resolucion de Cortés, quando se levanto apresuradamente, y con un genero de impaciencia, entre cólera y turbacion, le dixo: Que el gran Motezuma habia usado hasta entonces de su benignidad, tratandole como a huesped ; pero que determinandose a replicarle, sería suya la culpa, si se halláse tratado como enemigo. Y sin esperar otra razon, ni despedirse, volvió las espaldas, y partió de su presencia con paso acelerado, siguiendole Pilpatoe y los demás que le acompañaban. Quedó Hernan Cortés algo embarazado al ver semejante resolucion; pero tan en sí, que volviendo a los suyos, mas inclinado a la risa que a la suspension, les dixo: Veremos en que para este desafio: que ya sabemos cómo pelean sus exércitos, y las mas veces son diligencias del temor las amenazas. Y entre tanto que se recogia el presente, prosiguió, dando a entender: Que no conseguirian aquellos bárbaros el comprar a tan corto precio la retirada de un exérciro Español; porque aquellas riquezas se debian mirar como dádivas fuera de tiempo, que trahian mas de flaqueza que de liberalidad. Asi procuraba lograr las ocasiones de alentar a los suyos: y aquella noche, aunque no parecia verisímil que los Mexicanos tuviesen prevenido exército con que asaltar el quartel, se doblaron las guardias, y se miró como contingente lo posible. Que nunca sobra el cuidado en los Capitanes, y muchas veces suele parecer ocioso, y salir necesario.

Luego que llegó el dia, se ofreció novedad considerable que ocasiono alguna turbacion; porque se habian retirado la tierra adentro los Indios que poblaban las barracas de Pilpatoe, y no parecia un hombre por toda la campaña. Faltaron tambien los que solian acudir con bastimentos de las poblaciones comarcanas: y estos principios de necesidad, temida mas que tolerada, bastaron para que se empezasen a desazonar algunos soldados, mirando como desacierto el detenerse a poblar en aquella tierra: de cuya murmuracion se valieron para levantar la voz algunos parciales de Diego Velazquez, diciendo con menos recato en las conversacioncs: Que Hernan Cortés queria perderlos, y pasar con su ambicion adonde no alcanzaban sus fuerzas: que nadie podria excusar de temeridad el intento de mantenerse con tan poca gente en los dominios de un Príncipe tan poderoso: y que ya era necesario que clamasen todos sobre volver a la Isla de Cuba, para que se rehiciesen la armada y el exército, y se tomáse aquella empresa con mayor fundamento.

Entendiólo Hernan Cortés, y valiendose de sus amigos y confidentes, procuró examinar de qué opinion estaba el resto principal de su gente; y halló que tenia de su parte a los mas y a los mejores: sobre cuya seguridad se dexó hallar de los mal contentos. Hablóle en nombre de todos Diego de Ordaz; y no sin alguna destemplanza, en que se dexaba conocer su pasion, le dixo : Que la gente del exército estaba sumamente desconsolada, y en términos de romper el freno de la obediencia; porque habia llegado a entender que se trataba de proseguir aquella empresa: y que no se le podia negar la razon; porque ni el número de los soldados, ni el estado de los baxeles, ni los bastimentos de reserva, ni las demas prevenciones tenian proporcion con el intento de conquistar un imperio tan dilatado y tan poderoso: que nadie estaba tan mal consigo, que se quisiese perder por capricho ageno: y que ya era menester que tratase de dar la vuelta a la Isla de Cuba, para que Diego Velazquez reforzase su armada, y tomáse aquel empeño con mejor acuerdo y con mayores fuerzas.

Oyóle Hernan Cortés sin darse por ofendido, como pudiera, de la proposicion y del estilo de ella; antes le respondió, sosegada la voz y el semblante: Que estimaba su advertencia, porque no sabía la desazon de los soldados; antes creía que estaban contentos y animosos: porque en aquella jornada no se podian quejar de la fortuna, si no los tenia cansados la felicidad: pues un viage tan sin zozobras, lisongeado del mar y de los vientos: unos sucesos como los pudo fingir el deseo: tan conocidos favores del cielo en Cozumél: una victoria en Tabasco: y en aquella tierra tanto regalo y prosperidad, no eran antecedentes de que se debia inferir semejante desaliento: ni era de mucho garbo el desistir antes de ver la cara del peligro, particularmente quando las dificultades solian parecer mayores desde lejos, y deshacerse luego en las manos los encarecimientos de la imaginacion. Pero que si la gente estaba ya tan desconfiada y temerosa como decia, sería locura fiarse de ella para una empresa tan dificultosa: y que asi trataria luego de tomar la vuelta de la Isla de Cuba, como se lo proponian, confesando que no le hacia tanta fuerza el ver esta opinion en el vulgo de los soldados, como el hallarla asegurada en el consejo de sus amigos. Con estas y otras palabras de este género desarmó por entonces la intencion de aquellos parciales inquietos, sin dexarles que desear hasta que llegáse el tiempo de su desengaño: y con esta disimulacion artificiosa, primor algunas veces permitido a la prudencia, dió a entender que cedia para dar mayores fuerzas a su resolucion.

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