Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO QUINTO.


CAPÍTULO QUINTO.

Procura Hernan Cortés adelantar algunas prevenciones de que neccsitaba para la empresa de México. Hállase casualmente con un socorro de Espanoles. Vuelve a Tlascála, y halla muerto a Magiscatzin.

Apenas llegó Hernan Cortés a Tepeáca, y a Segura de la Frontera, quando le avisaron de Tlascála que su grande amigo Magiscatzín quedaba en los últimos plazos de la vida: noticia de gran sentimiento suyo, porque le debia una voluntad apasionada, que se habia hecho recíproca, y de igual correspondencia con el trato y la obligacion. Pero deseando socorrerle con la mejor prueba de su amistad, despachó luego al Padre Fray Bartolomé de Olmedo para que atendiese al socorro de su alma, procurando reducirle al gremio de la Iglesia. Estaba, quando llegó este Religioso, poco menos que rendido a la fuerza de la enfermedad; pero con el juicio libre, y el ánimo dispuesto a recibir nueva impresion: porque le desagradaban los ritos, y la multiplicidad de sus dioses, y hallaba menos disonancia en la Religion de los Españoles, inclinado a las congruencias que le dictaba la razon natural, y ciego, al parecer, mas por falta de luz, que por defecto de los ojos. Trabajó poco en persuadirle Fray Bartolomé, porque halló conocido el error, y deseado el acierto: con que solo necesitó de instruirle y amonestarle para excitar la voluntad, y quietar el entendimiento. Pidió a breve rato con grandes ansias el bautismo, y le recibió con entera deliberacion, gastando el poco tiempo que le duró la vida en fervorosas ponderaciones de su felicidad, y en exhortar a sus hijos que dexasen la idolatría, y obedeciesen a su amigo Hernan Cortés, procurando con todas veras, y como punto de conveniencia propia, la conservacion de los Españoles: porque segun lo que le decia en aquella hora el corazon, estaba creyendo que habia de caer en sus manos el dominio de aquella tierra. Pudo inspirarselo Dios; pero tambien pudo colegirlo de los antecedentes, y ser dictamen suyo este que se refiere como profecia. Lo que no se debe dudar es, que le premió Dios con aquella última docilidad y extraordinaria vocacion lo que obró en favor de los Christianos: asi como le tomó por instrumento principal del abrigo que tantas veces debieron a la República de Tlascála. Fue hombre de virtudes morales, y de tan ventajosa su capacidad, que llegó a ser el primero en el Senado, y casi a mandar en sus resoluciones: porque cedian todos a su autOridad y a su talento; y él sabia disponer como absoluto, sin exceder los límites de aconsejar como repúblico. Sintió Hernan Cortés su muerte como perdida incapaz de consuelo; aunque le hacia mas falta como amigo que como director de sus intentos, por hallarse ya introducido en la voluntad y en el respeto de toda la República. Pero el cielo, que al parecer, cuidaba de animarle para que no desistiese, le socorrió entonces con un suceso favorable, que mitigó su tristeza, y puso de mejor condicion sus esperanzas.

Llegó al surgidero de San Juan de Ulúa un baxel de mediano porte, en que venian trece soldados Españoles, y dos caballos, con algunos bastimentos y municiones que remitia Diego Velazquez de socorro á Pámphilo qe Narbáez, creyendo que tendria ya por suyas las conquistas de aquella tierra, y a su devocion el exército de Cortés. Venia por Cabo de esta gente Pedro de Barba, el que se hallaba Gobernador de la Havana quando salió Hernan Cortés de la Isla de Cuba, debiendo a su amistad el último esccpe de las asechanzas con que se procuró embarazarle su viage. Apenas descubrió el baxel Pedro Caballero, a cuyo cargo estaba el gobierno de la costa, quando salió en un esquife a reconocerle. Saludó con grande afecto a los recienvenidos; y en la cortesia o sumision con que le preguntó Pedro de Barba por la salud de Pámphilo de Narbáez, conoció a lo que venia. Respondióle sin detenerse: Que no solo se hallaba con salud, sinó en grandes prosperidades: porque todas aquellas regiones le habian dado la obediencia, y Hernan Cortés andaba fugitivo por los montes con pocos de los suyos. Cautela, o falta de verdad, en que se pudo alabar la prontitud y el desembarazo: pues fue bastante para sacarlos a tierra sin rezelo, y para dar con ellos en la Vera Cruz, donde se descubrió el engaño, y se hallaron presos por Hernan Cortés: aplaudiendo Pedro de Barba el ardid y la disimulacion de Pedro Caballero, porque, a la verdad, no le pesó de hallar a su amigo en mejor fortuna.

Fueron llevados a Segura de la Frontera, y Hernan Cortés celebró con particular gusto la dicha de hallarse con mas Españoles, y la notable circunstancia de recibir por mano de su enemigo este socorro. Agasajó mucho a Pedro de Barba, y le dió luego una compañia de Ballesteros en fé de que tenia presente su amistad. Repartió algunas dádivas entre los soldados, con que se ajustaron a servir debaxo de su mano. Leyóse despues reservadamente la carta que trahia Pedro de Barba para Narbáez, en que le ordenaba Diego Velazquez (suponiendole vencedor y dueño de aquellas conquistas:) Que se mantuviese a toda costa en ellas, para cuyo efecto le ofrecia grandes socorros. Y ultimamente le decia: Que si no hubiese muerto a Cortés, se le remitiese luego con bastante seguridad, porque tenia orden expresa del Obispo de Burgos para enviarle preso a la corte. Y sería justificada la orden, si se atendió a no dexar su causa en manos de su enemigo; aunque del empeño con que favorecia este Ministro a Diego Velazquez, se puede temer que solo se trataba de que fuese mas ruidoso y mas exemplar el castigo, dando a la venganza particular algo de la vindicta pública.

Dentro de ocho dias llegó a la costa segundo baxel con nuevo socorro dirigido a Pámphilo de Narbáez, y le aprehendió con la misma industria Pedro Caballero. Trahia ocho soldados, una yegua, y cantidad considerable de armas y municiones a cargo del Capitan Rodrigo Morejon de Lobera: y todos pasaron luego a Segura, donde se incorporaron voluntariamente con el exército, siguiendo el exemplar de los que vinieron delante. Llegaban estos socorros por camino tan fuera de la esperanza, que los miraba Hernan Cortés como sucesos de buen auspicio, pareciendole que trahian dentro de sí algunas especies como intencionales de la felicidad venidera.

Pero al mismo tiempo le desvelaban las prevenciones de su empresa. Tenia en su imaginacion resuelta la conquista de México: y la grande asistencía de gente con que se halló en aquella jornada, le confirmó en este dictamen; pero siempre le daba cuidado el paso de la laguna, cuya dificultad era inevitable, porque una vez hallada por los enemigos la defensa de romper los puentes de las calzadas, no se debia fiar de los pontones levadizos: invencion que solo pudieron disculpar las angustias del tiempo: a cuyo fin discurrió en fabricar doce o trece bergantines que pudiesen resistir a las canoas de los Indios, y transportar su exército a la ciudad: los quales pensaba llevar desarmados sobre hombros de Indios tamenes a la ribera mas cercana del lago, desde los montes de Tlascála, catorce o quince leguas por lo menos de aspero camino. Tenia raras ideas su imaginativa, y naturalmente aborrecia los ingenios apagados, a quien parece imposible lo muy dificultoso.

Comunicó su discurso a Martin Lopez, de cuyo ingenio y grande habilidad fiaba el desempeño de aquel notable designio: y hallando en él, no solamente aprobado el intento, sinó facilitada la execucion, que tomó luego por su cuenta, le mandó que se adelantáse a Tlascála, llevando consigo los soldados Españoles que sabian algo de este ministerio, y diese principio a la obra, sirviendose tambien de los Indios que hubiese menester para el corte de la madera, y lo demás que se pudiese fiar de su industria. Ordenó al mismo tiempo que se truxesen de la Vera Cruz la clavazon, xarcias y demás aderentes que se reservaron de aquellos baxeles que hizo echar a pique. Y porque tenia ooservado que producian aquellos montes un género de árboles que daban resina, los hizo beneficiar, y sacó de ellos toda la brea que hubo menester para la carena de los buques.

Hallábase tambien falto de polvora, y consiguió poco despues el fabricarla de ventajosa calidad, haciendo buscar el azufre, cuyo uso ignoraban los Indios, en el volcan que reconoció Diego de Ordaz, donde le pareció que no podia faltar este ingrediente; y hubo algunos soldados Españoles (entre los quales nombra Juan de Laet a Montano y a Mesa el Artillero) que se ofrecieron a vencer segunda vez aquella horrible dificultad: y volvieron finalmente con el azufre que fue necesario para la fábrica. En todo estaba, y a todo atendia Hernan Cortés, tan lejos de fatigarse, que, al parecer, descansaba en su misma diligencia.

Hechas todas estas prevenciones, que se fueron perficionando en breves dias, trató de volverse a Tlascála para estrechar quanto pudiese los términos de su conquista: y antes de partir, dexó sus instrucciones al nuevo Ayuntamiento de Segura, y por Cabo militar al Capitan Francisco de Orozco, dandole hasta veinte soldados Españoles, y quedando a su obediencia la milicia del Pais.

Resolvió entrar de luto en la ciudad por la muerte de Magiscatzin: previnose de ropas negras, que vistieron sobre las armas él y sus Capitanes: a cuyo efecto mandó teñir algunas mantas de la tierra. Hizose la entrada sin mas aparato que la buena ordenanza, y un silencio artificioso en los soldados, que iba publicando el duelo de su General. Tuvo esta demostracion grande aplauso entre los nobles y plebeyos de la ciudad: porque amaban todos al difunto como padre de la patria; y aunque no se pone duda en el sentimiento de Cortés, que se lamentaba muchas veces de su pérdida, y tenia razon para sentirla, se puede creer que vistió el luto con ánimo de ganar voluntades: y que fue una exterioridad a dos luces, en que hizo quanto pudo por su dolor, sin olvidarse de hacer algo por el aura popular.

Tenian los Senadores sin proveer el cargo de Magiscatzín (que gobernaba como Cacique por la Republica el barrio principal de la ciudad) para que hiciese Cortés la eleccion, o seguir en ella su dictamen: y él, ponderando las atenciones que se debian a la buena memoria del difunto, nombró, y dispuso que nombrasen los demas, a su hijo mayor, mozo bien acreditado en el juicio y el valor, y de tanto espíritu que subió al tribunal sin estrañar la silla, ni hallar novedad en las materias del gobierno: y ultimamente díó tan buena cuenta de su capacidad en lo mas importante, que poco despues pidió con grandes veras el bautismo, y le recibió con pública solemnidad, llamandose Don Lorenzo de Magiscatzín; efecto maravilloso de las razones que oyó a Fray Bartolomé de Olmedo en la conversion de su padre, cuya fuerza, meditada y digerida en la consideracion, le fue llamando poco a poco al conocimiento de su ceguedad. Bautizóse tambien por este tiempo el Cacique de Yzucán, mancebo de poca edad, que vino a Tlascála con la investidura y representacion del nuevo Señorío para dar las gracias a Cortés de que hubiese determinado en su favor un pleyto que le ponian sus parientes sobre la herencia de su padre. Que todo se lo consultaban, comprometiendo en él sus diferencias los Caciques y particulares de los pueblos comarcanos, y recibiendo sus decisiones como leyes inviolables: tanto le veneraban, y tan seguros del acierto le obedecian.

El ruido que hicieron en la ciudad estas conversiones despertó al anciano Xicotencál, que andaba mal hallado con las disonancias de la gentilidad, y se dexaba estar en el error envejecido con una disposicion negligente, que se divertía con facilidad, o con falta de resolucion: vicio casi natural en la vejez. Pero el exemplar de Magiscatzín, hombre de igual autoridad a la suya, y el verle reducido a la Religion Católica en el artículo de la muerte, le hizo tanta fuerza, que dió los oidos a la enseñanza, y poco despues el corazon al desengaño, recibiendo el bautismo con pública detestacion de sus errores. No parece, a la verdad, que pudieron llegar a mejor estado los principios del Evangelio en aquella tierra, convertidos los magnátes y los sabios de la República, por cuyo dictamen se gobernaban los demás. Pero no dieron lugar a este cuidado las ocurrencias de aquel tiempo: Hernan Cortés embebido en las disposiciones de aquella conquista: Fray Bartolomé de Olmedo con falta de obreros que le ayudasen; y uno y otro en inteligencia de que no se podia tratar con fundamento de la Religion, hasta que, impuesto el yugo a los Mexicanos, se consiguiese la paz, que miraban como disposicion necesaria para traher aquellos ánimos belicosos de los Tlascaltécas al sosiego de que necesita la enseñanza, y nueva introduccion de la doctrina Evangélica. Dexóse para despues lo mas esencial: enfriaronse los exemplares, y duró la idolatría. Pudose lograr en los dias que se detuvo el exército el primer fruto, por lo menos, de aquella oportunidad favorable; pero no sabemos que se intentáse, o consiguiese otra conversion. Tiempo erizado, bullicios de armas, y rumores de guerra, enseñados a llevarse tras sí las demás atenciones, y algunas veces a que se oygan mejor las máximas de la violencia con el silencio de la razon.

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