Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO QUINTO.


CAPÍTULO SEXTO.

Llegan al exercito nuevos socorros de soldados Españoles. Retiranse a Cuba los de Narbáez, que instaron por su licencia. Forma Hernan Cortés segunda relacion de su jornada, y despacha nuevos Comisarios al Emperador.

Quejábase con alguna destemplanza Hernan Cortés de Francisco de Garay, porque no ignorando su entrada y progresos en aquella tierra, porfiaba en el intento de introducir conquista y poblacion por la parte de Panúco; pero tenia tan rara fortuna sobre sus émulos, que asi como le iba socorriendo Diego Velazquez con los medios que juntaba para destruirle, y mantener a Pámphilo de Narbáez, le sirvió Garay con todas las prevenciones que hacia para usurparle su jurisdiccion. Volvieron, como diximos en su lugar, rechazadas sus embarcaciones de aquella provincia, quando estaba nuestro exército en Zempoala: y durando en la resolucion de sujetarla, previno armada: juntó mayor número de gente, y envió sus mejores Capitanes a la empresa. Pero esta segunda invasion tuvo el mismo suceso, que la primera: porque apenas saltaron en tierra los Españoles, quando hallaron tan valerosa resistencia en los Indios naturales, que volvieron rotos y desordenados a buscar sus naves como pudieron: y atendiendo solo a desviarse del peligro , se hicieron a la mar por diferentes rumbos. Anduvieron perdidos algunos dias; y sin saber unos de otros, fueron llegando con poca intermision de tiempo a la costa de la Vera Cruz, donde se ajustaron a tomar servicio en el exército de Cortés, sin otra persuasion que la de su fama.

Tuvose por cuidado y disposicion del cielo este socorro: y aunque es verdad que pudo esparcir aquellas naves la turbacion de los soldados, o la impericia de los marineros, y arrojarlas el viento a la parte donde mas eran menester; el haber llegado tan a propósito de la necesidad, y por tantos accidentes y rodeos, fue un suceso digno de reflexlon particular; porque no suele caber, o cabe pocas veces tanta repeticion de oportunidades en los términos imaginarios de la casualidad.

Llegó primero un navío que gobernaba el Capitan Camargo con sesenta soldados Españoles: poco despues otro con mas de cincuenta de mejor calidad y siete caballos a cargo del Capitan Miguel Diaz de Auz, Caballero Aragonés, y tan señalado en aquellas conquistas, que fue su persona socorro particular: y ultimamente la nave del Capitan Ramirez , que tardó algo mas, y llegó con mas de quarenta soldados y diez caballos con abundante provision de víveres y pertrechos. Desembarcaron unos y otros, y sin detenerse los primeros a recoger el resto de su armada, marcharon la vuelta de Tlascála: dexando exemplo a los demas para que siguiesen el mismo viage, como lo executaron todos voluntariamente: porque hacian ya tanto ruido en las Islas cercanas los progresos de la Nueva España, que tenian ganada la inclinacion de los soldados, faciles siempre de llevar adonde llama la prosperidad o la conveniencia.

Creció considerablemente con este socorro el número de Españoles: llenaronse los ánimos de nuevas esperanzas: reduxeronse a gritos de alegria los cumplimientos de los soldados: abrazabanse como amigos los que solo se conocian como Españoles: y el mismo Hernan Cortés, no cabiendo en los límites de su autoridad, se dexó llevar a los excesos del contento, sin olvidarse de levantar al cielo el corazon, atribuyendo a Dios, y a la justificacion de la causa que defendia, todo lo maravilloso, y todo lo favorable del suceso.

Pero no bastó esta felicidad para que se quietasen los de Narbaez, que volvieron a instar a Cortés sobre que les diese licencia para retirarse a la Isla de Cuba, en que le reconvenian con su misma palabra; y no podia negar que los llevó con este presupuesto a la expedicion de Tepeáca, ni quiso entrar con ellos en nueva negociacion, porque se hallaba con Españoles de mejor calidad; y no era tiempo ya de sufrir involuntarios y quejosos que hablasen con desconsuelo en los trabajos que alli se padecían, culpando a todas horas la empresa de que se trataba. Gente perjudicial en el quartel, inutil en la ocasion, y engañosa en el número; porque se cuentan como soldados, faltando en el exército algo mas que los ausentes.

Mandó publicar en el cuerpo de guardia y en los alojamientos: Que todos los que se quisiesen retirar desde luego a sus casas, lo podrian executar libremente, y se les daria embarcacion con todo lo necesario para el viage: de cuya permision usaron los mas, quedandose algunos a instancia de su reputacion. Dexa de nombrar Bernal Diaz a los que se quedaron, y nombra prolixamente a casi todos los que se fueron: defraudando a los primeros, y gastando el papel en deslucir a los segundos; quando fuera mas conforme a razon que perdiesen el nombre los que hicieron tan poco por su fama. Pero no se debe pasar en silencio que fue uno de los que se retiraron entonces Andres de Duero, a quien hemos visto en varios lances amigo y confidente de Cortés: y aunque no se dice la causa de esta separacion, se puede creer que hubo poca sinceridad en los pretextos de que se valió para honestar su retirada; porque le hallamos poco despues en la corte del Emperador haciendo ruido entre los Ministros con la voz y con la causa de Diego Velazquez. Si hubo alguna queja entre los dos que diese motivo al rompimiento, sería la razon de Cortés: porque no parece creible que la tuviese quien hizo tan poco por ella y por sí, que halló salida para dexar a su amigo en el empeño, y para tomar contra él una comision, en que se hallaba indignamente obligado a informar contra lo que sentia, o cautivar su entendimiento en obsequio de la sinrazon.

Desembarazado Hernan Cortés de aquella gente mal segura y descontenta (cuya embarcacion y despacho se cometió al Capitan Pedro de Alvarado) tomó sus medidas con el tiempo que podria durar la fábrica de los bergantines: despachó nuevas órdenes a los confederados, previniendolos para el primer aviso: encargó a cada uno la provision de víveres y armas que debian hacer, segun el número de sus tropas: y en los ratos que le dexaba libres esta ocupacion, trató de acabar una re]acion en que iba recapitulando por menor todos los sucesos de aquella conquista, para dar cuenta de sí al Emperador, con ánimo de fletar baxel para España, y enviar nuevos Comisarios que adelantasen el despacho de los primeros, o le avisasen del estado que tenían sus cosas en aquella corte, cuya dilacion era ya reparable, y se hacia lugar entre sus mayores cuidados.

Puso esta relacion en forma de carta, y resumiendo en ella lo mas substancial de los despachos que remitió el año antecedente con Alonso Fernandez Portocarrero, y Francisco de Montejo, refirió con puntualidad todo lo que despues le habia sucedido, prospero y adverso, desde que salio de Zempoala, y consiguió a fuerza de hazañas y trabajos el entrar victorioso en la corte de aquel Imperio, hasta que se retiró quebrantado, y con pérdida considerable a Tlascála. Daba noticia de la seguridad con que se podia mantener en aquella provincia, de los soldados Españoles con que se iba reforzando su exército, y de las grandes confederaciones de Indios que tenia movidas para volver sobre los Mexicanos. Hablaba con aliento verdaderamente generoso en las esperanzas de reducir a la obediencia de su Magestad todo aquel Nuevo Mundo, cuyos términos por la parte septentrional ignoraban los mismos naturales. Ponderaba la fertilidad y abundancia de la tierra, la riqueza de sus minas, y las opulencias de aquellos Príncipes. Encareció el valor y la constancia de sus Españoles: la fidelidad y el afecto de los Tlascaltécas: y en lo concerniente a su persona dexaba que hablasen por él sus operaciones; aunque algunas veces se componia con la modestia, dando estimacion a la conquista, sin obscurecer al Conquistador. Pedia breve remedio contra las sinrazones de Diego Velazquez y Francisco de Garay: y con mayor encarecimiento, que se le remitiesen luego soldados Españoles con el mayor número que fuese posible de caballos, armas y municiones: haciendo particular instancia en lo que importaba enviar Religiosos y Sacerdotes de aprobada virtud que ayudasen al Padre Fray Bartolomé de Olmedo en la conversion de aquellos Indios: punto en que hacia mayor fuerza, refiriendo que se habian reducido, y bautizado algunos de los que mas suponian, y dexado en los demás un género de inclinacion a la verdad, que daba esperanzas de mayor fruto. En esta substancia escribió entonces al Emperador, poniendo en su Real noticia los sucesos como pasaron, sin perdonar las menores circunstancias dignas de memoria. Dixo en todo sencillamente la verdad, dandose a entender con palabras de igual decoro y propiedad, como las permitía, o las dictaba la eloqüencia de aquel tiempo; no sabemos si bastante, o mejor para la claridad significativa del estilo familiar: aunque no podemos negar que padeció alguna equivocacion en los nombres de provincias y lugares, que como eran nuevos en el oido, llegaban mal pronunciados, o mal entendidos a la pluma.

Cometió esta legacia, segun Bernal Diaz del Castillo, a los Capitanes Alonso de Mendoza, y Diego de Ordaz: y aunque Antonio de Herrera nombra solo al primero, no parece verisímil que dexáse de llevar compañero para una diligencia de esta calidad, en que se debian prevenir las contingencias de tan largo viage: y en la instruccion que recibieron de su mano, les ordenaba, que antes de manifestar su comision en España, ni darse a conocer por Enviados suyos, se viesen con Martin Cortés su padre, y con los Comisarios del año antecedente, para seguir o adelantar la negociacion de su cargo, segun el estado en que se halláse la Primera instancia. Remitió con ellos nuevo presente al Rey, que se compuso del oro y otras curiosidades que habia de reserva en Tlascála, y de lo que dieron para el mismo efecto los soldados, liberales entonces de sus pobres riquezas, a que se agregó tambien lo que se pudo adquirir en las expediciones de Tepeáca y Guacachúla: menos quantioso que el pasado, pero mas recomendable, por haberse juntado en el tiempo de la calamidad, y deberse considerar como resulta de las pérdidas, que iban contesadas en la relacion.

Parecióle tambien que debian escribir al Rey en esta ocasion los dos Ayuntanlientos de la Vera Cruz y Segura de la Frontera, que tenian voz de República en aquella tierra: y ellos formaron sus cartas, solicitando las mismas asistencias, y representando a su Magestad, como punto de su obligacion, lo que importaba mantener a Hernan Cortés en aquel gobierno: porque, así como se debian a su valor y prudencia los principios de aquella grande obra, no sería facil hallar otra cabeza, ni otras manos que bastasen a ponerla en perfeccion. En que dixeron con ingenuidad lo que sentían, y lo que verdaderamente convenia en aquella sazon. Dice Bernal Diaz que vió las cartas Hernan Cortés: dando a entender, que fue solicitada esta diligencia: y es muy creible que las viese; pero tambien es cierto que hallaría en ellas una verdad, en que pudo añadir poco la lisonja o la contemplacion: y despues se queja de que no se permitíese a los soldados su representacion a parte; no porque dexáse de sentir lo mismo que los dos Ayuntamientos (que asi lo confiesa y lo repite) sinó porque tratandose de la conservacion de su Capitan, quisiera decir su parecer con los demás, y suponer en esto lo que verdaderamente suponia en las ocasiones de la guerra. Pase por ambicion de gloria: vicio que se debe perdonar a los que saben merecer, y esta cerca de parecer virtud en los soldados.

Partieron luego Diego de Ordaz, y Alonso de Mendoza en uno de los baxeles que arribaron a la Vera Cruz, con toda la prevencion que pareció necesaria para el viage. Y poco despues resolvió Hernan Cortés que se fletáse otro para que pasasen los Capitanes Alonso Dávila, y Francisco Alvarez Chico con despachos de la misma substancia para los Religiosos de San Gerónimo, que presidian a la Real Audiencia de Santo Domingo, unica entonces en aquellos parages, y suprema, como diximos, para las dependencias de las otras Islas, y de la Tierra Firme que se iba descubriendo. Participóles todas las noticias que habia dado al Emperador solicitando mas breves asistencias para el empeño en que se hallaba, y mas pronto remedio contra los desórdenes de Velazquez y Garay. Y aunque reconocieron aquellos Ministros su razon, y admiraron su valor y constancia, no se hallaba entonces la Isla de Santo Domingo en estado que pudiese partir con él sus cortas prevenciones. Aprobaron, y ofrecieron apoyar con el Emperador todo lo que se había obrado, y solicitar por su parte los socorros de que necesitaba empresa tan grande y tan adelantada: encargandose de reprimir a sus dos émulos con órdenes apretadas y repetidas: en cuya conformidad respondieron a sus cartas, y volvieron brevementé aquellos Comisarios mas aplaudidos que bien despachados en el punto de los socorros que se pedian. Pero antes que pasemos a la narracion de nuestra Conquista, y entretanto que se dá calor a la fabrica de los bergantines, y a las demás prevenciones de la nueva entrada, será bien que volvamos al viage de los otros dos Comisarios, y al estado en que se hallaban las cosas de la Nueva España en la corte del Emperador: noticia que ya se hace desear, y de aquellas que sirven al intento principal, y se permiten al historiador como digresiones necesarias, que importan a la integridad, y no disuenan a la proporcion de la Historia.

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