Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de Solís | Anterior | Siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LIBRO SEGUNDO.
CAPÍTULO SÉPTIMO.
Renuncia Hernan Cortes en el primer Ayuntamiento, que se hizo en la Vera Cruz, el título de Capitan General, que tenia por Diego Velazquez: vuelvenle a eligir la Villa y el pueblo.
EL dia siguiente por la mañana se juntó el Ayuntamiento con pretexto de tratar algunos puntos concernientes a la conservacion y aumento de aquella poblacion: y poco despues pidió licencia Hernan Cortés para entrar en él a proponer un negocio del mismo intento. Pusieronse en pie los Capitulares para recibirle: y él, haciendo reverencia a la Villa, pasó a tomar el asiento inmediato al primer Regidor, y habló en esta substancia, o poco diferente:
Ya, Señores, por la misericordia de Dios, tenemos en este Consistorio representada la persona de nuestro Rey, a quien debemos descubrir nuesttros corazones, y decir sin artificio la verdad, que es el vasallage en que mas le reconocemos los hombres de bien. Yo vengo a vuestra presencia, como si llegára a la suya, sin otro fin que el de su servicio, en cuyo zelo me permitiréis la ambicion de no confesarme vuestro inferior. Discurriendo estais en los medios de establecer esta nueva República, dichosa ya en estar pendiente de vuestra direccion. No será fuera de propósito que oigais de mí lo que tengo premeditado y resuelto, para que no camineis sobre algun presupuesto menos seguro, cuya falta os obligue a nuevo discurso y nueva resolucion. Esta Villa, que empieza hoy a crecer al abrigo de vuestro gobierno, se ha fundado en tierra no conocida, y de grande poblacion: donde se han visto ya señales de resistencia, bastantes para creer que nos hallamos en una empresa dificultosa, donde neccsitarémos igualmente del consejo y de las manos; y donde muchas veces habrá de proseguir la fuerza lo que empezáre, y no consiguiere la prudencia. No es tiempo de máximas políticas, ni de consejos desarmados. Vuestro primer cuidado debe atender a la conservacion de ese exército que os sirve de muralla: y mi primera obligacion es advertiros, que no está hoy como debe, para fiarle nuestra seguridad y nuestras esperanzas. Bien sabeis que yo gobierno el exército sin otro título que un nombramiento de Diego Velazquez, que fue con poca intermision escrito y revocado. Dexo a parte la sinrazon de su desconfianza, por ser de otro propósito; pero no puedo negar que la jurisdiccion militar, de que tanto necesitamos, se conserva hoy en mí contra la voluntad de su dueño, y se funda en un título violento que trahe consigo mal disimulada la flaqueza de su origen. No ignoran este defecto los soldados; ni yo tengo tan humilde el espíritu, que quiera mandarlos con autoridad escrupulosa; ni es el empeño en que nos hallamos para entrar en él con un exército que se mantiene mas en la costumbre de obedecer, que en la razon de la obediencia. A vosotros, Señores, toca el remedio de este inconveniente: y el Ayuntamiento, en quien reside hoy la representacion de nuestro Rey, puede en su real nombre proveer el gobierno de sus armas, eligiendo persona en quien no concurran estas nulidades. Muchos sugetos hay en el exército capaces de esta ocupacion; y en qualquiera que tenga otro género de autoridad, o que la reciba de vuestra mano, estará mejor empleada. Yo desisto desde luego del derecho que pudo comunicarme la posesion, y renuncio en vuestras manos el título que me puso en ella, para que discurrais con todo el arbitrio en vuestra eleccion, y pueda aseguraros que toda mi ambicion se reduce al acierto de nuestra empresa, y que sabré sin violentarme acomodar la pica en la mano que dexa el baston: que si en la guerra se aprehende el mandar obedeciendo, tambien hay casos en que el haber mandado enseña a obedecer.
Dicho esto, arrojó sobre la mesa el título de Diego Velazquez, besó el baston, y dexandole entregado a los Alcaldes, se retiró a su barraca. No debía de llevar inquieto el ánimo con la incertidumbre del suceso: porque tenia dispuestas las cosas de manera, que aventuró poco en esta resolucion; pero no carece de alabanza la hidalguia del reparo, y el arte con que apartó de sí la debilidad o menos decencia de su autoridad. Los Capitulares se detuvieron poco en su eleccion: porque algunos tendrian meditado lo que habian de proponer; y otros no hallarían que replicar. Votaron todos que se admitiese la dexacion de Cortés; pero que se le debia obligar a que tomáse de nuevo a su cargo el gobierno del exército, dandole su título la Villa en nombre del Rey, por el tiempo, y en el interin que su Magestad otra cosa ordenáse: y resolvieron que se comunicáse al pueblo la nueva eleccion, para ver cómo se recibia, o porque no se dudaba de su beneplácito. Convocóse la gente a voz de pregonero : y publicada la renunciacion de Cortés, y el acuerdo del Ayuntamiento, se oyó el aplauso que se esperaba, ó el que se habia prevenido. Fueron grandes las aclamaciones, y el regocijo de la gente. Unos victoreaban al Ayuntamiento por su buena eleccion: otros pedian a Cortés, como si se le negáran: y si algunos eran de contrario sentir, o fingian el contento a voces, o cuidaban de que no se hiciese reparar el silencio. Hecha esta diligencia, partieron los Alcaldes y Regidores, llevando tras sí la mayor parte de aquellos soldados, que ya representaban el pueblo, a la barraca de Hernan Cortés, y le dixeron, o notificaron, que la Villa Rica de la Vera Cruz en nombre del Rey Don Carlos, y con sabiduría y aprobacion de sus vecinos, en concejo abierto le habia elegido y nombrado por Gobernador del exército de Nueva España: y en caso necesario le requeria y ordenaba que se encargáse de esta ocupacion, por ser asi conveniente al bien público de la villa, y al mayor servicio de su Magestad.
Aceptó Hernan Cortés con grande urbanidad y estimacion el nuevo cargo (que asi le llamaba para diferenciarle, hasta en el nombre, del que habia renunciado) y empezó a gobernar la milicia con otro género de seguridad interior, que hacia sus efectos en la obediencia de los soldados.
Sintieron esta novedad con grande imprudencia los dependientes de Diego Velazquez; porque no se ajustaron a disimular su pasion, ni supieron ceder a la corriente, quando no la podian contrastar. Procuraban desautorizar al Ayuntamiento, y desacreditar a Cortés, culpando su ambicion, y hablando con desprecio de los engañados que no la conocian. Y como la murmuracion tiene oculto el veneno, y no sé qué dominio sobre la inclinacion de los oídos, se hacia lugar en las conversaciones, y no faltaba quien la escucháse, y procuráse adelantar. Hizo lo que pudo Hernan Cortés para remediar en los principios este inconveniente, no sin rezelo de que se lleváse tras sí a los inquietos, o perturbáse a los fáciles de inquietar. Tenia ya experimentado el poco fruto de su paciencia, y que los medios suaves le producian contrarios efectos, poniendo el daño de peor calidad; y asi determinó valerse del rigor, que suele ser mas poderoso con los atrevidos. Mandó que se hiciesen algunas prisiones, y que publicamente fuesen llevados a la armada, y puestos en cadena Diego de Ordaz, Pedro Escudero, y Juan Velazquez de Leon. Puso grande terror en el exército esta demostracion; y él trataba de aumentarle, diciendo con entereza y resolucion, que los prendia por sedicíosos y turbadores de la quietud pública; y que había de proceder contra ellos hasta que pagasen con la cabeza su obstinacion: en cuya severidad, verdadera o afectada, se mantuvo algunos dias sin llegar a lo estrecho de la justicia, porque deseaba mas su emienda que su castigo. Estuvieron al principio sin comunicacion; pero despues se la concedió, dando a entender que la toleraba: y se valió mañosamente de esta permision para introducir algunos de sus confidentes que procurasen reducirlos y ponerlos en razon; como lo consiguió con el tiempo, dexandose desenojar tan autorizadamente, que los hizo sus amigos, y estuvieron a su lado en todos los accidentes que se le ofrecieron despues.
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