Indice de Las tinajas de Ulúa de Teodoro Hernández Santanón en el movimiento de AcayucanBiblioteca Virtual Antorcha

Teodoro Hernández

LAS TINAJAS DE ULÚA

Santiago de la Hoz, exponente de rebeldía


En la plática de Santiago R. de la Vega en el homenaje rendido a la memoria de Juan Sarabia, después de referirse a los movimientos revolucionarios de antes de 1900, dijo que ninguno de esos acontecimientos influyó directamente en la oposición que con lineamientos nacionales organiza Camilo Arriaga contra la dictadura porfirista en 1899. Recordó que en el Congreso Liberal verificado en 1901 en San Luis Potosí, se discute el problema agrario, nombre que textualmente desde entonces se le da.

Recuerda también que en el programa del Partido Liberal Mexicano, expedido por la Junta, abiertamente revolucionaria de Saint Louis Missouri, en 1906, están contenidas en embrión las reformas que después se ven figurar como preceptos de la Constitución en 1917, articulados bajo los números 27 y 123.

El general Rubén García escribió en El Universal una serie de artículos, que luego coleccionó en un libro con el título El Antiporfirismo. En uno de esos artículos apunta que los más auténticos precursores de la gran revolución, fueron los eternos rebeldes de 1901, 1906 y 1908, afiliados al Partido Liberal Mexicano.

En verdad el Partido Liberal a partir del Congreso organizado por Camilo Arriaga y otros liberales, en San Luis Potosí, fue el origen del movimiento de 1910.

Se ha dicho que el exponente de la personalidad, es la rebeldía. En esta categoría tenemos que catalogar al esforzado extinto joven veracruzano, quien sucumbió el 22 de marzo de 1904, víctima de las traidoras ondas del río Bravo del Norte, su cadáver quedó en el cementerio de Laredo, Tamps.

Santiago murió a la temprana edad de veinte años. Perseguido tenazmente por el régimen de la Dictadura, hubo de expatriarse en compañía de los hermanos Flores Magón y de Juan Sarabia, después de haber sufrido reclusión en las mazmorras de Belén, donde no faltaron esbirros que lo rodearan de toda suerte de pequeñas miserias.

No fue Santiago de la Hoz, magüer sus pocos años, uno de esos luchadores improvisados, sino uno de esos espíritus facetados que saben lo que quieren y a dónde van, aun comprendiendo los grandes sacrificios que les esperan. Su recuerdo va unido él otro tristísimo para mí: al de la muerte de mi padre en Veracruz, acaecida el 24 de octubre del año de 1900. La noche de ese día, reunidos varios jóvenes entonces en torno del cadáver de mi padre, acordamos fundar el Club Sebastián Lerdo de Tejada, conforme a las bases del Club Liberal Ponciano Arriaga, de San Luis Potosí.

Desde entonces empezamos la lucha contra el régimen del general Porfirio Díaz aquellos jóvenes reunidos en el hogar de duelo, de los cuales algunos torcieron la ruta y otros se retiraron de la dura brega, decepcionados o abatidos. ¡Como en un reflejo lejano viene a mí la remembranza evocada de aquella solemne fecha!

El desaparecido sabía que una lucha social se podía descubrir en el entrevero de aquella época. Alguna vez dijo a quien esto escribe, que lo visitaba en su fatídica prisión. que él preveía para un futuro no muy lejano, una revolución; pero no una revolución como las que se habían registrado anteriormente, sino una gran revolución que sacudiría y removería todos los escombros y las ruinas morales de la época citada; una gran revolución cuyos ecos repercutirían infinitamenle y cuyo impulso vigoroso e incontrolable se proyectaría en el Continente indo-americano.

Así fue como Santiago de la Hoz previó la lucha cruenta que había de surgir pocos años después, y así fue cómo se resolvió, en el estremecimiento de una convicción profunda, a ser uno de los precursores de la Revolución Mexicana.

Cuando se hace un sintético balance de la Revolución, parece que se vuelve a vivir aquellos tiempos en que las luchas y sufrimientos unieron para siempre a los precursores con vlnculos espirituales; pudiendo asegurarse por esto que los miembros del grupo que forman, se ven como pertenecientes a una familia moral. Todos y cada uno de ellos, por lo general, a que la integridad del Grupo no sea maculada, y a honrar la memoria de los que han desaparecido. Así el general Juan José Ríos, ante la injusticia cometida otorgándose condecoraciones a falsos veteranos de la Revolución y olvidándose a los precursores auténticos, declinó con firmeza y dignidad las que a él se le dicernieron, alegando, entre otras cosas, que mientras a sus compañeros del grupo de precursores no se les hiciera justicia, prefería, respecto a esas distinciones, que se le tuviera también en el olvido. Asi Enrique Flores Magón, ante esa misma injusticia, se dirigió a la Defensa Nacional, pidiéndole que declarara si existían o no los precursores de la Revolución. Así ei general José María Leyva ha defendido a los que ya no pueden hacerlo por estar muertos, y que han sido calumniados.

La publicación de estos artículos no ha tenido otro objeto que el de que se haga justicia a los precursores, expresando hechos que, por su propia naturaleza, hacen luz en mistificaciones aparecidas de vez en cuando, en periódicos, folletos y libros, escritas por personas que han sido impresionadas con informaciones falsas. No nos referiremos aquí a quienes deliberadamente han falseado los hechos para usurpar esfuerzos legítimos. Tales individuos son sencillamente despreciables.

Nos hemos esforzado por localizar los procesos de los precursores como una valiosa aportación para la auténtica Historia de la Revolución Mexicana que se escriba; pero no lo hemos conseguido hasta ahora, y no sabemos si podamos conseguirlo, pues en carta que conservamos del general Juan José Ríos, fechada en Puebla el 30 de mayo de 1940, nos dice:

En cuanto a los datos que me pide sobre el paradero del proceso de nosotros en 1906, nada puedo decirle, pues residió en Veracruz en sus primeros años y después en Tehuantepec, si mal no recuerdo.

Supe, una vez, por el extinto general Miguel Alemán, que tratando él de inquirir estos datos por el Istmo, tuvo la noticia de que los archivos fueron quemados, y nada pudo averiguar, pero de esa fechas para acá, nada he vuelto a saber.

Sentimos, por otra parte, no conservar la correspondencia que nos cruzamos con los miembros del mismo Partido, encargados en las distintas partes del país, de organizar el movimiento revolucionario de 1906; pues parte de ella la perdimos por los cateos que nos hicieron en las distintas persecuciones que sufrimos; y parte por no haberla podido recoger después, de los distintos lugares en que la dejamos para su guarda.

En aquella época la audacia de los precursores de afrontar todas las situaciones, era objeto de las injurias de los turiferarios; pero ellos supieron sobrellevarlas con desdén, porque sabían que de este modo se hacían dignos del triunfo. Y además, se luchaba por ideas, por doctrinas, por concepciones; y parafraseando a un escritor argentino, puede decirse que sólo los golpes que daban sobre esas concepciones, esas doctrinas y esas ideas, podían entristecerlos. Los que daban sobre el hombro no podían inquietarlos. ¿Qué importaba que el brazo cayera destrozado y sangriento, si se salvaba la obra?

Muchos de los precursores, ya en avanzada edad y enfermos, se encuentran en la pobreza; y es de considerarse que alguna atención oficial merezcan, ya que ellos pusieron los cimientos para la realización del programa social de la Revolución dándole su juventud y aún su sangre, olvidándose de sí mismos en aras de su ideal.

Terminamos estas líneas con las palabras que escribimos en otra ocasión:

Los supervivientes idealistas de aquella época, guardan todavía en la reverberación de su mirada pensativa, la huella de prisiones torturantes donde reflexionaban, inclinando su letal cabeza en durísimo lecho, sobre las ingratas elecciones de la muerte ... En su sensorio vibra aquel dolor, -pues es dolor todavía-. Un reflejo lejano les aviva en su mente el recuerdo de aquellos tiempos de luchas juveniles, como el ideal les alumbraba en las oscuras soledades de las mazmorras. El dolor que ayer fue impulso y anhelo, hoy es símbolo, como el de la huella perenne que deja el torrente fragoroso ...
Indice de Las tinajas de Ulúa de Teodoro Hernández Santanón en el movimiento de AcayucanBiblioteca Virtual Antorcha