Teodoro Hernández LAS TINAJAS DE ULÚA
Alejandro M. Bravo sufrió también los rigores de las tinajas Un deber es para nostros dar a conocer, como integrante del grupo de revolucionarios de aquella época, los nombres de ellos y los esfuerzos y sacrificios que desplegaron para despertar la conciencia nacional, ya que, como alguien ha dícho, la historia de los liberales precursores de la Revoludón Mexicana no se ha hecho porque todavía permanece en la tinta de los juzgados. Débiles en apariencia, por falta de elementos para acción punitiva, tenían sin embargo, fuerza espiritual y moral bastantes, para mantener incólume el fuego de sus ideales, sin que, ni las persecuciones, ni las prisiones, ni el sacrificio de la vida misma, en fin, pudieran domeñar sus juveniles rebeldías. Los supervivientes del precursorato que estuvieron en las mazmorras de Ulúa, llevan en su sensorio bien impresos los padecimientos de aquel antro. La época de los precursores fue la más azarosa. Con clara comprensión de los hombres y de las cosas, allí lo expresó el doctor Pedro de Alba en el discurso que pronunció en la velada que para rendir homenaje a la memoria de Juan Sarabia, se efectuó el 29 de octubre de 1932, en el Anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria. Pero no siempre se ha honrado la memoria de los precursores como es debido. En El Universal de 7 de agosto de 1937, el licenciado Armando Z. Ostos hace una relación de las realizaciones de carácter revolucionario llevadas a cabo por las autoridades de Tampico. donde él, el licenciado Ostos. se encontraba de visita; y en alguna parte de esa relación, refiriéndose a la cárcel municipal, expresa: No obstante que iba mal prevenido, siquiera puedo asentar que no anda mal lo relativo a higiene y que, si bien los reclusos están aglomerados en las crujías por su poca capacidad, en cambio disfrutan de sanos alimentos y de suficiente agua para el aseo; ya no se encuentran en el abandono de lejanos tiempos con sus galeras insalubres y su alimentación asesina. ¡Felizmente no son zahurdas como existen en otras partes! Lo que me pareció una ironía a la par que una impertinencia, es que cada crujía lleve el nombre de alguno de los precursores de la Revolución, ya que es una injusticia, verbigracia, que Ricardo Flores Magón y Librado Rivera, como símbolos de los esfuerzos para las nuevas transformaciones sociales, no merezcan otro honor a su memoria que el de ser recordados en los antros de reclusión. Estas palabras del licenciado Ostos dictadas seguramente por la emoción de un temperamento revolucionario, sugieren en verdad,
melancólicas reflexiones. Alejandro M. Bravo, fue de los más entusiastas por las ideas reivindicadoras del pueblo mexicano, en el Distrito de Uruapan, del Estado de Michoacán. Abrazó con ardor la causa que defendía el Partido Liberal Mexicano al resurgir éste con motivo de la celebración del Congreso Liberal de San Luis Potosí organizado por iniciativa del ingeniero Camilo Arriaga. Fue uno de los miembros más activos del Club Liberal establecido en Uruapan en 1904, y a partir de entonces su entusiasmo por la lucha lo convirtió en un constante propagandista de las ideas liberales. Convencido de que la dictadura porfirista era la principal culpable de que se violaran las Leyes de Reforma, sus actividades se enderezaron contra ella, secundando la labor que hacía la prensa revolucionaria que encabezaba Ricardo Flores Magón; y así se le pudo ver en los distintos pueblos que recorría del mencionado Distrito de Uruapan, sembrando cada día con mayor éxito, la semilla de la Revolución. Uno de sus familiares nos ha proporcionado los siguientes datos sobre las actividades desarrolladas por esa otra víctima que después de cinco años de cautiverio, salió de Ulúa envejecido y enfermo para morir al poco tiempo. Al precipitarse los acontecimientos de 1906, con motivo de los levantamientos de Acayucan, en el Estado de Veracruz y de Jiménez, en Coahuila, se encontraba Alejandro M. Bravo en Uruapan, de donde iba a partir para uno de los pueblos del Distrito en que lanzaría el grito de rebelión a la cabeza de un pequeño grupo que estaba organizando; pues había sido designado jefe del movimiento en el Estado de Michoacán, por la Junta Revolucionaria presidida por Flores Magón. Circunstancias imprevistas lo detuvieron más del tiempo necesario en Uruapan y fue aprehendido por la autoridad política que para ello recibió orden telegráfica de carácter urgente del Gobierno. Con este motivo, los elementos que lo secundarían, según compromisos establecidos, se diseminaron por diferentes partes del Estado de Michoacán, en lugar de haber principiado la lucha por sí mismos. Alejandro M. Bravo fue conducido al día siguiente de su captura a la ciudad de México y de aquí a la de Chihuahua, donde se les formó el proceso a todos los conspiradores que fueron capturados. El gobernador de Chihuahua, Creel, después de dar los informes de los arrestos, decía al general Díaz: Las aprehensiones se hicieron bajo la dirección del señor general don José María de la Vega y con la ayuda muy eficaz del jefe político de Ciudad Juárez, y de su comandante de policía Antonio Ponce. También ha prestado muy buenos servicios el Capitán Castro (Jiménez Castro), y mucho ha trabajado el Cónsul Mallén, aunque le hacen algunos cargos por haberle faltado tino para aprehender a Ricardo Flores Magón ... En El Paso se recogieron a los presos documentos y correspondencia que dieron a la policía de Creel, base para nuevas aprehensiones. El gobernador de Chihuahua se mostró satisfecho de la labor realizada, deplorando sólo que se nos haya escapado Magón, como dijo en su carta al general Díaz. Ricardo Flores Magón consiguió escapar con Modesto Díaz, mientras la policía lo buscaba en El Paso. y refugiarse en Los Angeles, California. El 21 de octubre llegaron Juan Sarabia, César E. Canales y Vicente de la Torre, bien custodiados, a la cárcel de Chihuahua; habiendo sido transportados de Ciudad Juárez para que el juicio que se les siguiera hiciese un escarmiento; el gobernador Creel quería que el juez de la causa estuviese bajo sus órdenes absolutamente. El Presidente Díaz telegrafió a su gobernador en Chihuahua, el 23 de octubre: ... Diga usted al Juez que el caso es excepcional y que debe emplear toda la severidad que sea posible y que quepa dentro de la Ley, y en algunos casos preparar los procedimientos para que quepa. Con ese espíritu en las esferas oficiales había que esperar para los presos el máxímo de la pena: Juan SarabIa, César E. Canales y Vicente de la Torre, fueron condenados a siete años de prisión, en enero de 1907; otros liberales arrestados en el Estado de Chihuahua, Eduardo González, Antonio Balboa, Elfego Lugo, Nemesio Tejada, Alejandro Bravo, fueron condenados a penas que variaban de uno a cuatro años. Todos ellos fueron a dar con sus huesos al fatídico presidio de Ulúa. El 30 de octubre. Creel telegrafió al general Díaz: De las personas comprometidas en Chihuahua, han sido aprehendidas hasta la última. Falta ahora limpiar otros Estados ... Y la limpia se hizo, numerosos revolucionarios, comprometidos o no en el levantamiento frustradO, fueron encarcelados por largos años en las mazmorras porfiristas. En la ciudad de México cayeron, entre otros, Martínez Carrión y Pérez Fernández, redactor y administrador de El Colmillo Público, y condenados a largos años de prisión. Martínez Carrión contrajo la enfermedad de tifo en la cárcel de Belén y murió en el Hospital Juárez a donde se le condujo. Alejandro M. Bravo, falleció en esta capital, como van desapareciendo, casi todos los auténticos Precursores de la Revolución: en la pobreza. En Chihuahua se le formó el proceso a Alejandro M. Bravo juntamente con los conspiradores de aquella entidad, entre los que se encontraban Juan Sarabia, César E. Canales, Vicente de la Torre y otros que fueron a dar con sus huesos a la fortaleza de San Juan de Ulúa. Al caer en. poder del gobierno la lista de los conjurados en la República, funcionó el telégrafo y se hicieron innúmeras aprehensiones, y como el hecho de que la Junta Revolucionaria con Sarabia y los que lo acompañaban, se constituyese en Ciudad Juárez, era la señal para el levantamiento de todos los grupos de liberales, al ser aprehendidos aquéllos por una traición, el movimiento general no pudo operarse, habiéndose levantado solamente los grupos de Acayucan y de Jiménez en Coahuila.