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GOBIERNO REVOLUCIONARIO: TALISMAN QUE OCULTA TODOS LOS ABUSOS

Cuando se ama apasionadamente a su patria, cuando se ha visto durante cinco años, a un pueblo generoso hacer todo género de esfuerzos y sacrificios para que éste fuera libre; y cuando al examinar los resultados no se percibe nada más que la opresión ... al hombre valeroso que no hizo en vano el juramento de vivir libre o morir, le es difícil tomar, cuando se levanta el velo de esta opresión, otros acentos que los de la indignación y la abnegación republicana que no conoce límites, ni circunspecciones políticas, que ningún peligro puede contener ante la pérdida de la libertad.

Sin embargo, quiero hoy hacer el esfuerzo sumamente penoso de mantener la sangre fría mientras sondeo la llaga de mi país, quiero asegurar a los mandatarios del pueblo que únicamente me anima el amor a la libertad, que dejarán de tener en mí un censor, y que me transformaré, por el contrario, en cantor de sus hazañas el día en que descansen sobre la base de los principios de la inmutable y eterna justicia. Esclavo de la libertad, si es necesario adopto la actitud reptante y el tono de súplica para conjurar a los legisladores a que nos la devuelvan, para asegurarles que ése es el único medio de que disponen para conquistar el verdadero amor de los franceses, y de hacer olvidar las debilidades que han tolerado o la complicidad que ha conducido a dieciocho meses de ultratiranía, a dieciocho meses de crímenes feroces y de antropofagismo.

Pero no se me exija aquella táctica acompasada que los diplomáticos llaman prudencia, y que se opone a que se descubra de un golpe, sin reservas, sin gradaciones, el abismo espantoso en donde ha caído la patria. Llamo a estos rodeos mentiras, transacciones pérfidas con la libertad. La libertad no puede esperar más tiempo mientras sus hijos agonizan en el precipicio; requiere socorros rápidos, simultáneos, como los que necesitan quienes corren un peligro apremiante. No conozco nada más certero que la táctica de Marat, la táctica de la verdad. Siempre que se ha mostrado bien sus llagas al pueblo, se las ha curado, porque es él mismo su mejor médico.

Es pues con calma y veracidad, como quiero dirigirme a los mandatarios del soberano, para hacerles mi profesión de fe, en estos términos:

Veo en el orden actual de la administración pública la perturbación del sistema popular; abstracciones políticas en vez de principios, continúa el estupor y el encogimiento propios de la esclavitud en lugar de la energía característica de los países libres; un gobierno oligarca en lugar de un régimen republicano; un senado casi nulo, constantemente dirigido, según la acertada frase de Lecointre, por algunas compañías de gobernantes; un pueblo desgraciado, consternado, incierto de su estado, no sabiendo a qué atenerse, y no viendo en la revolución más que una gran calamidad.

Demostrar a todos los republicanos la existencia de la oligarquía comitatorial, que tiraniza al pueblo y a la Convención misma, descubrirles su cuna, su crecimiento, sus enfermedades temporales, sus convalecencias y sus resurrecciones; mostrar por qué puertas han salido las violaciones y los abusos, los males que cada una de ellas ha acarreado; resucitar la moral del pueblo para devolverle su energía, hacede reconocer sus principios y sus derechos, los únicos que garantizan buenas leyes y libertad; sustituir el lenguaje de la adulación rastrera por el idioma libre del democratismo, para reclamar la corección de todos los errores legislativos ... ¡he aquí, mandatarios, a fin de que ni vosotros ni nadie lo ignore, hacia qué blanco van a ir dirigidas mis intenciones, mis esfuerzos, mi carrera!

¿Pero tiende todo esto a derribar el sistema revolucionario? ... Ciudadanos - mandatarios, ¿no es ya tiempo de que las palabras dejen de asustamos? ¿Por qué el gobierno revolucionario continúa siendo el talismán que cobija todos los abusos sin siquiera permitir que nos lamentemos? ¿Por qué exigir rodeos, sutilezas, disimulo? Pues bien, sí, todos los amigos de la libertad tienden a la caída del gobierno revolucionario, y la razón está en que él es la subversión de toda libertad. ¿Por qué no se permite decirlo claramente? Lo dejáis decir y lo decís vosotros mismos en términos ambiguos. ¿Qué significan estos logogrifos políticos? ¿Qué pueblo somos si estamos obligados a hablar una lengua de jerga? Dejáis que se clame, clamáis vosotros mismos contra el terrorismo, el gobierno de sangre, el gobierno de Robespierre, la tiranía de Robespierre, el despotismo de vuestros antiguos comités, lo que es, y todo el mundo estará de acuerdo, el gobierno revolucionario, y sin embargo es aún un crimen clamar contra este gobierno revolucionario, llamándole por su nombre. Demos una definición de las cosas y comprendamos las palabras. ¿Qué es el gobierno revolucionario? Para mí es el terrorismo, el gobierno de la sangre, el gobierno de Robespierre, la tiranía de Robespierre, el despotismo de los comités, y sus atroces resultados, la guillotina, los fusilamientos, los ahogados, el encogimiento, la desesperación, las múltiples escaseces, privaciones y miseria. ¿Y es todo esto lo que, como dijo Andres Dumont en la sesión del 10 de vendimiario, la Convención ha jurado mantener hasta la paz?

Pero no, ya no es este gobierno revolucionario; es otro. ¿No ven que ya no se guillotina, que no se fusila, que no nos ahoga como en tiempo de Robespierre y se dice y escribe más o menos lo que se quiere? ¿De qué os quejáis? El gobierno revolucionario que se os dice se quiere conservar, no existe más que para retener las diferentes partes del poder, para estar seguros de los nombramientos, de las administraciones, etc.; para rectificar todos los errores del pueblo cuya inepcia es tal, que no ha hecho otra cosa que escoger mal y ha colocado a todos sus enemigos, a excepción de nosotros, que somos sus amigos.

¿No podrá reprochar el pueblo a sus amigos exclusivos, el no haber calificado de enemigos a los otros electos más que para colocar a sus propios amigos? Pero los amigos de nuestros amigos no son nuestros amigos. El pueblo no ve en ellos más que los serviles seguidores de aquellos que les han dado vida y cuyo soplo puede devolverles a la sombra. El pueblo no ve en la creación de este rebaño de esclavos más que el medio del que se sirven todos los déspotas para multiplicar las raíces y los sostenes de su dominación. El pueblo no percibe ya las formas populares, democráticas, republicanas; se ve aniquilado, se ve reducido a nada.

Nadie discute que fue Robespierre quien hizo adoptar esta medida para asegurarse en todas partes protectores de su futura dominación absoluta. Conservar tal forma de institución, es pues, conservar el robespierrismo; quienes la sostienen no pueden ser más que pretendientes a la sucesión; y se les debe considerar tanto más sospechosos cuanto que la horda de funcionarios robespierristas, diseminada por todas partes, ha sido conservada; y aunque hubiera sido reemplazada, según el modo revolucionario, serían esclavos que suceden a otros esclavos, serían siempre tiranuelos subalternos, que no poseyendo nada del pueblo, no habiendo merecido jamás su confianza, ni teniendo ningún interés en merecerla y no dependiendo de él, estarían entregados con bajeza a sus protectores; serían en fin, amigos de nuestros amigos que no serán jamás nuestros amigos.

Robespierre dejó escapar una frase notable en el informe que precedió a la institución del gobierno revolucionario, y Prudhomme quería que fuera grabada en letras de oro sobre la puerta del Comité de salvación pública; es esta: El día en que el gobierno revolucionario caiga en manos impuras y pérfidas, la libertad estará perdida, su nombre será el pretexto y la excusa de la contrarrevolución misma. Palabras llenas de astucia. Maximiliano presentaba la reflexión según la cual el gobierno revolucionario es un orden de cosas donde el bien se debe esperar de los hombres y no de las leyes; tratándose, hay que decirlo, de la monarquía de varios, que tiene los mismos elementos que la monarquía de uno solo, no se podía esperar este bien más que cuando los monarcas son el conjunto de todas las virtudes: y tal confesión del fundador de la tiranía buscaba imponer el silencio, bajo la apariencia de la mayor buena fe, a quienes, claravidentes, hubieran podido sospechar de su pureza y de la de sus acólitos reales, y predecir lo que bien pronto llegó y debía ser resultado indubitable del establecimiento de esta monarquía enmascarada. Hubiera habido una objeción a oponer que triunfara de los sofismas del rey; hela aquí: La monarquía de uno solo o de varios cae siempre forzosamente en manos impuras y pérfidas. Quien acepte tal poder es por ello mismo, pérfido e impuro. El hombre que ha consentido una vez beber en la copa de la autoridad sin límites, es un tirano y lo será siempre. La libertad está perdida en sus manos puesto que él se sitúa por encima de las leyes, y en el país en que se ha hecho una revolución para la libertad, una tal creación no importa que se le llame gobierno revolucionario, es la contrarrevolución misma.

Mandatarios de buena fe, reflexionad sobre ello y no dejéis engañar más por las palabras. Habéis sido enviados para dar a Francia la libertad y la felicidad; examinad si goza de ambos bienes. A los hombres que razonan, poco ha de costarles reconocer si los contrarios se funden el uno con el otro, si el despotismo, la opresión, las vejaciones, puedan jamás conducir a la libertad, a la energía, a la felicidad republicana. Con un pequeño esfuerzo de memoria recordaréis estas verdades históricas, tan sentidas y calculadas sobre el carácter nacional: Todos los opresores del pueblo han perecido. La opresión no puede jamás triunfar en Francia. Es erróneo creer que no se puede salir del espíritu de las máximas de Robespierre, espíritu del que no resulta más que una legislación aristocrática en lugar del sistema totalmente popular por el que el pueblo había hecho tantos sacrificios. ¡Que los mandatarios no se engañen! Que, sobre todo, aquellos que han contribuido activamente a la edificación del despotismo se compenetren de algo tan importante como esto: la República se sabe decepcionada, engañada, traicionada; conoce que se halla realmente bajo un gobierno aristocrático ... ¡y que ha sido para conseguir tal maravilla por lo que ha penado tanto! El descontento es general; sería necesario estar tan ciegos como los reyes para no verlo. Las compañías del gobierno no pueden contener la explosión de las murmuraciones de descontento más que a fuerza de despotismo. El fermento de la libertad bulle, de repente la mina puede estallar. He aquí, quizá, un aviso saludable: Felices aquellos que no hayan sostenido hasta el fin este sistema antipopular que duele a todos los republicanos.

Que dos o tres mandatarios se pronuncien por el restablecimiento de los principios democráticos y de un sistema basado absolutamente sobre ellos, y yo garantizo que tendrán la República toda, sosteniéndoles, y que esta fuerza de la opinión popular les sometería inmediatamente al senado. Que se está cansado de la tiranía es prueba evidente y esta prueba yo la justifico con los sufragios universales que han obtenido los dos discursos de Tallien y de Frerón, sobre la libertad de la prensa.

Obvio es que todos aquellos que han cooperado activamente a la consolidación del despotismo, lo mantendrán lo más que puedan porque saben que sólo así podrán retardar el momento del castigo que les espera.

Pero los que han sido arrastrados insensiblemente a no resistir a la vara comitatorial, éstos, deben percibir hoy que no pueden más que cubrirse de gloria sacando al pueblo de la línea dolorosa de violación de su libertad y de todos sus derechos.

Ellos se salvarían y salvarían al pueblo, salvarían a la Convención, que se limpiaría así de la gran mancha de los males que ha permitido y de los que no ha impedido.

Se llevaría, sin duda, fácilmente al pueblo a conceder a la Convención el tiempo de realizar esta reparación, fundando buenas instituciones, buenas leyes, democráticas, basadas sobre los únicos principios eternos.

P.S. La facción de los defensores de los derechos del hombre aumenta su consistencia. Frerón, en su número 10, ha declarado formalmente que en ella se alista. Este campeón no puede más que fortalecerla mucho y fijar sobre este éxito la mirada de los espectadores. Además, y no es menos importante, nos han anunciado por carta, que lamentamos no poder insertar más que en un próximo número, que toda una ciudad mayor, que Rennes, libre y desensangrentada desde que Carrier se ha marchado, se alinea bajo los estandartes de nuestra facción. Para mañana esta carta y sus detalles importantes.


(El Tribuno del Pueblo, No. 25).

Graco Babeuf

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