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Primera parte
CAPÍTULO XXI
EN SAN ANTONIO. RUMBO A MÉXICO. RENUNCIA DEL GENERAL DÍAZ.
El 23 de mayo, en la noche, llegué a San Antonio y el 24 recibí este telegrama:
El Paso, Texas,
24 de mayo de 1911.
Doctor Vázquez Gómez.
430 Madison Street.
San Antonio, Texas.
Gabinete ya completo con aceptación Madero (Ernesto) y Hernández (Rafael). Hoy telegrafié pidiendo nombren gobernador Jalisco licenciado Celedonio Padilla, con motivo graves desórdenes causados rurales Estado.
Fco, I. Madero.
En estos días, el pueblo, en la ciudad de México, hacía manifestaciones públicas en contra del gobierno, creyendo que el general Díaz no renunciaría. Con este motivo, me llamaban urgentemente de la capital, con la idea de que mi presencia sería vista como indicio cierto de que la revolución había triunfado. Mi contestación se redujo el 24 a decir que todo se calmaría con las renuncias de los señores Díaz y Corral. Además, yo necesitaba no perder el contacto con México y el resto del país, como habría sucedido a bordo de un tren.
Con motivo de la agitación popular en la metrópoli, el señor Madero volvió a telegrafiarme:
El Paso, Texas,
25 de mayo de 1911.
Doctor Vázquez Gómez.
430 Madison Street.
San Antonio, Texas.
Según noticias recibí México, urge salgan usted y licenciado cuanto antes capital; que Vasconcelos también siga. Hoy salen igual destino González Garza, Urquidi.
Fco. I. Madero.
San Antonio, Texas,
25 de mayo de 1911.
Señor Francisco I. Madero.
C/o. Sánchez Azcona.
Hotel Sheldon,
El Paso, Texas.
Desórdenes México desaparecerán después aceptadas renuncias Díaz-Corral. Actitud Legislatura Saltillo indica camino seguirán otras. Consecuencia, dije Barra iremos cuando él sea Presidente y estén recibidos gobernadores. Si instalámoslos fuerza, Senado declarará estado de sitio, nombrando comandante militar, y Ministerio inutilizado apoyará indirectamente enemigos. Así, pues, esperemos para obligarlos.
F. Vázquez Gómez.
Un poco más adelante explicaré lo relativo a la Legislatura de Coahuila.
Los acontecimientos en la ciudad de México se intensificaban, seguían llamándome con urgencia, y el señor Madero, en otro telegrama del 25, insiste en que salgamos para México mi hermano y yo. Al efecto, salimos el 27 en la mañana.
El 25 en la tarde había mucha expectación, porque las noticias que nos llegaban de la ciudad de México eran muy alarmantes y se esperaba con impaciencia la hora en que fueran presentadas las renuncias de los señores Díaz y Corral.
Como a las seis y media de la tarde del 25 recibí, de un agente de la Prensa Asociada>, en San Antonio, la noticia de que habían sido presentadas y aceptadas dichas renuncias, y a las dos y media de la mañana del 26, el siguiente telegrama:
México, 25 de mayo de 1911.
Doctor Vázquez Gómez.
430 Madison Street.
San Antonio, Texas.
Afortunadamente conjuramos tormenta. Hay júbilo indescriptible. Felicitaciones.
Rivero-Amieva.
El gobierno de treinta y tantos años había caído al fin y triunfado la revolución; pero, desgraciadamente, ésta, a la hora misma del triunfo, llevaba ya en su seno los elementos que habrían de determinar el más ruidoso y sangriento de los fracasos.
La Historia, fría y desapasionada, se encargará más tarde de juzgar y aquilatar la labor política del señor general Díaz, teniendo en cuenta, naturalmente, el medio en que desarrolló sus actividades y los grandes servicios prestados a la patria en los momentos de prueba. Desgraciadamente para México, hemos seguido viviendo al margen de la Constitución, y el discutido Mátalos en caliente palidece de una manera sensible cuando se le compara con hechos posteriores llevados a cabo por hombres a quienes, en los tiempos presentes, se exalta y glorifica.
El 27 en la mañana estábamos en la estación listos para emprender el viaje, mi hermano Emilio y yo, cada uno con sus respectivas familias, Vicente Ferrer Aldana y el licenciado Federico González Garza. Varios amigos estuvieron a despedirnos y entre ellos vi llegar al señor Venustiano Carranza, amigo también y correligionario. Tan luego como lo vi me dirigí a él preguntándole dónde estaba su equipaje, pues de pronto creí que haría el viaje con nosotros para quedarse en Saltillo y hacerse cargo del gobierno de Coahuila. Mas el señor Carranza me manifestó que como la Legislatura de Coahuila había nombrado gobernador a otra persona, él no saldría para Saltillo, sino hasta que yo arreglara el asunto. A toda prisa, pues ya el tren estaba por salir, puse a la Legislatura un telegrama en estos o parecidos términos:
Lo convenido es que el señor Venustiano Carranza sea nombrado gobernador de ese Estado. Veo que otra persona fue la nombrada. En tal virtud, si esa Legislatura no hace el nombramiento convenido, las fuerzas revolucionarias avanzarán sobre esa plaza y ustedes serán responsables de lo que suceda.
Debo advertir que las fuerzas revolucionarias en el Estado de Coahuila se componían principalmente de dos grupos: uno de ellos, de ciento veinticinco hombres, al mando del licenciado Andrés Sánchez Fuentes, y el otro, de cincuenta hombres, al mando del hoy general Alberto Guajardo; todos mal armados, en tanto que el gobierno tenía cerca de Saltillo más de cuatrocientos hombres a las órdenes del general Manuel Blázquez.
Por virtud de los retardos consiguientes a un viaje de esta naturaleza, llegamos al Saltillo como a las dos de la mañana del día 28, encontrando en la estación muchísima gente que aclamaba con júbilo a la revolución. Tan luego como se detuvo el tren, subió a la plataforma del carro en que viajábamos mi hermano y yo, una comisión formada por mis antiguos amigos, doctor Juan Cabello Siller, licenciado Rumualdo Dávila y otra persona cuyo nombre no recuerdo. Después de saludarnos, me dijo el doctor Cabello:
- Aquí tienes esto.
Y me entregó un rollo de papeles impresos que eran los decretos expedidos por la Diputación Permanente del XXI Congreso Constitucional de Coahuila. Copio a continuación los decretos por ser muy poco conocidos y para que se vea que Carranza no debió su puesto de gobernador a la admirable previsión del señor Madero, como han dicho algunos en vista de los acontecimiertos posteriores.
Jesús de Valle, gobernador constitucional del Estado Libre y Soberano de Coahuila de Zaragoza, a sus habitantes, sabed:
Que la Diputación Permanente del Congreso del mismo, ha decretado lo siguiente:
La H. Diputación Permanente del XXI Congreso Constitucional del Estado Libre, Independiente y Soberano de Coahuila de Zaragoza, en uso de la autorización que le concede el Decreto número 1,155 de fecha 14 de enero dé! presente año, decreta:
Artículo Único. Se admite la renuncia que, del cargo de gobernador del Estado, hace el C. licenciado Jesús de Valle.
Dado en el Salón de Sesiones de la H. Diputación Permanente, en Saltillo, a los veintisiete días del mes de mayo de 1911.
D. García Fuentes, diputado presidente.
A. Rodríguez, diputado secretario.
Imprímase, comuníquese y obsérvese.
Saltillo, mayo 27 de 1911.
J. Valle.
G. Valerio, secretario.
No tengo el decreto en que se nombró gobernador interino al señor Oscar E. Garza, íntimo amigo de los Madero; pero sí obra en mi poder el siguiente:
Jesús de Valle, gobernador constitucional del Estado Libre y Soberano dc Coahuila de Zaragoza, a sus habitantes, sabed:
Que la Diputación Permanente del Congreso del mismo, ha decretado lo siguiente:
La H. Diputación Permanente del XXI Congreso ConstitucioDal del Estado Libre, Independiente y Soberano de Coahuila de Zaragoza, en uso de la autorización que le concede el decreto número 1,155, de fecha 14 de enero del presente año, decreta:
Artículo 1° Se admite la renuncia que, del cargo de gobernador interino constitucional del Estado, hace el C. Oscar E. Garza.
Artículo 2° Se nombra gobernador interino constitucional del Estado al C. Venustiano Carranza.
Dado en el Salón de Sesiones de la H. Diputación Permanente, en Saltillo, a los 27 días del mes de mayo de 1911.
D. García Fuentes, diputado presidente.
A. Rodriguez, diputado secretario.
Imprímase, comuníquese y obsérvese.
Saltillo, mayo 27 de 1911.
J. Valle.
G. Valerio, secretario.
Como se ve, estos decretos tienen la misma fecha y están firmados por el licenciado Jesús de Valle, lo cual quiere decir que el señor Oscar E. Garza no fungió como gobernador ni siquiera las pocas horas que duró su nombramiento.
Una vez que terminé de leer los decretos, me dijo mi amigo el doctor, que parecía ser el jefe de la comisión:
- ¿Qué más quieres?
- Nada -repuse-; pero, ¿por qué no nombraron desde luego a Carranza?
- Porque los Madero recomendaron al señor Garza.
- ¿Dónde está Venustiano? -prosiguió el doctor Cabello- porque a la vez venimos a recibirlo.
- Está en San Antonio"-contesté-.
- ¿Y ahora?
- Voy a telegrafiarle -interrumpí-.
Inmediatamente telegrafié a Carranza diciéndole que la Legislatura de Coahuila lo había nombrado gobernador y urgiéndole que saliera inmediatamente.
Ya se ha visto, pues, cómo a mi telegrama y a mi insistencia, se debió que el señor Carranza fuese nombrado gobernador interino del Estado de Coahuila. En las elecciones fue electo gobernador. Entiendo que el señor Madero nada supo de lo que acabo de referir; pero como lo convenido, según telegramas antes insertos, fue que había de ser gobernador el señor Carranza, creí que no necesitaba consultar este paso con el jefe de la revolución. Además, no había tiempo para consultar, puesto que el tren no podía esperar.
El 28 en la noche llegamos a México mi hermano Emilio y yo, con nuestras familias. En la capital no había un solo soldado revolucionario: todo lo que era ejército y policía eran del gobierno. No tuvimos ni necesitamos protección de ninguna especie, excepción hecha de la que parte del pueblo nos proporcionó para poder salir de la estación de Colonia en medio de una multitud inmensa que vitoreaba a la revolución. No se oyó un solo muera, como sucede muy a menudo en estos casos.
Después de que con muchísimas dificultades logramos abordar el automóvil que había de conducirnos a nuestras casas, el pueblo quiso que yo hablara, y tuve que hacerlo necesariamente. En mi alocución me limité a decir que el triunfo de la revolución se debía, más que a los directores de ella, a los esfuerzos del pueblo, que con las armas y con el peso formidable de la opinión, había logrado ver realizados los deseos de muchos años; que una vez terminada la lucha, debíamos dedicarnos, no a ejercer venganzas, sino a poner en práctica las conquistas de la revolución en bien de todos los mexicanos.
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