Índice de Memorias de Francisco Vázquez Gómez | Segunda parte - Capítulo IV | Segunda parte - Capítulo VI | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Segunda parte
CAPÍTULO V
EMPIEZA DE NUEVO LA LUCHA POLÍTICA.
Una vez en la ciudad de México, escribí al señor Madero la siguiente carta:
México, a 22 de julio de 1911.
Señor don Francisco I. Madero.
Tehuacán, Pue.
Muy estimado amigo:
Asuntos que considero de gravedad me obligan a escribirle y a suplicarle me dé su opinión sobre los puntos que trato. Seré lo más conciso que pueda para no quitarle tiempo; pero le ruego que lea y medite esta carta, para que obre con todo conocimiento de causa.
1° Como se lo he dicho muchas veces, considero una medida impolítica la separación de mi hermano del Ministerio de Gobernación, porque, como se lo he repetido hasta el cansancio, la revolución no está. representada en el gabinete como debía estarlo, pues ahora sólo tiene tres representantes; y si mi hermano sale, quedarán dos.
De esto se da cuenta todo el país, amigos y enemigos, y en los primeros comienza a notarse un movimiento de cierta desconfianza hacia usted, debido a que piensan que usted olvida. sus compromisos y los sacrificios de la revolución y comienza a traicionarlos echándose en brazos del enemigo.
2° La sepanción de mi hermano, con toda seguridad, va a producir una honda y peligrosa división en nuestro partido, de lo cual se aprovechará el enemigo y nos dominará. Esto no tendría mucha importancia si se tratara de nuestras personas solamente; pero ¿qué hará el país y qué harán nuestros partidarios al darse cuenta de que usted ha puesto el triunfo de la revolución en manos del enemigo? Vendrá una división terrible y usted habrá perdido su prestigio ante el país, de una manera completa; y como su amigo sincero que soy, debo decirle que ya lo está perdiendo rápidamente.
Cierto es que el licenciado Cabrera es hombre de confianza para nosotros; pero el partido revolucionario lo considera reyista; y si a esto se agrega que es reyista el que será jefe de las fuerzas revolucionarias, el sentimiento antirreyista aumentará considerablemente y aumentará también la desconfianza hacia usted. Y, a mi juicio, deben evitarse estas divisiones.
En consecuencia, insisto con toda la energía que exigen las circunstancias, en que Emilio permanezca en su puesto y que pida una licencia al aproximarse las elecciones, en septiembre; porque esto no indica división en el partido, mientras que su renuncia en estos momentos significa una ruptura con el gobierno actual, que debe ser el representante de la revolución, y mi hermano se veria obligado a explicar ante el país el porqué de su separación en los actuales momentos. Esto no es un asunto de familia como usted cree: es cuestión de política y de exigencias de los intereses de la revolución misma. Piénselo bien.
3° Usted me ha dicho que el señor Presidente no está de acuerdo con mi hermano por el modus faciendi y que él es quien desea la separación. En virtud de la gravedad del caso, hablé con el señor Presidente de este asunto, y él me dijo que nada tenía que decir de mi hermano, pero que los revolucionarios lo exigían porque lo consideraban débil en sus determinaciones. Pues bien; ahora resulta que una comisión de jefes revolucionarios fue a pedir al señor Presidente que por ningún motivo consintiera en la separación de mi hermano, porque la miraban como un signo de que el partido revolucionario iba perdiendo rápidamente su influencia en el gabinete y poniendo éste en manos extrañas a la revolución. El Presidente se limitó a decir que ustedes consideraban débil a mi hermano.
4° Resulta entonces que los únicos realmente que piden la separación de mi hermano son el grupo de disidentes dirigidos por Gustavo, su hermano, quienes fueron a pedírselo al Presidente; pero o lo hacen porque son enemigos míos y trabajan en contra mía de una manera activa y ya no oculta, por más que usted me haya dicho que los había disuadido. Si usted les ha dicho algo sobre el particular, el hecho es que no lo obedecen y continúan sus trabajos activa y enérgicamente.
En resumen: la separación de Emilio en estos momentos significa que usted pone en manos extrañas el triunfo de la revolución; que los revolucionarios conscientes desconfiarán de usted lo mismo que los simpatizadores de buena fe; que usted perderá su prestigio como ya lo está perdiendo, y que, en el caso de que las disidencias lleguen hasta la violencia, según lo hace presentir el acta que usted conoce, tendría usted que combatir a los mismos que le dieron el triunfo, apoyándose en los que fueron sus enemigos; y cuando éstos se den cuenta de que ellos son el apOyo de usted, lo arrojarán de su seno. Esto es muy grave para el país, para el partido revolucionario y para nosotros mismos; es decir, usted y yo y los demás partidarios.
5° Remedio radical:
Primero. Aumentar en lugar de disminuir en el gabinete el número de los representantes de la revolución, cambiando principalmente el de Justicia (licenciado Calero).
Segundo. Conservar a Emilio en Gobernación hasta poco antes de las elecciones en que pedirá una licencia como habíamos convenido.
Tercero. Nombrar como jefe o inspector de rurales y revolucionarios a un general revolucionario (Figueroa) con un Estado Mayor técnico que se ocupe en organizar a los revolucionarios.
Cuarto. Mantenernos unidos a toda costa, porque lo que están haciendo sus enemigos es impolítico en estos momentos.
Quinto. Acentuar la acción sobre el enemigo para satisfacer a la opinión pública, al partido revolucionario y a la justicia.
Si no se hace esto rodamos, y ni usted ni yo tendremos probabilidades de triunfo en las próximas elecciones.
6° Nunca he sido partidario de que usted haga declaraciones en la prensa, porque de ellas toman pie los enemigos para entablar polémicas a que usted no debe dar lugar en estos momentos. Así, pues, opino que guarde el silencio más absoluto en materia de prensa, y que si me tiene confianza, me comunique sus ideas en los asuntos serios, para darle mi opinión. Esto no lo hago por imponerme, ni mucho menos, sino para obrar de acuerdo, unidos y para hacerle saber cosas que llegan a mí por otros conductos. Yo le he de decir siempre la verdad y de buena fe, esté usted seguro.
Repito: lea usted con calma esta carta, medítela y detenga usted la salida de Emilio y el nombramiento del jefe o inspector de rurales. Es absolutamente indispensable.
Saludos afectuosos a su apreciable señora, un abrazo de su amigo, y en espera de su contestación sobre estas cosas, quedo su afmo. y s. s.
F. Vázquez Gómez.
Según puede verse en los párrafos anteriores de esta carta, tanto el señor Madero como el señor De la Barra no decían la verdad, lo cual quedará evidenciado más adelante. Trataban de engañarme sobre quiénes pedían la separación de mi hermano; pero en el fondo, los dos estaban interesados en hacerlo, como dije antes, aunque con diferentes propósitos.
El acta a que me refiero en el párrafo tercero es la que se trancribió en su oportunidad, en la cual los jefes revolucionarios se comprometían a llevar adelante el Plan de San Luis en todas sus partes, entre ellas, hacer que el señor Madero ocupara, desde luego, la Presidencia.
Copio en seguida la contestación a la carta anterior; pero antes quiero hacer una aclaración, una vez por todas, como se dice generalmente:
En lo que se ha visto y en la correspondencia que va a seguir, mis esfuerzos tenían un objeto único y principal: evitar la división del partido revolucionario con todas sus consecuencias, y no el deseo de resultar electo Vicepresidente de la República, como pudiera creerse. Tampoco me empeñaba en la no separación de mi hermano por el hecho de que él conservara un puesto en el gabinete, sino porque su renuncia traería la división de los revolucionarios, como sucedió, en efecto. Y si el señor Gustavo Madero, agente principal de esta división, tenía libertad de obrar como le pareciera más conveniente, según ha dicho uno de sus amigos y colaboradores, le toca también la responsabilidad de sus actos libres.
Dice la carta del señor Madero:
Tehuacán, Puebla, 22 de julio de 1911.
Señor doctor Francisco Vázquez Gómez.
México, D. F.
Muy estimado amigo:
Acabo de recibir su grata de ayer, que contesto desde luego para que no pierda tiempo su enviado.
No veo, como usted, un peligro en la separación del licenciado Emilio Vázquez del Ministerio, pues no habrá quien lo atribuya a divisiones entre nosotros. Además, no es preciso que renuncie; yo ya se lo indiqué en la carta que le escribí sobre el asunto, diciéndole que podía pedir una licencia en caso de que pensara salir fuera de México, pues no sería verosímil ni conveniente que pidiera licencia para retirarse del Ministerio y permaneciera en la capital (1).
Tampoco creo se va a decir que perdamos representantes en el Ministerio, porque el licenciado Luis Cabrera es reconocido como miembro de nuestro partido y nadie teme ya al reyismo. Por lo demás, en vez de perder en fuerza en el Ministerio, hemos ganado, pues ahora tenemos al ministro de la Guerra de nuestra parte, que olvida usted contar, porque a González Salas yo lo considero completamente nuestro, y es el Ministerio más importante en los actuales momentos, el de Guerra (después de Gobernación, por supuesto).
Recuerde que desde la otra vez que hablé con usted convinimos en que su hermano se retiraría a fines de este mes y no ha habido ninguna circunstancia que venga a indicar la necesidad de cambiar de determinación.
En caso de que de un modo real viésemos que había desconfianza én la opinión, lo cual no existe, el Ministerio que se podía cambiar era el de Calero; pero no lo juzgo necesario, porque no veo la situación tan alarmante como usted la ve.
Respecto a la circunstancia de que usted y yo resultemos derrotados en las elecciones, lo veo sumamente remoto y no debe alarmarse por lo que dicen los periódicos, que como no tienen ahora la amenaza de antes, están haciendo alardes de independencia y de valor. Pero la opinión pública no es tan fácil de desviarse como se cree, ni es tan tonto el pueblo para irse a creer del Imparcial y El Diario.
Ya le he explicado a usted por qué aparentemente he perdido prestigio. Recientemente obtenido el triunfo, los vencidos no sabían cómo los trataríamos y estaban con un temor grandisimo, por eso no revelaban su modo de pensar; pero cuando han visto que pueden con entera libertad manifestar sus opiniones, ahora nos atacan; pero es mejor que así lo hagan, porque así conocemos a nuestros adversarios y nos cuidaremos de ellos; además de que yo no temo las luchas democráticas. Yo creo que con La Nueva Era va a ser muy suficiente para encauzar perfectamente la opinión.
Ya sabe cuánto quiero a su hermano el licenciado, pero no creo que sea un mal para él ni para la causa, que se separe en los momentos actuales.
Respecto al nombramiento de inspector de rurales, yo también tenía muchos deseos de que hubiese sido Figueroa, pero me parece que no tiene los conocimientos necesarios para organizar el cuerpo de rurales en toda la República. Además, ahora ya está acordado que sea el general Villaseñor y a éste le habló el Presidente de acuerdo conmigo.
Respecto a las ideas reyistas de este señor, no hay que preocuparse, pues fue reyista en la época en que se creía que Reyes era una esperanza para la patria y no tiene ningún compromiso personal con él, así es que no tenemos por qué temer que vaya a conspirar contra nosotros, puesto que es la única forma en que él podía hacerlo, si es que llega a intentar algo.
En cuanto a los trabajos de Gustavo contra usted, no sé en qué sentido dice usted que son ostensibles, pues ayer estuvo aquí Sánchez Azcona conmigo y hablamos extensamente y no me dijo nada de ello; por lo contrario, todos en el comité están de acuerdo en que usted siga siendo el candidato del partido para la Vicepresidencia.
No puede usted atribuir a esos trabajos la renuncia del licenciado Vázquez, pues usted sabe que desde hace mucho tiempo el señor Presidente lo deseaba, por razones que extensamente le he referido.
Respecto a la solicitud que hicieron los generales Navarro y Azueta, Salgado, etc., me parece inconveniente, porque no deben ellos andarse metiendo en cuestiones políticas.
Usted sabe que la mayor parte de los que firmaron esa carta a usted son los mismos que firmaron aquel plan famoso (el de poner al señor Madero en la Presidencia. Comentario de Francisco Vázquez Gómez), por cuyo motivo no debemos permitirles que tomen ingerencia en asuntos que no les incumben, porque donde nos dejemos dominar por ellos, sería sumamente peligroso.
Es conveniente, pues, que haga usted saber esto a los jefes revolucionarios.
Recuerdos a su apreciable familia y mi abrazo para don Emilio y me repito una vez más su amigo que mucho lo aprecia y su atto. s. s.
Francisco I. Madero.
Esta carta se comenta sola.
El señor Madero hacía frecuentes y no meditadas declaraciones en la prensa, y los enemigos lo criticaban, entablando a veces polémicas en que se ridiculizaba al jefe de la revolución. Esto me movió a decirle que guardara toda la reserva necesaria.
Al día siguiente de escrita la carta anterior, es decir, el 23 de julio, el señor Madero me dice en un telegrama:
Suplícole contestar carta a generales, jefes y oficiales ejército libertador, diciéndoles no deben ellos inmiscuirse en esos asuntos.
Francisco I. Madero.
El señor Madero quería que los jefes revolucionarios que se habían levantado en armas sin más elementos que los que ellos pudieron proporcionarse, para cambiar las condiciones políticas del país, quería, digo, que no se inmiscuyeran en los asuntos políticos, sobre todo, cuando la revolución no se había consolidado, sino que más bien estaba en grave peligro. Por mi parte, con fecha 25 contesté el telegrama anterior diciéndole:
Dado estado de las cosas, prefiero darles las explicaciones que considero oportunas. Urge evitar choques, prefiriendo persuasión.
El mismo día 25 recibí del señor Madero el telegrama siguiente:
Recibí anoche su mensaje. Ya le escribo sobre asuntos que trata. Considero situación buena.
Franciaco I. Madero.
En la misma fecha contesté al señor Madero:
A más tardar el domingo próximo recibirá mi carta detallada, pues no veo las cosas como usted, y por lo mismo, juzgo necesario se unifique y sea más intensa la acción del gobierno como representante que debe ser de la. revolución.
A propósito del licenciado Cabrera, debo decir que éste fue a verme una tarde al Ministerio; me dijo que no le convenía aceptar el de Gobernación, y que a fin de evitar que se continuara en la idea de ofrecerle el puesto, iba a publicar un artículo haciendo una crítica de la situación para que tanto el señor Madero como De la Barra desistieran de su propósito. Así lo hizo y consiguió el resultado que deseaba.
La carta de los jefes revolucionarios a que se refiere el señor Madero en la suya anteriormente transcrita, dice textualmente:
México, 22 de julio de 1911.
Señor doctor Francisco Vázquez Gómez.
Ciudad.
Muy señor nuestro:
Los subscritos, generales, jefes y oficiales del Ejército Libertador, nos es grato participar a usted, para que lo haga llegar al conocimiento del jefe de la revolución, señor don Francisco I. Madero, que en conferencia celebrada el día 18 del presente mes y año con el señor Presidente interino de la República, licenciado don Francisco León De la Barra, le pedimos:
PRIMERO. Cumplimiento del Plan de San Luis Potosí.
SEGUNDO. Expulsión del elemento científico de la cosa pública.
TERCERO. Nombramiento de un general revolucionario como inspector de las fuerzas insurgentes.
Y que en conferencia celebrada ayer en la tarde, le pedimos:
El sostenimiento del señor licenciado don Emilio Vázquez en el gabinete, por ser el representante genuino de la. revolución, haciéndole notar los riesgos que se correrán en caso contrario, y le garantizamos que, como elementos sanos de la revolución, siempre estaremos listos para velar por los ideales que la produjeron.
General Gabriel M. Hernández.
General C. Navarro.
General I. M. Azueta.
Por poder, generales J. Andrew Almazán y Emiliano Zapata,
Coronel R. Espinosa.
J. Caloca.
Por los señores generales Camerino Z. Mendoza, P. A. Martínez y Ernesto E. Guerra, Enrique W. Paniagua.
General Jesús B. Salgado.
Coronel Sabas Valladares.
Por poder, capitán 1° jefe de fuerzas insurgentes en Torreón, Francisco J. Múgica.
Por poder, Epigmenio Escajeda, Sabás Valladares.
Por orden del señor general Gabriel Hernández, coronel Francisco Reyes Pérez.
General inspector de fuerzas insurgentes en Aguascalientes, Alfonso Miranda.
General Guillermo García Aragón.
Coronel Miguel de M. Arrioja.
N. Rivadeneyra.
Miguel M. Ramos.
General Brigadier Delfino Villanueva.
Por Espinosa Caloca, Ignacio Flores.
Enrique W. Paniagua.
Coronel Pedro Pesquera.
En telegrama al señor Madero, a Tehuacán, con fecha 23 de julio, ofrecí contestar la carta anterior a los generales, jefes y oficiales del ejército libertador, haciéndoles aigunas explicaciones. Seguramente lo hice, pero no encuentro copia entre mis papeles.
En la carta de 25 de julio en la que el señor Madero, hace un examen de las condiciones políticas en Yucatán, San Luis Potosí y Aguascalientes, hay una post data que, dice:
Mucho he lamentado la actitud de los jefes insurgentes que fueron a ver al señor De la Barra, pues aunque yo no le di importancia al asunto, siempre ha causado muy mala impresión. Usted comprenderá que sería de grandes consecuencias para el gobierno, ceder ante la amenaza de un grupo de jefes del ejército, pues esto equivaldría a estar completamente sujetos al cuartelazo. Por esta circunstancia, le ruego interponga su influencia para que dichos jefes depongan su actitud, pues, yo por mi parte estoy dispuesto a obrar con energía si no acatan las órdenes que les he dado en este sentido.
Como mi gestión revolucionaria había sido exclusivamente política y diplomática, no conocía sino a muy pocos jefes revolucionarios; sin embargo, les hice las explicaciones ofrecidas en el telegrama a que hice referencia, según se verá después. Además, el señor Madero no tenía presente que la revolución no se había consolidado en un gobierno verdaderamente revolucionario, unificado y fuerte, sino que estaba en un período de transición, que había mucho descontento entre los jefes militares revolucionarios, que conocían o sabían de las intrigas que estaban en juego contra la revolución y a las cuales el señor Madero no les daba importancia.
Notas
(1) ¡El señor Madero ya deseaba expatriar al licenciado Vázquez!
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