Índice de Memorias de Francisco Vázquez GómezSegunda parte - Capítulo IXSegunda parte - Capítulo XIBiblioteca Virtual Antorcha

Segunda parte

CAPÍTULO X

DEMOCRACIA.


Después de verificadas las elecciones primarias y antes de las secundarias, encontré al señor Madero en la presidencia donde yo había concurrido a una junta de ministros. Al salir de ésta me dijo el señor Madero que deseaba hablar conmigo y que me esperaba en su casa en la mañana del día siguiente: estuve allí y me hizo una proposición muy curiosa, consistente en que aconsejara a mis partidarios que votaran por Pino Suárez en las elecciones secundarias y tendría yo un buen puesto en el gobierno. Sin vacilar y con el mejor modo con que se tratan las cosas entre dos buenos amigos, le contesté que yo no podía hacer tal recomendación porque no consideraba el voto del pueblo como una mercancía susceptible de ser cambiada por una ventaja personal.

La proposición del señor Madero demuestra que no estaban muy seguros del triunfo de Pino Suárez, si no por lo que hacía a mi candidatura, sí por la del señor De la Barra, pues ésta tomó incremento después de las elecciones primarias, debido a la activa intervención del nuevo ministro de Gobernación, señor don Alberto García Granados, quien, como dije antes, era un delabarrista entusiasta. De esto pude darme cuenta en virtud del hecho siguiente: antes de las elecciones secundarias tuve, al fin, que ir a Guadalajara. En el camino me vió una delegación del Estado de Michoacán para informarme del resultado de las elecciones primarias en el Estado, asegurándome que la inmensa mayoría de los electores eran vazquistas; pero en los colegios electorales, aquella mayoría resultó después delabarrista, debido a las gestiones de agentes del Ministerio de Gobernación, pues en él permanecía el señor García Granados a pesar de las protestas y exigencias del Constitucional Progresista, para que se le quitara. Igual cosa sucedió en el distrito de Xochimilco, sin que yo pueda asegurar que fueron los únicos. Lo que sí sé, porque me consta, es que en algunos Estados, como Sonora y Tamaulipas, los electores vazquistas tuvieron dificultades y aun imposibilidad de concurrir a los colegios electorales, mientras que a los pinistas se les facilitaba dinero de las tesorerías. Al efecto, copio aquí unas cartas, una de ellas trunca porque no he podido encontrar su terminación, que parece ser la parte más importante.

Alamos, Son., octubre 28 de 1911.
Señor doctor don Francisco Vázquez Gómez.
México, D. F.

Muy señor nuestro:

Habiendo aceptado usted la candidatura para Vicepresidente de la República, que a su tiempo le ofreció el Club Electoral Independiente, creemos nuestro deber dar a usted cuenta del resultado de las elecciones en esta localidad.

Con ese objeto acompañamos a usted una copia de la carta que hemos dirigido al señor Madero con motivo de las elecciones. En ella encontrará usted un informe a grandes rasgos de todo lo sucedido.

Por la prensa que ha comenzado a llegar de la capital, después de una incomunicación de veinte días, hemos visto que pasaron cosas semejantes, y aun peores en otras partes del pais.

Estos acontecimientos nos autorizan a decir que no ha terminado aún la dictadura que creímos de treinta años, pues no puede saberse todavía hasta cuándo durará.

Deseando mejores tiempos para la patria, nos suscribimos afmos., attos. y Ss. Ss.

Club Electoral Independiente.
Presidente, Rafael Cruz.
Srío., Rómulo R. Félix.
Rúbricas.

La copia dice:

Alamos, 20 de Octubre de 1911.
Señor don Francisco I. Madero.
México, D. F.

Muy señor nuestro:

El día 15 del presente tuvieron verificativo en esta ciudad, como en todo el país, las elecciones secundarias para Presidente y Vicepresidente de la República. En ellas obtuvo usted para Presidente, por unanimidad, los noventa votos de otros tantos electores que componían el tercer Colegio Electoral del Estado de Sonora. Para Vicepresidente tuvo el señor licenciado José María Pino Suárez, setenta y ocho votos; ocho, el señor doctor don Francisco Vázquez Gómez, y cuatro el señor licenciado Francisco L. de la Barra.

Para nosotros que blasonamos de verdaderos demócratas, y que lo somos en realidad, ese resultado, aunque implica una derrota en nuestra candidatura para la Vicepresidencia, hubiera sido un motivo de satisfacción, si nuestros adversarios lo hubieran obtenido en el terreno de la democracia y con los recursos que la ley concede; pero habiéndose usado en nuestra contra de procedimientos en todo semejantes a los empleados por la dictadura, no podemos menos que protestar ante usted, como lo hacemos, respetuosamente.

Este es el único recurso que nos queda, pues dadas las circunstancias, cualquiera otro de los que la ley otorga, sería enteramente inútil. Y si bien el que empleamos es estéril, por cuanto que no tiende ni remotamente a cambiar los hechos consumados, tiene, sin embargo, la ventaja de quitar de nuestros hombros una tremenda responsabilidad que arrojamos toda entera sobre aquellos que no han sabido conformarse con la voluntad del pueblo y dejarlo en libertad, como estaban, por mil motivos, obligados.

Una ligera explicación sobre los elementos que constituyen el tercer Colegio Electoral del Estado de Sonora, dará a usted la clave de nuestra actitud hacia el resultado de que hablamos antes. Y no nos referimos a la candidatura de usted para la Presidencia, porque siendo unánime la opinión en su favor en todo el Estado, y aun en toda la Repúbiica, no hubo en este respecto lucha electoral. Nos concretamos a hablar sólo de la candidatura para la Vicepresidencia, en relación con los electores que integraron el tercer Colegio Electoral del Estado de Sonora.

El candidato del pueblo en el Distrito de Alamos, fue, sin duda alguna, el doctor don Francisco Vázquez Gómez. El pueblo todo lo aclamó siempre en todas las reuniones políticas con verdadero entusiasmo; y cuando nosotros, al mismo tiempo que a usted, le ofrecimos trabajar por su candidatura, nadie dudaba de su triunfo. Ciertos elementos, sin embargo (escasos por fortuna), atentos más que al bien de la patria a sus propias conveniencias, parecía que esperaban algo. Ya muy próximo el día de las elecciones primarias esas esperanzas tomaron cuerpo y se transformaron en la candidatura del señor licenciado José María Pino Suárez para la Vicepresidencia de la República, lanzada por unOs cuantos en medio de las protestas de todo un pueblo.

Era que, en la misma forma en que llegaba antes, en aquellos tiempos tan maldeoidos por usted, la consabida recomendación de trabajar por tal o cual candidato, que triunfaba siempre, había llegado ahora la de trabajar por el triunfo del licenciado Pino Suárez.

Y se trabajó; pero no como trabajan los demócratas, como trabajó usted hace dos años, como trabajamos nosotros ahora, con la ley por norma única y el derecho por única defensa; sino como se trabajaba antes, ¡en aquellos nefandos tiempos tan aborrecidos por usted!

No queremos detenernos en detalles de estos trabajos. Quién sabe si usted mismo tendrá ya los informes necesarios. Pasaron las elecciones primarias y se vió el triste espectáculo de un pueblo, ardiente partidario de Vázquez Gómez, nombrando en las mesas electorales representantes pinistas. No votaron ni la mitad de los ciudadanos con derecho a ello, y el Club Electoral Independiente sólo pudo hacer triunfar tres de los doce electorales locales.

¡Maldita consigna!, vieja y podrida raíz de un tronco infame, brotando vigorosa por entre las cenizas aun calientes de aquel fuego que vanamente intentó destruirla para siempre!

Vinieron luego las elecciones secundarias. Y nosotros, noveles políticos, que ayer apenas, confiando en hermosas promesas de libertad y sufragio efectivo, nos lanzamos llenos de fe á la conquista de nobles ideales, temimos que no se reuniera el número suficiente de electores por las grandes distancias y lo costoso del viaje.

¡Qué candidez! Pronto pudimos convencernos de que había quien pagara con largueza los gastos de los electores pinistas. Y era el representante de la autoridad política en el Distrito de Alamos, el encargado por la ley de hacer efectivas las garantías y los derechos de todos los ciudadanos, quien, pasando por sobre todo escrúpulo, hacía conocer a las autoridades del distrito, que serían pagados aquí los gastos de los electores partidarios de la fórmula Madero-Pino Suárez. En consecuencia con esto, cada elector procedente de Zahuaripa, era portador de un giro de cien pesos expedido por el prefecto de aquel distrito, a cargo del tesorero general del Estado de Sonora. Entonces ya no dudamos del triunfo de Pino Suárez. Con esos elementos se triunfa siempre.

La antigua ancha brecha abierta por la dictadura en los derechos del pueblo, se despeja, poco a poco, y los nuevos elementos entran por ella resueltamente como por terreno conocido. Y fueron llegando los electores foráneos, y se instaló el colegio electoral, y los hábiles directores de aquel tinglado político se frotaban de gusto las manos, con satisfacción anticipada. De los ciento cuarenta y dos electores del distrito concurrieron noventa y faltaron cincuenta y dos. No hubo quien pagara los gastos de los electores vazquistas y son bien pocos los que pueden hacerlos por su cuenta. Vinieron cinco solamente y dos delabarristas. Unicos valientes representantes de la virilidad de un pueblo. ¡Honor a ellos que, superiores a toda mezquina consideración, supieron mantener en alto su conciencia!

Lo demás ya usted lo sabe. Lo hemos dicho al principio de esta carta.

Falta solamente nuestra protesta; pero antes deseamos establecer algunos puntos que la justifiquen, pues de otro modo no parecería lógico hacerla ante usted.

Hemos dicho que la causa de todos estos males es la consigna, y ahora añadiremos que nosotros, y con nosotros todo el pueblo mexicano, atribuye esa consigna a usted.

Usted ha dicho, para sincerarse de ese tremendo cargo ante el pueblo, que ha recomendado la candidatura de Pino Suárez, pero que no la ha impuesto y que lo ha hecho así en uso de sus inalienables derechos de ciudadano. ¡Muy bien! Si fuera usted un simple ciudadano, colocado en las circunstancias comunes a todos, nadie habría hecho caso de esa recomendación, ni habría podido jamás tenérsela como una imposición. Pero si consideramos a usted con su carácter de jefe de la revolución, que no ha dejado de tener ni un momento; si consideramos a usted como el ciudadano que, sin género posible de duda, ocupará próximamente la Presidencia de la República; y si consideramos finalmente, que todas las autoridades del país han sido puestas por usted, y le son adictas, entonces las circunstan ...

Por el estilo de esta carta, recibí otras y muchos telegramas, dándome cuenta de iguales o peores irregularidades o intrigas en la elección vicepresidencial, que por lo qué hace a la elección de Presidente de la República, nadie puede poner en duda que la elección del señor Madero fue unánime y espontánea. El estudio detenido, frío, sereno e imparcial de los documentos antes transcritos y el no menos importante de las crónicas verídicas de aquella época, servirá para dilucidar si realmente el señor Madero fue o no un verdadero demócrata, pues no creo que para establecer este juicio debamos guiarnos por lo que digan sus admiradores y partidarios. Esto será obra del tiempo indudablemente.

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