Índice de Memorias de Francisco Vázquez GómezSegunda parte - Capítulo XSegunda parte - Capítulo XIIBiblioteca Virtual Antorcha

Segunda parte

CAPÍTULO XI

ÚLTIMA CONFERENCIA CON EL SEÑOR MADERO. UN FALSO TELEGRAMA COMO MEDIO DE UNA BURDA INTRIGA.


Después de las elecciones secundarias y de que la Cámara hubo reconocido el triunfo de la fórmula Madero-Pino Suárez, fuí a ver al señor Madero para despedirme de él, pues pensé que habiendo trabajado juntos por algún tiempo, era mi deber hacerlo así, a pesar de nuestras diferencias políticas; pues, como he dicho antes, jamás tuvimos un disgusto, ni siquiera una discusión acalorada. Nuestra conversación versó primero sobre cosas indiferentes; pero eu virtud de la antigua confianza con que yo le trataba nuestros asuntos políticos, me aventuré a decirle que, sin interés personal de ninguna especie, le iba a hacer una última recomendación amistosa: que no pusiera al señor Calero en el Ministerio de Relaciones, como lo había anunciado la prensa, porque eso era poner de jefe del gabinete a un individuo que no era ni podía ser revolucionario, aunque inteligente e instruído; que eso podía redundar en perjuicio de su gobierno, dadas las circunstancias reinantes.

El señor Madero me oyó y me dijo:

Yo nada tengo que decir del licenciado Calero, porque se ha portado muy bien conmigo, pues ningún asunto de importancia se ha resuelto en el Ministerio de Justicia, sin que antes se haya consultado mi opinión. Además, debo decir a usted que todo el que se acoge a la popularidad de Madero, nada tiene que temer.

Comprendí desde luego que lo primero era una alusión crítica a mi modo de proceder, porque yo, en las pequeñeces que se ofrecían en el ministerio a mi cargo, consultaba con el señor De la Barra y no con el señor Madero, y así se lo manifesté a éste.

En cuanto a lo segundo, le dije:

- La popularidad se adquiere muy fácilmente y se pierde del mismo modo: el prestigio es obra del tiempo y de muchos hechos meritorios, se adquiere con dificultad y difícilmente se pierde; usted tiene popularidad, pero no prestigio. Además, agregué: si Calero procede como usted dice, no obra con desinterés, sino porque se propone obtener algo en su beneficio: usted se acordará de lo que hoy le digo.

Así terminó nuestra última conferencia, agregando de mi parte que no nos volveríamos a ver, porque él iba a entregarse a los trabajos de gobierno y yo volvía a los de mi profesión.

Entiendo que el señor Madero, que era muy indiscreto, dijo algo de nuestra conversación al señor Calero, porque tengo la vehemente sospecha de que éste intervino en una burda intriga en mi contra, en unión de los señores Francisco L. de la Barra y don Ernesto Madero.

En efecto, un día, al terminar una junta de ministros, me dijo el señor Presidente De la Barra que deseaba hablar conmigo. Nos fuimos a la terraza del castillo donde empezamos a dar vueltas, pero no solos, sino con Calero y Ernesto Madero detrás de nosotros. El señor Presidente me habló más o menos en estos términos:

- Señor ministro, voy a hablarle de un asunto muy grave que es en perjuicio de usted, como miembro del gabinete.

No podía yo adivinar de qué se trataba, pero el señor Presidente continuó:

- Se trata de un telegrama de Laredo en que aparece usted complicado en una conspiración contra el gobierno, y eso, como usted comprenderá, ha causado gran escándalo.

Creo que 'el señor De la Barra no había preparado bien la lección, porque no pudo contestar satisfactoriamente a las preguntas que le hice sobre la marcha.

- Señor -le dije-, no sé de lo que se trata: yo no he recibido ningún telegrama, ¿o fue éste interceptado por el gobierno y no llegó a mi poder? Si fue así, usted debe tenerlo y necesito verlo para poder decirle de qué se trata.

El señor De la Barra, que no sabe disimular sus impresiones, no supo qué contestar y sí estaba notoriamente contrariado. Comprendí desde luego que todo era una solemne mentira, y entonces insistí en mi interrogatorio en lugar de ser el interrogado.

¿Usted ha visto el telegrama?

- No -me contestó-.

- Entonces, ¿quién lo vió?

- Tampoco sé -replicó-.

- ¿Venía en español o en clave?

- Voy a preguntar -me dijo-, y volviéndose a Ernesto Madero y a Calero, que venían detrás y muy cerca de nosotros, les hizo la misma pregunta que yo acababa de hacerle, contestando el señor Ernesto Madero: parece que venía en clave; lo cual indicaba que tampoco lo había visto.

Yo continué:

- ¿Interceptó el gobierno el telegrama o lo recibí yo?

- No sé -dijo el señor De la Barra-.

- Bueno -proseguí-: si yo recibí el telegrama debe estar firmado el recibo en el libro del mensajero, por mí o por alguna persona de mi familia o de la servidumbre; pues yo no he visto ese telegrama y es necesario averiguar su paradero y saber de qué se trata.

El señor De la Barra me dijo entonces:

- No, señor ministro; eso causaría un escándalo y será mejor dejar las cosas así, ya que dicho telegrama viene en clave.

- No, señor Presidente -repliqué-, no sólo voy a averiguar quién puso el telegrama, de dónde vino, qué decía y quién lo recibió o interceptó, sino que lo voy a tratar por la prensa, para que el público sepa de qué se trata y condene al que resulte culpable, aunque sea yo mismo. En cuanto al escándalo, no me interesa, sobre todo cuando usted me dijo al principio que ya había causado escándalo la noticia de mi conspiración, de que se habla en el telegrama.

Al día siguiente, 25 de octubre, comencé a hacer mis gestiones así por medio de la prensa como dirigiéndome al ministro de Comunicaciones. Los intrigantes quisieron encontrar entonces una salida imposible a la situación, diciendo que el telegrafista de la Secretaría de Hacienda había oído pasar en clave y traducido el famoso telegrama; pero yo insistí hasta que después de pesquisas hechas en las oficinas telegráficas y cablegráficas, así de esta capital como de Laredo, recibí la siguiente comunicación que poseo original; pero para evitar repeticiones, copio en seguida el remitido que mandé a la prensa, en el que va incluída dicha comunicación.

Casa de usted, Elíseo 20, 30 de diciembre de 1911.
Señor director de ...
Presente.

Muy señor mío de mi respeto:

Me tomo la libertad de rogar a usted se sirva mandar publicar en su acreditado diario, el documento que en seguida transcribo, y las explicaciones que van al calce.

Un sello que dice:
Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas.
México.
Dirección General de Telégrafos.
Sección 3a.
Núm. 1,459.

Manifiesto a usted en respuesta a su atenta nota de fecha 17 de noviembre próximo pasado, que habiéndose hecho por la Dirección General de Telégrafos Federales la investigación correspondiente, de acuerdo con las órdenes que a este respecto le dió la Secretaría de mi cargo, resulta que no existe en el archivo de la Oficina Telegráfica en esta capital, ni en el de la de Nuevo Laredo, el telegrama a que se refiere usted en su citada nota.

México, 8 de diciembre de 1911.
Bonilla.
Rúbrica.

Al C. Francisco Vázquez Gómez.
Presente.


Mi nota de 17 de noviembre a que se refiere la comunicación preinserta, fue relativa al telegrama que se dijo me había dirigido mi hermano Emilio, y del cual resultaba que yo no servía con lealtad y honradez al gobierno de que formé parte como secretario de Estado.

El telegrama que obra en autos dice claramente que fue depositado en Laredo, Tamaulipas (Nuevo Laredo), el 21 de actubre de 1911: aparece firmado por E. Vázquez Gómez y dirigido a mí; y aunque el señor Presidente don Francisco León de la Barra me dijo delante de don Ernesto Madero, ministro de Hacienda, que dicho telegrama venía en clave, lo cierto es que está escrito en pleno español.

Un empleado escribiente de la Secretaría de Hacienda declaró haber oído pasar el tan repetido telegrama del que sacó una copia, la cual seguramente entregó a su superior, el señor Ernesto Madero, porque éste, en unión de1 señor Calero, entonces ministro de Justicia, fue quien primero habló del asunto al señor Presidente de la República.

Ahora bien; si como lo expresa claramente la nota del señor ministro de Comunicaciones, ni en el archivo de la oficina telegráfica de Nuevo Laredo ni en el de esta capital, existe el referido telegrama; es lógico concluir que éste no fue depositado ni recibido, o lo que es igual, que el empleado de la Secretaría de Hacienda no pudo oír un telegrama que nadie puso ni recibió; de donde se infiere que el mencionado telegrama fue inventado en la Secretaría de Hacienda con el propósito avieso de hacerme aparecer como infiel al gobierno a que yo servía en calidad de secretario de Estado, Se infiere también que: o el señor De la Barra fue engañado como un niño, o él supo perfectamente que todo era una farsa y una mentira.

En cuanto a la conducta del empleado de la Secretaría de Hacienda, quien declaró haber oído pasar un telegrama que no pasó, sugiere, naturalmente, esta pregunta: ¿Pudo aquél tener algún interés en esta intriga política? No lo creo así, porque se trata de un empleado de baja categoría. Pienso más bien que fue una víctima que no reflexionó bastante lo que hizo, o no tuvo el valor civil de negarse a cometer un acto penado por la ley y por los preceptos más elementales de moral: pero todo esto se aclarará muy pronto ante el señor Juez de Distrito, pues por ahora me basta con el fallo de la opinión pública honrada.

En resumen: el telegrama de 21 de octubre último fue inventado en la Secretaría de Hacienda. ¿Quién o quiénes fueron los verdaderos autores? El público, siempre sensato, formará su juicio inapelable; pero, como sucede siempre que entran en juego las pasiones más bajas de la especie humana, la virtud triunfa del vicio. ¡Desgraciado de nuestro país si sucediera lo contrario!

Anticipando a usted las gracias por el favor que solicito en esta carta, me es grato ponerme a sus órdenes como su afmo. y muy atento servidor.

F. Vázquez Gómez.

No copio todas las comunicaciones sobre este asunto porque son muchas y creo que basta con la que expresa el resultado final. Pero ¿qué se proponían con esta burda intriga del telegrama? Creo que la siguiente carta puede dar alguna luz sobre este particular.

C/U. Elíseo 20, 28 de octubre de 1911.
Señor licenciado Francisco León de la Barra.
Presidente de la República.
Presente.

Muy señor mío de mi respeto:

Usted me dijo el jueves último que se había pasado al señor Procurador General de la República el telegrama en clave, según el cual, parece resultarme alguna responsabilidad. Del miércoles a la fecha era tiempo de que yo hubiera sido citado ante el juez a declarar aobre los hechos de que se trata; pero como esto no ha sucedido, le ruego se sirva librar sus órdenes para que cuanto antes se proceda en este asunto. Y mi petición es tanto más motivada, cuanto que el señor Procurador General ha declarado hoy en la prensa que si la acusación es presentada por su conducto y se comprueba, etc., lo cual quiere decir, señor Presidente que, al contrario de lo que usted me dijo, todavía no se ha presentado la acusación.

Pudiera suceder que el señor Procurador General se haya expresado así, temiendo que yo pudiera ocultarme, lo cual me obliga a declarar ante la nación y usted que yo no me ocultaré, pues en mi casa o en mi trabajo estaré siempre a disposición de las autoridades como lo hace todo hombre honrado que siempre está sobre las intrigas y las calumnias.

Corre el rumor, señor Presidente, de que se pretende reducirme a prisión entre tanto la Cámara resuelve la cuestión de la Vicepresidencia de la República, en cuyo asunto es usted uno de mis competidores; y aunque este recurso es innecesario en el caso, insisto en que se haga una pronta y honrada averiguación para aclarar responsabilidades.

Supongo que las autoridades judiciales habrán comenzado la averiguación acerca de los hechos ocurridos recientemente en Milpa Alta y otras localidades. A este respecto desearía yo especialmente que se esclareciera la imputación que me hace el señor Francisco I. Madero en su telegrama fechado el 26 del corriente y publicado ayer y hoy en la prensa periódica, en cuyo telegrama afirma dicho señor que algunas de las partidas que se han levantado en el Estado de Morelos y el Distrito Federal, lo han hecho de acuerdo conmigo, según se lo había asegurado una persona prominente.

Espero, señor Presidente, que en nombre de la justicia y del bien del país, se servirá usted ordenar que a la mayor brevedad se hagan las averiguaciones conducentes.

Su afmo. amigo y muy atto. s s.

F. Vázquez Gómez.

Esta carta fue escrita al día siguiente de haber presentado mi renuncia como miembro del gabinete, de la que se hablará después.

El señor De la Barra contestó a mi carta de la manera siguiente:

He visto en los periódicos una carta que se sirvió usted dirigirme acerca del telegrama que fue objeto de nuestras últimas conversaciones. Aun cuando yo no he recibido la carta a que me refiero, me apresuro a escribir a usted para decirle lo siguiente:

El jueves último, apenas tuve conocimiento del texto del telegrama, quise comunicarlo a usted, lo que hice en presencia del señor Ernesto Madero, guiado por el propósito que siempre me inspira, de proceder con entera claridad y reuniendo todos los elementos del juicio. Como usted se sirvió manifestarme que no era exacto que hubiera recibido tal mensaje de su hermano el señor licenciado don Emilio Vázquez Gómez y que, al contrario, suponía que se trataba de una maquinación torpe contra ustedes, le supliqué al señor don Ernesto Madero que se sirviera obtener la contestación del depósito del telegrama en cuestión en las oficinas telegráficas, así como la de su remisión y entrega. Al día siguiente, el señor Madero me expresó que según los datos que tenía, había sido depositado el telegrama en las oficinas telegráficas el día 21 de agosto (octubre entre líneas) y entonces, dijo el señor Calero, que se encontraba presente en esos momentos, que pasara el asunto al Procurador de Justicia para su estudio, con el objeto de que se hiciera la averiguación que corresponde conforme a la ley.

Posteriormente he dado también instrucciones para la averiguación relativa a la denuncia hecha de los sucesos de Milpa Alta y otras localidades.

Las instrucciones correspondientes fueron dadas también por mí a la Secretaría de Justicia (1).

Advierto, con este motivo, que el señor Procurador General de la República, licenciado Manuel Castelazo Fuentes, era íntimo amigo del licenciado Calero, que era el ministro de Justicia y quien lo había puesto en la Procuraduría.

Los rumores de mi posible prisión con motivo del telegrama, entre tanto la Cámara resolvía la cuestión de la Vicepresidencia, parecían indicar que el famoso telegrama fue fraguado con un objeto político, por lo que pudiera suceder en el cómputo de los votos; pero que, una vez que esto fue decidido, vinieron a confesar que no había habido tal telegrama.

En mi carta al señor De la Barra se habla de otra imputación. Esta fue hecha desde Parras, Coahuila, por el señor Francisco I. Madero, quien extremó la nota cómica en el asunto; pues decía que yo tenía mil quinientos hombres en el Ajusco, listos a pronunciarse si yo no resultaba electo Vicepresidente. Aunque esto era una acusación más burda que la contenida en el primer telegrama, presenté un escrito al señor Procurador General de la República, pidiendo que se averiguara judicialmente el asunto. Así se comenzó a hacer; se le tomó declaración al señor Madero, cuando ya ocupaba la Presidencia, quien al fin salió con que esos informes se los había proporcionado un sacerdote español, el padre Genda, encargado del templo del Sagrado Corazón, en la Colonia Juárez, y que a éste sacerdote se lo había comunicado un penitente en el sigilo de la confesión. Tpdo este fárrago de mentiras se publicó en la prensa de aquella época, y el conciliábulo se hizo en el Arzobispado de México, de acuerdo con el señor Madero, naturalmente.

Entiendo que el señor Madero debe haber recordado lo que le dije respecto al hombre de su absoluta confianza, el señor Calero, quien después de ser embajador en los Estados Unidos, vino a decir, o mejor dicho, a confesar en pleno Senado mexicano, qué clase de labor había realizado en su puesto de embajador. Pero lo más notable es cómo pinta al señor Madero en su libro Un Decenio de Política Mexicana, en donde los calificativos de frívolo, loco y títere no escasean.




Notas

(1) Esta carta del scñor De la Barra no la conservo yo, pues con motivo de las averiguaciones a que dió lugar el famoso y supuesto telegrama, se entregó al juez que conoció del asunto. En el año de 1930 mandé buscar el expediente relativo, el que fue encontrado, pero mutilado, y solamente se hizo copia de la carta ya transcrita, y de lo siguiente:

Mexican telegraph Co.
Señor doctor Francisco Vázquez Gómez:

Contestando su carta fecha de hoy, manifiesto a usted que se ha buscado cuidadosamente en nuestros archivos, del 15 al 31 de octubre próximo pasado, no habiéndose encontrado ningún mensaje procedente de Laredo, Texas, dirigido a usted.

Su atto. y s. s.

F. Woodcock, jefe de la oficina.

He aquí el famoso telegrama inventado en la Secretaría de Hacienda:

N. Laredo, wq 21.
México.
Señor doctor Vázquez Gómez.

Progresando nuestro trabajo como habrás recibido carta. Dice don B. violentes esa Aparicio, rumbo indicado.

E. Vázquez Gómez.

Debo hacer hincapié en que el telegrama lo conocí yo en el juzgado, y qoe del expediente y en el año de 1930 fue copiado. Creo será suficiente que don Manuel Bonilla les diga, oficialmente, a los que intervinieron en esto, qee el tal telegrama no existió ...

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