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Tercera parte
CAPÍTULO IX
EL LIMANTOURISMO O CIENTIFICISMO DEL SEÑOR FRANCISCO I. MADERO.
En el curso de estas Memorias, he dicho varias veces que la familia Madero, inclusive el jefe de la revolución, era limantourista; es decir, científica, puesto que el señor Limantour era el jefe del grupo conocido con este nombre. Y como era públicamente reconocida la preponderancia del grupo científico en el gobierno del señor general Díaz, así en el gabinete y las Cámaras como en los gobiernos de los Estados; es lógico concluir que el señor Francisco I. Madero era gobiernista por lo que se refiere al grupo científico. Era antiporfirista franco, así como los científicos lo eran de un modo disimulado e inteligente, pues no les convenía asumir una hostilidad manifiesta, por no perder las ventajas que les brindaba su posición oficial, entre otras, la de poder desarrollar su política futurista. Es cierto que el general Díaz aparecía como responsable; pero, en el fondo, no era sino un instrumento manejado por los científicos con inteligencia y habilidad.
En comprobación de lo que asiento en el encabezado de este capítulo voy a referirme, aunque a grandes razgos, a lo que consta en estas Memorias y a lo que consta también en algunos docnmentos que desde este punto de vista tienen interés histórico.
Como se ha visto, el señor Francisco I. Madero, en su carta de 18 de agosto de 1910, copiada en parte, elogia al señor Limantour y echa toda la responsabilidad de la situación sobre el general Díaz, no obstante que éste, estaba ya dominado por los científicos, quienes constituían en su rededor un círculo de hierro. Esto no era un secreto, sino que era del conocimiento del público.
Cuando los señores Madero y licenciado don Roque Estrada estaban presos en San Luis Potosí, el señor Limantour, a su paso para Europa y consciente de su valer, aconsejó que pidieran la libertad caucional, asegurando que les sería concedida sin dificultad, como sucedió en efecto.
A las conferencias de Corpus Christi concurrieron de parte de la revolución y del gobierno, miembros de la familia Madero con el fin de arreglar la paz. Solamente concurrió como extraño Iñigo Noriega, quien, como queda dicho en otro lugar, era portador de una proposición para que el señor Limantour ocupara la Vicepresidencia en lugar del señor Corral, quien renunciaría. Esto vendría a confirmar lo que algunos dicen, que Corral no era científico y por eso se le sacrificaba. Pero lo más curioso es que en los círculos oficiales se creyera que poniendo a Limantour en la Vicepresidencia, quedaría satisfecha la revolución. Esto tiene su explicación dentro del criterio de los Madero.
Antes de que el señor Limantour llegara de Europa a Nueva York y después de las pláticas que allí tuvimos en el hotel Astor, Gustavo Madero hizo grandes elogios de Limantour, considerándolo como el hombre que salvaría la situación del país, lo cual me obligó a escribirle mis cartas de 4 y 20 de marzo de 1911, según consta en estas Memorias.
En las pláticas del hotel Astor, el señor Limantour no objetó la idea de que era necesaria la renuncia del señor Corral como Vicepresidente y ministro de Gobernación, lo cual me hizo pensar que algo se había hablado de la candidatura vicepresidencial del señor Limantour; y digo esto porque los señores Francisco y Gustavo Madero hablaron con él antes de que yo llegara a Nueva York.
En la carta del licenciado Pino Suárez, de 4 de abril de 1911, se ve que los Madero, después de haber hablado en Nueva York con el señor Limantour, y en San Antonio con los comisionados de dicho señor, se ocupaban en hacer política en lugar de proporcionar elementos para continua!r la revolución. Tal parece que se tenía la seguridad de arreglar la paz.
Los señores licenciado Toribio Esquivel Obregón y don Oscar Braniff, agentes de Limantour, fueron a verme en Washington con el propósito de poner fin a la revolución y, como se ha visto, ellos fueron los intermediarios entre el señor Limantour y el señor Madero para arreglar la paz, según consta en documentos firmados por el jefe de la revolución.
En el llamado Pacto Madero-Limantour, que se me telegrafió a Washington el 22 de abril de 1911, después que los agentes de Limantour habían hablado con el jefe de la revolución, ya no se pide la renuncia del señor general Díaz; sino la del señor Corral solamente, lo cual dió origen al telegrama de Sánchez Azcona, llamándome con urgencia para contrarrestar influencias contrarias.
En la junta de 30 de abril, tenida en el campamento revolucionario, frente a Ciudad Juárez, el señor Madero, cuando yo iba a pedir la renuncia del general Díaz, me dijo que estaba comprometido con Limantour, como ya fue relatado.
Después de la toma de Ciudad Juárez y de haber yo obtenido la seguridad de que el general Díaz renunciaría el poder, el señor Francisco I. Madero se opuso a que se eliminara del gobierno interino al señor Limantour, lo cual me obligó a entenderme con el entonces Presidente, para conseguir que Limantour no figurara en el gobierno interino.
Téngase también en cuenta que el señor Limantour, alma y medula del gobierno del general Díaz, no volvió a México, sino en vísperas del desastre; que se mantuvo ausente muy a pesar de la situación bien difícil porque atravesaba el gobierno de que formaba parte importantísima; que se mantuvo alejado cuando, más que nunca, su presencia era indispensable si en él hubiese habido la resolución de ayudar firmemente al gobierno del señor general Díaz.
En el artículo publicado por el doctor Francisco J. Ituarte, edición de El Universal fecha primero de octubre de 1930, encuentro lo siguiente que es confirmatorio de lo que acabo de referir.
El 12 de mayo de 1911, el licenciado Rafael Hernández decía a Limantour:
Madero me informa que vería con sumo agrado la permanencia de usted en la Secretaría de Hacienda y más adelante dice: Carvajal decía que Madero exigía que Limantour siguiera en el Ministerio de Hacienda.
Esto último concuerda perfectamente con lo que el general Díaz dijo a Manuel Amieva en una de sus entrevistas, según consta en los artículos que éste último publicó en La Opinión, de Los Angeles, como se ha visto en estas Memorias (1).
El señor Madero, en sus discursos de propaganda y en los que pronunció después del triunfo de la revolución, nunca atacó al señor Limantour como jefe de los científicos: sólo atacaba al general Díaz, quien ya no era el director efectivo de la política de ese tiempo.
En carta de 20 de enero de 1909, publicada por don Juan Sánchez Azcona en el Gráfico de 21 de agosto de 1930, el señor Francisco I. Madero le dice a su señor padre, entre otras cosas, lo siguiente:
Acuérdate que yo te animé mucho para que fueras por primera vez a ver a L y que no te ha pesado ni un momento.
Pues bien, insisto en que lo veas de nuevo, pero en su casa particular y le digas que yo me voy a lanzar a la política, que no lo has podido evitar, que voy a procurar la formación de un partido verdaderamente democrático, para neutralizar la influencia del reyismo, que nos invadió el club de esa capital. Que en el libro que voy a publicar ataco a Reyes, a Corral y sobre todo a la idea del poder absoluto, y refiero en mi apoyo las faltas del general Díaz. Que de él (Limantour) hablo muy poco, pues no quiero que se trasluzcan mis simpatías por él, porque después, ya no podría trabajar por él con la misma facilidad. Que aunque no soy incondicional de nadie, sino de la democracia, siento por él grandísimas simpatías y con gusto trabajaré cuando crea oportuno, porque él llegue a la Vicepresidencia; que ya sabe que toda nuestra familia es amiga de él, etc., etc., y después le puedes insinuar: ¿Y a mí? ¿Cree usted que me pueden molestar en el Banco Nacional?
Lo anteriormente escrito, no necesita comentarios, porque en ello se ve claramente que el jefe de la revolución era limantourista desde que empezó su campaña política, aunque no quería que se traslucieran sus simpatías por el señor Limantour, porque después ya no podría trabajar por él con la misma facilidad.
Solamente cabe hacer la siguiente interrogación. Durante el curso de la revolución y muy especialmente en las negociaciones de Ciudad Juárez, ¿el señor Francisco I. Madero creyó llegada la oportunidad para trabajar por el señor Limantour a fin de que ocupara la Vicepresidencia de la República, cuando menos? Por mi parte creo que la contestación debe ser afirmativa, porque como se ha visto, mucho se empeñó el señor Madero en que no renunciara el general Díaz, sino solamente Corral; pero esto no era por simpatías al primero, sino porque así se facilitaba la combinación de que el señor Limantour fuera el Vicepresidente y a su tiempo ocupara la Presidencia. Es fácil de comprender que si el señor Limantour ocupaba la Vicepresidencia, cuando el general Díaz se retirara al fin del plazo prudente que se menciona en alguno de los telegramas copiados en el capítulo respectivo, hecha la paz, licenciados los revolucionarios armados y eliminados los revolucionarios civiles, el señor Limantour habría ocupado la Presidencia de la República, con el asentimiento de los Madero, pero no con el de los revolucionarios.
Pudiera decirse que ya en el curso de la campaña política y con mayor razón durante la lucha armada, Francisco I. Madero había prescindido de sus simpatías por el señor Limantour y de la idea de trabajar por él para que llegara a la Vicepresidencia; pero esto no es creíble por lo que sucedió en las negociaciones de Ciudad Juárez y por lo que voy a referir en seguida.
Cuando en abril de 1913 llegué a Washington huyendo de los esbirros de Huerta, el señor Sherburne G. Hopkins, con quien cultivé siempre buena amistad, me dijo que mientras yo batallaba en Ciudad Juárez por eliminar del gobierno interino al secretario de Hacienda, él, Hopkins, recibía telegrama de los Madero, preguntándole cómo sería visto en los Estados Unidos el señor Limantour como Presidente de México.
Poco tiempo después, me encontré en el despacho del señor Hopkins, al licenciado Francisco EBcudero Verdugo, quien figuraba entonces como miembro del gabinete de Carranza. Dicho señor, que había sido jefe del corralismo en Jalisco, en 1910, se estuvo expresando conmigo muy mal del grupo científico. Entonces le dije:
- Yo no me explico lo que usted, habiendo sido científico, dice; y además, porque Madero era también científico, afirmación esta última que lo exaltó considerablemente.
Después de oír su peroración defendiendo del cargo al señor Madero, me dirigí al señor Hopkins, diciéndole:
- ¿Es verdad, capitán, quc cuando en mayo de 1911, batallaba yo en Ciudad Juárez por eliminar a LimantoUr del gobierno provisional, los Madero telegrafiaban a usted, preguntándole cómo sería visto en este país Limantour como Presidente de México?
- Es verdad"-contestó el interpelado-.
El licenciado Escudero se limitó a decir: Entonces, no sabemos lo que ha pasado.
El señor Hopkins ofreció obsequiarme el telegrama si lo encontraba entre sus papeles; y como yo no lo recibiera, en 1918 le escribí una carta de San Antonio Tex., preguntándole si eran ciertos, así el contenido del telegrama, como mi conversación con el licenciado Escudero. Me contestó afirmativamente.
No encontrando entre mis papeles esta última carta, en el mes de abril de 1929 escribí al señor Hopkins recordándole su carta de 1918 y suplicándole que una vez más me confirmara por escrito lo anterior para incluirlo en estas Memorias.
Como el señor Hopkins no me contestara, en junio de 1930 volví a escribirle recordándole mi petición y advirtiéndole que así lo hacía por haber perdido su carta de 1918. El señor Hopkins tampoco contestó.
En el mes de enero de 1931, por bondadosa mediación del señor licenciado Roberto Córdova, abogado de México ante la Comisión General de Reclamaciones, el señor Luis González Torres buscó al señor Hopkins en su despacho, para recordarle verbalmente su contestación. El señor Hopkins se limitó a decir al señor González Torres que por circunstancias especiales había dejado sin contestar mis cartas.
Por fin, a fines de mayo de 1931 recibí carta del señor Hopkins, fechada en Washington el 22 del mismo mes de mayo, pero, ignoro por qué causas u obedeciendo a qué sugestiones, el señor Hopkins creyó conveniente no decir la verdad en esta vez. Su carta dice a la letra:
No ha sido ninguna falta de respeto la causa del atraso de contestar a sus gratas del 19 de abril de 1929, y 21 de junio de 1930, por las cuales he notado que, retirado de la política, usted está ahora escribiendo sus Memorias de la revolución de 1910, que, estoy seguro, serán muy interesantes. El atraso en contestar fue debido a la necesidad de examinar todos mis archivos correspondientes al período revolucionario, los cuales son muy numerosos.
En su primera carta, usted (el doctor Vázquez Gómez) dice:
En 1913, que fuí a esa huyendo de Huerta, me dijo usted que mientras yo trabajaba en Ciudad Juárez para eliminar a Limantour del gobierno de De la Barra, los Madero telegrafiaban a usted preguntándole cómo vería el gobierno americano a Limantour como Presidente de México. Usted me ofreció el telegrama, pero no pudo encontrarlo, aunque después me escribió una carta afirmativa que no he podido encontrar entre tantos papeles.
En 1913, el licenciado Francisco Escudero y yo hablábamos en el despacho de usted y en su presencia, de los científicos, a quienes criticaba muy duramente el licenciado Escudero. A manera de comentario dije a este señor que Madero era científico o al menos imantourista, cosa que el señor Escudero negó. Entonces pregunté a usted: ¿Es verdad, capitán, que cuando yo hacía esfuerzos para eliminar a Limantour del gobierno, los Madero telegrafiaban a usted preguntándole cómo vería el gobierno americano a Limantour como Presidente de México?
Sí es cierto, contestó usted.
En contestación tengo que manifestarle que no puedo aceptar como exactas las palabras que usted me atribuye, porque el caso es que nunca recibí de cualquiera de los Maderos ningún telegrama o carta en que me preguntaran cómo vería el gobierno americano al señor Limantour como Presidente de México. Usted probablemente no me entendió bien cuando le dije que había recibido una pregunta por telegrama a ese efecto, sin mencionar el nombre del remitente (2). Esta pregunta vino del señor Henry Clay Pierce, quien entonces era el presidente de la Mesa Directiva de los Ferrocarriles Nacionales de México en Nueva York, y dueño de la Waters Pierce Oil Co. Como que este caballero, una persona de mucha influencia, estaba en muy íntima afiliación con los banqueros, tenía un vivo interés en favor del mantenimiento del crédito nacional. El mensaje lo transcribí a don Gustavo, sin comentario. Más tarde, el señor Pierce, me avisó por teléfono que, como Limantour tenía la confianza del mundo financiero, sería un gran error eliminarle bruscamente del gobierno, una opinión que él me suplicó comunicara al jefe del gobierno provisional. En aquella época, estaba conmigo, aquí, como agente confidencial, el señor licenciado José Vasconcelos, a quien repetí las palabras del señor Pierce, y nos convenimos a comunicarlas a don Gustavo Madero. No recuerdo haber recibido ninguna contestación, y ciertamente mis archivos no contienen ningún telegrama o carta referente a la materia.
Con don Francisco I. Madero, no tuve ninguna conversación sobre el asunto, con la excepción de que, en junio de 1911, me dijo cque él estaba opuesto a cualquier cambio brusco en la política financiera de México, porque ello constituiría un grave peligro a la situación económica de la nación.
En esta situación, sólo me quedaba hacer un esfuerzo más para encontrar la primera carta de Hopkins en que ratificaba haber recibido el telegrama de los Madero y nuestra conversación con el licenciado Escudero Verdugo. No encontrando el documento en mis archivos después de nueva busca minuciosa, pensé que se encontraría entre los papeles que en un cateo fueron recogidos de mi domicilio en San Antonio, Texas, en diciembre de 1920, cuando se pensó que porque yo curaba al general Lucio Blanco, quien iba diariamente a recibir tratamiento, yo estaba comprometido en alguna conspiración contra el gobierno del general Alvaro Obregón.
En junio de 1931, el señor Winchester Kelso, abogado de San Antonio, Texas, a petición del señor licenciado Rómulo Becerra me hizo el favor de hacer la investigación conducente en los archivos judiciales, con resultado negativo.
Queda, pues, al buen juicio del lector creer o no en la existencia del telegrama de los Madero. Permítaseme, sin embargo, llamar la atención sobre los siguientes puntos:
El señor Hopkins no transcribió en su carta de 1931 el telegrama que dice haber recibido del señor Pierce, no obstante que debe obrar en su poder.
La explicación que da Hopkins de la intervención del señor Pierce, no es verosímil, pues para averiguar cómo vería el gobierno americano al señor Limantour como Presidente de México, el señor Pierce, persona de mucha influencia y conectado íntimamente con los banqueros, habría recurrido directamente a algún alto funcionario del gobierno americano y no al señor Hopkins, que no desempeñaba cargo alguno oficial en 1911.
El señor Hopkins tardó más de dos años en contestarme, sin que pueda scrvirle de excusa el examen previo de sus numerosos archivos, pues si esto último podría justificar una tardanza respecto del telegrama original de 1911 que ofreció obsequiarme y aun de la carta que me escribió a San Antonio, Texas, en 1918; en cambio, no bastaría para explicar que no haya contestado mi carta de 1929 en un plazo razonable, mencionando siquiera las conversaciones con varias personas respecto de la pregunta y opinión del señor Pierce, conversaciones que tan bien parece recordar el señor Hopkins en 1931, sin ayuda de archivos, puesto que no constaban por escrito. Después de más de dos años de silencio, al advertir mi insistencia en el transcurso de tan largo período de tiempo, el señor Hopkins comprendió que era absolutamente cierto que yo había perdido su primera carta de 1918, único documento con que podía refutarse de manera incontestable su segunda carta, la de 1931.
Por último, según se demuestra en estas Memorias, el telegrama que Hopkins recibió en 1911, no es la única prueba del limantourismo de don Francisco I. Madero (3).
Notas
(1) Véase, en la primera parte de estas Memorias, el apartado VI del capítulo XVII, esto es el sexto artículo reproducido del señor Manuel Amieva. Nota de Chantal López y Omar Cortés.
(2) Subrayadas por el autor de estas Memorias.
(3) En El Universal del 5 de marzo de 1933, publica el señor Diego Arenas Guzmán algunos párrafos de las Memorias del ingeniero Robles Domínguez. Dice uno de ellos:
Se leyó la proclama y con excepción de mi hermano Gabriel, que fue el primero en leerla y firmó, los demás nos negamos a hacerlo; pues si anteriormente no estábamos conformes con Madero en aceptar como Presidente de la República al ministro Limantour ...
Me permito llamar la atención del lector sobre que esto pasaba en las juntas previas a la fundación del Centro Antirreeleccionista de México. Es decir, cuando se trataba de fundar el Partido que habría de llevarlo al triunfo, el señor Madero ya quería la Presidencia para el señor Limantour.
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