Índice de Memorias de Francisco Vázquez GómezPresentacion de Chantal López y Omar CortésPrimera parte- Capítulo IBiblioteca Virtual Antorcha

Prólogo


Con toda intención he dejado transcurrir el tiempo, más de veinte años, para escribir mis memorias acerca de la Revolución de 1910. Pero este retardo no se debe al desconocimiento de la importancia que pudiera tener la publicación de algunos hechos históricos, sino al propósito de alejar, hasta donde humanamente es posible, toda pasión y todo resentimiento que, sin darme cuenta, pudieran alterar la fría y sincera relación de los acontecimientos.

Dos razones principales me mueven a publicar mis memorias: una, que no quiero privar al público de los documentos que poseo, entre los cuales puede haber algunos de verdadera importancia histórica; y otra, el deseo muy natural de defenderme de los cargos que me han hecho, franca o solapadamente, algunas personas mal informadas o apasionadas. Yo no soy de los que pretenden no equivocarse nunca: soy de los que aceptan la responsabilidad de sus actos; y para que el público los juzgue con conocimiento de causa, es necesario darles publicidad.

En estas memorias voy a ocuparme preferentemente de aquellos hechos en que tuve intervención o pleno conocimiento de ellos; y cuando falten estas dos condiciones, así lo haré notar con sinceridad. En consecuencia, no me ocuparé de todos los acontecimientos de la Revolución, sobre la cual tanto se ha escrito por propios y extraños y tanto se ha desfigurado la verdad. Tampoco me ocuparé en discutir lo que sobre ella se ha escrito, porque esto me llevar!a muy lejos, y no es mi propósito hacer o escribir un juicio crítico, sino, como antes dije, relatar lisa y llanamente lo que me consta. Pero esa línea de conducta no me impedirá rectificar algunos hechos falsos o juicios apasionados y carentes de verdad.

Tendré especial cuidado en hacer resaltar los errores que cometí, porque callarlos, aparte de no ser honrado, se interpretar!a como una parcialidad que no puedo ni debo tener cuando se trata de hacer resplandecer la verdad histórica.

He adoptado la forma de memorias y no la de un juicio crftico sobre la Revolución, porque en éste el autor se forma un determinado plan, para desarrollar el cual tiene buen cuidado de seleccionar el material que mejor le sirva para el objeto; mientras que en las memorias se relatan los hechos, no como quisiera hoy que hubieran pasado, sino como realmente pasaron.

En los documentos insertos en esta obra consta lo que pensamos e hicimos quienes tomamos parte activa en la Revolución: en ellos se pueden ver nuestros errores y nuestros aciertos, nuestras vacilaciones y nuestras debilidades en los momentos difíciles; pues no es lo mismo criticar después de años un acto en el que no se intervino, que afrontar la responsabilidad de resolver los problemas en los momentos de apuro.

Todavía obran en mi poder muchos documentos que no corren insertos en las presentes memorias: unos los he suprimido porque carecen de importancia histórica, otros porque con la acción del tiempo y de los lugares en que permanecieron ocultos, han quedado ilegibles, principalmente las copias; y otros, muy pocos, porque están en clave, sin traducción, pues en enero de 1913, con motivo de mi prisión, entregué la clave al Juez de Distrito y no me ha sido posible encontrar el expediente para sacar una copia. De todos modos, copiados y no copiados, están a la disposición de quien quiera verlos.

No me ocuparé en el estudio de las causas de la Revolución, porque éstas no tuvieron su origen en el gobierno del general Díaz, como algunos piensan, sino que datan de los tiempos de la conquista; pues las causas de una revolución no producen sus efectos a corto plazo: su acción es lenta, pero constante, a veces insensible, pero efectiva, de donde resulta que la idea revolucionaria tiene muy a menudo un período de gestación demasiado largo.

El error del general Díaz y de sus colaboradores más influyentes, aparte de su intransigencia política para conservar el poder, consistió en no haber tenido en cuenta las condiciones políticas, sociales y económicas dominantes, producto de la evolución constante de las sociedades humanas. El gobierno del general Díaz, puede decirse que permaneció estacionario.

En efecto: el señor general Díaz no aprovechó el largo período de paz para educar al pueblo en las prácticas democráticas, comenzando por las elecciones municipales, que son, por decirlo así, el Kindergarten del ejercicio de los derechos políticos; no cambió el régimen latifundista por el de la pequeña propiedad, que transforma al hombre, sino que antes bien, parece que se propuso consolidarlo y aun extenderlo, otorgando privilegios a las compañías deslindadoras, que, en no raras ocasiones, despojaron a muchos pobres, particulares y pueblos; y, por último, muy poco o nada se hizo en favor del asalariado, que siguió siendo explotado inhumanamente por el patrón. El mundo había comenzado a evolucionar en estas malerias; pero el gobierno de México lo ignoraba, o a sabiendas, prefirió seguir la ruta más fácil, o sea la rutina de muchos años.

De esto se puede inferir que las verdaderas revoluciones casi siempre son motivadas por actos o imprevisiones de los gobiernos que rigen los destinos de un país: las falsas revoluciones, sediciones, cuartelazos, etc., casi siempre reconocen por origen ambiciones personales. La Revolución de 1910 fue una verdadera revolución, y su triunfo se debió a la acción combinada de las armas y de la opinión pública.

México, D. F., febrero de 1933.
Dr. F. Vázquez Gómez.

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