Índice de El abanico de lady Windermere de Oscar Wilde | Personajes de la obra | Acto segundo | Biblioteca Virtual Antorcha |
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EL ABANICO DE
LADY WINDERMERE
Oscar Wilde
ACTO PRIMERO
Gabinete de confianza en la casa de lord Windermere, en Carlton. Puertas, en el centro y a la derecha. Mesa de despacho con libros y papeles, a, la derecha. Sofá con mesita de té, a la izquierda. Puerta-balcón que se abre sobre la terraza, a la izquierda. Mesa, a la derecha. Lady Windermere está ante la mesa de la derecha, arreglando unas rosas en un búcaro azul. Entra Parker. PARKER LADY WINDERMERE PARKER LADY WINDERMERE PARKER LADY WINDERMERE PARKER LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON PARKER LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADy WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON LADY WINDERMERE LORD DARLINGTON
¿Está su señoría en casa esta tarde?
Si ... ¿Quién ha venido?
Lord Darlington, señora.
(Titubea un momento). Que pase ... Y estoy en casa para todos los que vengan.
Bien, señora.
(Sale por el centro).
Prefiero verle antes de esta noche. Me alegro de que haya venido.
(Entra Parker por el centro).
Lord Darlington.
(Entra Lord Darlington por el centro. Vase Parker).
¿Cómo está usted, lady Wlndermere?
¿Cómo está usted, lord Darlington? No, no puedo darle la mano. Mis manos están mojadas con estas lindas rosas. ¿No son hermosas? Han llegado de Selby esta mañana.
Son totalmente Perfectas.
(Ve un abanico que está sobre la mesa).
¡Qué maravilloso abanico! ¿Puedo examinarlo?
Véalo. Bonito, ¿verdad? Lleva puesto mi nombre y todo. Acaban de enviámelo. Es el regalo de mi marido por mi cumpleaños. ¿No sabe usted que es hoy mi cumpleaños?
No. ¿Es de verdad?
Si: es hoy mi mayoria de edad. Dia completamente importante en mi vida, ¿no? Por eso doy esta noche una reunión. Siéntese usted.
(Sigue arreglando las flores).
(Sentándose). Siento no haber sabido que era su cumpleaños, lady Windermere. Habría cubierto de flores toda la calle, delante de su casa, para que usted las pisara. Para eso están hechas.
(Breve pausa).
Lord Darlington, me estuvo usted molestando la noche pasada en el Ministerio de Estado. Y temo que vaya usted a molestarme de nuevo.
¿Yo, lady Windermere?
(Entran Parker y un Criado por el centro, llevando en una bandeja un servicio de té).
Póngalo aqui, Parker. Así está bien.
(Sécase las manos con su pañuelo, va hacia la mesita de té, a la izquierda, y se sienta)
¿Quiere usted sentarse, lord Darlington?
(Vase Parker por el centro).
(Coge una silla y se acerca) Soy un completo miserable, lady Windermere. Debe usted decirme qué es lo que hice.
(Siéntase a la izquierda de la mesita).
Bueno; pues estarme echando llores toda la noche.
(Sonrtendo). ¡Ah! Hoy dia estamos tan pobres de todo, que la única cosa divertida es echar flores. Es lo único que puede echarse.
(Moviendo la cabeza) No: le estoy a usted hablando muy seriamente. No sonria usted, lo digo muy en serio. No me gustan los cumplidos, y me parece inconcebible que haya quien crea agradar extraordinariamente a una mujer por decirle un montón de cosas en las que no cree.
¡Ah! Pero es que yo las creo.
(Coge la taza de té que ella le ofrece).
(Gravemente) Espero que no. Sentiria tener que pelear con usted, lord Darlington. Ya sabe que le qUiero mucho. Pero dejaria de quererle en absoluto si pensase que es usted como la mayoria de los hombres. Créame; es usted mejor que la mayoría de los hombres; pero a veces quiere usted parecer peor.
Todos tenemos nuestras pequeñas vanidades, lady Windermere.
¿Y por qué hace usted de esa, especialmente, la suya?
(Sigue sentada ante la mesa de la izquierda).
(Siempre sentado en el centro). ¡Oh! En la actualidad hay tanta gente en sociedad que pretende ser buena, que me parece casi una prueba de grata y modesta disposición el pretender ser malo. Además, es preciso confesarlo. Si pretende uno ser bueno, el mundo le toma a uno muy en serio. Y si pretende ser malo, sucede lo contrario. Tal es la asombrosa estupidez del optimismo.
Entonces, ¿usted no qUiere que el mundo le tome en serio, lord Darlington?
No; el mundo, no. ¿Quién es la gente a la que el mundo toma en serio? Toda la gente más aburrida para mí, desde los obispos para abajo. Me gustaría que me tomase usted en serio, lady Windermere; usted más que nadie en la vida.
¿Por qué yo?
(Después de una breve vacilación). Porque creo que podriamos ser grandes amigos. Seamos grandes amigos. Puede usted necesitar algún dia un amigo.
¿Por qué dice usted eso?
¡Oh! ... Todos necesitamos a veces amigos.
Creo que somos ya buenos amigos, lord Darlington. Podemos seguirlo siendo siempre, mientras usted no ...
¿No qué ...?
No lo eche a perder diciéndome cosas extravagantes y tontas. Me cree usted una puritana, ¿verdad? Bueno; pues tengo algo de puritana. Quisieron educarme así. Me alegro mucho de eso. Mi madre murió cuando era yo una simple niña. Viví siempre con lady Julia, la hermana mayor de mi padre, como usted sabe. Era severa conmigo; pero me enseñó lo que el mundo está olvidando: la diferencia que hay entre lo que está bien y lo que está mal. No toleraba ninguna claudicación. Yo tampoco la tolero.
¡Mi querida lady Windermere!
(Recostándose en el sofá). Me mira usted como si fuese de otra época. Bien: lo soy. Sentiría estar al mismo nivel de una época como ésta.
¿La cree usted muy mala?
Sí. Hoy día la gente parece considerar la vida como una especulación. Y no es una especulación. Es un sacramento. Su ideal es el amor. Su purificación es el sacrificio.
(Sonriendo). ¡Oh! Todo es preferible a ser sacrificado.
(Inclinándose hacia adelante). No diga usted eso.
Lo digo. Lo siento ... Lo sé.
(
Señora, esos hombres quieren saber si tienen que poner las alfombras en la terraza para esta noche.
¿Cree usted que lloverá, lord Darlington?
¡No quiero oir hablar de lluvia el día de su cumpleaños!
Diga usted entonces que las pongan, Parker.
(Sale Parker).
(Sigue sentado}. ¿Cree usted, entonces (pongo, naturalmente, solo un ejemplo imaginario). cree usted que en el caso de un matrimonio joven que llevase alrededor de dos años de vida conyugal, si el marido se hiciera de repente el amigo intimo de una mujer de .... bueno, de reputación más que dudosa (la visitase continuamente, comiese con ella y pagase probablemente sus cuentas), cree usted que la esposa no deberia consolarse por su lado también?
(Frunciendo el ceño). ¿Consolarse ella también?
Si; yo creo que deberia hacerlo, creo que tendria ese derecho.
Porque el marido sea vil, ¿la mujer ha de serlo también?
Vileza es una palabra terrible, lady Windermere.
Lo terrible es el hecho, lord Darlington.
¿Sabe usted que temo que la gente buena hace una gran cantidad de daño en este mundo? Realmente, el mayor daño está en dar tan extraordinaria importancia a la maldad. Es absurdo dividir a la gente en buena y mala. La gente es tan solo encantadora o aburrida. Yo estoy al lado de la gente encantadora, y usted, lady Windermere, no puede por menos de serlo.
¡Vamos, lord Darlington! (Levantándose y cruzando hacia la derecha por delante de él). No se mueva. Voy sencillamente a acabar de arreglar mis flores.
(Va hacia la mesa de la derecha).
(Levantándose y apartando su silla). Y yo debo decirle que es usted realmente dura con la vida moderna, lady Windermere. Claro que esta es muy perniciosa, lo concedo. La mayoria de las mujeres son hoy día, por ejemplo, más bien venales.
No hable usted de tales gentes.
Bueno; dejando a un lado a esa gente venal, que es, naturalmente, horrenda, ¿cree usted seriamente que las mujeres que han cometido lo que el mundo llama una falta no deben nunca ser perdonadas?
(En pie ante la mesa). Creo que no deben ser perdonadas nunca.
¿Y los hombres? ¿Cree usted que debe aplicarse la misma ley a los hombres que a las mUjeres?
¡Indudablemente!
Me parece la vida una cosa demasiado compleja para pOder ser regida por unas reglas tan rigidas y fijas.
Si todos tuviésemos esas reglas rigidas y fijas encontraríamos la vida mucho más sencilla.
¿No admite usted excepciones?