Índice de El abanico de lady Windermere de Oscar Wilde | Acto tercero | Apéndice - Video de la obra | Biblioteca Virtual Antorcha |
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EL ABANICO DE
LADY WINDERMERE
Oscar Wilde
ACTO CUARTO
La misma decoración que en el acto primero. LADY WINDERMERE ROSALÍA LADY WINDERMERE ROSALÍA LADY WINDERMERE ROSALÍA LADY WINDERMERE ROSALÍA LADY WINDERMERE LORD WINDERMERE LADY WINDERMERE LORD WINDERMERE LADY WINDERMERE LORD WINDERMERE LADY WINDERMERE LORD WINDERMERE LADY WINDERMERE LORD WINDERMERE LADY WINDERMERE LORD WINDERMERE LADY WINDERMERE LORD WINDERMERE LADY WINDERMERE LORD WINDERMERE LADY WINDERMERE LORD WINDERMERE LADY WINDERMERE LORD WINDERMERE LADY WINDERMERE LORD WINDERMERE LADY WINDERMERE PARKER LADY WINDERMERE LORD WINDERMERE LADY WINDERMERE LORD WINDERMERE LADY WINDERMERE PARKER MISTRESS ERLYNNE LADY WINDERMERE MISTRESS ERLYNNE. LADY WINDERMERE MISTRESS ERLYNNE LADY WINDERMERE MISTRESS ERLYNNE LADY WINDERMERE LORD WINDERMERE MISTRESS ERLYNNE LADY WINDERMERE MISTRESS ERLYNNE LADY WINDERMERE MISTRESS ERLYNNE LADY WINDERMERE MISTRESS ERLYNNE LADY WINDERMERE MISTRESS ERLYNNE LORD WINDERMERE MISTRESS ERLYNNE LORD WINDERMERE MISTRESS ERLYNNE LORD WINDERMERE MISTRESS ERLYNNE
(Tendida en el sofá).
¿Cómo podré decirselo? No puedo decirselo. Me mataria. ¡Me pregunto qué sucederia después de escapar yo de aquella horrible habitación! Quizá ella le dijo la verdadera razón de encontrarse alli, y el auténtico significado de ese abanico fatal que me pertenecia. ¡Oh! Si lo sabe. ¿cómo podré mirarle otra vez a la cara? No me lo perdonará nunca.
(Toca el timbre).
Cree una vivir segura ..., fuera del alcance de la tentación, del pecado y de la locura. Y luego, de repente ... ¡Oh! La vida es terrible. Nos gobierna y no nosotros a ella.
(Entra Rosalía por la derecha).
¿Me llamaba su señoría?
Si. ¿Ha averiguado usted ya a qué hora volvió anoche lord Windermere?
Su señoria no volvió hasta las cinco.
¿Las cinco? ¿Sabe usted si llamó a mi puerta esta mañana?
Sí, señora ... A las nueve y media. Le dije que la señora no se había despertado aún.
¿Y dijo algo?
Algo dijo del abanico de la señora. Pero no comprendi del todo lo que dijo el señor. ¿Se le ha perdido el abanico a la señora? Yo no lo he encontrado, y Parker dice que no quedó en ninguna de las habitaciones. He mirado en todas y también en la terraza.
No importa. Digale a Parker que no se moleste. Ya se encontrará.
(Sale Rosalía. Levantándose).
Estoy segura de que se lo dirá. No puedo imaginar que una persona realice un acto tan maravilloso de sacrificio de si misma de un modo espontáneo, temerario, noble ... Y que luego se deje sorprender a costa de tal precio. ¿Por qué iba ella a dudar entre su pérdida y la mía? ... ¡Qué extraño! Yo quería afrentarla públicamente, en mi propia casa. Y ella acepta la pÚblica afrenta en casa de otro para salvarme ... Es una de las amargas ironias de la vida; es una amarga ironía que hablemos de buenas y de malas mujeres ... ¡Oh, qué lección! ¡Y qué lástima que recibamos en la vida únicamente estas lecciones cuando ya no nos son útiles! Pues si ella no habla, debo hacerlo yo. ¡Oh, qué vergüenza, qué vergüenza! Decirlo es volver a vivirlo todo de nuevo. Las acciones son la primera tragedia en la vida; las palabras, la segunda. Las palabras son acaso peor. Las palabras son inexorables ... ¡Oh!
(Se estremece al entrar Lord Windermere).
(Besándola).
Margarita, ¡qué pálida estás!
He dormido muy mal.
(Sentándose en el sofá junto a ella).
¡Cuánto lo siento! Volvi atrozmente tarde y no quise despertarte. ¿Estás llorando, querida?
Si, estoy llorando, porque quiero decirte algo, Arturo.
Tú no estás bien, niñita mia. Te has agitado demasiado. Nos iremos al campo. Estarás muy bien en Selby. Empieza casi la temporada. Allí no hay ajetreo mundano. ¡Pobre Margarita! Nos marcharemos hoy mismo, si quieres.
(Se levanta).
Podemos tomar cómodamente el tren de esta tarde. Le telegrafiaré a Fannen.
(Se dirige y se sienta a la mesa para escribir el telegrama).
Sí; vámonos hoy. No; hoy no puedo. Arturo. Antes de salir de aquí debo ver a alguien ..., a alguien que ha sido muy buena conmigo.
(Levantándose y apoyándose en el sofá).
¿Buena contigo?
Más que buena.
(Se levanta y va hacia él).
Te lo diré, Arturo; pero quiéreme, eso si; quiéreme como acostumbrabas quererme.
¿Cómo acostumbraba? ¿No pensarás en esa vil mujer que vino aquí anoche?
(Acércase y se sienta a la derecha de ella).
No te imaginarás todavía ... No; es imposible.
No; ahora sé que me equivocaba, que era una locura.
Fuiste muy buena al anoche...; pero no debes verla nunca más.
¿Por qué dices eso)
(Una pausa).
(Cogiéndole una mano).
Margarita, creí que mistress Erlynne era unamujer más caida que culpable, por decirlo así. Creí que quería ser buena, que volvería al sitio perdido en un momento de locura, que llevaría de nuevo una vida decorosa. Crei lo que ella me dijo, y me equivoqué. Es mala ..., tan mala como puede serlo una mujer.
Arturo. Arturo. no hables tan duramente de ninguna mujer. Yo no creo que las personas puedan ser divididas en buenas y malas, como lo son en dos razas o especies. Las mujeres que llamamos buenas pueden llevar cosas terribles en ellas, pasar por situaciones de locura, de inconsciencia, de afianzamiento propio, de celos, de pecados. Las mujeres malas, como se las denomina, pueden tener, en cambio, dolor, arrepentimiento, compasión, sacrificio. Yo no creo que mistress Erlynne sea una mujer mala ..., sé que no lo es.
Niña mia, esa mujer es imposible. Aunque intente perjudicarnos, no debes volver a verla jamás. Es una mujer inadmisible en ninguna parte.
Pero yo quiero verla. Quiero que vuelva aqui.
¡Nunca!
Ella vino aqui una vez como invitada tuya. Ahora debe venir como invitada mia. Que quede esto claro.
No debería haber venido aqui nunca.
(Levantándose).
Es demasiado tarde, Arturo, ahora para decir eso.
(Separándose).
(Levantándose también).
Margarita, si tú supieses dónde estuvo mistress Erlynne anoche, después de salir de esta casa, no querrias estar en la misma habitación que ella. Fue una cosa completamente vergonzosa.
Arturo, no puedo aguantar más. Debo decirtelo. Anoche ...
(Entra Parker, llevando en una bandeja el abanico de Lady Windermere y una tarjeta).
Mistress Erlynne ha venido a devolver el abanico de la señora, que se llevó anoche equivocadamente. Mistress Erlynne ha escrito unas lineas en la tarjeta.
¡Oh! Diga usted a mistress Erlynne que tenga la bondad de subir.
(Lee la tarjeta).
Digale también que me alegrará mucho verla.
(Vase Parker).
Quiere verme, Arturo.
(Coge la tarjeta y la lee).
Margarita, te ruego que no lo hagas. Déjame que la vea yo primero, de todos modos. Es una mujer peligrosisima. La mujer más peligrosa que conozco. No hagas eso.
Es justo que la vea.
Hija mia, es posible que estés al borde de un gran dolor. No vayas a su encuentro. Es absolutamente necesario que la vea yo antes.
¿Por qué es necesario?
(Entra Parker).
¡Mistress Erlynne!
(Entra Mistress Erlynne. Sale Parker).
¿Cómo está usted, lady Windermere?
(A Lord Windermere).
¿Cómo está usted? Sabrá usted, lady Windermere, que senti tanto lo de su abanico. No puedo figurarme cómo tuve esa equivocación tan tonta. Fue estúpido en mi. Y como pasaba por aqui, en coche, he aprovechado la oportunidad para devolverle su abanico en persona, rogándole disculpe mi descuido, y para decirle adiós.
¿Adiós?
(Dirigiéndose hacia el sofá con Mistress Erlynne y sentándose al lado de ella).
¿Se va usted entonces, mistress Erlynne?
Si: me vuelvo a vivir al extranjero. El clima inglés no me sienta bien. Mi corazón se siente aqui afectado, y eso no me gusta. Prefiero vivir en el Sur. Londres está demasiado invadido por las nieblas ... y por la gente seria, lord Windermere. ¿Son las nieblas las que producen la gente seria, o es la gente seria la que produce las nieblas? No lo sé; pero el caso es que ambas alteran mis nervios, y por eso esta tarde pienso salir en el primer expreso.
¿Esta tarde? ¿Y yo que deseaba tanto verla a usted?
Qué amable es usted! Pero tengo que marcharme.
¿Y no la volveré a ver a usted más, mistress Erlynne?
Me temo que no. Nuestras vidas siguen caminos muy alejados. Pero le pediría con mucho gusto una cosilla. Desearia un retrato de usted, lady Windermere ... ¿Querría usted dármelo? ¡No sabe usted cuánto se lo agradecería!
¡Oh! Con sumo agrado. Ahí, sobre la mesa, hay uno. Voy a enseñárselo.
(Yendo hacia la mesa).
(Llegando hasta Mistress Erlynne y hablándole en voz baja).
Es monstruosa su intrusión después de su conducta de anoche.
(Con una sonrisa divertida).
Mi querido Windermere, ¡los buenos modales antes que la moral!
(Volviendo).
Temo estar muy favorecida ...: yO no soy tan bonita.
(Mostrando una fotografia).
Lo es usted mucho más. Pero ¿no tendria usted alguna con su hijito?
La tengo. ¿La preferiría usted?
Sí.
Si usted me perdona un momento, voy por ella. La tengo arriba.
¡Siento tanto, lady Windermere, ocasionarle esta molestia! ...
(Yendo hacia la puerta de la derecha).
No me molesta nada, mistress Erlynne.
Muchas gracias.
(Sale Lady Windermere por la derecha).
Parece usted algo enfadado esta mañana, Windermere. ¿Por qué está así? Margarita y yo estamos en magníficas relaciones.
No puedo soportar el verla a usted con ella. Además, no me dijo usted la verdad, mistress Erlynne.
No le dije a ella la verdad, querrá usted decir.
(En pie, en el centro).
A veces quisiera que la hubiese dicho. Me habría usted evitado entonces el dolor, la ansiedad y las molestias de estos últimos seis meses. Pero con tal que mi mUjer no supiera ... que la madre a quien ha llorado como muerta, vivía ... Era una mujer divorciada que llevaba un nombre supuesto, era una mala mUjer expoliando la vida, como ahora sé que es usted ... Antes que supiera esto, estaba yo dispuesto a proporcionarle a usted dinero, a pagar cuenta tras cuenta, dispendio tras dispendio, exponiéndome a lo que ocurrió ayer: la primera desavenencia que he tenido nunca con mi mujer. Usted no comprende lo que significa esto para mi. ¿Cómo podria usted comprenderlo? Pero yo le digo a usted que las únicas palabras amargas que han salido nunca de esos dulces labios a usted se deben, y por eso me resulta odioso verla a usted junto a ella. Mancha usted la inocencia que hay en ella.
(Yendo hacia la izquierda).
¡Y yo que queria creer que, con todas sus culpas, era usted sincera y honesta! No lo es usted.
¿Por qué dice usted eso?
Me hizo usted enciarle una invitación para el baile de mi mujer.