PersonajesSegunda parteBiblioteca Virtual Antorcha

ARISTÓFANES

LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES

PRIMERA PARTE




Praxágora
¡Lúcido brillo de mi lámpara bien fabricada al torno, bien te hicieron los artesanos y bien has resultado!

Tu nacimiento y tu fortuna canto y el tormento de tu giro en la rueda del alfarero. Pon a obrar tus narices que iluminan y dan las señales convenidas.

A ti sola nos doblegamos. Tú eres la única que conoces nuestros secretos. Cuando en la noche ensayamos las diversas posturas de Afrodita, eras la única que se halla cerca de nosotras. Y cuando nos retorcemos en nuestras batallas, está vigilante tu ojo y no se aparta un punto. Tú eres la única que conoces el secreto de nuestros vellos en aquellas partes, ya que tú los quemas. Tú también la que nos acompañas cuando nos colamos a escondidas en las bodegas, donde yacen los quesos y el dulce licor a Baco consagrado, y aunque eres cómplice de nuestras correrías, nunca vas a contarlas a las vecinas.

Por esta razón tú sola vas a tener la confidencia de lo que ahora hemos resuelto todas las amigas en las fiestas de los Esciros.

Pero ninguna llega ... y el día va aclarando. Ya debieran estar aquí, que la asamblea tendrá principio en breve.

Hay que tomar los puestos. Y hay que asentar bien las nalgas, como dijo ha poco el Trabalenguas, que en lugar de hombres, llamó a los otros rameras.

¿Qué pasará? ¿No han podido ponerse las barbas postizas, como habíamos convenido? ¿Tendrán grave dificultad de sacar a escondidas los vestidos de sus maridos?

¡Ah!, ya veo una luz que se va acercando. Vamos, me haré para atrás, no vaya a ser un hombre que llega.

Se hace a un lado, y entretanto van entrando mujeres con ropa de varón.

Mujer I
Vamos ya, es buen tiempo. Cuando íbamos saliendo de casa ya el gallo había cantado dos veces quiquiriqui.

Praxágora
¡Tonta de mí, que pasé la noche entera esperando! Un momento. Ya llamo a mi vecina. Rascaré su puerta suavemente, no sea que su marido se dé cuenta.

Mujer II
(Sale de esa casa). Oí bien tus rasguños, al tiempo que me ponía los zapatos. Mi marido, amiguita, es un remador de Salamina y toda la noche me estuvo maniobrando bajo las cobijas. Hasta este momento pude tomar su manto, éste que traigo.

Mujer I
Pero ya veo a Clinareta y a Sostrata y a Filaneta. ¡Vengan aprisa, que Glicé juró que la que llegue al último tendrá que pagar por multa tres congios de vino y un quenice de chícharos!

Mujer II
¿No ves a Melística, mujer de Esmicitión, que apenas puede andar con esos zapatones? Esa es la única que ha podido escapar del marido sin dificultades.

Mujer I
Allá viene la mujer del tabernero, Gueusistrata, ¿la ves? Trae su lámpara en la mano.

Praxágora
Y veo también a la mujer de Filodoreto y a la de Querátades y muchas más de lo mejor de la ciudad. Todas vienen acá.

Mujer III
¡Huy, qué trabajo me ha costado a mi, amiga mía! Apenas pude escabullirme. Mi marido ha ... tosido la noche entera porque se hartó de sardinas.

Praxágora
Sentadas. Diganme ahora que ya están juntas si han cumplido con lo que se acordó en las fiestas de los Esciros.

Mujer I
Pues yo sí. Primeramente, me dejé los zobacos más erizados de pelo que un matorral del monte. Luego, cuando mi marido se iba al ágora, me ungía yo de pies a cabeza y me ponía al sol para requemarme.

Mujer II
Por mi parte, dejé la rasuradora a la puerta de la casa, para que me pusiera velluda y no tuviera aspecto de mujer.

Praxágora
¿Trajeron las barbas que dijimos para ir a la asamblea?

Mujer I
¡Por Hécate que sí ... mira ésta que linda!

Mujer II
La que traigo no es mala; mejor que la de Epícrates.

Praxágora
¿Ustedes que me dicen?

Mujer I
Dicen que sí; inclinan la cabeza.

Praxágora
Bien está. Por lo demás ya veo que han cumplido. Traen zapatos lacedemonios, traen bastones y los mantos de los maridos. Eso habíamos determinado.

Mujer I
Sí, por Zeus, si ese hombre se vistiera la piel del que ve todo, sería mejor que nadie para apacentar al pueblo.

Praxágora
Vamos ya. A resolver lo que hay que hacer. Aún relucen los astros en los cielos. Y la asamblea que estamos planeando debe comenzar cuando despunte la aurora.

Mujer I
Por Zeus que sí. Toma tu asiento con premura delante del Pritáneo.

Mujer II
Eso traigo yo ahora; mientras dura la asamblea, estaré cardando mi lana.

Praxágora
¿La llenarás, infelíz?

Mujer II
Por Artemis que sí. ¿No podré oir qué dicen en tanto yo cardo? Desnudos están mis niñitos.

Praxágora
¡Vamos, véase, con que cardando! Y es cuando no hay que dejar ver a los que se hallen presentes nada que sea femenino. ¡Qué bien quedaría aquella que en plena asamblea se fuera a la tribuna y dejara ver cierta parte velluda como Formisio! Pero si nos instalamos en las primeras filas, envueltas en los mantos, nadie se podrá dar cuenta. Y si además sacamos las barbas que llevamos escondidas y las colocamos bien en la cara, ¿habrá quien no reconozca que somos hombres? ¡Ahí tienen a Aguirrio, que con una barba como la de Prónomo ha engañado a todos. Mujer en su vida antes, ahora está en primera fila en los asuntos de la ciudad!

Por su causa y ya cuando el día se acerca vamos a emprender este ataque atrevido y a apoderarnos de las cosas de la ciudad para hacerle beneficio. Porque ahora vamos bogando sin vela ni remos.

Mujer I
¿Cómo en una asamblea formada de mujeres podrá hallarse un orador que hable al pueblo?

Praxágora
Eso es lo más fácil del mundo. Dicen que los jóvenes que se dejan sacudir mejor son también los mejores para hablar. ¿No es ése nuestro oficio, que nos sacudan en la cama?

Mujer I
Eso yo no lo sé. Pero la falta de experiencia es algo terrible.

Praxágora
Precisamente para eso nos hemos reunido aquí para ensayarnos. ¡Vaya, ponte la barba y lo mismo las que tienen el fácil ejercicio de parlar!

Mujer II
¡Niña de mi alma, no hay entre nosotras quien no tenga ese ejercicio!

Praxágora
Vaya, ponte la barba y vuélvete hombre en un momento.

Yo dejaré la corona a un lado. Me voy a poner también la barba, por si hay necesidad de que yo hable.

Se ponen las barbas las mujeres.

Mujer II
¡Aquí, dulcísima Praxágora, ven a ver a ésta que causa risa en esas fachas!

Praxágora
¿Cómo que causa risa?

Mujer II
Se puede pensar en que son calamares asados que se ponen por barba.

Praxágora
¡Ea, purificador, da la vuelta llevando al gato! ¡Adelante! Calla, Arifrades, ven a sentarte adelante. ¿Hay quien quiera hablar?

Mujer II
Aquí me tienes.

Praxágora
Ponte la corona y buena suerte.

Mujer II
Ya ves.

Praxágora
Puedes hablar.

Mujer II
¿Hablar antes de beber?

Praxágora
¡Vamos, beber!

Mujer II
¿Por qué, mi buena amiga, me he puesto la corona?

Praxágora
Vete de aquí. Eso no lo haces abajo.

Mujer II
¿Qué pasa? ¿No beben los hombres en la asamblea?

Praxágora
¡Otra vez ... para ti todo es beber!

Mujer II
¡Por Artemis que sí y de lo más puro! Por eso sus decretos y sus resoluciones les parecen a las personas reflexivas obras de borrachos, de gente que raya en la locura. Y. por Zeus, otra cosa, ¿cómo harían las libaciones, si no tuvieran vino?

Y además se injurian como gente bebida y al que es impertinente se lo llevan los arqueros por revoltoso.

Praxágora
Tú siéntate mejor. No sirves para nada.

Mujer II
¡Malhaya, y para eso me puse la barba! Estoy que me quemo de sed.

Praxágora
¿Hay otra que quiera hablar?

Mujer I
Yo.

Praxágora
Ponte, pues, la corona. El asunto va a delante. Vaya, ahora procura hablar con varonil empuje, apoyada como vas en ese bastón.

Mujer I
Hubiera yo querido que otro de entre los que están ejercitados en el uso de la palabra hubiera tomado este cargo con primosoros discursos, en tanto que yo permanecía reposando en mi asiento. Pero ahora no puedo consentir en que en los sitios en donde venden vino haya depósitos de agua. Por las dos diosas, eso no me place ...

Praxágora
¡Por las dos diosas ... infelíz ...! ¿dónde tienes la cabeza?

Mujer I
¿Qué fue? ¿Todavía no te pido de beber?

Praxágora
Por Zeus que no, pero, ¿si eres hombre por qué juras por las dos diosas? Lo demás está bien dicho.

Mujer I
Entonces, por Apolo.

Praxágora
Basta ahora. No iré a la asamblea, en tanto que no todo quede bien dispuesto.

(Quita la corona a la oradora)

Mujer I
Déjame la corona. Voy a seguir hablando. Creo que ya estoy bien preparada.- A mi señoras que están aquí sentadas ...

Praxágora
¡Señoras, desdichada ...! ¿Asi llamas a los hombres?

Mujer I
Epígono tiene la culpa: como lo ví allá, creí que hablaba con mujeres.

Praxágora
Vete a sentar. He resuelto hablar yo misma en defensa de ustedes. Primeramente me ceñiré la corona.

Ruego a los dioses que hagan prosperar y llegar a buen resultado nuestros intentos. A mi me importa de estar juntamente con ustedes una gran parte. Sufro y siento dolor ante los asuntos de la ciudad enteramente corrompidos. Veo que siempre se sirve de jefes malos y si alguna ocasión llega a tener uno bueno, lo será por un día y por diez será nocivo. Lo mudan por otro y resulta peor.

Dura cosa es hacer que entren en juicio los hombres que no tienen sentido de armonia: al que quiere amaros, lo detestáis y andáis rogando a los que os detestan.

Hace tiempo en que no haciamos reuniones políticas y pensábamos todos que Aguirrio era un facineroso. Ahora tenemos asambleas; el que de ellas alcanza alguna ganancia las pone por las nubes, y el que no ha sacado nada, tiene por reos de muerte a los que van a ganar su salario en la asamblea.

Mujer II
¡Por Afrodita, sí, eso se llama hablar con buen sentido!

Praxágora
¡Cómo por Afrodita ... si por ella juras en la reunión quedarás lucida, infelíz!

Mujer II
¡No lo habría yo dicho!

Praxágora
No tomes la costumbre.

Vamos a ver lo de la alianza. Cuando estábamos deliberando hubo quien dijera que, si no se hacia, la ciudad quedaría perdida. Y cuando al fin se hizo fue causa de quejas y el orador que la recomendaba huyó sin que se volviera a presentar.

¿Que hay que construir naves? Al pobre le parece; a los ricos y a los labradores no les parece.

¿Os declaráis enemigos de los Corinto? Ellos lo hacen contigo. Ahora que ellos son favorables, házte tú igualmente favorable, oh pueblo. El argivo no comprende, pero Jerónimo es sabio. Se muestra la esperanza de salvación. Pero Trasíbulo se enfurece, porque no lo llamaron.

Mujer II
¡Que listo es este hombre!

Praxágora
¡Ahora sí que me diste mi alabanza!

Vosotros sois, oh pueblo, causa de todo esto. Porque al recibir en forma de salario el dinero del pueblo, cada uno sólo ve el provecho que saca. Y la comunidad, igual que Esimo, camina dando traspiés.

Pero si me dáis crédito ahora, aún tendréis salvación.

Afirmo que a las mujeres es preciso entregar la ciudad. Como que a ellas en las casas se les deja la vigilancia y la administración de todo.

Todas las mujeres
¡Muy bien, muy bien, por Zeus, sigue hablando mi amigo!

Praxágora
Y voy a demostrar que sus modos son mejores que los nuestros.

Primeramente, como es uso antiguo, lavan la lana con agua caliente y nunca andan robando cosas nuevas. Si la ciudad de Atenas tuviera tal costumbre, tendría su salvación y no con ensayar cosas nuevas.

Ellas hacen sus frituras sentadas, como es uso antiguo. Como antes, llevan sus cargas sobre la cabeza. Como antes, celebran la fiesta de las Tesmoforias. Amasan sus tortas, como antes. Como antes, causan a su mando dolores de cabeza. Como antes, esconden a sus amantes en la casa familiar. Como antes, se preparan sus platillos, especiales. Como antes, son muy amigas del vino. Como antes, tienen un gran placer en recibir besos.

A éstas, oh señores, debemos entregar la ciudad, sin meternos a ver qué hacen, sino fiando en su buen gobierno. Un solo ejemplo basta: ellas son madres y tendrán empeño en salvar lo más que puedan a los soldados. Y ¿hay quien proporcione los alimentos mejor que aquella madre que da la vida?

Para hacer dinero nadie como una mujer. Si alcanza el poder nadie la engaña. Ellas son peritas en engañar.

Dejaré lo demás. Esto me basta. Si me hacéis caso, seréis los más felices de los hombres.

Mujer I
¡Dulcísima y habilísima Praxágora ...! ¿en dónde, desdichada, pudiste aprender cosas tan bellas?

Praxágora
En tiempo de las huídas vine con mi marido a habitar cerca del Pnix. Allí aprendí a hablar oyendo a los oradores.

Mujer I
Nada me admira entonces, oh amiga mía, que seas tan diestra y sabia. Desde este punto te elegimos las mujeres como nuestra generala para que alcances a realizar tus proyectos. Pero si te oye Céfalo y se lanza a injuriarte con todas sus fuerzas, ¿qué vas a responder en la asamblea?

Praxágora
Le diré que está loco.

Mujer I
Pero eso ya lo sabe todo el mundo.

Praxágora
Le diré que es un hombre de bilis negra.

Mujer I
Eso también lo saben.

Praxágora
Le diré que sus platos que fabrica le salen mal, aunque los asuntos referentes a la ciudad le salgan bien.

Mujer I
¿Y si te injuria Neoclides el chinguiñoso?

Praxágora
Le diré que se vaya a ver las nalgas a un perro.

Mujer I
¿Y si te empujan ...?

Praxágora
¡Yo también empujo, que en eso de empujadas no estoy sin gran experiencia!

Mujer I
Un solo punto hay que prever ... ¿qué harás si te aprisionan los arqueros?

Praxágoras
Me pararé con los codos así, en guardia ... no me dejaré coger por medio cuerpo.

Mujer I
Por nuestra parte, si eres cogida, los obligaremos a que te suelten.

Mujer II
Todo lo planeado va bien. Pero algo se nos pasó: ¿cómo levantar las manos en la asamblea, si solamente estamos acostumbradas a levantar las piernas?

Praxágoras
Es algo difícil. Y con todo hay que alzar el brazo, sólo hasta descubrir el hombro.

Y ahora, álcense las túnicas y cálcense los zapatos lacedemonios, como ven que lo hace el marido cada vez que se marcha a la asamblea.

Hecho esto con gran cuidado, acomódense las barbas y una vez bien ajustadas, tomen sus mantos de hombre que han robado en el hogar, y vamos adelante apoyadas en el bastón, cantando alguna canción de antaño, como hacen los campesinos.

Mujer I
Bien dicho. Pero vamos por delante, que estoy pensando que otras mujeres vendrán desde el campo directamente al Pnix.

Praxágora
¡Pero, aprisa, que el que no llega al alba al Pnix no saca ni pizca de ganancia!

Se van las dos y las restantes se disponen en coro, ya disfrazadas de hombre

Corifeo
¡Vamos, hombres, adelante!

Y hay que tener siempre presente este trato que nos damos y repetirlo sin cesar, no sea que se nos olvide. Que si eso pasara, nos iría muy mal, por andar tramando bajo la sombra estas atrevidas empresas.
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