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ARISTÓFANES LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES TERCERA PARTE
Coro Estrofa Envuélvete muy bien y mira con reserva a todos lados; a la derecha lo mismo que a la izquierda, no vaya a ser que quede frustrado nuestro hecho.
Vamos con diligencia: ya hemos llegado al sitio de donde nos dirigimos a la asamblea. Ya se mira la casa de nuestra generala, la que pudo alcanzar hoy el decreto de los ciudadanos.
Antistrofa Vamos, aquí al abrigo de esta pared, con los ojos muy listos, cambiaremos el traje por el que usamos siempre. Sin tardanza, que ya viene la generala de regreso de la asamblea.
¡Aprisa, y abajo esas barbas pegadas a la mejilla! Mira, ella y su séquito ya vienen vestidas como siempre.
Se mudan de ropa y se quitan las barbas. Entra Praxágora con otras mujeres
Praxágora Tú, arréglalas bien, que yo me cuelo a mi casa, no sea que me vea mi marido, y a dejar este manto y otras prendas que allí tomé.
Se mudan de ropa las mujeres
Corifeo Praxágora Intenta entrar a su casa y al mismo tiempo sale Blépiro vestido de mujer
Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Cremes Praxágora Cremes Praxágora Coro Al bien común tiende tu sabia preocupación que va a llenar de ventura al pueblo de la ciudad con miles de mejoras.
¡Es tiempo de demostrar lo que puede! ¡Bien te hace ver nuestra ciudad la necesidad que tiene de sabia administración! Pero ten en cuenta de no poner en práctica lo que antes has dicho. Porque aborrecen ver lo que antaño han visto siempre.
Corifeo Praxágora Cremes Praxágora Declaro, antes que todo, que los bienes deben formar un fondo común. Que ya no haya uno que es rico y otro que es pobre; que no uno tenga tierras de cultivo inmensas, en tanto que el otro no tiene un pedazo de tierra donde sepultar un cadáver; que uno no tenga innumerables esclavos, en tanto que el otro ni siquiera un sirviente. Yo estatuyo una vida común e igual para todos.
Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Blépiro Praxágora Praxágora Blépiro Praxágora
¡Adelante, camina! ¿No hay un hombre que nos venga siguiendo? Regresa y mira; cuídate a tí misma con diligencia -¡hay muchos bribones!- No vaya a ser que por detrás estén observando nuestra conducta.
¡Camina y haz que suenen fuertemente tus pasos! ¡Qué vergonzoso fuera para nosotras si el asunto quedara descubierto por ellos!
¡Conviene no tardarse, no sea que nos descubran con las barbas postizas; si alguno lo viera, lo iría a denunciar luego!
Nos resultó la cosa, señoras mías. Todo ha salido como lo pensábamos. ¡Aprisa, aprisa, antes que las vea un hombre, echen lejos los mantos, quitense las botas lacedominias, dejen por un lado los bastones!
Todo esta hecho como lo dijiste. Obra tuya será disponer lo demás. Y también qué debemos hacer para serte sumisas, ya que no he tenido noticia de una mujer tan hábil como tú.
Quédense aquí, que tendrán que ser mis consejeras todas en el cargo de que fui investida. Ya lo ví allá, en el alboroto y en medio del peligro se han mostrado muy varoniles.
¡Está ... ! ¿De dónde vienes, Praxágora?
¿Qué te interesa, amigo?
¿Qué me interesa? ¡Vaya una pregunta!
¿No vas a decir que vengo de casa de un amante?
Pudiera ser que no de uno solo.
Te queda ver si es cierto.
¿Cómo?
Ve si a perfume huele mi cabeza.
¿Eso qué? ¿No puede una mujer hacer el amor sin perfume?
En cuanto a mí, no, tontuelo.
¿Dónde te largaste tan temprano y te llevaste mi manto, sin hacer ruido?
Una mujer, mi amiga y compañera, me hizo llamar estando en los dolores del parto.
¡Podías haberlo dicho antes de irte!
¡Ay hombre, en tal peligro y en tal pena no iba a dejar a mi amiga!
Lo hubieras dicho a mi. Algo malo hay aquí oculto.
Por las dos diosas, no. Me fui como estaba, porque ella urgía mi presencia.
En tal caso, debías haber tomado tu manto ... y, no ... te llevaste el mío. Dejaste encima tu tuniquilla y te largaste, dejándome como si fuera yo un cadáver ... no más te faltó ponerme las coronas, y un frasco de perfume.
Hacía frío y yo soy muy débil y delicada; necesitaba ir bien envuelta para sentir calor. Pero, marido mío, te deje bien abrigado en tu cama con buenas coberturas.
¿Y las botas lacedemonias y el bastón, para qué?
Para defensa del manto cambié mis zapatos por los tuyos y tomé tu bastón y me fui dando pasos fuertes por las piedras y golpeándolas con él.
Y no te das cuenta de que perdiste un sextario de trigo que me hubieran dado en la asamblea ...
No te apures por eso ... tuvo un niño.
¿Qué, la asamblea?
¡Por Zeus, no, fue la mujer que me llamó! ¿Pero, hubo asamblea?
¡Claro! Recuerda lo que ayer dije.
Ya me acordé.
¿Tampoco has de saber lo determinado?
¡Por Zeus que nada sé!
Pues de hoy en adelante te la vas a pasar comiendo jaibas, pues dicen que el gobierno se entrega a las mujeres.
¿Para hacer qué? ¿Para tejer?
Por Zeus que no; para regir el cargo.
¿Cargo de quién?
De cuanto hay de los negocios de la ciudad.
¡Vamos, por Afrodita, qué felíz va a ser la ciudad!
¿En cuanto a qué?
Por muchos puntos. Porque ya no se dejará a los atrevidos obrar tan sin vergüenza en contra de ella, ni andar dando falsos testimonios, ni andar haciendo viles delaciones ...
¡No, por los dioses, no hagas eso ... me quitas mi medio de vida!
¡Demonio de hombre, deja hablar a tu mujer!
... ni despojar, ni envidiar al vecino, ni andar en cueros, o ser pobretón, a nadie, ni andar con injurias, ni apoderarse de lo que se deja en prenda.
¡Por Poseidón, grandes cosas son ésas, si no fallan!
Yo haré todo eso, y tú serás testigo. Y en cuanto a éste (señala a su marido), nada tendrá que decir.
¡Ahora es tiempo de tener en guardia tu talento y mostrar sabio pensamiento y discreción bien medida en favor de tus amigas!
Pero, no tardes ya. Inicia luego tu obra. Cuanto más pronto se hacen las cosas más agradable es a los que contemplan.
También yo creo que voy a enseñar cosas provechosas, ¿y los espectadores aceptarán cosas nuevas, y no preferirán quedar encerrados en su vieja rutina? Eso es lo que más temo.
No te retengas en dar cosas nuevas. ¡Ese es nuestro flaco en dar cosas nuevas. Que de lo pasado nadie tiene cuenta!
(Al auditorio).- Ahora nadie de vosotros se atreva a contradecirme, ni a cortar el hilo de mi arenga, antes de oir el proceso de mis propias invenciones.
¿Cómo puede ser vida común para todos?
¡No, por Zeus, pero tú me interrumpes ...! Esto me falta por decir: en primer lugar, haré que la tierra sea de todos en común. Y lo mismo el dinero y cuanto cada uno tiene de propiedad privada, que ya teniendo todo a nuestra disposición y mando, nosotros les daremos de comer y atenderemos todas sus necesidades, sin descuidar ninguna.
¿Y el que no tenga tierras, sino sólo dinero acumulado, como son los doblones de Dario, que nadie puede ver?
Los tiene que poner al fondo común.
Y si no los pone.
Será reo de sustracción de bienes.
Por ese medio los ha adquirido.
En todo esto no le serán útiles.
¿Conforme a qué?
Nadie en nada trabajara por pobreza. Como que todos han de tener todo: panes, peces salados, pasteles, mantos de lana, vino, guirnaldas y garbanzos. ¿Qué sacaría de no entregar sus bienes? Dime, pues, si acaso hallas respuesta.
¿No es verdad que eso tienen hoy día los que más roban?
Eso era antes, amigo, cuando vivíamos bajo el viejo régimen. Pero ahora, dado el régimen de comunidad de bienes, ¿qué ganacia saca de no entregar los suyos?
Si alguno ve una chica que le gusta y quiere darse gusto con ella, de sus propios bienes le dará un buen regalo y seguirá gozando de los bienes comunes, después de haber gozado de ella.
Pero eso podrá hacerlo sin paga: yo también hago que las mujeres sean comunes, para todos los hombres. El que quiera la toma y en ella procrea un hijo, si le parece.
¿Y qué si todos buscan a la hermosa, desdeñando a las feas, y todos quieren tener parte con ella?
Las feas y mal conformadas estarán juntas con las hermosas, y si alguno quiere una hermosa, tendrá que darle antes su parte a la fea.
¿Cómo hacer nosotros los viejones, si primero les damos a las feas, pues al llegar a las hermosas, ya ... ¿naranjas?
Ni ellas tendrán gran gana. Por tu parte, consuélate. No temas. Ellas no darán combate.
Pero ¿por qué?
Porque eres incapaz de estar con ellas. Y eso a ti te conviene.
Buena treta por lo que toca a las mujeres. Tal como está previsto, no habrá agujero vacío. Y lo de los hombres, ¿qué va a hacer? Ellas huyen de los feos y se entregan a los bonitos.
Pero los feos estarán en guardia de ver a los hermosos, al salir de las cenas y los llevaran a los sitios comunes para que se duerman. Y a las mujeres no se les permitirá entregarse a los hermosos, y a los de buena estatura, si no han dado tributo antes a los feos y a los chaparros.
Va a valer entonces tanto la nariz de Lisistrato como la gallardía de los jóvenes bien puestos.
¡Por Apolo que sí!, y ¿es esto democracia o no? ¡Qué risa dara entonces, ver al que está muy orgullosos de sus muchos anillos y se cree la gran cosa, cuando un viejo de grandes zapatones le diga: primero pasa el más viejo, y ése soy yo. Deja que acabe y te sigue tu turno. Tú vas en segunda fla.
Pero, ¿con ese modo de vivir, quién va a saber cuáles son sus hijos?
¿Eso que importa? Los jóvenes reconocerás como sus padres a todos los viejos, debido a su ignorancia, cuando ahora que saben quién es su padre lo hacen! ¿Qué será cuando no sepan quién entre tantos es? ¿Habrá quien lo estorbe en tal circunstancia?
Eso no lo permitirán los vecinos. Antes a nadie le importaba que maltrataran a un viejo, pero ahora al menor rumor pensará que el maltratado es su propio padre, y de miedo de que un día hagan con él lo mismo.
Lo que dices no va sin razón. Pero si acerca Epicuro o Leucólolo y me llama papá ... eso será pesado de oir.
Habría cosa peor que eso mismo.