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ARISTÓFANES LA ASAMBLEA DE LAS MUJERES CUARTA PARTE
Un hombre que llega Habla a Cremes Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Sale una mujer que hace de heraldo
Heraldo Ya están preparadas las meses, plenas de ricos manjares, y hay sobre los lechos del triclino buenos tapices tendidos.
Ya el vino se va mezclando en las cráteras; las perfumadoras esperan en fila y las lonjas de pescado están en las brasas, como las porciones de liebre en las tenazas del asador. En el horno están cociéndose los pasteles. Se entretejen coronas, se da el punto a las comidas y las grandes ollas de puré están siendo preparadas por las jovencitas y entre ellas anda Esmeo, que aunque porta uniforme de caballero, anda lavando platos con las mujeres.
Allá viene Gerón con su manto de lana y sandalias finas. Viene riendo a carcajadas con otro joven, deja caer sus pesados zapatos y se siente gallardo.
Vamos, aprisa, que el panadero ya está esperando. Bien dispuestas traerán las mandíbulas.
Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes Hombre Cremes
¡Que yo entregue mis bienes! ¡Eso fuera locura! ¡Ni que estuviera yo fuera de mí! ¡Por Poseidón que no! Voy a examinar y ver cómo van a ir las cosas y eso muchas veces, y después, ya veré. ¡No voy a desperdiciar el sudor y el afán de mi trabajo y así tan a lo loco voy a entregarlo en manos ajenas! Hay que darse uno cuenta de lo que hay en el fondo de todo esto.
Oyeme, tú, ¿qué quiere decir esto? ¿Te estas mudando o vas a empeñar tus enseres?
Ni una ni otra cosa.
Entonces, ¿por qué has colocado en hilera tus pertenencias? ¿A poco para que sean el principio de la venta de Yerón el pregonero?
Por Zeus, que no. Yo los vengo a entregar a la ciudad y los pongo en la plaza conforme a la nueva ley.
¿Conque a entregarlos?
Eso es.
¿Cómo? ¡Está bien claro!
¿Es que no tengo deber de cumplir con las leyes?
¿Cuáles, desdichado?
Las que se han promulgado.
¿Se han promulgado? ¡Loco estás!
¿Yo loco?
Loco y tonto, más tonto que ninguno.
¡Y eso porque obedezco lo que mandan ...!
¿Un hombre sensato se somete a todo?
Y más que nadie.
Con tal que sea un imbécil.
Y tú, ¿no piensas entregar tus bienes?
Mucho me cuido de ello. Veré primero qué conducta sigue la mayoría.
¿Qué otra cosa quieres que haga? Tendrán que entregar sus bienes.
Hasta no ver, no creer.
En todos los caminos se habla de eso.
Hablan, no más.
Y dicen que llevan sus pertenencias.
Eso dirán, es cierto.
Me matas por no creer en nada.
Ni ellos tampoco lo creen.
¡Oh Zeus, que revientes tú!
Y todos reventarán. ¿Estas tú pensando que va a entregar sus bienes el que tenga una pizca de juicio? Eso no es tradición patria. Solamente recibir es lo que nos gusta, por Zeus, y es lo mismo que hacen los dioses, ¿o no? Y velos en sus estatuas. Si les rogamos favores, los vemos con las manos encorvadas, hacia arriba, pidiendo, esperando recibir, no dando, ni prodigando.
Vamos, déjame ya, malvado hombre, deja que me entretenga en lo que me va a ser útil ... Voy a atar todo esto ... Y, ¿dónde andará mi correa?
¿Y de veras llevas eso?
¡Por Zeus que sí ... y mira como ya ato este par de tripiés!
¡Qué tontera, qué locura! ... ¿Por qué no esperas ver qué hacen los demás? Ya entonces ...
¿Qué hago entonces?
Dejar que el tiempo pase. Y dejar tiempo al tiempo.
¿Para qué?
Podrá venir un terremoto ... un relámpago funesto ... que pase por tu camino una comadreja ... y ya verás, mi buen tonto, que nadie lleva ya nada a entregar de sus bienes.
Todo eso estaría muy bueno, pues no hallo dónde estacionar mis cosas.
Más miedo te diera no saber dónde recobrarlas. Quédate tranquilo. Ya tendrás dónde pasado mañana.
¿Cómo, pues?
Ya conozco a éstos (Señala a los espectadores) Son muy veloces para votar leyes, pero muy tardos para cumplirlas.
Ya entregarán sus bienes, amigo.
Y si no lo hacen, ¿qué?
¡Cálmate, que los traerán!
Y si se oponen ¿qué?
Lucharemos con ellos.
Y si son más fuertes ¿qué?
Me voy y dejo todo.
Y si lo venden, ¿qué?
¡Ojalá reventaras!
Y si reviento, ¿qué?
Harías muy bien.
En fin, ¿estás resuelto a llevar tus bienes?
Claro que sí. Pues veo que mis vecinos ya traen los suyos.
¡Sobro todo Arístenes los va a traer! ¡Primero se iba a estar haciendo esfuerzo treinta días para desahogar su estómago!
¡Maldito seas!
¿Qué llevará Calímaco el que dirige los coros?
Más que Calias.
Este hombre quiere quedar en la ruina.
¡Terrible es lo que dices!
¿Terrible por qué? ¿No estas mirando, acaso, cómo constantemente estamos dando decretos similares? ¿No recuerdas el que se dió sobre la sal?
Claro que sí.
¿No recuerdas el que se dió sobre las monedas de cobre?
¡Y el perjuicio que me causó el tal decreto! Había vendido yo mis uvas y me repleté la boca de monedas de cobre y me fui a la plaza a comprar harina. Cuando estaba abriendo mi costal para ponerla, oigo al heraldo que grita: ¡Que nadie reciba moneda de cobre; sólo la plata tiene curso legal!
Esto más: no ha poco juramos todos que la ciudad sacaría de ganancia quinientos talentos, a base de la contribución del impuesto del cuarenta? Eso aseguraba el otro Eurípides. Y todos a echarle oro encima. Después se estudiaron bien las cosas y fue resultando eso que era Corinto hija de Zeus. ¡Música celestial sólo! Y como no hubo nada de efectivo, todos se echaron contra el dichoso Eurípides.
No es lo mismo, amigo mío. Entonces gobernábamos los hombres; ahora gobiernan las mujeres.
¡Me guardaré, por Poseidón, de que ellas me meen en la cara!
No sé qué estás delirando ... ¡Muchacho, llévate el bulto!
¡A todos los ciudadanos ... -ahora la norma es ésta- corred ante la generala para que ella diga en dónde tiene que comer cada uno!
Bueno, yo iré también. ¿Cómo oponerse a lo que la ciudad ha dispuesto?
Y cómo vas a ir tú ... ¿ya entregaste tus bienes?
Voy a comer.
No te van a dejar. No has cumplido con los mandatos de ellas. ¿Ya entregaste tus bienes?
Ya los voy a entregar.
Pero, ¿cuándo?
Yo no soy, amigo, quien sirve de estorbo.
¿Entonces no vas a ir a comer?
¿Qué quieres que haga? Si la ciudad lo manda, hay que obedecer. Eso lo hace todo hombre que piensa con la cabeza.
Y si te estorban, ¿qué?
Doblaré la cabeza y me haré a un lado.
Y si te azotan, ¿qué?
Las llevaré al juicio.
Si se ríen de tí, ¿qué?