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TERCER ACTO


ESCENA UNO
HARPAGÓN, CLEANTO, ELISA, VALERIO, SEÑORA CLAUDIA, MAESE SANTIAGO, BRIZNAVENA Y MERLUZA


HARPAGÓN

Vengan todos aquí para que pueda dar mis órdenes con respecto al trabajo de cada uno. Señora Claudia, comencemos con usted. (Ella lleva una escoba en la mano.) Veo que estamos con las armas en la mano. Le encomiendo la tarea de barrer todo, y cuidado con frotar demasiado los muebles, no se vayan a desgastar. También debe estar al cuidado de las botellas durante la cena. Si alguna se rompe la descontaré de su sueldo.


MAESE SANTIAGO

(Aparte.) - Castigo político.


HARPAGÓN

Veamos ... Briznavena y Merluza deben hacerse cargo de enjuagar los vasos y dar de beber, pero sólo cuando tengan sed y no como hacen ciertos sirvientes que dan de beber cuando no se los reclama. Esperen a que les pidan más de una vez y acuérdense de llevar mucha agua.


MAESE SANTIAGO

(Aparte.) - Bien dice. El vino puro se sube a la cabeza.


MERLUZA

¿Nos quitaremos el delantal, señor?


HARPAGÓN

Sí, cuando llegue la gente; cuiden mucho la ropa.


BRIZNAVENA

Yo, señor, tengo los calzones agujereados por detrás y, dicho con respeto, se me ve ...


HARPAGÓN

¡Cállate! Te ubicas hábilmente junto a la pared y te presentas de frente. (Dirigiéndose a ELISA.) Tú, hija, vigilarás lo que se sirva y controlarás que no se cometa ningún desorden. Está dispuesta a recibir bien a mi señora, que vendrá a visitarte y llevarte con ella a la feria. ¿Me has oído?


ELISA

Sí, padre.


HARPAGÓN

Y tú, hijo, damiselo, ya que tuve la bondad de perdonarte toda aquella historia, no se te ocurra poner mala cara.


CLEANTO

¿Yo, padre, mala cara? ¿Por qué habría de hacerlo?


HARPAGÓN

De sobra conocemos el modo de obrar de los hijos cuando sus padres vuelven a casarse y cómo acostumbran mirar a la que será madrastra. Si realmente deseas que olvide tu última calaverada, te recomiendo ser agradable con esta persona y que la recibas lo mejor posible.


CLEANTO

A decir verdad, padre, no puedo prometerle estar alegre porque se convierta en mi madrastra. Mentiría al decirlo, pero puede estar tranquilo de que la recibiré bien y le pondré buena cara.


HARPAGÓN

Inténtalo al menos.


CLEANTO

No tendrá motivo de queja.


HARPAGÓN

Bien harías. Valerio, ayuda. Acérquese, maese Santiago, ya que lo he dejado para el final.


MAESE SANTIAGO

¿Se dirige a su cochero o a su cocinero? Porque yo soy el uno y el otro.


HARPAGÓN

A los dos.


MAESE SANTIAGO

¿A cuál de los dos en primer término?


HARPAGÓN

Al cocinero.


MAESE SANTIAGO

Espere entonces un momento. (Se quita la casaca de cochero y aparece vestido de cocinero.)


HARPAGÓN

¿Qué ceremonia es ésta?


MAESE SANTIAGO

No tiene más que hablar.

HARPAGÓN

Estoy comprometido, maese Santiago, a dar una cena esta noche.


MAESE SANTIAGO

Maravilloso.


HARPAGÓN

¿Harás una buena comida?


MAESE SANTIAGO

Sí, claro que necesito algún dinero.


HARPAGÓN

¡Diablos! Siempre el dinero de por medio. Parece que no conocen otra palabra. ¡Siempre hablando de dinero, dinero, dinero!


VALERIO

No he oído nunca dar una respuesta más impertinente que ésta. ¡Qué maravilla, dar una buena comida con mucho dinero! Se trata de la cosa más fácil del mundo y no hay ingenio mediocre que no pueda hacerla. Un hombre hábil debe poder hacer una buena comida con escaso dinero.


MAESE SANTIAGO

¿Buena comida con poco dinero?


VALERIO

Sí.


MAESE SANTIAGO

Enséñenos, señor intendente, ese secreto y hágase cargo de mi oficio de cocinero.


HARPAGÓN

Silencio. ¿Qué hay que hacer?


MAESE SANTIAGO

Aquí, el señor intendente le hará una buena comida con poco dinero.


HARPAGÓN

Basta ya. Quiero una respuesta.


MAESE SANTIAGO

¿Cuántos serán a la mesa?


HARPAGÓN

Seremos ocho o diez, pero hay que calcular para ocho. Cuando hay para ocho, hay para diez.


VALERIO

Se comprende.


MAESE SANTIAGO

Harán falta cuatro grandes sopas y cinco platos. Sopa, entradas ...


HARPAGÓN

¿Quieres darle de comer a una ciudad entera?


MAESE SANTIAGO

Asado ...


HARPAGÓN

(Le tapa la boca con la mano.) - ¡Traidor, quieres comerte toda mi fortuna!


MAESE SANTIAGO

Entremeses.


HARPAGÓN

¿Más?


VALERIO

¿Quieres que revienten? ¿Trae invitados el señor para asesinarlos a fuerza de comida? Ve a informarte sobre los preceptos médicos y verás que nada hay peor que los excesos de comida.


HARPAGÓN

Tiene razón.


VALERIO

Sepa, maese Santiago, que no hay peor verdugo que una mesa con excesivas vituallas; para mostrarse amable con los invitados lo mejor es la frugalidad, ya que como dice un antiguo refrán, hay que comer para vivir y no vivir para comer.


HARPAGÓN

¡Qué bien dicho! Acércate y te abrazaré. Es lo mejor que he oído en mi vida. Vivir para comer y no comer para vivir ... no, no era así. ¿Cómo has dicho?


VALERIO

Que hay que comer para vivir y no vivir para comer.


HARPAGÓN

Sí, oyes, ¿quién es el gran hombre que lo ha dicho?


VALERIO

Ahora no lo recuerdo.


HARPAGÓN

Recuerda escribirme esas palabras. Quiero tenerlas grabadas en letras de oro sobre la chimenea de mi sala.


VALERIO

Así lo haré. Y yo me encargaré de la cena. Todo será ordenado como se debe.


HARPAGÓN

Adelante.


MAESE SANTlAGO

Tanto mejor, menos trabajo para mí.


HARPAGÓN

Necesitamos esas cosas que se comen poco y hartan de entrada; algún guiso de carnero bien graso. un guiso suculento. Eso que sea abundante.


VALERIO

Confíe en mí.


HARPAGÓN

Ahora, maese Santiago, hay que limpiar mi carroza.


MAESE SANTIAGO

Un momento, eso es para el cochero. (Se vuelve a poner la casaca.) ¿Sí?


HARPAGÓN

Hay que limpiar la carroza y disponer los caballos para ir a la feria.


MAESE SANTIAGO

¿Los caballos? La verdad es que no se encuentran en condiciones de caminar. No diré que están en cama porque carecen de ella, pero las pobres bestias están sometidas a ayunos tan severos que ya no son más que ideas, formas de caballo.


HARPAGÓN

¿Cómo pueden estar enfermos, si no hacen nada?


MAESE SANTIAGO

¿Acaso no hay que comer para no hacer nada? Les convendría trabajar mucho y comer en consecuencia. Me parte el corazón verlos tan extenuados, porque siento amor por los animales. Todos los días me quito cosas de la boca para darles, y es ser muy duro no tener un poco de amor por el prójimo.


HARPAGÓN

Ir hasta la feria no será tanto trabajo.


MAESE SANTIAGO

No tengo valor para sacarlos. Apenas pueden arrastrarse a sí mismos como para ponerse a arrastrar la carroza.


VALERIO

Haré que la conduzca el vecino Picard, quien también será de utilidad para preparar la cena.


MAESE SANTIAGO

Sea. Prefiero que mueran a causa de otro.


VALERIO

Maese Santiago gusta hacerse el polemista.


MAESE SANTIAGO

Y el señor intendente gusta hacerse el imprescindible.


HARPAGÓN

¡Basta ya!


MAESE SANTIAGO

Señor, yo no podría aceptar las alabanzas. Veo que lo que hace, sus controles sobre el pan y el vino, la leña y el fuego, son para halagarlo y seducirlo. Me hace rabiar puesto que estoy harto de oír a diario lo que se dice de usted, ya que realmente lo aprecio. Después de mis caballos, es la persona que más aprecio.


HARPAGÓN

¿Podría saber de sus labios, maese Santiago, lo que se dice de mí?


MAESE SANTIAGO

Sí, señor, si estuviera seguro de que no va a enfadarse.


HARPAGÓN

De ninguna manera.


MAESE SANTIAGO

Disculpe, pero estoy seguro de que lo voy a hacer montar en cólera.


HARPAGÓN

Para nada. Por el contrario, es una forma de complacerme, ya que me alegraré mucho de saber cómo se habla de mí.


MAESE SANTIAGO

Señor, ya que así lo quiere, le diré francamente que en todas partes se burlan de usted, se inventan dichos hirientes y causa gran algarabía contar chistes sobre su avaricia. Una de esas pullas afirma que hace imprimir almanaques particulares en los que hace multiplicar las témporas y las vigilias a fin de aprovecharse de los ayunos a los que somete a sus subordinados; otra, que siempre inventa una querella contra sus criados en época de aguinaldo o cuando se marchan, así se ahorra pagaries una indemnización. Otra afirma que demandó al gato de un vecino por haber comido unas sobras de guiso de carnero. Otro dicho afirma que fue a robar la avena de sus propios caballos, y que su cochero le propinó bastonazos de los cuales nada dijo. ¿Quiere que siga? No hay sitio en donde no se oigan estas chanzas y lances. Es la fábula y el motivo de diversión en todas partes. Se lo nombra como avaro, ladrón, malvado y usurero.


HARPAGÓN

(Lo golpea.) - ¡Eres un pillo, un tonto y un imprudente!


MAESE SANTIAGO

¿No le dije yo que iba a enfadarse? No me quiso creer, y aquí está su reacción.


HARPAGÓN

Aprende a hablar con propiedad.




ESCENA DOS
MAESE SANTIAGO Y VALERIO


VALERIO

Por lo que puedo apreciar, se paga mal su sinceridad.


MAESE SANTIAGO

¡Váyase al demonio! Recién llegado y con esos aires de importancia. No es su asunto. Ríase de sus golpes cuando se los propine, no de los míos.


VALERIO

Maese Santiago, no se enoje, le ruego.


MAESE SANTIAGO

(Aparte.) - No contesta. Me haré el valiente, y si es lo suficientemente bobo como para tenerme miedo, le daré unos golpes. (En voz alta.) ¿Sabe que yo no me río y que si me hace enojar lo haré reír de otra forma? (MAESE SANTIAGO empuja a Valerio hasta el borde del escenario, amenazándolo.)


VALERIO

Bueno. ¡Despacio!


MAESE SANTIAGO

No se me da la gana de hacerlo despacio.


VALERIO

¡Por favor!


MAESE SANTIAGO

Es un insolente.


VALERIO

¡Señor maese Santiago!


MAESE SANTIAGO

¡Nada de señor maese Santiago! Si agarro un palo le daré golpes de lo lindo.


VALERIO

¡Cómo! ¿Un bastón? (VALERIO lo hace retroceder.)


MAESE SANTIAGO

Bueno, bueno, no hablaba de eso.


VALERIO

¿Sabe usted que podría ser yo el que le dé una golpiza?


MAESE SANTIAGO

No lo dudo.


VALERIO

¿Sabe usted que no es más que un pícaro cocinero?


MAESE SANTIAGO

No lo dudo.


VALERIO

¿Y que no me conoce aún?


MAESE SANTIAGO

Disculpe, pero ...


VALERIO

¿Dice que va a darme golpes?


MAESE SANTIAGO

Es una broma.


VALERIO

A mí no me gustan sus bromas. (Le da bastonazos.) Debe saber que soy un muy mal bromista.


MAESE SANTIAGO

(A solas.) - ¡La peste se lleve a la sinceridad! Es un mal oficio y en lo sucesivo renuncio a este trabajo. No quiero decir más verdades. Mi amo vaya y pase, tiene cierto derecho a pegarme, pero este intendente ... me vengaré en cuanto pueda.




ESCENA TRES
FROSINA, MARIANA Y MAESE SANTIAGO


FROSINA

¿Sabe, maese Santiago, si su amo está en casa?


MAESE SANTIAGO

¡Sí, ya lo creo!


FROSINA

Le ruego que le anuncie que estamos aquí.




ESCENA CUATRO
MARIANA Y FROSINA


MARIANA

¡Ah, Frosina! En qué situación tan extraña me encuentro. La verdad es que temo mucho a esta entrevista.


FROSINA

¿Por qué? ¿Cuál es la inquietud?


MARIANA

¿Y me lo preguntas? ¿No imaginas la angustia de una persona a punto de empezar el suplicio al que se la quiere someter?


FROSINA

Veo que Harpagón no es el suplicio que quieres para morir agradablemente. Me da toda la impresión de que te acuerdas un poco de ese joven de quien me habías hablado.


MARIANA

Sí, Frosina, y es algo de lo que no quiero defenderme. Las respetuosas visitas que ha hecho en casa me han producido ciertos efectos en mi alma.


FROSINA

¿Y sabes quién es?


MARIANA

No sé quién es, pero sé que su apariencia inspira amor. Y si yo pudiera elegir, lo pondría por encima de otros pretendientes. Tiene parte de culpa de encontrar espantoso al marido que quieren endilgarme.


FROSINA

Dios mío, esos mocitos son muy agradables y saben hacer sus cumplidos, pero suelen ser más pobres que una rata. Más te vale tener un marido viejo que te dé una gran fortuna. Hay que reconocer que los sentidos no salen muy regocijados, ya que es preciso soportar algunas cositas fastidiosas con un esposo semejante. Pero no ha de durar mucho, y en ese caso estarás en condiciones de buscar un nuevo pretendiente.


MARIANA

Dios mío, Frosina, es bien extraño que para ser feliz haya que desear o esperar la muerte de alguien. La muerte no se adapta a nuestros proyectos.


FROSINA

¿Te burlas? No te casas con él, sino con la condición de ser viuda pronto. Ése debe ser uno de los puntos del contrato. ¡Sería una insolencia de su parte no morirse en el término de tres meses! Aquí está él en persona.


MARIANA

¡Ah, Frosina, qué aspecto!




ESCENA CINCO
HARPAGÓN, FROSINA Y MARIANA


HARPAGÓN

No te ofendas, amada mía, si me acerco con anteojos. Sé que tus encantos saltan a la vista y son lo suficientemente visibles por sí mismos, y que no hacen falta lentes para verlos, pero en fin, es con lentes como se observa a los astros, y yo sostengo que eres un astro. El más bello de los astros. (A FROSINA.) Frosina, nada responde ni da ninguna muestra de alegrarse.)


FROSINA

Es que aún está muy sorprendida. Las jóvenes tienen vergüenza de demostrar lo que realmente sienten.


HARPAGÓN

Puede ser. (A MARIANA.) Aquí está, hermosa, mi hija, que viene a saludarte.




ESCENA SEIS
ELISA, HARPAGÓN, MARIANA Y FROSINA


MARIANA

Mucho he tardado en recibir su visita.

ELISA

Has hecho lo que yo debía hacer, y era mi deber anticiparme.


HARPAGÓN

Ya ves que es alta, pero la hierba mala siempre crece.


MARIANA

(En voz baja, a FROSINA.) - Qué hombre tan desagradable.


HARPAGÓN

¿Qué dice la bella?


FROSINA

Que lo encuentra admirable.


HARPAGÓN

Me haces demasiado honor, preciosa.


MARIANA

(Aparte.) - ¡Animal!


HARPAGÓN

Agradezco esos sentimientos.


MARIANA

(Aparte.) - No puedo soportarlo más.


HARPAGÓN

Aquí viene también mi hijo a presentar sus respetos.


MARIANA

(En voz baja, a FROSINA.) - ¡Frosina, qué encuentro! Es el mismo de quien tanto te hablé.


FROSINA

La aventura es extraordinaria.


HARPAGÓN

Veo que te sorprende que tenga hijos tan mayores, pero pronto me habré deshecho de ambos.




ESCENA SIETE
CLEANTO, HARPAGÓN, ELISA, MARIANA Y FROSINA


CLEANTO

Ésta es una aventura que, a decir verdad, ya no esperaba. No ha sido poca la sorpresa que me dio mi padre al comunicarme sus propósitos.


MARIANA

Yo puedo decir lo mismo. Éste es un encuentro inesperado, y a mí también me ha sorprendido. No estaba preparada.


CLEANTO

Es cierto que la elección de mi padre es inmejorable y que tengo un gran honor al verla. Pero no podría asegurar que me alegro de que vaya a convertirse en mi madrastra. Me resulta difícil darle mi beneplácito, porque es un título que, a decir verdad, no le deseo. Mis palabras parecerán brutales a los ojos de algunos; estoy seguro de que usted las recibirá como corresponde. Es un casamiento que, como puede imaginar, señora, me repugna. No ignora, además, que perjudica mis intereses y tendré que decir, en definitiva, con permiso de mi padre, que si las cosas dependiesen de mi deseo, este matrimonio no se realizaría.


HARPAGÓN

¡Vaya un cumplido más insolente! ¡Vaya confesión que le has hecho!


MARIANA

He de decir por mi parte que estoy de acuerdo con estas palabras. Si siente aversión de verme como su madrastra, lo mismo me sucede al verlo como mi hijastro. No soy yo quien busca producirle esa inquietud. No quiero disgustarlo a menos que me vea forzada por un poder absoluto, y doy mi palabra de que no consentiré el matrimonio que tanto lo apesadumbra.


HARPAGÓN

Tiene razón. A cumplido tonto, una respuesta semejante. Te pido perdón, hermosa mía, por la impertinencia de mi hijo. Es un joven estúpido que aún no mide las consecuencias de sus palabras.


MARIANA

Juro que lo que ha dicho no me ha ofendido en absoluto. Me siento complacida, por el contrario, de que me haya revelado sus verdaderos sentimientos. Estimo una confesión en esos términos y lo estimaría menos si hubiera hablado de otra forma.


HARPAGÓN

Es muy bondadoso de tu parte querer disculparlo de esta forma. El tiempo lo volverá más juicioso y ya verás cómo cambia de parecer.


CLEANTO

No, padre, no sería capaz de cambiar. Le ruego, señora, que me crea.


MARIANA

¡Vean qué extravagancia! Sigue aún peor.


CLEANTO

¿Quiere que traicione mi corazón?


HARPAGÓN

¿Otra vez? ¿Por qué no cambias de tema?


CLEANTO

Bueno, ya que deseas que hable de otro tema, acepte, señora, que me ponga en el lugar de mi padre y confiese que no he visto nada más hermoso que usted en mi vida, que el título de esposo suyo sabe a gloria, una felicidad que yo preferiría por encima de cualquier excelso destino. Sí, señora, la dicha de poseerla sería la más agradable de todas las fortunas, y toda mi ambición se centra en ello. Nada hay que no fuera capaz de hacer por una conquista tan importante.


HARPAGÓN

Despacio, hijo, te lo ruego.


CLEANTO

Es un cumplido que hago por usted a la señora.


HARPAGÓN

Dios mío, tengo lengua para explicarme por mis propios medios. Vamos, traigan asientos.


FROSINA

No, más vale que nos vayamos ya mismo a la feria. Regresaremos antes y tendremos más tiempo para solazarnos.


HARPAGÓN

Entonces, que enganchen los caballos a la carroza. Te pido disculpas si no te he ofrecido una merienda antes de salir.


CLEANTO

Yo lo he previsto, padre, y entonces hice traer algunas bandejas con naranjas de la China, limones dulces y confites, que he mandado buscar de su parte.


HARPAGÓN

(En voz baja a VALERIO.) - Valerio.


VALERIO

(A HARPAGÓN.) - Ha perdido la cabeza.


CLEANTO

¿Le parece, padre, que no alcanza? La señora tendrá a bien excusarlo.


MARIANA

No era necesario.


CLEANTO

¿Ha visto alguna vez un diamante tan bello como el que lleva mi padre?


MARIANA

En verdad, brilla mucho.


CLEANTO

(Se lo quita a su padre del dedo y se lo entrega a MARIANA.) - Tiene que verlo de cerca.


MARIANA

Es muy hermoso, y lanza notables destellos.


CLEANTO

(Se antepone a MARIANA, que quiere regresar el diamante a HARPAGÓN.) - No, señora. Queda en bellas manos. Es un regalo que le hace mi padre.


HARPAGÓN

¿Yo?


CLEANTO

¿No es verdad, padre, que quiere que ella lo guarde por amor?


HARPAGÓN

(En voz baja, a su hijo.) - ¿Qué estás haciendo?


CLEANTO

Claro que sí. Me dice que lo acepte.


MARIANA

No quisiera.


CLEANTO

Por favor, no tiene intención devolverlo a tomar.


HARPAGÓN

(Aparte.) - Me da ira.


MARIANA

Sería ...


CLEANTO

(Siempre interponiéndose.) - No, por favor. Lo ofendería.


MARIANA

Por favor ...


CLEANTO

No hay más que hablar.


HARPAGÓN

(Aparte.) - La peste lo lleve ...


CLEANTO

Vea cómo se escandaliza por su rechazo.


HARPAGÓN

(En voz baja, a su hijo.) - Traidor.


CLEANTO

Ya ve cómo desespera.


HARPAGÓN

(En voz baja, a su hijo.) - Verdugo.


CLEANTO

Padre, no es mi culpa. Hago lo que puedo para que lo acepte, pero es muy obstinada.


HARPAGÓN

(En voz baja, arrebatado.) Maldito.


CLEANTO

Ya ve, por su culpa me reprocha.


HARPAGÓN

(En voz baja, con grandes gestos.) - ¡Ladrón!


CLEANTO

Va a hacer que se enferme. Por favor, no se resista más.


FROSINA

¡Dios mío, basta de titubeos! Acéptelo ya que el señor lo quiere.


MARIANA

Por no hacer que monte en cólera lo acepto. Ya veré la ocasión de devolvérselo.




ESCENA OCHO
HARPAGÓN, MARIANA, FROSINA, CLEANTO, BRIZNAVENA Y ELISA


BRIZNAVENA

Señor, hay un hombre que quiere hablarle. Dice que le trae dinero.


HARPAGÓN

Les pido perdón. Vuelvo pronto.




ESCENA NUEVE
HARPAGÓN, MARIANA, CLEANTO, ELISA, FROSINA, VALERIO Y MERLUZA


MERLUZA

(Viene corriendo y hace caer a HARPAGÓN.) - Señor ...


HARPAGÓN

¡Ah! ¡Muerto soy!


CLEANTO

¿Qué sucede, padre, se hizo daño?


HARPAGÓN

Seguro que el muy traidor ha recibido dinero de mis deudores para hacer que me accidente.


VALERIO

No es nada.


MERLUZA

Le pido perdón, señor. Creía obrar bien al venir corriendo.


HARPAGÓN

¿A qué viniste, verdugo?


MERLUZA

A decir que los caballos están desherrados.


HARPAGÓN

Que se los lleven enseguida al herrador.


CLEANTO

Mientras esperamos a que sean herrados voy a hacer por usted los honores de la casa. Conduciré a la señora al jardín, donde haré servir la merienda.


HARPAGÓN

Valerio, vigila todo esto un poco y ten mucho cuidado. Trata de salvar algo para devolver al tendero.


VALERIO

Así lo haré.


HARPAGÓN

(Solo.) - Hijo desvergonzado ¿por qué quieres arruinarme?

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