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CUARTO ACTO
ESCENA UNO
CLEANTO, MARIANA, ELISA Y FROSINA
CLEANTO
Volvamos adentro. No hay nadie a nuestro alrededor que nos espíe y podremos hablar libremente.
ELISA
Mi hermano me ha confiado la pasión que siente por ti. Sé los pesares y dolores que pueden causar estos obstáculos y me intereso en tu suerte con todo afecto.
MARIANA
Es un dulce consuelo recibir tal muestra de interés. Te pido que conservemos esta amistad, capaz de atemperar ia crueldad del destino.
FROSINA
Son personas desafortunadas por no haberme ahorrado esta inquietud. No habría llevado las cosas a este extremo.
CLEANTO
¿Cómo dices? Es mi destino fatal el que lo quiso así. Bella Mariana, ¿cuál es tu decisión?
MARIANA
¿Me encuentro en posición de tomar decisiones? ¿Puedo tener algo más que deseos?
CLEANTO
¿No tengo más apoyo en tu corazón que simples deseos? ¿No hay bondad y compasión? ¿No hay afecto?
MARIANA
¿Qué podría decir? Es muy poco lo que puedo hacer. Aconseja, ordena tú mismo. En ti confío porque te considero demasiado razonable como para querer exigir de mí más de lo que se me permite en nombre del honor y del decoro.
CLEANTO
¡Ay! ¿Debo limitarme a lo que quieran permitirme los enojosos sentimientos de un honor rígido y de un decoro lleno de escrúpulos?
MARIANA
Pero ¿qué quieres que haga? Aunque pudiera pasar por encima de los miramientos a los que me obliga mi sexo, quedaría la consideración que le debo a mi madre. Ella ha sido siempre lo más importante para mí y yo no podría permitirme darle un disgusto. Trata de influir en su ánimo. Te autorizo a hacer y decir todo lo que quieras, y si fuera preciso sería capaz de confesar todo lo que siento por ti.
CLEANTO
Frosina, pobre Frosina, ¿querrás servimos?
FROSINA
Ni qué decirlo. Lo deseo desde lo más profundo de mi corazón. Sepan que soy humanitaria por naturaleza. El cielo no me ha provisto de un corazón de madera y no me provoca sino amor el poder prestar pequeños servicios cuando veo personas que se aman. ¿Qué se puede hacer?
CLEANTO
Piensa un poco, te lo suplico.
MARIANA
Ilumínanos.
ELISA
Busca algún medio de deshacer lo que has hecho.
FROSINA
Eso no es nada sencillo. (A MARIANA.) En cuanto a tu madre, no es nada difícil que cambie de parecer ya que no es obstinada, así que podría traspasar al hijo el don que quiere donarle al padre. (A CLEANTO.) Pero el mal irremediable es tu padre.
CLEANTO
Ya lo veo.
FROSINA
Se sentirá despechado si se le muestra que se lo rechaza. Y en consecuencia, no estará dispuesto para dar consentimiento al matrimonio de ustedes dos. Sería preciso que el rechazo viniera de él mismo y que tratásemos por algún medio que le fueras desagradable.
CLEANTO
Bien dicho.
FROSINA
Sí, ya sé que tengo razón. Pero sólo el diablo sabe cómo lograrlo. Escuchen: si tuviéramos alguna mujer de cierta edad con mi talento y que actuase lo bastante bien como para interpretar un drama de buena calidad con un séquito formado a las apuradas y con un rimbombante nombre de marquesa o vizcondesa, yo tendría la habilidad de hacerle creer a tu padre que es una persona rica, y que además de casa posee cien mil escudos constantes y sonantes, que está perdidamente enamorada de él y que por ser su esposa estaría dispuesta a darle toda su fortuna en el contrato matrimonial. No dudo que prestaría mucha atención a la propuesta, porque si bien te ama a ti, admitamos que ama un poco más a su dinero. Cuando, deslumbrado por el engaño, hubiera consentido este matrimonio, poco importaría después que sufriera un desengaño al enterarse de la poca fortuna de la marquesa.
CLEANTO
Está todo muy bien pensado.
FROSINA
Dejen todo en mis manos. Acabo de acordarme de una amiga que puede ser nuestra solución.
CLEANTO
Cuenta, Frosina, con mi agradecimiento desde ya. Pero, Mariana, comencemos por ganar el corazón de tu madre. No es nada fácil romper este compromiso. Te pido que hagas los mayores esfuerzos posibles. Utiliza todo el poder del afecto y la ternura. Despliega todas tus gracias, los encantos con los que el cielo todopoderoso te ha engalanado, y, sobre todo, no olvides esas caricias y conmovedores ruegos a los que nadie, estoy persuadido, podría resistir.
MARIANA
Haré todo lo posible, y no olvidaré tus consejos.
ESCENA DOS
HARPAGÓN, CLEANTO, MARIANA, ELISA Y FROSINA
HARPAGÓN
(Aparte.) - ¡Bueno! Mi hijo besa la mano de su supuesta madrastra y la supuesta madrastra no se defiende demasiado. ¿Hay algo misterioso?
ELISA
Aquí llega mi padre.
HARPAGÓN
La carroza está lista. Pueden irse cuando quieran.
CLEANTO
Iré a llevarlas, padre.
HARPAGÓN
No, quédense. Estarán bien solas, y yo prefiero que te quedes aquí.
ESCENA TRES
HARPAGÓN Y CLEANTO
HARPAGÓN
Madrastra aparte, ¿qué te parece la persona en sí?
CLEANTO
¿Qué me parece?
HARPAGÓN
Sí, su aspecto, su belleza, sus talentos.
CLEANTO
Más o menos.
HARPAGÓN
¿Algo más?
CLEANTO
Hablando con franqueza, no la encontré como lo esperaba. Tiene un aire de altiva coquetería, su talle es torcido, su belleza es mediocre y sus talentos, de los más comunes. No crea, padre, que hablo así para causarle un disgusto, porque madrastra por madrastra, lo mismo me da.
HARPAGÓN
Sin embargo, le decías ...
CLEANTO
Le he dicho cosas cariñosas en su nombre, pero era para complacerlo.
HARPAGÓN
Entonces, ¿no sentirías inclinación por ella?
CLEANTO
¿Yo? En absoluto.
HARPAGÓN
Estoy enojado, ya que ella ha dado por tierra una idea que se me había metido en la cabeza. Al verla me puse a pensar en mi edad y pensé que se me va a criticar por desposar una mujer tan joven. Así que decidí abandonar mi propósito y te la habría cedido si no fuera por esta aversión que manifiestas.
CLEANTO
¿A mí?
HARPAGÓN
A ti, claro.
CLEANTO
¿En matrimonio?
HARPAGÓN
Claro.
CLEANTO
Bueno, es cierto que ella no es muy de mi gusto, pero si lo desea me apuro a complacerlo casándome con ella.
HARPAGÓN
Yo soy mucho más razonable de lo que crees. No querría forzar tus inclinaciones.
CLEANTO
Perdón, pero haría ese sacrificio por amor hacia usted.
HARPAGÓN
No, no, no puede haber un matrimonio si no hay amor.
CLEANTO
Quizás eso venga después, con el tiempo. Se suele decir que el amor es fruto del matrimonio.
HARPAGÓN
Un hombre no debe arriesgarse. Si tuvieras alguna inclinación hacia ella, habría hecho que la desposaras en mi lugar, pero al no ser así, llevaré adelante mi plan original.
CLEANTO
Entonces, padre, ya que las cosas son así, es preciso que le revele mi secreto, abriéndole mi corazón. La verdad es que la amo desde el día en que la vi en un paseo. Iba a pedirla por esposa y sólo me detuvo la declaración de sus sentimientos y el temor de que usted iba a disgustarse.
HARPAGÓN
¿La has visitado?
CLEANTO
Sí, padre.
HARPAGÓN
¿Muchas veces?
CLEANTO
Unas cuantas, sobre todo para tan poco tiempo.
HARPAGÓN
¿Te ha recibido bien?
CLEANTO
Muy bien, pero sin saber quién era yo. A eso se ha debido la sorpresa de Mariana.
HARPAGÓN
¿Le has declarado tu amor y tus intenciones de matrimonio?
CLEANTO
Por cierto, y además había tratado algo con su madre.
HARPAGÓN
¿Ella ha oído tus proposiciones de matrimonio?
CLEANTO
Sí, con mucha amabilidad.
HARPAGÓN
¿Y la hija corresponde a tu amor?
CLEANTO
Si me dejo guiar por las apariencias, padre, puedo decir que tiene inclinación hacia mí.
HARPAGÓN
(En voz baja, aparte.) - Me alegro de haberme enterado de este secreto, porque es la confirmación que buscaba. (En voz alta.) Vete, hijo mío. ¿Sabes qué ocurre? Puedes ir pensando en olvidar tu amor, en cesar en tus intentos en lo que se refiere a una persona a la que pienso desposar.
CLEANTO
Bien, padre, así es como juega conmigo todo el tiempo. Y ya que hasta aquí llegamos, le digo que no hay extremo al que no pueda alcanzar para disputarle la conquista, y si usted cuenta con el consentimiento de la madre, yo tendré otras asistencias de mi parte.
HARPAGÓN
¿Cómo, bribón? ¿Tienes la audacia de pisar mi territorio?
CLEANTO
Es al revés. Yo llegué primero al territorio.
HARPAGÓN
Pero soy tu padre. ¿No me debes respeto?
CLEANTO
No son asuntos en los que los hijos estén obligados a ceder ante los padres, porque el amor no reconoce dueño.
HARPAGÓN
Yo haré que me reconozcas a los bastonazos.
CLEANTO
Nada conseguirá con amenazas.
HARPAGÓN
Renunciarás a Mariana.
CLEANTO
En absoluto.
HARPAGÓN
¡Quiero un bastón, de inmediato!
ESCENA CUATRO
MAESE SANTIAGO, HARPAGÓN Y CLEANTO
MAESE SANTIAGO
Epa, señores. ¿Qué ocurre? ¿En qué están pensando?
CLEANTO
¡Me burlo de esto!
MAESE SANTIAGO
(A CLEANTO.) - Señor, por favor.
CLEANTO
No renunciaré.
MAESE SANTIAGO
(A CLEANTO.) - ¿Cómo? ¿A su padre ... ?
HARPAGÓN
Déjame hacer.
MAESE SANTIAGO
(A HARPAGÓN.) - ¿Cómo? ¿A su hijo? Conmigo vaya y pase ...
HARPAGÓN
Quiero, maese Santiago, que seas juez de este asunto para demostrar que la razón está de mi parte.
MAESE SANTIAGO
Acepto. (A CLEANTO.) Aléjese un poco.
HARPAGÓN
Amo a una joven y quiero desposarla. Este bribón tiene la insolencia no sólo de amarla, sino también de pretenderla, contra mis órdenes.
MAESE SANTIAGO
¡Ah!
HARPAGÓN
Se equivoca. ¿No es tremendo que un hijo quiera competir con su propio padre? ¿Acaso no debe respetarme, no interfiriendo en mis decisiones?
MAESE SANTIAGO
Tiene razón. Déjeme hablar con él. (Se acerca a CLEANTO, que está en el otro extremo del escenario.)
CLEANTO
Ya que él te ha elegido como juez, no voy a retroceder. Prefiero tratar contigo de nuestro litigio.
MAESE SANTIAGO
Me hace un gran honor.
CLEANTO
Estoy prendado de una joven que no me rechaza, y a mi padre se le ocurre venir a perturbar nuestro amor queriendo desposarla.
MAESE SANTIAGO
Se equivoca.
CLEANTO
¿No le da vergüenza casarse a su edad? ¿No debería dejar esas actividades a los jóvenes?
MAESE SANTIAGO
Tiene razón. Se burla, déjeme ir a decirle unas palabras. (Vuelve junto a HARPAGÓN.) Su hijo no es tan terco como lo pinta y entiende razones. Dice que sabe el respeto que le debe y que se ha dejado llevar por un arrebato. No ha de rechazar someterse a su decisión siempre que usted acceda a tratarlo de mejor manera y a concederle en matrimonio a alguien con quien pueda conformarse.
HARPAGÓN
Bueno, muy bien. Dile que puede esperar de mí cualquier cosa y que está en libertad de elegir a quien quiera con excepción de Mariana.
MAESE SANTIAGO
Yo lo arreglo. (Se acerca a CLEANTO nuevamente.) Su padre no es tan obcecado como cree. Me ha dicho que sus arrebatos lo han encolerizado. Sólo está resentido por su manera de dirigirse a él, y está dispuesto a concederle lo que quiera siempre que se comporte correctamente, con la deferencia y la sumisión que un hijo le debe a su padre.
CLEANTO
¡Ah, maese Santiago! Puedo asegurarle que todo será como lo pide si me concede a Mariana.
MAESE SANTIAGO
(A HARPAGÓN.) - Ya está hecho: acepta sus condiciones.
HARPAGÓN
Así todo irá de maravillas.
MAESE SANTIAGO
(A CLEANTO.) - Asunto terminado, sus promesas lo satisfacen.
CLEANTO
¡Gracias al cielo!
MAESE SANTIAGO
Señores, sólo tienen que arreglar sus asuntos personalmente. Iban a pelearse sin entenderse.
CLEANTO
Mi buen amigo, te estaré agradecido toda la vida.
MAESE SANTIAGO
No hay nada que agradecer.
HARPAGÓN
Me has complacido, maese Santiago, y tendrás tu recompensa por ello. Lo recordaré, te lo juro. (Saca un pañuelo del bolsillo, lo que hace creer a maese Santiago que le va a dar algo.)
MAESE SANTIAGO
Le beso las manos.
ESCENA CINCO
CLEANTO Y HARPAGÓN
CLEANTO
Le pido perdón, padre, por mis arrebatos.
HARPAGÓN
No es nada.
CLEANTO
Estoy en extremo arrepentido.
HARPAGÓN
Y yo me arreglo de verte razonable.
CLEANTO
¡Qué bondad de su parte olvidar mi falta!
HARPAGÓN
Las faltas de los hijos se olvidan pronto cuando se ve que retornan a la obediencia.
CLEANTO
¿No me guarda resentimiento por mis extravagancias?
HARPAGÓN
A ellos me obligas con la sumisión y el respeto que juras tener.
CLEANTO
Le prometo, padre, que conservaré en el corazón hasta la tumba el recuerdo de sus bondades.
HARPAGÓN
Y yo prometo que no habrá nada que no puedas obtener de mí.
CLEANTO
Nada más le pido; es suficiente haberme dado a Mariana.
HARPAGÓN
¿Cómo dices?
CLEANTO
Digo, padre, que estoy feliz de su bondad por haberme concedido a Mariana.
HARPAGÓN
¿Quién dijo que yo iba a hacer semejante cosa?
CLEANTO
Usted.
HARPAGÓN
¿Yo?
CLEANTO
Así es.
HARPAGÓN
¡Eres tú quien prometió renunciar a ella!
CLEANTO
¿Yo, renunciar?
HARPAGÓN
Sí.
CLEANTO
Ni pienso.
HARPAGÓN
¿No renunciaste a querer desposarla?
CLEANTO
Al contrario, lo quiero más que nunca.
HARPAGÓN
¡Otra vez, traidor!
CLEANTO
Nada puede hacerme cambiar de parecer.
HARPAGÓN
Te prohíbo que vuelvas a verme.
CLEANTO
Mucho mejor.
HARPAGÓN
Te abandono.
CLEANTO
Abandóneme.
HARPAGÓN
Reniego de ti.
CLEANTO
No me importa.
HARPAGÓN
Te desheredo.
CLEANTO
Como quiera.
HARPAGÓN
Te maldigo.
CLEANTO
No necesito sus regalos.
ESCENA SEIS
FLECHA Y CLEANTO
FLECHA
(Entrando del jardín con un arca pequeña.) - ¡Ah, señor! Por fin lo encuentro, sígame pronto.
CLEANTO
¿Qué sucedió?
FLECHA
Sígame, le digo, todo va bien.
CLEANTO
¿Cómo?
FLECHA
Aquí está la solución.
CLEANTO
¿Qué?
FLECHA
He estado todo el día pendiente de él.
CLEANTO
¿Qué es?
FLECHA
El tesoro de su padre, y yo lo he atrapado.
CLEANTO
¿Y cómo lo has hecho?
FLECHA
Pronto lo sabrá todo. Pongámonos a salvo. Ya lo oigo gritar.
ESCENA SIETE
HARPAGÓN
HARPAGÓN
(Grita Al ladrón desde el jardín y entra sin sombrero.) - ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! ¡Al asesino! ¡Justicia, por Dios! ¡Estoy perdido, me han matado! ¡Me han cortado la garganta, me han saqueado el dinero! ¿Qué ha ocurrido? ¿Quién fue? ¿Dónde se esconde? ¿Cómo podré encontrarlo? ¿No está allá? ¿No está por allí? ¡Alto! (Se toma el brazo a sí mismo.) Devuélveme mi dinero, ladrón. ¡Ah, si soy yo! Mi mente está obnubilada; ignoro dónde estoy, quién soy y lo que hago. ¡Mi pobre dinero, mi querido amigo, me han privado de ti! Y contigo he perdido mi apoyo, mi consuelo y mi alegría; todo ha terminado, ya nada tengo que hacer en este mundo. No puedo vivir sin ti. ¡Estoy muerto y enterrado! ¿Nadie quiere resucitarrne diciendo que tiene mi dinero o que lo ha encontrado? ¿Eh? No oigo a nadie. Quien ha dado el golpe ha estado siguiendo mis movimientos y la hora con cuidado, ya que sabía que estaba hablando con el traidor de mi hijo. Vamos afuera. Voy a querellarme y a dar tormento a toda la casa; a los criados, a mi paje, a mi hijo, mi hija y a mí mismo. ¡Cuánta gente reunida! No miro a nadie sin creerlo sospechoso. Todos me parecen el ladrón. ¿De qué están hablando ahí? ¿Qué susurran? ¿Hablan del ladrón? Por favor, si saben algo de mi ladrón, suplico que me lo digan. ¿No estará ahí mezclado con ustedes? Todos me miran y se echan a reír. Todos son cómplices en el robo que se ha cometido. Vamos, todos, jueces, comisarios, verdugos, torturadores. ¡Quiero hacer colgar a todo el mundo, y si no encuentro mi dinero, yo mismo me colgaré después!
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