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Diálogos y conversaciones Rafael Barrett CAPÍTULO VIGÉSIMO Propinas Don Tomás. Don Angel. Don Justo. Don Angel. Don Justo. Don Tomás. Don Angel. Don Justo. Don Angel. Don Tomás. Don Justo. Don Angel. Don Tomás. Don Angel. Don Tomás. Don Justo. Don Tomás. Don Justo. Don Angel. Don Justo. Don Angel. Don Justo. Don Angel. Don Justo. Don Angel. Don Tomás. Don Justo. Don Tomás. Don Justo. Don Tomás. Don Justo. Don Angel.
- El vecindario de Santander regala un palacio a Alfonso XIII. Ya hay 1.000.000 de pesetas reunidas.
- La propina es notable.
- ¡Oh! Sea usted más correcto. ¡Propina!
- ¿Cómo debo decir?
- Ofrecimiento ... Respetuoso ofrecim'iento. Hay que respetar a los reyes.
- Sobre todo en una República.
- No me opongo. A mí me gusta respetar a todo el mundo. También respeto a los mozos de café,
y, sin embargo, no creía insultarles, al poner en sus manos una propina.
- ¿Qué tiene que ver una cosa con otra? Si no sabe usted distinguir un sirviente de un rey, le compadezco.
- No estoy reñido con Alfonso XIII. ¡Reconozco que es de buena familía. ¿Pero qué palabra genérica emplearemos para designar lo que dimos sin estar a ello obligados? Propina, me parece preferible por lo benévola. Supone un trabajo cumplido, quizá mal pagado. Quizá no pagan lo justo al rey.
- Quizá. En tal caso, se trataría de una gratificación.
- Gratificación es todavía insolente.
- ¿Menos insolente que propina, verdad?
- Menos. Se aplica a un empleado. Usted ofendería a un escribiente si le propinara. En cambio, un mendigo se enorgullecería, porque recibe limosnas, y no propinas ni gratificaciones. Si es a la Divinidad a quien usted favorece, use el término ofrenda. ¿Comprende usted?
- Bonita escala: limosna, propina, gratificación, ofrecimiento y ofrenda. De pordiosero a Dios.
- Y ninguno rehusa.
- Observemos que en la iglesia caben todos los peldaños, lo cual prueba la incalculable penetración social del catolicismo. Así podemos presentar una limosna al capuchino, una propina al sacristán, una gratificación al cura y una ofrenda al Papa. Hace precisamente un año que un desconocido envió un millón de liras a Pío X.
- El obsequio ha de estar en proporción con el obsequiado. Para una familia entera que se muere de hambre, bastan unos centésimos. En cuanto a los burgueses, recuérdese la definición de Bernard Shaw: un burgués es un hombre que no quisiera aceptar como propina menos de un billete de cinco libras. A medida que el candidato es más rico, más poderoso, hay que ofrecerle más. ¿Quién se atreverá a mólestar a un Alfonso XIII o a un Pío X, con menos de un millón? Y Dios, por último, que nada necesita, tiene derecho a exigirlo todo, las fortunas, los cuerpos y las almas.
- El pobre tiene también derecho a su limosna.
- ¿De veras?
- Es mi convicción. Yo reservo una suma al mes, siempre idéntica, para obras de caridad.
- ¿No teme usted arruinarse?
- Sería muy triste que por un altruísmo exagerado, cayera en la pobreza y me imposibilitara de segúir haciendo el bien. La cantidad que consagro a tales fines es lo suficientemente reducida para no desequilibrar mi presupuesto. Me atengo a mi deber de cristiano, y confío en la recompensa.
- Coloca usted su dinero en un banco honorable, incapaz de quebrar. Le pagarán a usted con exactitud, don Justo. Con el juicio con que juzga usted, será juzgado. Con la medida con que mide le volverán a medir.
- ¿Qué jerga es ésa?
- San Mateo, capítulo séptimo, versículo segundo.
- (A don Justo). ¿Tiene usted muchos pobres?
- No muchos, doce o quince. Hace años que los tengo.
- ¿Los mismos?
- Los mismos. De tarde en tarde, se lleva uno al hospital y desaparece. Esto es raro, gozan de aceptable salud. Ellos y yo envejecemos juntos; ellos un poco más de prisa. Es curioso; tan pobres están, como cuando los conocí; llevan la ropa de aquella época. Son algo derrochadores. No ahorran. En tanto tiempo, su situación no ha cambiado, ni la mía tampoco.
- Tal es la función de la beneficencia: conservar los pobres, única manera de conservar los ricos. Sin la beneficencia, los pobres sucumbirían a la inanición, al frío, a la enfermedad. Sería cruel. Hay que mantenerlos en la miseria. Es preciso que vivan. Sacados de ella, transformados en ricos, sería revolucionario. ¿Conciben ustedes una beneficencia revolucionaria? Lo era la del Cristo. Dadlo todo era su máxima monstruosa. ¿Dónde iríamos a parar con semejante doctrina? Al caos. Damos lo que conviene dar, para que continúen las cosas como están, unas encima de otras, en igual orden que ayer. La escala de donaciones es conservadora. La ignominiosa limosna al mendigo. El millón al rey, si se digna no rechazarlo, para que no salga de rey, oficio que impone cierto lujo. Nuestra sociedad constituye una mole colosal y tan complicada, que ya nos es imposible tocar los cimientos.
- Estoy conforme. Al primer sillar atacado, se vieñe a tierra el edificio, y no queda uno de nosotros.
Peor es meneallo.
- Buen par de zorros están ustedes.
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