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Diálogos y conversaciones Rafael Barrett CAPÍTULO VIGÉSIMO OCTAVO Diálogos contemporáneos El impertinente. El personaje. El impertinente. El personaje. El impertinente. El personaje. El impertinente. El personaje. El impertinente.
- Muchas veces he buscado uná buena definición de la política, y ni siquiera he conseguido encontrar una mala.
- La política soy yo.
- Lo difícil es definirte a ti. A primera vista la política constituye legítimamente un oficio. En ella la actividad humana parece emplearse a ejecutar una obra, a perseguir un fin. ¿Qué fin y qué obra? ¿Qué conocimientos requiere ese oficio? Aquí está lo incontestable. A juzgar por los hechos, la cultura intelectual es extraña a esta cuestión. Personas que ni para firmar toleran la ortografía ejercen altas influencias, y se dan casos de ministros instruídos. ¿Qué será mejor para la carrera política? ¿Saber química o historia, medicina o teneduría de libros? Hasta ahora los políticos no se arriesgan a estudiar nada. La política es un oficio amorfo, o el oficio de los que no tienen ninguno ...
- Nos confundes con los vagos de profesión.
- Y hago mal, porque desgraciadamente sois a veces muy activos. Quizá la política sea una estricta función social, como la de las mujeres hermosas. Quizá se acerque a una Administración General de Favores, a una especie de beneficencia secreta. Reducida a ese papel sería tolerable y hasta divertida. Lo malo es que complica a los que no son políticos y su labor trasciende al público.
- Desempeñamos nuestra misión. ¿Quién orienta a los pueblos? Nosotros. No necesitamos especializarnos. Nos bastan la inspiración del patriotismo y algunas ideas generales para dirigir espiritualmente a nuestro país.
- Si os contentais con dirigirnos espiritualmente, no nos hubiéramos enterado nunca de vuestra existencia. Nos resultáis algo caros, pero nos resignaríamos a ese regular dispendio con tal que no nos molestarais todos los días. La prensa que os asesora y registra vuestras travesuras con afición de comadre, nos mete a la fuerza la nariz en vuestra cocina.
- No extrañes esto. Lo que hacemos es de gran importancia.
- ¡Bah! Es la raza y no los políticos quien hace las cosas importantes. El porvenir de las naciones sale del trabajo, no de los discursos ni de las disputas. Vuestras nobles empresas son insignificantes como vuestras infamias. Lo único que os pedimos los que nos ocupamos en algo útil, es que no cacareéis tan alto, o que cacareéis más lejos.
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