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Diálogos y conversaciones Rafael Barrett CAPÍTULO TRIGÉSIMO La reja Reja de una ventana baja. Dentro, la niña; fuera, el galán. Dos de la madrugada. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él. El galán se acerca al vigilante. Él. El vigilante. Él. El vigilante se retira. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él. Adela. Él.
- ¡Por fin! ... Te espero desde hace mil años.
- Cállate por Dios. Estoy muerta de miedo.
- ¿Duermen?
- Cállate. Creo que duermen. Mamá, de seguro.¿No la oyes roncar?
- Parece un tigre.
- ¡Chist! Papá, el pobre, suele estudiar hasta muy tarde. Si sospechara algo ...
- ¡Don Tomás es tan bueno!
- Te digo que hables bajo. No es su severidad lo que me aterraría, sino su pena.
- Es médico y se explicará estas cosas.
- No te rías, malvado. ¡Ay! Nunca me creí tan valiente, tan mala. Es la primera vez que hago esto.
- Nos iremos acostumbrando, deliciosa mía.
- Te vuelves a reír, y me enseñas esos dientes blancos que tanto me gustan. ¡Qué tonterías se me escapan! Habla bajo. Estuvo esta noche Mínguez.
- El doctor averiado.
- Me lo meten por los ojos, pero estás tú en ellos. Ya no hay sitio.
- Felizmente. ¿Sabes que se te ocurren monadas encantadoras?
- ¿De veras? Me siento otra, con la imaginación llena de chispas alegres, cuando tú estás a mi lado.
- Dame tu manecita, Adela.
- No, eso no. Déjala. Habla bajo.
- ¿Tiemblas?
- Tengo frío.
- Yo ardo. Te calentaré las manos.
- No, te repito que no. Tengo miedo. Más bajo. Iré adentro por un abrigo.
- No me abandones; permíteme mirar tu precioso cuello. Acércate. No me huyas. No me hagas desgraciado.
- ¿Me quieres?
- Te contestaré al oído.
- ¡Ay! Me lastimaron los hierros.
- ¡Querida cabecita mÍa! Te contestaré en la boquita, en secreto ...
- ¿Estás loco? Habla bajo. ¿Qué es eso? Un hombre ...
- Un vigilante sonámbulo. Maldito sea.
- Y se viene derecho. Me voy. Adiós.
- No, espera, le despediré.
- ¿Qué quiere usted?
- ¿Qué hace usted ahí?
- Estoy hablando con mi novia. Si no se marcha usted inmediatamente le rompo el bautismo.
- Ya se fué.
- ¿Qué le dijiste?
- Le di diez pesos. Es un infeliz. Hará la vista gorda.
- ¡Qué bueno eres!
- Te quiero. Te quiero. Te quiero.
- ¡Bajito! La verdad que con esa facha pareces un ladrón.
- Y no lo soy. Vengo por lo mío. Porque eres mía.
- Tuya, tuya hasta la muerte.
- ¿Cómo dices? No oigo bien ...
- Tuya hasta la muerte.
- ¡Qué rejas tan estrechas!
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