PRESENTACIÓN

Sin duda, la más conocida obra del dramaturgo noruego, Enrique Ibsen (1828-1906), es Casa de muñecas, genial drama en tres actos, en donde pormenoriza la condición a que, en esa época -1879-, se encontraba reducida la mujer.

Sin ser precisamente un drama de contenido feminista, Casa de muñecas, aborda de lleno la cotidianidad de la mujer de clase media, encerrada en la institución matrimonial, víctima de un sin fin de prejuicios y limitada hasta el colmo en sus posibilidades de acción.

Nora, el personaje principal de la obra, es la esposa modelo del abogado Helmer (Torvaldo), quien, por los azares del destino, ha tenido la buena fortuna de ascender en su trabajo, lo que ha de reportarle, a él y a su familia, un considerable beneficio, al elevar su nivel de vida.

La heroina, madre de dos hijos, vese de pronto vilmente chantajeada por Krogstad, compañero de trabajo de Helmer y siniestro personaje, quien, debido al ascenso de este último, se ve seriamente afectado. Y así, tratando de evitar el desaguisado que se le viene encima, Krogstad ve en una acción semifraudulenta -realizada tiempo atrás por Nora, quien desesperada por buscar recursos económicos que le permitieran solventar los gastos de atención médica de su esposo, y así lograr su rehabilitación, falsificó la firma de su padre en una solicitud crediticia-, la tabla de salvación de su chamba.

El drama está bien llevado. La manera en como son tratados los personajes, al igual que los diálogos, atrapan, por su indudable realismo, la atención del lector, quien al sentirse partícipe de los acontecimientos relatados, y al adentrarse en el drama ... acaba preguntándose qué haría en estas circunstancias.

Casa de muñecas recrea indudablemente una situación familiar y emocional que no puede dejar indiferente al fomentar reflexión y análisis sobre lo que de trascendente tiene la vida cotidiana para el desarrollo del individuo, masculino o femenino.

Chantal López y Omar Cortés