Índice de Edipo rey de SófoclesSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Presentación

Es difícil encontrar alguna persona que no haya oido mencionar el complejo de Edipo, el que, a decir de no pocos especialistas en psicoanálisis, se encuentra, quiérase o no, presente en las sociedades humanas causando, según afirman, conflictos insolubles en el desarrollo cotidiano de las comunidades. Y, a fin de cuentas, ¿qué es lo que se supone encierra el llamado complejo de Edipo? En brevísimas palabras: se trata del enfrentamiento del primogénito macho con su padre por poseer a la hembra, o sea, a su madre.

Se dice que este fenómeno es algo normal en la naturaleza, asunto que ejemplifican con ejemplos extraidos del comportamiento de las más variadas especies animales. Entonces, si eso es natural ¿a qué viene, pues, tanto rollo? Ah, replican, lo que sucede es que el desarrollo específico del ser humano en cuanto especie animal pensante generadora de cultura, otorga a este asunto un rango particular. Y así, intentan explicarnos, o por lo menos asi lo hemos entendido, que en el ser humano, esto que es completamente natural en otras especies animales, genera un enfrentamiento en la psique comunal, de tal magnitud que desemboca en un fortísimo sentimiento de culpa que, por supuesto, genera tremendos problemones.

Pues bien, todo este rollo del complejo de Edipo se encuentra magistralmente descrito en la tragedia de Sófocles, Edipo Rey, que aquí presentamos.

Por supuesto que Sófocles circunscribe el origen del drama al férreo fatalismo de los oráculos al que eran tan afectos los griegos. Así, cuando el oráculo le exhibe a Layo lo dramático y trágico del futuro que le espera, le marca de manera definitiva. A su pregunta sobre si procrearía descendencia, el oráculo le respondería afirmativamente, añadiendo que su descendiente terminaría asesinándole y, por si ello fuese poca cosa, acabaría contaminando el lecho conyugal, lo que en resumidas palabras significaba que se echaría un revolcón con su esposa Yocasta. Alarmado ante semejante cholo, comunícale a su mitad el asunto, urdiendo entre ambos un tenebroso plan que consistía en que, una vez que naciera su hijo, se desharían de él, y para ello le llevarían a un lejano monte, dejándole colgado de los pies en algún árbol. Y dicho, y hecho, nada más nació el que a la postre sería Edipo, y de inmediato echaron a andar su plan criminal, llevando al pobre bebe recién nacido al cerro y colgándole de los pies del primer árbol que encontraron. Y, tan frescos y despreocupados por su aberrante acción, regresaron y ... a otra cosa mariposa.

Asi, y con la firme creencia de que el pobre recién nacido habría ya fallecido, se olvidaron del asunto y continuaron con su vida. Pero, no contaban con que un labriego encontrose al pobre bebe y, compadeciéndose de él lo descolgo del árbol y se lo llevó a su casa en donde, junto con su esposa, se encargó de que se recuperase, cosa que hasta cierto punto consiguió ya que por haber estado tanto tiempo colgado, al pobre de Edipo se le deformaron los pies y de ahí devino el apelativo con el que se le conocía, porque en Grecia, no era llamado a secas Edipo, sino Edipo, el de los pies hinchados.

Finalmente, Edipo crecería siendo el favorito de los reyes de Corintio para quienes ocupó el lugar del hijo que jamás pudieron engendrar, detalle que Edipo ignoraba ya que pensaba que realmente eran sus padres carnales, siendo la imprudencia de un briago el que le haría meditar al respecto cuando, por quién sabe qué causas, le insultó precisándole que él no era hijo de los reyes sino más bien un hijo de la chin ..., ante tan sonoro como cruel insulto, al pobre de Edipo no le quedo más remedio que acudir al oráculo para indagar su pasado y su futuro. El oráculo le aclaró que él sí era hijo de reyes -y era cierto ya que Layo y Yocasta reinaban en Tebas-, repitiéndole el triste y dramático futuro que Layo, su padre carnal, conocía: que terminaría asesinando a su padre y copulando con su madre. Ante la palabra del oráculo, Edipo entra en una crisis de pánico y buscando evitar tan cruel desaguizado decide huir, alejándose lo más posible del lugar, ya que el creía que sus padres eran Polibio y Mérope, reyes de Corintio. Así, suponía, que si se iba de Corintio muy difícilmente las predicciones del oráculo podrían cumplirse, por lo que decidió marcharse a Tebas.

Y en su camino tendría lugar un penoso y trágico incidente. Sucedió que la carroza en donde iba, encontró en un sitio en donde se estrechaba el camino, otra carroza que venía en sentido contrario, y cuyo ocupante ordenó de manera despótica a la carroza de Edipo que le abriera paso, en pocas palabras, que no estorbara. A ello respondería Edipo que por qué era él, el que debía abrirle paso y no al revés, lo que obviamente ocasiono una disputa verbal que terminaría en fenomenal bronca, bajando Edipo de su carroza y poniéndoles, dicho sea con perdón de los que estas líneas leen, en toditita su madre a todos los ocupantes de la carroza que se atravesó, y una vez habiendo limpiado el terreno de los ensangrentados cadáveres, continuó su marcha rumbo a Tebas.

El pobre ingenuo de Edipo, quien suponía que estaba huyendo de su destino, ni cuenta se dió que, muy por el contrario, directamente marchaba de acuerdo a la tragedia prevista por el oráculo, puesto que uno de esos cadáveres que ensangretados dejaba tras de sí no era otro que el de Layo, su padre carnal.

Cuéntase después de que ya en Tebas, Edipo, el de los pies hinchados, se atraería la simpatía y admiración de los y las tebanas por su buen vivir, convirtiéndose en símbolo y ejemplo para buena parte de aquella comunidad. Sucedió entonces que a Tebas arribó un monstruo mitológico, una esfinge, esto es, un ser mitad mujer y mitad león, cuya principal diversión consistía en agarrar a cuanto tarugo encontraba obligándole a que descifrara la adivinanza que le comunicaba, y si no lo hacía, se lo embuchaba. Por supuesto que aquellos pobres tebanos no daban pie con bola, terminando todos en la panza de la esfinge. Y así, el asunto llegó a tal grado que Tebas puso como premio a quien lograse descifrar la adivinanza de la esfinge, la mano de su reina viuda, Yocasta. Fue entonces que Edipo, el de los hinchados pies, dijo pa´pronto es tarde apuntándose en los que tal premio se querían ganar, llegándole su turno de enfrentar a la esfinge, la que, sin andarse por las ramas le avento su adivina adivinanza. A ver, le dijo, ¿Cuál es el ser que anda con cuatro, tres y dos patas, siendo curiosamente más lento mientras más son las patas en que se apoya? Edipo pusose a pensar y al momento, esbozando una burlona sonrisa respondiole a la esfinge: Oye tu perdición nefando monstruo: El ser al que te refieres es el hombre. De niño se desplaza utilizando sus cuatro extremidades, de adulto se desplaza con dos y de viejo, recurre al bastón, desplazándose entonces con tres extremidades. Con tal respuesta, la esfinge quedó anonadada, salvando así Edipo, el de los hinchados pies a la comunidad tebana de la insaciable glotonería de la esfinge y ganado su anhelado premio: la mano de Yocasta, y cumpliéndose, de tal manera, lo anunciado por el oráculo.

La tragedia de Sófocles, Edipo Rey, empieza precisamente en ese momento, esto es, cuando Edipo, el de los hinchados pies reina al lado de Yocasta en Tebas, debiendo enfrentar la realidad de su destino.

De más está el señalar lo interesante de esta tragedia y la genial manera en que es desarrollada por su autor. Sinceramente dudamos que pueda existir alguien que no disfrute de esta maravilla de la literatura de la Grecia antigua. La invitación a penetrar en la temática y a sentirse copartícipe del drama es más que evidente. Esperamos que aquel que se acerque a leer la presente edición profundice y, si puede, converse con amigos, parientes y conocidos, sobre el tan negativo complejo de culpa .

Chantal López y Omar Cortés

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