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EL ENEMIGO DEL PUEBLO
Enrique Ibsen
ACTO TERCERO
Redacción de La Voz del Pueblo. En la lateral izquierda; al fondo, la puerta de entrada. En la misma lateral, puerta de cristal, por la cual se ve la imprenta. En la lateral derecha, otra puerta. En medio de la habitación, una mesa grande llena de papeles, periódicos y libros. A la izquierda, una ventana y un escritorio alto. Un par de butacas junto a la mesa grande. Sillas dispersas por la habitación. La Redacción es sombría y desagradable; los muebles en general están viejos, descoloridos y gastados. Se escucha el ruido de las máquinas de imprenta. El redactor Hovstad está escribiendo en su escritorio. Aparece Billing por la derecha, portando el manuscrito del doctor Stockmann.
BILLING
HOVSTAD
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HOVSTAD
BILLING
HOVSTAD
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HOVSTAD
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HOVSTAD
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HOVSTAD
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HOVSTAD
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HOVSTAD
DOCTOR STOCKMANN
HOVSTAD
BILLING
DOCTOR STOCKMANN
BILLING
DOCTOR STOCKMANN
BILLING
HOVSTAD
DOCTOR STOCKMANN
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ASLAKSEN
HOVSTAD
DOCTOR STOCKMANN
HOVSTAD
DOCTOR STOCKMANN
HOVSTAD
ASLAKSEN
BILLING
ASLAKSEN
DOCTOR STOCKMANN
HOVSTAD
DOCTOR STOCKMANN
ASLAKSEN
DOCTOR STOCKMANN
BILLING
DOCTOR STOCKMANN
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DOCTOR STOCKMANN
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HOVSTAD
DOCTOR STOCKMANN
ASLAKSEN
BILLING
DOCTOR STOCKMANN
ASLAKSEN
BILLING
DOCTOR STOCKMANN
BILLING
DOCTOR STOCKMANN
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DOCTOR STOCKMANN
HOVSTAD
ASLAKSEN
DOCTOR STOCKMANN
HOVSTAD
ASLAKSEN
BILLING
ASLAKSEN
DOCTOR STOCKMANN
HOVSTAD
ASLAKSEN
HOVSTAD
BILLING
ASLAKSEN
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ASLAKSEN
HOVSTAD
ASLAKSEN
HOVSTAD
BILLING
ASLAKSEN
BILLING
HOVSTAD
ASLAKSEN
HOVSTAD
BILLING
ASLAKSEN
BILLING
¡Lo cierto es que... !
(Escribiendo.) ¿Ya lo leyó?
(Coloca el manuscrito en el escritorio.) Totalmente.
Es algo rudo el doctor, ¿eh?
¿Rudo? Rudísimo, querrá usted decir. Los desbarata. Cada línea es realmente un fuetazo.
Sí; pero no se piense que ese tipo de gente se desmorona al primer fuetazo.
Eso es cierto. Por eso hay que seguir dándoles hasta por debajo de la lengua para demoler el poder de esos presuntuosos burgueses. Leyendo la Memoria, supuse que la revolución habia estallado.
(Volviéndose.) ¡Calma, calma! No ande de lengua suelta frente a Aslaksen, porque no vaya a ser ...
(tranquilizándose.) Al Aslaksen lo único que le falta es ponerse a cacarear, porque es claro que es un cobarde. No tiene ni gota de valor. Supongo que en esta ocasión habrá de imponer usted su criterio, ¿o no? Me resulta claro que el articulo del doctor habremos de publicarlo, ¿verdad?
Pues ... puede ser que sí ... a menos ... claro ... de que ceda el alcalde.
¡Demonios! Pues la verdad si eso llega a suceder será una lástima, porque el escrito del doctor es buenísimo.
Lo positivo es que de todos modos njosotros podemos sacar tajada de la situación. En caso de que el alcalde no ceda, la ciudadanía, molesta, se lo va a querer comer vivo. ¡Y qué decir de la actitud que sin duda tomará la Sociedad de Propietarios. Y si, por x o z, cede, se va a acabar bronqueando con los accionistas del Balneario, precisamente los que hasta ahora han sido su sostén.
Eso es evidente, sobre todo por la lana que tendrían que desembolsar.
De todo esto no tenga usted la menor duda. Y ante ese panorama, las autoridades municipales se las verán negras, ¿comprende? Es entonces cuando nosotros, con nuestro periódico demostraremos la incapacidad del alcalde y sus allegados, para llegar a la conclusión que de la apremiante necesidad de que todos los puestos importantes de la sociedad de propietarios y del Ayuntamiento deben quedar en poder de los liberales.
¡Vaya! ¡Que manera de iniciar una revolución! (Tocan a la puerta.)
¡Chis! (En voz alta.) ¡Pase! (El doctor Stockmann entra por la puerta del fondo de la lateral izquierda. Hovstad se dirige hacia él.) ¡Ah! ¡Miren a quién tenemos aquí! Bueno, entonces, ¿qué hacemos?
¡Adelante con los faroles! Publíquelo usted, señor Hovstad.
¡En serio? ¿Esa es su última palabra?
¡Que bien!
Claro que si. Vamos, sin miedo, imprímalo. Ésa es mi decisión irrevocable. ¿Ellos quieren guerra? ¡Pues guerra tendrán!
¡Órale! ¡Así se habla! ¡Y que sea sin cuartel, doctor! ¡Duro!
En sí esto de la Memoria no es más que el comienzo. Ya he estado ideando cuatro o cinco artículos nas. Y, por cierto, ¿dónde quedó Aslaksen?
(Gritando hacia la imprenta.) ¡Aslaksen! ¡Venga acá un momento!
¿Cuatro o cinco artículos sobre este rollo?
No, no, querido Hovstad; de ondas muy distintas, pero, en el fondo, todos van relacionados con la toma de aguas y la cloaca. Ya sabe, una cosa acarrea otra, ¿comprende?; como las fichas de domino que cuando se derrumba una se lleva a las otras por delante.
¡Muy interesante! Y lo más satisfactorio es ver cuando todas las fichas se han caido una a una.
(Desde la imprenta.) ¿Derrumbar? No pensará destruir el Balneario, ¿verdad?
No se preocupe.
No, hombre, todo esto terminara bien, ya verá. Bueno, y ¿qué dice de mi articulo, señor Hovstad?
¡La neta! Pues mire ... está buenísimo ...
¿De verdad? Me satisface que le haya gustado.
Lo que usted señala está clarísimo, y no hace falta mucho seso para comprenderlo. Es más, me aventuro a decir que la inmensa mayoría de los intelectuales le apoyaran.
Y también la ciudadanía razonable, ello es seguro.
Razonables e irrazonables, todos estarán de su parte.
Entonces, ¿nos arriesgamos? ...
¡Claro que si!
Bien, entonces mañana lo publicaremos.
¡Claro! No podemos darnos el lujo de perder ni un solo día ... Por cierto, señor Aslaksen: quería pedirle que se hiciese cargo personalmente del manuscrito.
Pierda cuidado, me encargaré de ello.
Cuídemelo como la niña de sus ojos, ¿eh? ¡Y, por favor, cuide que no tenga ni una errata! Comprenda que cada palabra tiene su valor. De todas maneras regresaré para revisarlo ... ¡No tiene idea de las ganas que tengo de ver ese articulo publicado! ¡Lanzado a los lectores!
¡Lanzado! Ciertamente Ésa es la palabra; lanzado como una bomba.
Y sobre todo, sometido a la opinión de todos los ciudadanos cultos. ¡Sí usted supiera a lo que me he tenido que exponer! Me han amenazado, no han respetado mis derechos más íntimos ...
Pero ... ¿qué está diciendo?
Mire usted, han hecho hasta lo imposible por rebajarme, por transformarme en un ser indigno. Incluso se me ha acusado de colocar mis intereses personales por encima de mis más sagradas convicciones.
¡Válgame! ¡Eso es que esta diciendo realmente es una infamia!
Bueno, lo que sucede es que ese tipo de personas son capaces de cualquier cosa.
Pues si, pero ... conmigo acabarán sentándose, y eso lo entenderán cuando lean mi ensayo. Desde ahorita me instalaré aquí, en la redacción de La Voz del Pueblo, y desde aquí les lanzaré mis rayos ...
Pero ...
¡Muy bien! Entonces sí va a haber guerra.
Les haré morder el polvo. Los aplastaré, derruiré sus murallas ante los ojos de la ciudadania honrada ...
De acuerdo, de acuerdo. Pero, por favor, hagalo con entera prudencia, señor doctor, con mucha prudencia ...
¡No! ¡No! ¡No se mida en sus acciones!
(Continúa, eufórico.) Ya no es solamente el asunto de la contaminación de las aguas, ¿entiende? Debemos buscar la completa purificación de nuestra sociedad.
¡Así se habla!
Tenemos que acabar con tanta ineptitud, y sobre todo con la gerontocracia que se ha impuesto. ¡Fuera todos los vejetes! ¡Acabemos con tanto prejuicio e ideas anticuadas sin medirnos! Necesitamos un futuro con horizones ilimitados. Ciertamente es muy dificil definirlo pero ... no tanto el imaginarlo ... Es la juventud la que debe encabezar a la sociedad y no los viejos decrépitos con ideas del año de la canica.
¡Bravo! ¡Asi se habla!
¡Si mostramos unidad, nada nos detendrá! ¡Pondremos en marcha una revolución, tal y como se lanza una barca al mar! ¿Estamos?
Pienso que bien podremos conseguir muy buena parte de su ideario, doctor.
Por supuesto que sí, y más lograremos si obramos con moderación, sobre todo porque asi no correremos ningún peligro.
Peligro o no, ¿qué importa? Hablo en nombre de la razón, en nombre de la conciencia.
Merece usted todo el apoyo posible.
No cabe la menor duda de que el doctor es el mejor amigo de la ciudad, de la sociedad.
El doctor Stockmann es un verdadero amigo del pueblo, Aslaksen.
Espero que la Sociedad de Propietarios pronto le confiera ese grado.
(Muy emocionado, les estrecha la mano.) Gracias, gracias. Son ustedes increíbles y muy buenos amigos. Es una felicidad el escucharles. Mi hermano, a contraparte, se a atrevido a llamarme de otra manera. Pero me las va a pagar. Bueno, tengo que marcharme. Iré a visitar a un pobre enfermo. Regresaré, como ya lo he dicho. Por favor, tenga usted cuidado con mi artículo, Aslaksen, y no vaya a suprimirle ni una tilde, por nada del mundo. Hasta luego. Adiós. (Le acompañan hasta la puerta.)
Sin duda que este cuatee puede sernos de enorme utilidad.
Claro, siempre y cuando actúe con moderación. Sin embargo, pienso que debemos tener mucho cuidado de no apoyarle si rebasa la línea.
¡Pero, por favor! Según ...
Lo que pasa es que acá, el compa Aslaksen, tiene mieditis aguda.
¿Miedo yo? Bueno ... sí ... para que negarlo, pero sólo tratándose de autoridades locales. Y es que la experiencia me ha enseñado muchas cosas, entre ellas que hay que diferenciar la política local de la nacional. Si el asunto se tratase contra el gobierno nacional, verián cómo no me rajaría.
No le creo nada, usted es una contradicción viviente.
Yo sólo busco la prudencia. Atacando al gobierno nacional, nadie, en sí, sale perjudicado. Las cosas continúan como si nada. Pero en cambio, en los gobiernos locales, las autoridades sí pueden ser destituidas, y sustituídas por sus críticos lo que puede convertirse en un daño irreparable tanto para los propietarios como para los que no lo son.
La mejor educación política de la ciudadanía es aprender a conducir la nave estatal.
Pero, señor, no olvide usted que cuando se tiene algún bien, lo conveniente es conservarlo y no meterse en camisas de once varas.
Pues ... entonces que bueno, porque da la casualidad que yo no tengo bien alguno que conservar.
¡Muy bien dicho!
(Sonríe.) ¡Qué curioso! Recuerdo que su antecesor, el actual jefe del Municipio, opinaba de manera muy similar. Me acuerdo muy bien haberle oído ese mismo tipo de argumentos sentado ahí mismo, en el sillón que ahora usted ocupa.
(Molesto.) No mencione usted a ese hijo de la chin ...
Se equivoca, señor, yo nunca seré una veleta.
Pero ... señor Hovstad, bien conoce el dicho que señala que primero cae un hablador que un cojo, asi que no me venga con esas cosas. Y usted, señor Billing, por favor mídase, porque para nadie es un secreto sus ruines ambiciones para convertirse en el secretario del Ayuntamiento.
¿Será posible?
De acuerdo, de acuerdo. Es verdad; pero que quede claro que lo que realmente quiero es burlarme de esos canijos burgueses.
¡Para el caso da lo mismo! A mi me han acusado de culero y de veleta, pero puedo vanagloriarme sentenciando que mi pasado político, el pasado político del impresor Aslaksen es un libro abierto a los ojos de todos. Mis ideario no ha cambiado, sólo me he vuelto mucho más prudente en mi actuar. Estoy, sinceramente, con el pueblo, pero sin negar que mi espíritu está de parte de nuestras autoridades. (Entra en la imprenta.)