Indice de Fantomas de Pierre Souvestre y Marcel Allain | CAPITULO VIGÉSIMO PRIMERO. El asesino de Lord Beltham | CAPÍTULO VIGÉSIMO TERCERO. La explosión del Lancaster | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Fantomas Pierre Souvestre y Marcel Allain CAPÍTULO VIGÉSIMO SEGUNDO El documento Daban las tres cuando Juve llegó a la calle de Levert. Encontró a la portera del 147 -el inmueble trágico donde había sido descubierto, oculto en un baúl, el cadáver de lord Beltham en el apartamento de Gurn- a punto de terminar su café. Desde el descubrimiento del crimen, Juve había estado muchas veces haciendo pesquisas en el apartamento del viajante. Además, la portera le conocía perfectamente. - Este hombre -le decía corrientemente a madame Aurore, su inquilina y principal amiga- no son dos ojos los que tiene, sino dos lentes de aumento. Ve todo en un minuto, aun cuando no haya nada ... Justo al entrar en la portería, había sido saludado con un admirativo: - ¡Buenos días, señor inspector! Pero, poco dispuesto a escuchar la charlatanería de la portera, interrumpió el saludo. - Las llaves del apartamento -pidió. La buena mujer se apresuró a ir hacia un tablero en el que se alineaban numerosos manojos de llaves. Escogiendo una, interrogó: - ¿Parece que hay novedades? ... He visto en el periódico que la detención de monsieur Gurn era cosa hecha ... ¿Es, pues, cierto que mi inquilino es el culpable? ... ¡Ah!, el canalla. Juve, en posesión de las llaves, hizo intención de salir. - Gurn ha sido detenido, sí -dijo rápidamente-, pero hasta esta mañana aún no ha confesado. Por consiguiente, no hay nada cierto. Madame Doulenques ... Cuando iba a cerrar la puerta de vidrieras de la portería, la portera le propuso: - ¿No quiere que suba con usted, monsieur Juve? ¿No me necesita? ... - De ninguna manera, madame ...; continúe su trabajo, exactamente como si yo no estuviera en la casa. Era la frase clásica que, a cada visita de Juve, dejaba desconsolada a la portera. Juve, subiendo los cinco pisos que conducían al apartamento que habitaba Gurn en otro tiempo, pensaba:
Nunca acabo de saber por qué este Gurn mató a lord Beltham. Tampoco sé exactamente cuál es la identidad de Gurn ... Su extraña audacia, su crimen admirablemente concebido, maravillosamente ejecutado ... Nadie ha visto nada, nadie ha oído nada. He ahí, a decir verdad, todo lo que se puede afirmar ..., es poco ..., no es bastante ... Cuando hubo llegado al rellano del quinto piso, Juve introdujo la llave en la cerradura, abrió la puerta y penetró en el apartamento trágico. Juve, una vez que hubo entrado en la antesala y cerrado cuidadosamente la puerta detrás de él, pareció vacilar algunos instantes. - En suma -decía-, ¿qué he venido a hacer aquí? ¿Buscar un indicio interesante? ... Pero si he indagado ya más de diez veces sin ningún resultado. El policía se dejó caer en una butaca y se abismó en profundas reflexiones. - ¡Pardiez! Gurn en su casa no ha fracturado nada ... He husmeado en todos los lados, y no he encontrado ninguna huella que me permita servirme del dinamómetro de monsieur Bertillon. Juve se levantó. Su temperamento activo no le permitía quedarse quieto. Una vez más recorrió e] apartamento: - ¿La cocina? ... Veamos. ¿No habré tenido alguna distracción? ... ¿No me habré olvidado de ver algo, sea lo que sea? ¿No habrá allí nada interesante? ... ¿El horno? ... ¿El aparador? ... ¡Ya he registrado todo! ... ¿En la antesala? ... No hay nada más ... El policía marchó al comedor. - He mirado en todos los muebles. ¡No hay nada! ... He comprobado todos estos paquetes que Gurn había tenido el cuidado de hacer antes de su partida ..., pero no hay nada instructivo en su interior. En un ángulo de la habitación, Juve divisó un montón de periódicos desplegados. Los empujó con el pie. - He mirado todo eso, he leído minuciosamente todos estos papeles, hasta las columnas reserVadas a la pequeña correspondencia, no he encontrado nada ... Entró ahora en el dormitorio de Gurn. - Siempre nada ... Junto a la chimenea y contra la pared había un pequeño escritorio que dominaba una escasa biblioteca cargada de libros en mal estado. - Ya no me queda más que mirar ahí ... Mis subordinados lo hicieron un día en que yo estaba ausente. No puedo esperar, razonablemente, más que una cosa: que algún detalle se les haya escapado, lo que es inverosímil ... Juve se sentó ante el pequeño escritorio, y metódicamente se puso a clasificar los papeles esparcidos. Cuando acababa de separar las cartas amontonadas en una carpeta, lanzó una exclamación: - ¡Eh! -dijo-. ¡Esto es interesante! ... Juve desplegó un gran pergamino y leyó en toda su extensión -la lengua inglesa le era familiar- el diploma de sargento que le había sido otorgado en otro tiempo a Gurn, cuando combatía en el Transvaal bajo las órdenes de lord Roberts ... Acabada la lectura, Juve tuvo un gesto de desaliento: - Es extraordinario -dijo-. Este documento tiene aspecto de ser auténtico ... Es auténtico. Da fe de que este sinvergüenza se ha batido bien y ha sido en otro tiempo un hombre honrado ... Y Juve, dando un puñetazo sobre el escritorio, monologó en voz alta: - ¿Gurn será entonces realmente Gurn? ... ¿Y yo, que he forjado sobre él una pequeña novela, me habré equivocado de medio a medio? Continuó su trabajo. Después, levantándose y observando la biblioteca, hojeó los volúmenes cagiéndolos por las dos cubiertas para sacudirlos violentamente y comprobar que ningún papel se encontraba oculto entre las hojas ... - ¡Nada! -declaró ... Divisó, en fin, un gran indicador Chaix y varias cartas de navegar. - Lo que resulta más curioso -observó- es que, por todos estos indicios, es preciso, para ser justo, reconocer que, al parecer, este Gurn ejercía honradamente la profesión a que él dice dedicarse. Y Juve volvía a preguntarse: - ¿Gurn no será, entonces, más que Gurn? ... ¿Nada más que Gurn? Después de un minuto de reflexión, prosiguió: - ¡No, eso no es posible! ¡Es inverosímil! El policía acababa de escoger en la biblioteca un clasificador imitando la encuadernación de un libro, donde se encontraba una colección de mapas Taride. - Comprobemos, pues, si no se ha escondido nada en el interior de estos planos ... Y, uno por uno, desplegó los mapas. De repente, una exclamación se le escapó: - ¡Ah! En su asombro, Juve acababa de levantarse ... El inspector estaba emocionado hasta tal punto, que su mano temblaba mientras que desplegaba cuidadosamente y después extendía sobre el escritorio uno de los mapas Taride que había sacado del cajoncito. - Es el mapa de la región del Centro ... ¡Pardiez! ¡El mapa que comprende Cahors, Brive, Saint-Jaury ... y Beaulieu ... El pedazo que falta ... es el pedazo que corresponde a esta región ... Juve contemplaba con ojos alucinados el mapa donde, en efecto, un desgarrón importante, regularmente hecho con un cortaplumas, parecía señalar el sitio donde habría debido encontrarse el plano de la región del castillo de la marquesa de Langrune. Juve contemplaba sin cesar el documento. - ¡Ah, si pudiera hacerse la identificación! ¡Si el pedazo que falta en este mapa ..., este mapa que pertenece a Gurn, fuese el pedazo de mapa que encontré cerca de la estación de Verrieres, en pleno campo, al día siguiente del asesinato! Juve miraba constantemente el mapa Taride, comprobaba su numeración; después, plegándolo rápidamente, nerviosamente, se dispuso a abandonar el apartamento. Apenas había dado algunos pasos hacia la puerta, cuando un violento campanillazo le hizo estremecer. Juve se detuvo. ¡Diablo! -pensó-. ¿Quién puede venir a llamar a casa de Gurn cuando todo París conoce su detención? Y, maquinalmente, Juve se aseguró que su revólver estaba bien colocado en su bolsillo. Fue hacia la puerta, la abrió del todo y retrocedió, estupefacto. - ¡Ah! -dijo al ver al visitante-. ¿Tú? ... ¡Charles Rambert!, o, más bien, tú, Jéróme Fandor. ¿Qué quiere decir eso?
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