Indice de Fantomas de Pierre Souvestre y Marcel Allain CAPITULO VIGÉSIMO OCTAVO. La audiencia de lo criminal CAPÍTULO TRIGËSIMO. En el camerino del actorBiblioteca Virtual Antorcha

Fantomas

Pierre Souvestre y Marcel Allain

CAPÍTULO VIGÉSIMO NONO

El veredicto



En medio del murmullo de la sala, el ujier proclamó:

- ¡El tribunal, señores! ¡Silencio!

Los magistrados volvieron a ocupar su sitio. El presidente. habiendo logrado con una sola mirada autoritaria que el auditorio guardase silencio, anunció:

- ¡Continúa la audiencia!

Después añadió:

- Ujier, haga entrar al testigo Juve ...

Hubo de nuevo en el auditorio, mientras que el ujier iba a buscar al célebre inspector de la Sûreté, un momento de viva emoción.

No había nadie en la concurrencia (de esta concurrencia especial) que no hubiera oído hablar de Juve, que no se hubiera apasionado con sus hazañas, que no lo considerara como un verdadero héroe.

Cierto que el tribunal de lo criminal daba este día a todos los estragados por el snobismo un espectáculo apasionadamente distinto de los habituales espectáculos teatrales.

Mientras que cada uno se inclinaba para divisarle mejor, Juve, yendo detrás del ujier, se adelantó hasta la barra de los testigos, muy sencillo, sin buscar de ninguna manera aprovecharse de su popularidad.

Juve parecía, al contrario, aburrido, inquieto, casi vacilante.

Esta fue, al menos, la observación que hizo uno de los antiguos periodistas de la Prensa judicial, sentado en la tribuna reservada, según costumbre, a los redactores de los grandes diarios.

El inspector de la Sûreté acababa de prestar juramento. El presidente le preguntó amablemente:

- Usted, monsieur Juve, está muy acostumbrado a las audiencias. ¿Prefiere que le interrogue o que le deje en libertad de hacer su declaración como usted crea más conveniente? No ignora su importancia, puesto que usted es, en cierto modo, el autor del proceso de hoy, habiendo permitido, por su gran habilidad, la detención del culpable, después de haber logrado el descubrimiento de su crimen ...

Juve pareció tomar una decisión suprema:

- Señor presidente, puesto que su benevolencia me lo permite, haré, en primer lugar, mi declaración general. En seguida quedaré a sus órdenes para responder a sus preguntas particulares, como a las que la defensa pueda proponerme.

Durante algunos minutos, Juve se volvió hacia el banco de los acusados y fijó sus ojos extraordinariamente penetrantes en el rostro impasible de Gurn. Este sostuvo la mirada sin vacilar. Juve alzó ligeramente los hombros; después, dando media vuelta, miró a los jurados y empezó:

- Señores, he sido citado en este asunto como testigo de cargo, en razón del papel que he desempeñado en él, en razón de la detención que he efectuado, después de buscarle minuciosamente, de la persona del acusado. Nada os diré de estas pesquisas ni de esta detención. Os pido, en cambio, que me prestéis toda vuestra atención, pues si bien traigo pocas novedades en lo que se refiere al caso Gurn, haré revelaciones inesperadas por lo que afecta al acusado mismo, en lo que toca a su culpabilidad ...

En la inmensa sala del tribunal de lo criminal podía oírse el latir de los corazones, de tal manera el exordio imprevisto de Juve, de Juve anunciando sensacionales revelaciones, había picado la curiosidad del público.

Juve, por otra parte, continuó:

- El primer punto, señores, sobre el cual deseo atraer vuestra atención, es el siguiente: no hay inverosimilitud ante la cual el hombre inteligente deba pararse, mientras que sea posible concebir una explicación, mientras que ningún obstáculo material cierto no transforme esta inverosimilitud en imposibilidad. Señores, la Policía ha permanecido impotente, la Justicia desarmada, ante un número de crímenes y de robos graves cometidos hace poco tiempo y que han quedado impunes. Os recuerdo sus nombres, os los voy a enumerar: asesinato de la marquesa de Langrune, perpetrado en el castillo de Beaulieu; robos a madame Van den Rasen y a la princesa Sonia Danidoff, realizados en el hotel Royal-Palace; asesinato, en fin, del mayordomo Dollon, antiguo servidor de la marquesa de Langrune, muerto cuando venía de los alrededores de Saint-Jaury, su residencia habitual, a París, en el momento en que un telegrama de monsieur Germain Fuselier, juez de instrucción de este caso, le había llamado al Palacio de Justicia; asesinato, en fin, de lord Beltham. anterior en fecha a los asuntos de los que os acabo de recordar brevemente su naturaleza, asesinato del cual juzgáis hoy al culpable, el acusado Gurn, aquí presente. Señores, los casos Beltham, Langrune, Van den Rosen, Danidoff, Dollon, todos estos casos, lo digo, lo afirmo, con una certeza absoluta, son imputables a una sola y misma persona, el individuo que ahí veis: ¡Gurn! ...

Juve calmó con una señal imperceptible de la mano el murmullo apagado que subía de la sala donde el público anhelante no perdía ni una palabra.

- Os digo, señores, que Gurn es el único culpable de todos estos crímenes. ¿Os asombra mi declaración? Os traigo pruebas, pruebas que os deben convencer. Estoy persuadido, por otra parte, que habiendo publicado la prensa muchas veces todos los detalles interesantes, relativos a estos misteriosos casos, es inútil que yo me extienda largamente sobre cada uno de ellos; seré breve y me esforzaré por ser claro ... Señores, yo establezco en primer lugar esto: el asesino de la marquesa de Langrune, el ladrón de madame Van den Rosen y de Sonia Danidoff es una sola y única persona. Eso resulta, de una manera indiscutible, de los cálculos revelados en estos dos casos, medidos con el dinamómetro de fractura del doctor Bertillón, instrumento de una precisión extrema y que prueba claramente que el mismo individuo ha operado en los dos casos. He aquí un primer punto establecido. Segundo: El hombre que robó a madame Van den Rosen y a Sonia Danidoff no es otro sino Gurn. Eso aparece de manera no menos contestable, puesto que ha quedado establecido, por una parte, que el culpable debió quemarse la mano con toda seguridad, y que Gurn lleva en la mano una cicatriz, lo que revela que él es el culpable. Esta cicatriz es poco visible ahora; yo afirmo que era muy clara cuando el tumulto que tuvo lugar en El Cerdo de San Antón, pocilga donde, en compañía del policía Lemaroy, disfrazado de músico ambulante y actualmente en tratamiento todavía como consecuencia de las heridas recibidas, yo intenté y fallé, además, la detención del dicho Gurn ... Yo establezco de esta manera, señores, que los casos Langrune y Danidoff son obra de un solo hombre y que este hombre es Gurn ... Prosigo y abordo un tercer punto: el asesinato de madame de Langrune fue cometido en condiciones raras. Las tenéis, seguramente, presentes en vuestro pensamiento. Os acordaréis que las pesquisas pudieron mostrar que el asesino vino probablemente de fuera del castillo, que abrió la puerta de entrada con una llave falsa, que penetró sin fractura, insisto sobre este punto, en la alcoba de la marquesa, la cual acudió a abrirle en cuanto supo por su nombre quién era, y que, en fin, si el robo hubiera sido el móvil del crimen, este robo hubiera permanecido misterioso. Señores, he establecido posteriormente, y si, como os lo voy a pedir luego, deciden la dilación del proceso para un suplemento de encuesta, os lo probaré; he establecido, por una parte, y eso fácilmente, gracias a las indagaciones en los bancos, dos hechos importantes: primero, la marquesa de Langrune tenía un billete de lotería premiado con el gordo, billete que le había enviado monsieur Etienne Rambert; este billete no se ha encontrado después, pero ha sido cobrado por un desconocido, que declaró, por otra parte, que este billete se lo había dado monsieur Rambert. Noto que, desde ese momento, monsieur Etienne Rambert parece gozar de una vida más holgada ... En fin, segundo: he establecido, además, que si monsieur Etienne Rambert fingió subir, en la estación de Orsay, en un tren ómnibus, en un vagón de primera clase, era absolutamente cierto que no había viajado en ese tren entre las estaciones de Vierzon y de Limoges, porque, en ese momento, un viajero, monsieur G ... A ..., a quien será fácil citar si es necesario, visitó sucesivamente los diferentes departamentos de este vagón y no lo encontró. De eso, resulta que es verosímil, por no decir cierto, que monsieur Etienne Rambert, después de haber montado en el tren ómnibus en Orsay para tener una coartada, bajó a contravía de este tren, volvió a montar en un expreso, que iba en la misma dirección, adelantando al tren ómnibus. Sabéis, por otra parte, que las investigaciones han probado que los trenes, al pararse a la entrada del túnel de Vertiêres, próximo a Beaulieu, permiten que un individuo que haya bajado del expreso cometa el crimen y después (os recuerdo las huellas encontradas en el terraplén) vuelva a montar en el tren ómnibus que sigue al expreso, con tres horas y media de separación, para dejar de nuevo ese tren en la estación de Verriêres. El viajero que hizo eso, ese viajero, es el criminal. ¡Y este criminal, es monsieur Etienne Rambert! ... Como, por otra parte, acabamos de ver que el asesino de la marquesa de Langrune era Gurn, se deduce necesariamente que ¡monsieur Etienne Rambert es Gurn! ...

Juve hizo una pausa y se aseguró que los jurados habían seguido sus deducciones y le habían comprendido bien; después, en medio de un gran silencio, prosiguió con voz sosegada:

- Hemos llegado de esta manera a identificar a Gurn con Rambert; después, a probar que Rambert-Gurn es culpable de los casos Beltham, Langrune, Van den Rosen-Danidoff ... Queda la muerte del mayordomo Dollon ... Señores, cuando Gurn fue arrestado bajo la simple inculpación del asesinato de lord Beltham, podéis imaginaros que su mayor temor fuese el de verse acusado de los delitos de los que os acabo de demostrar que es culpable. Yo estaba, en ese momento, a punto de llegar a descubrir la verdad. No la sabía aún. Un solo indicio podía darme indiscutiblemente el eslabón necesario para identificar a Gurn con Rambert e identificar al asesino de lord Beltham con el autor de los otros delitos. Este indicio que me hacía falta encontrar era hallar, como suponía, una huella común, o mejor todavía, un objeto que hubiera pertenecido al asesino de lord Beltham y olvidado en el lugar del crimen del que la marquesa de Langrune acababa de ser víctima. Este objeto, lo he encontrado. Es un pedazo de mapa descubierto en pleno campo, junto al castillo de Beaulieu, en el camino que Etienne Rambert tuvo que recorrer necesariamente al dejar la vía férrea, pedazo de mapa que está desgajado de un gran mapa Taride, y del que he encontrado la parte principal en casa de Gurn, lo que es suficiente para identificar, lo repito, a Gurn con Rambert ... Señores, este fragmento de mapa descubierto en pleno campo había quedado en poder del mayordomo Dollon. Una convocatoria de monsieur Germain Fuselier llamó a este desgraciado a París. Un solo hombre podía tener interés en impedir que Dollon no viniese, este hombre era Gurn, o por mejor decir, Gurn-Rambert ... y ustedes no ignoran que Dollon fue asesinado antes de comparecer ante monsieur Germain Fuselier. ¿Es necesario precisar que es Gurn-Rambert, quien lo mató?

Juve pronunció estas palabras con un tono tan seguro, con voz tan formalmente acusatoria, que parecía imposible poner en duda la verdad que quería proclamar.

Sin embargo, adivinó en la actitud de los jurados los síntomas de una sorpresa incrédula. Por otra parte, del auditorio subía un murmullo, que no era simpático. Juve comprendió cómo su atrevida tesis chocaba por su mismo atrevimiento; que lo difícil era convencer a aquellos que no habían seguido como él todos los detalles del caso.

- Señores -prosiguió-, yo sé que mis afirmaciones, en cuanto toca a los crímenes múltiples de este Gurn, deben sorprenderos. No me asusto de vuestra sorpresa. Hay además un nombre que yo debo añadir, tal vez, para hacer callar vuestros escrúpulos; tal vez, para haceros sentir la evidencia; quizá para probaros la importancia que doy a las deducciones que he tenido el honor de acabaros de exponer. He aquí esta última declaración: El hombre capaz de tornar sucesivamente los aspectos de Gurn, de Etienne Rambert, del elegante del Royal-Palace; el hombre que ha sabido combinar y salir bien en condiciones inauditas de crímenes tan terribles, que ha unido la audacia con la ciencia, la imaginación del mal a la comedia de la respetabilidad; el hombre que ha sabido ser Proteo desconcertante, hasta ahora escapado de la persecución de la Policía, ese Gurn ... no es Gurn como se le debe llamar: es, y no puede ser otro, que ¡Fantomas!...

El policía, agotado por la larga declaración, se interrumpió de repente, dejando las sílabas del trágico nombre resonar lúgubremente en la audiencia de lo criminal y después repetido por los asistentes, aumentado en un rumor de espanto:

- ¡Fantomas! ¡Es Fantomas!

Durante algunos minutos, los magistrados, como los miembros del jurado, parecieron abstraerse en sus reflexiones; después, monsieur de Astorg tuvo un gesto de rebeldía; el presidente del tribunal protestó:

- Acaba usted de presentar, monsieur Juve, tales hechos, de formular tal acusación, de dirigir contra el acusado de hoy, contra ese Gurn, una acusación tan terrible, que no dudo que el señor procurador de la República, si vuestras hipótesis pareciesen solamente discutibles, pidiera una ampliación de investigación que el tribunal, con mucho gusto, ordenaría. Pero esto no es así. Le voy a hacer tres objeciones ...

- ¡Le escucho! -respondió Juve fríamente.

- ¿Cree usted, en primer lugar, monsieur Juve, que un hombre puede desfigurarse el rostro tan hábilmente como usted pretende? Monsieur Etienne Rambert es un personaje de sesenta años; Gurn tiene treinta y cinco ... Monsieur Etienne Rambert es un viejo de ademanes lentos; el hombre que robó a la princesa Sonia Danidoff era un buen mozo, muy ágil, muy listo ...

- He previsto esta primera objeción, señor presidente, al decir que Gurn era Fantomas ... No hay nada imposible para Fantomas ...

El presidente del tribunal hizo un gesto vago:

- ¡Admitámoslo! -dijo-. Pero ¿qué responde usted a esto? Usted acusa a la persona de Etienne Rambert de la muerte de madame de Langrune. ¿No sabe usted que el hijo de Etienne Rambert, Charles Rambert, el asesino verdadero de la marquesa según la opinión comunmente aceptada, según la opinión verosímil, se mató a causa de los remordimientos? Si Etienne Rambert fuese el culpable, Charles Rambert no se hubiese, pues, suicidado ...

La voz de Juve temblaba un poco mientras respondía:

- Tendría usted razón, señor presidente, si no hubiera que añadir esto, esto ahora y siempre: que Etienne Rambert es Gurn ..., es Fantomas ... ¿No es lógico admitir que Fantomas haya podido enloquecer a este muchacho? ¿Sostener que él había cometido el crimen en un momento de sonambulismo? ¿Persuadirle, obligarle, al fin, al suicidio? ¿Ignora usted el poder de la sugestión? ...

El presidente hizo el mismo gesto de duda ...

- ¡Admitámoslo aún! -dijo-. Pero yo os aguardo, monsieur Juve, en dos hechos indiscutibles. Usted acusa a Etienne Rambert de ser Gurn; ahora bien: Etienne Rambert murió en el naufragio del Lancaster. Usted acusa a Gurn de haber matado a Dollon; ahora bien: Gurn, en el momento de la muerte del mayordomo. estaba preso e incomunicado en la cárcel de la Santé.

El policía, esta vez, hizo un gesto desolado.

- Señor presidente, si he esperado hasta este día para hacer la declaración que usted acaba de escuchar, es porque no tenía evidentemente pruebas absolutas, sino solamente un conjunto de certezas. He hablado en esta audiencia, porque me era imposible callar por más tiempo ... Si me faltan explicaciones de detalles, estoy seguro de tenerlas cualquier día ... Todo se sabe ... Por otra parte, yo contesto a los dos hechos que usted me cita ... Dice usted que monsieur Rambert ha muerto en el naufragio del Lancaster. ¿Qué lo prueba? ¿Han encontrado el cadáver? ¡No! ... ¿Han establecido de manera cierta su presencia en ese barco? Todavía no.

- Está la lista de pasajeros ...

- Sí, señor presidente, hay eso, pero no hay mds que eso. ¡Es difícil figurar en una lista semejante? ¡Es infantil! ... Además. ¿qué se sabe de este naufragio? .. ¡,Cómo lo explican? ... ¡Es incomprensible! ... Ese navío ha estallado ... ¡Por qué? Se ignora. Creo perfectamente en un Fantomas capaz de arreglarse para provocar la explosión de un paquebote. para matar voluntariamente ciento cincuenta individuos. si tal drama, haciéndole pasar por muerto, hace desaparecer también una de sus personalidades, una personalidad del género de la de Etienne Rambert; es decir, terriblemente comprometedora también.

El presidente del tribunal juzgó con una palabra la teoría del policía:

- ¡Es una novela! -dijo-. ¿Y qué contesta usted en cuanto a lo del asesinato de Dollon? ¿Me permitirá usted añadir en seguida que ese trozo de mapa, que según usted llevó a la muerte a ese desgraciado, se encontró en su bolsillo, y que ese trozo de mapa no corresponde en absoluto a la desgarradura del mapa que cogió en el domicilio de Gurn?

Juve sonrió de nuevo.

- Hay dos cuestiones en su pregunta, señor presidente -dijo-. ¿Por qué el trozo de mapa encontrado en la cartera de Dollon no se yuxtapone sobre el mapa encontrado en el domicilio de Gurn? ¡Oh!, la explicación es muy sencilla, créame ... Si Gurn, a quien yo acuso de haber matado a Dollon, se hubiera contentado con robar el verdadero trozo del mapa, hubiera firmado su crimen de cierta manera. ¡Pero él es más hábil! ... Ha tenido la habilidad de coger el pedazo comprometedor y poner otro pedazo de mapa: el que se ha encontrado en lugar del verdadero ... He ahí todo ...

- Sí -continuó el presidente-, esto aún es posible; pero, se lo repito, Gurn estaba encarcelado.

Juve, esta vez, levantó los brazos como señal de incomprensión.

- ¡Evidentemente! ..., ¡evidentemente! -respondió-. Yo juraría que es él quien lo ha matado; pero todavía no estoy en condiciones de explicar cómo ha podido hacerlo, puesto que estaba en el calabozo de la Santé ...

Se hizo el silencio. Juve se guardó de añadir una palabra. Una sonrisa irónica crispaba su boca. El presidente reflexionó.

- ¿No tiene usted más que añadir? -preguntó.

- Nada -respondió Juve-, fuera de esto: que todo es posible en Fantomas ...

El presidente se volvió hacia el acusado:

- Gurn -dijo-, ¿no tiene usted ninguna revelación que hacer? El jurado se la tendrá en cuenta ...

Gum se levantó.

- No comprendo nada -dijo- de lo que ese policía acaba de imaginarse.

El presidente se volvió hacia Juve:

- ¿Propone usted que se amplíe la investigación?

- Sí, señor presidente.

El consejero interrogó al procurador:

- Señor abogado general, ¿desea usted tomar requerimientos en esta causa?

- De ningún modo -respondió el magistrado-. Las afirmaciones del testigo son demasiado vagas ...

-Está bien. Entonces, el tribunal va a deliberar en seguida.

Los magistrados se agruparon alrededor del presidente; después, tras una corta discusión, volvieron a su sitio.

Monsieur de Astorg declaró:

El tribunal,

Considerando la declaración del testigo Juve;

Considerando que no se basa más que en suposiciones,

Resuelve:

No haber lugar a que se amplíe la investigación ...

Casi al instante, el presidente, volviéndose hacia el procurador,declaró:

- Señor procurador general, tiene usted la palabra para informar.

El magistrado comenzó entonces un interminable discurso muy severo, donde revelaba la monstruosa bestialidad de Gurn, asesinando a lord Beltham a martillazos ..., pero no hizo, durante su larga acusación, ninguna alusión a los nuevos hechos que había señalado el policía.

Asimismo, monsieur Barberoux, tomando la palabra a su vez para defender al acusado, no recogió ninguno de los cargos acumulados por Juve ...

Las geniales teorías del inspector habían sido tan inesperadas, tan sorprendentes, que ninguno las admitía ...

La emoción producida tanto por el informe fiscal como por el de la defensa, llegó al límite cuando, habiendo cerrado el debate tras una frase de Gurn respondiendo al presidente: No tengo nada que añadir a lo manifestado por mi defensor, el magistrado levantó la sesión para la decisión suprema del jurado.

Mientras los guardias se llevaban al asesino a una sala contigua, Juve, que había escuchado la denegación de su petición de ampliación de investigación sin manifestar el menor asombro. se acercó a la tribuna de la Prensa y divisó a un joven periodista, muy pálido, que no le quitaba ojo de encima.

- Ven, Fandor, tenemos un cuarto de hora para pasearnos ...

Cuando estuvieron en el pasillo, Juve, golpeando familiarmente la espalda del joven, le preguntó:

- Bueno, querido, ¿qué dices tú de esto?

Jéróme Fandor parecía desolado.

- ¿Acusa usted a mi padre? -dijo-. Usted acusa a Etienne Rambert de ser Gurn ... ¡Ah! ¡Me parece que sueño! ...

Juve gruñó:

- Pero, mi querido muchacho, comprende una cosa: Yo no acuso a tu padre, a tu verdadero padre; acuso al que se hace pasar por tu padre ... ¡Veamos! Reflexiona ... Si lo que afirmo es exacto, es decir. si el Etienne Rambert que ha matado a la marquesa de Langrune es Gurn, como Gurn tiene treinta y cinco años, es seguro que Gurn no es tu padre ...; es, sencillamente, que se hace pasar por tal ...

- Pero -prosiguió Fandor-, ¿dónde está entonces mi verdadero padre?

- Eso... -dijo el policía- no lo sé ... Es una investigación que haremos un día u otro. Ten en cuenta que estos asuntos no han acabado, no han hecho más que empezar ...

- Sin embargo -dijo Fandor-, el tribunal le ha rechazado la ampliación de investigación.

- ¡Pardiez! -replicó Juve-. Ya lo esperaba ...; no tenía bastantes pruebas para convencer a los magistrados ..., además, el hecho más interesante que iba a decir, he debido callármelo ...

- ¿Cuál?

- Pues que tú, Charles Rambert, no estás muerto.

- ¡Es verdad! ... ¿Por qué lo ha ocultado?

- ¡Ah! -prosiguió dolorosamente Juve-. He ocultado eso, amigo, porque yo no soy rico y solo tengo mi cargo ... Si hubiese confesado que conocía, desde hacía mucho tiempo, la existencia de Charles Rambert, que pasaba por muerto; si hubiese confesado que sabía que Charles Rambert había sido, sucesivamente, Jeanne y Paul, que sabía esto y no decía nada, me hubieran dejado cesante seguramente ... y, no menos seguro, que a ti te hubieran cogido ... Eso es lo que yo no quería.

* * *

En medio de un silencio impresionante, el presidente del jurado acababa de levantarse. Muy pálido, pero con voz segura, pronunció las palabras definitivas:

- Ante Dios y ante los hombres; por mi honor y por mi conciencia; por mayoría de votos, la respuesta del jurado es a todas las preguntas propuestas.

Después se volvió a sentar ...

No había mencionado ninguna circunstancia atenuante.

Como una agonía, las palabras del veredicto fatal resonaron en el silencio de la audiencia de lo criminal.

Los rostros de todos los asistentes habían palidecido. Era evidente que las deliberaciones del tribunal no iban a durar apenas más que algunos segundos ...

En efecto, los magistrados volvieron pronto a sus sitios, que habían dejado para entrar en la sala de consejos, después de la lectura del veredicto.

El presidente ordenó:

- Guardias, vuelvan a traer al acusado.

Y cuando dos guardias municipales introdujeron al miserable, el presidente preguntó aún:

- ¿Tiene usted algo que alegar sobre la aplicación de la pena?

- ¡Nada! -respondió Gurn.

Con voz rápida, saltándose las palabras, el presidente leyó la sentencia.

Esta parecía horriblemente larga, incomprensible; después, la voz del magistrado amainó, de repente. Llegó a las palabras fatales ... En medio de un silencio, proclamó, al fin:

- Se condena al acusado a la pena de muerte.

Inmediatamente después de haber acabado la lectura de la sentencia, ordenó muy de prisa:

- Guardias, llévense al condenado ...
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