Índice de la edición cibernética La hija del rey de José Peón Contreras | Personajes de la obra | Segundo acto | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LA HIJA DEL REY
(Obra de teatro en tres actos)
José Peón Contreras
PRIMER ACTO
Decoración de calle. A la derecha, el costado del convento de Jesús María, con una reja alta. Cerca de ella la entrada de la portería, con escalinata. El muro de este costado corre diagonalmente hasta el fondo estrechando la calle, de manera de distinguir a la persona que hable desde la reja. Por este mismo lado y en el fondo desemboca una calle. A la izquierda desemboca otra calle; en la esquina más visible estará el nicho de una imagen alumbrada por un farolillo. Es de noche.
ESCENA I COMIENZAN A SONAR LAS OCHO.
DON GASPAR ESCENA II DON GASPAR Y PERALTA QUE SALE DE LA PORTERÍA PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR PERALTA GASPAR (Váse Peralta) ESCENA III DON GASPAR GASPAR LOPE ORTIZ LOPE GASPAR LOPE ORTIZ LOPE ORTIZ LOPE ORTIZ LOPE ORTIZ LOPE
ORTIZ LOPE ORTIZ LOPE ORTIZ LOPE ESCENA IV LOPE, ORTIZ Y SANTOYO, CON LINTERNA SANTOYO LOPE SANTOYO LOPE SANTOYO LOPE ORTIZ LOPE SANTOYO LOPE SANTOYO LOPE
(Quitándose el sombrero y acercándose a la imagen del nicho)
Las ánimas.
(Cuando dejan de oirse las campanadas, se pone el sombrero)
Por mi nombre que el esperar ya me cansa.
¡Ah, don Iñigo! ... no piensa
que el alma inquieta le aguarda
de quien confía a su celo
sus ilusiones más caras;
que mientras teje tranquilo
tal vez perezosa plática
con la abadesa, yo aquí
me estoy torturando el alma.
(Un momento pensativo)
¿Será que Angélica niegue
su asentimiento? ¡Malhaya
entonces la suerte mía,
guardadora de desgracias,
si en su amor no encuentro al cabo
satisfecha mi esperanza! ...
Pero esa puerta se abre ...
El es.
¿Don Gaspar?
¿Peralta?
Dios os guarde.
Con voz venga.
Y para calmar mis ansias
venga también venturosa
esa nueva que esperaba.
¿Nueva y venturosa?
(Con sobresalto)
¿Acaso no es así?
Tened más calma.
Me intereso en esa boda
como vos, la cosa es clara;
pues que me habéis prometido
una encomienda si alcanza
mi autoridad a enlazaros
con tal tesoro de gracias ...
¡Ah, yo la haré vuestra esposa!
Todo, mi poder lo allana;
y, por mi nombre, os daré
la posesión de esa dama.
Pero ...
Ahorrad frases inútiles
y contadme lo que pasa.
La sangre de veinte abriles,
Mendoza, el pecho os inflama,
y mal dejarán los años
en vuestra frente su escarcha.
La impaciencia me devora
y no puedo dominarla.
Escucho ...
Bien: hace poco
que con Angélica estaba.
Le hablé de la posición
que guardáis en Nueva España
y aun en Madrid, en la corte
de nuestro augusto monarca;
le hablé de vuestras riquezas,
de vuestra cuna elevada,
de las prendas personales
que os adornan y realzan
tanto mérito, y en fin ...
Sí, para elogios ya basta.
Ah ¡si la hubierais mirado!
¡Qué hermosa, qué hermosa estaba!
No me habléis de esa hermosura,
luz y encanto de mi alma,
que harto rendido a su hechizo
me subyuga y me avasalla ...
Proseguid.
Díjele a Angélica
que al partir, no ha mucho, a España
su buen tío el Arzobispo
para ella me dio una carta.
¿Se la enseñasteis?
Sí tal.
¿Leyóla?
Y púsose pálida ...
Pálida como una muerta.
¿Y qué os dijo?
Nada, nada.
Dobló el papel, lo ocultó
en su seno, y una lágrima
advertí que de sus ojos
por desprenderse pugnaba.
Y Sor Isabel ¿qué hacía?
Ah, la abadesa es su aya;
y como tanto la quiere,
como tanto la idolatra,
de convencimiento fueron
sus cariñosas palabras.
Le habló de su porvenir,
de su situación precaria,
de su orfandad ...
Pero ella ...
Ella callada ... callada.
Guardó el lloroso semblante
entre sus manos heladas,
trémulas, y ...
De manera
que se opone a mi demanda.
Sin duda, y ¡viven los cielos!
ella, don Gaspar, no os ama.
¿Que no me ama? ¿Desde cuándo
es de doncellas honradas
costumbre en necios amores
alimentar su esperanza,
y de amor tan sólo al yugo
su fe jurar ante el ara?
Eso la dije.
(Aparte) ¡Oh tormento! ...
Pues ¡vive Dios! que me pasma;
y del volcán de mi pecho
brotan como ardiente lava
celos impíos. (Alto) Acaso ...
Acaso un rival alcanza
con su amor ... ¡Ay, si así fuera! ...
Don Gaspar, sospecha vana.
Educada en el convento,
a su sombra hospitalaria
vio deslizarse las horas
placenteras de su infancia.
Jamás galán atrevido
osó mirarle a la cara,
ni el dios vendado, que turba
rapaz inocentes almas,
disparó contra su pecho
la saeta envenenada.
Vos lo sabéis, ha vivido
de ese convento en la estancia
que, para su uso tan sólo,
fue con primor fabricada.
Fábrica regia, ostentosa,
en que desplegó sus alas
el genio, y que es para ella
jaula, aunque dorada jaula ...
De allí no sale jamás;
Santoyo y Guiomar la guardan.
Ni Santoyo ni Guiomar
salen nunca de la casa.
¿Y quién es Santoyo?
Hidalgo
inexpugnable, muralla
invencible, fiero, adusto.
¡No puede temerse nada!
¿Y Guiomar?
Esa es la dueña
de Angélica ... tanto la ama
cuanto la cuida celosa,
y es severa y es honrada.
Mas si Angélica se niega,
aunque no hay razón ni causa ...
Descuidad: de aquí a una hora
allí estaremos. (Señalando el convento)
¡Peralta!
Firmaréis los esponsales.
¿Tan pronto?
Sí. Y mañana
vuestro enlace ... lo he dispuesto.
Gracias, don Iñigo, gracias.
Nada importa que ella gima;
al fin, después de casada,
será feliz.
No lo dudo.
Además, cumplir me basta
con lo que su tío ordena;
que yo obedezco y él manda,
y pues quiso el Arzobispo
que Angélica se casara
con vos, y vos lo queréis,
y yo también, ya no hay nada
que añadir. Que Dios os guarde.
Con vos, don Iñigo, vaya.
DESPUÉS LOPE Y ORTIZ POR EL FONDO
¿Qué más pude apetecer,
si al fin de la lucha amarga
a un tiempo amor y ambición
juntos coronan mis ansias?
¡Amor! ¿entrar en mi pecho
cómo pudo? Bien lo alcanza
mi pensamiento; no en vano
es delicia de mi alma.
Absorbe mi sér entero
su recuerdo ... ¡Es tan lozana
su juventud, es tan bella!
Pero, si al fin, me rechaza ...
Paréceme, Ortiz, que un hombre
está allí.
¡Como una estatua!
¿Quién será?
Bien
... Nada importa.
Sea mi esposa esa dama.
y después ... después veremos. (Se va)
¿Se marcha, Ortiz?
Sí, se marcha.
Allí, Ortiz, tras ese muro,
tal vez para mí perdida,
respira el bien de mi vida;
su único bien, ¡te lo juro!
No juzgues que un devaneo
domina mi pensamiento,
ni la ilusión de un momento,
ni el aguijón de un deseo.
No es el loco desvarío
de pasajeros amores
que dura, lo que en las flores
una gota de rocío;
lo que en la campiña amena,
al salir el sol, la bruma;
lo que la rizada espuma
de las olas, en la arena ...
No, no, Ortiz; mas temería
que ahora Santoyo en mi daño ...
Yo os lo dije ... año tras año
va al sermón en este día.
Nunca falta ... yo lo sé
por su hija ... y equivale ...
Como Santoyo no sale
nunca de su casa, y fue
conmigo el cielo tirano
tan cruel ...
Esperaremos
un solo instante y veremos
llegar en breve a ese anciano.
Y si hablo con él, Ortiz,
y por mí al fin se interesa,
y le hago alguna promesa
de Beatriz ... ¿Qué hará Beatriz?
Si ella se niega a volver
con su padre, y temerosa
rehusa ...
No hará tal cosa.
No, señor, no podrá ser.
El viejo es duro.
Es verdad.
Y dado por mí ese paso,
si se niega ...
En ese caso
la obligaré, descuidad.
A más, mi gusto es su gusto;
y me ama tanto, a fe mía,
que la existencia daría
por evitarme un disgusto.
¡Infeliz! ¡Pobre criatura!
Ya su dolor no le cabe
en el pecho, y sólo sabe
gemir por su desventura.
¿Viene alguien, o mis deseos
me engañan?
No os engañáis:
El es ... él.
(A Santoyo) ¿A dónde vais?
¡Eh! buen viejo, deteneos.
¿Conmigo habláis?
Sí, por Dios.
Pues es raro.
¿Os desconcierta?
No.
Ortiz, guarda esa puerta.
Así lo haré.
Acercaos vos.
Ignoro con qué derecho ...
Mas ved que el que se propasa ...
Os negáis en vuestra casa,
y la ocasión aprovecho.
Pues la pudisteis lograr
de este modo, ya os escucho;
mas sed breve, porque mucho
me importa al convento entrar.
Está bien. Ha seis meses que una noche,
en avanzada hora,
de México salió con gran misterio
vuestra joven señora.
Veíase agobiada, de inclemente
dolencia el pecho herido;
y hacia el campo partió secretamente ...
¡Siempre secreta su existencia ha sido!
¿ Es verdad?