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LA HIJA DEL REY
(Obra de teatro en tres actos)
José Peón Contreras
SEGUNDO ACTO
Sala en la casa de doña Angélica en el convento de Jesús María. Puerta en el fondo y dos laterales. Una de ellas, la de la derecha, conduce a las habitaciones interiores. En la pared el retrato de una dama. Mesa con útiles de escribir.
ESCENA I GUIOMAR, SOR JUANA Y SANTOYO ISABEL GUIOMAR SANTOYO GUIOMAR SANTOYO ISABEL SANTOYO GUIOMAR SANTOYO ISABEL GUIOMAR ISABEL GUIOMAR ISABEL GUIOMAR SANTOYO GUIOMAR SANTOYO GUIOMAR ESCENA II GUIOMAR, SANTOYO Y ANGÉLICA, QUE ENTRA DESPAVORIDA ANGÉLICA GUIOMAR SANTOYO ANGÉLICA SANTOYO ANGÉLICA SANTOYO GUIOMAR ANGÉLICA SANTOYO ANGÉLICA SANTOYO ANGÉLICA SANTOYO ANGÉLICA SANTOYO ANGÉLICA ESCENA III ANGÉLICA, GUIOMAR, SANTOYO, DON GASPAR Y PERALTA PERALTA SANTOYO ANGÉLICA GASPAR PERALTA ANGÉLICA PERALTA ANGÉLICA PERALTA
ANGÉLICA PERALTA GASPAR ANGÉLICA GASPAR ANGÉLICA PERALTA ANGÉLICA GASPAR ANGÉLICA PERALTA ANGÉLICA PERALTA ANGÉLICA PERALTA ANGÉLICA PERALTA ANGÉLICA PERALTA ANGÉLICA PERALTA ANGÉLICA PERALTA ESCENA IV ANGÉLICA, GUIOMAR, SANTOYO Y DON GASPAR GASPAR ANGÉLICA GASPAR ANGÉLICA GASPAR GASPAR ESCENA V DON GASPAR, DON LOPE Y ORTIZ GASPAR LOPE GASPAR LOPE
Vosotros que habéis vivido
tantos años a su lado,
persuadid la a que no deje
por locos goces el claustro.
Mas si su tutor lo quiere,
si su tío lo ha mandado,
decidle que la obediencia
es gran virtud, que es un santo
el Arzobispo, y no debe
renunciar a sus mandatos.
Es don Gaspar de Mendoza
buen partido.
De preclaro linaje.
Bien se comprende.
El muy augusto y muy alto
rey don Felipe Segundo
notorias muestras le ha dado
de distinción y cariño,
puesto que en el Real Palacio
de Madrid, le vi mil veces
con Su Majestad hablando.
Así me han dicho.
Y es cierto.
Además es tan gallardo
el caballero. Conserva
aún, a pesar de sus años,
altivo talante.
Y mucho,
como pocos he mirado.
En fin, de vosotros fío,
dadle fortaleza y ánimo,
y haced que decida pronto:
o el velo nupcial o el hábito.
¿Entendisteis?
Eso haremos.
Así lo espero, y si acaso
don Iñigo o don Gaspar
me buscasen, les aguardo
en el locutorio.
Bien.
Allí quedaré esperando.
(Vase por la puerta lateral izquierda)
¿Y qué os parece, Santoyo?
Paréceme lo que es claro,
doña Guiomar, que se trata
de obligarla ... ¡A ella! ¡a quien tanto
hemos querido! Y que yo
por mi parte, bien alcanzo
a comprender que ese noble
ha descubierto el arcano
en que se envuelve el secreto
de doña Angélica. ¿Estamos?
Que la ambición adormilada
en su pecho ha despertado,
y de ambiciones bastardas
no he de ser intermediario
¡y yo que sé lo que sufre! ...
Enmudecerán mis labios
si es que no hay otro remedio.
¡En los míos un candado
pondré. Como vos, Santoyo,
amo a mi señora, y amo
y respeto la memoria
de aquel ser desventurado
a quien un tiempo servimos
y por quien tanto lloramos.
¡Dios en su gloria la tenga!
¡Allí donde están los santos
está, que debe ser santa
quien tuvo aquí tal calvario!
Guiomar, Santoyo, corred
antes que mi pecho estalle
de ansiedad ... Id, que en la calle
matan a un hombre.
Mas ved
que es imposible ...
¿Qué pasa?
Que él sorprendido ... ¡por Dios!
después os diré ... los dos
id ... ¿pues no veis que se abrasa
mi corazón?
¡A esta hora!
¿Os negáis? ¿No queréis ir?
Es imposible salir.
Es imposible, señora.
¡Imposible! ... ¿Qué queréis
decirme? ... ¿Os estáis burlando?
Id: decid que yo lo mando,
que lo quiero ... ¿No os movéis?
¡Y me asesinan mi amor!
Id: mirad que me interesa ...
Si estoy presa, si estoy presa
en este claustro! ... ¡Oh dolor! ...
¿Qué valen riquezas, galas,
si me deja la impiedad,
al cuerpo en cautividad
y al pensamiento con alas?
¿Qué me importa a mí tener
preeminencias y mercedes,
si entre estas cuatro paredes
me siento desfallecer?
¡Si voy a morirme aquí,
siempre luchando, sufriendo,
y vosotros me estáis viendo
y no os apiadáis de mí!
Señora ...
Hablaba con él ...
Y a saber iba su nombre
cuando sobrevino un hombre
espada en mano ... ¡Cruel!
Que así tornó mi alegría
en dolor.
¿Y qué ha pasado?
Que lo han herido o matado.
¡Matado!
No ¡suerte impía!
El cielo no ha de querer
cebar su rigor en mí.
¿Pero vos lo visteis?
Sí,
Santoyo ... le vi caer.
Y yo también en mi anhelo,
un vértigo horrible tuve ...
No sé cuánto tiempo estuve
desmayada sobre el suelo.
Pasad, Mendoza.
(Aparte) El tutor.
(Aparte) ¿Otra vez aquí?
Señora ...
¿Llego tal vez en mala hora?
Que Dios os guarde, señor.
(A Santoyo y Guiomar) Retiraos.
No comprendo
por qué razón. Aguardad.
Que son mis padres, pensad
aquesos que allí estáis viendo.
Que no se debieran ir
presumo, aunque a vos no cuadre,
porque un padre y una madre
todo lo pueden oír.
Quedaos en hora buena.
Os lo agradezco.
Es deber.
He llegado a comprender
que mi presencia os apena.
La primera vez que os vi,
señora, en este lugar,
bien pude con alma entrar,
pero sin alma salí.
Rendido a tanta hermosura,
ciego por vos, anhelante,
si soñé ser vuestro amante,
despierto fuera locura
pensarlo, mas si eso es cosa
imposible, yo no creo
que os neguéis a mi deseo
si os pretendo para esposa.
¿Lo imagináis?
Lo pensé.
Que sois obediente fío,
pues lo quiere vuestro tío
don Pedro Moya ...
Y bien ¿qué?
Que el Arzobispo conviene,
y supongo ...
No se aparta
de mí un momento su carta.
Entonces si él os previene
que le obedezcáis, señora,
pretendo, y es la verdad
que siendo su voluntad
la dicha del que os adora,
no me neguéis vuestra mano,
si os aseguro que un día
vuestra ventura y la mía
logrará este afán tirano.
Viendo estáis que nada excuso
antes, señora, de dar
otro paso, y si rehusar
queréis mi mano ...
Rehuso.
Pues ello tendrá que ser.
¿Cuáles son vuestros intentos?
Dentro de breves momentos
no podréis retroceder;
vuestros destinos iguales
hoy serán.
Pensad, señor,
que os lo pido por favor.
Firmados los esponsales
dentro de poco ...
¡Piedad!
Pues esa exigencia impía
de vuestra parte, sería
una infame iniquidad.
¡Angélica!
Permitid
que retirada y dichosa ...
O esposa de Dios, o esposa
de don Gaspar. Elegid.
Una hora os doy.
¡Torpe lazo!
¿Lazo decís?
(Aparte) Lo esperé.
A este sitio volveré
cuando haya expirado el plazo.
(Vase)
Ya lo veis, ved cómo os deja
vuestro tutor. Cuál su afán
se aumentará, si hoy le aqueja,
al saber de cierta reja ...
¡Ay! (Sorprendida y temerosa)
¡Y de cierto galán! ...
Mal pudiera la quietud
librarme de hondos recelos,
si yo no confiara ¡oh cielos!
en que tan grande virtud
sabrá curarme de celos.
¡Sed mi esposa! O mi ventura
o el eterno sufrimiento
en una eterna clausura;
para vos, este convento,
para mí, la sepultura.
(Movimiento de Angélica)
¿Os váis, Angélica? Bien.
No os olvidéis de que espero
aquí: o amor o desdén.
Con Dios quedad, caballero.
Con él, señora, id también. (Vanse los tres)
Tormento, tormento igual
nunca mi pecho apuró.
¡Escapárseme el rival! ...
Sin duda el genio del mal
esta noche le amparó.
¿Quién podrá ser ese mozo,
que mozo el tal parecía? ...
¡Que no le alzara el embozo
cuando muerto le creía!
¡Hoy muriera yo de gozo!
¡Lope!
En casa este papel
hace poco recibí
y al llamamiento acudí
que escrito he mirado en él.
Lope, muy bien. ¿No te hicieron
esperar? ¿Tropiezo alguno
tuviste?
Padre, ninguno.
Mi nombre dije y abrieron.
Entré al convento, hasta aquí
por estrecha galería
me trajeron.