Índice de la edición cibernética La hija del rey de José Peón Contreras | Presentación de Chantal López y Omar Cortés | Personajes de la obra | Biblioteca Virtual Antorcha |
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LA HIJA DEL REY
(Obra de teatro en tres actos)
José Peón Contreras
DOS PALABRAS
A manera de introducción
Conversando una noche del mes de diciembre del año próximo pasado de 1875, sobre asuntos literarios, con el distinguido escritor señor don Juan de D. Domínguez, empleado del Archivo General de la Nación, me habló de una sencillísima crónica consignada en un libro escrito por don Carlos de Sigüenza y Góngora y la cual podría prestarme materia para un drama. Algunos días después me dirigí al Archivo y he aquí cómo refiere el hecho a que aludía mi bondadoso amigo, el discreto cronista: Había pasado a esta Nueva España por los años de 1572 el Illmo. Arzobispo don Pedro Moya de Contreras, con título de Inquisidor Apostólico, trayendo consigo una niña de poco más de dos años a quien le daba el título de sobrina, como de hecho lo era, y a quien se trató en el modo de su crianza, aun con más altos respetos de los que a la nobleza y merecimientos del tío se le debían. Atribuíanse a efectos del cariño, los que no eran sino debidos aprecios de su real sangre, de que daban información bastante aun sus pueriles acciones. Y aunque los motivos de su traslación a estos reinos serían muy superiores, no fueron tan ocultos que se ignorasen después. Con que finalmente se llegó al casi verdadero conocimiento de lo que era, y más viendo la majestuosa abundancia con que se criaba Doña Micaela de los Angeles, que este fue su nombre, en el monasterio de la Limpia Concepción de esta ciudad, de donde pasó a la nueva fundación de Jesús María en compañía de la madre abadesa Isabel Bautista, que le servía de Aya, y de cuya asistencia en él, para que en lo de adelante se le honrase con su persona, se dio cuenta al Sr. rey don Felipe Segundo en la carta del Arzobispo su tío; la cual noticia, más que el pretexto que se refiere en la cédula, fue el único motivo del voluntario empeño y liberalidad magnífica con que, haciéndose especial Patrón de este convento, no sólo le endonó la Majestad Católica tanta riqueza, sino que, haciéndolo objeto de su cariño, quiso que en él se emplease el desvelo y atención de su Virrey y ministros, y el todo del amor de los que le sucediesen en la corona en las edades futuras. Y luego sigue diciendo: Que la expresada señora doña Micaela, poco después de cumplir los trece años, se volvió loca, sin que los mayores esfuerzos y exquisitas diligencias de la medicina fuesen bastantes a que la restaurase, y así vivió el resto de sus días en su cuarto decentísimo, que se le fabricó en dicho real convento, servida con la mayor abundancia, magnificencia, y acompañada siempre de dos religiosas graves, habiéndole asignado el señor arzobispo cuantiosas rentas para su subsistencia. Sobre esta breve relación escribí luego La hija del rey, que me ha valido y me valdrá más horas de satisfacción que letras contiene su escritura, no por lo que en sí valga, sino por la extraordinaria acogida que mis afectuosos amigos y un público cariñoso le ha dispensado; amigos a quienes manifiesto en este lugar mi más profundo y vivo reconocimiento, y público a quien me es grato ofrecer aquí el humilde tributo de mi eterna gratitud. En cuanto a los actores que tomaron parte de la ejecución de mi obra, nada tengo que decir; ellos saben cuánto placer me causa y a cuánto me obliga el afectuoso interés con que dan vida y animación a mis débiles creaciones. Si éstas tienen algún mérito, dividan conmigo la satisfacción del aplauso público; si no, reciban sólo el mío que aunque de poco valer, del corazón agradecido emana, y es profundo y es sincero. México, septiembre de 1876.
JOSÉ PEÓN CONTRERAS.
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