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Lo has de recordar
¡Qué voy a cantar si soy un paria que apenas tiene una capa!
León Felipe
También tu lo has de recordar, con aquella su expresión de eterno tedio, con la pipa colgando de la boca y los ojos muy negros diciendo: todo es una mierda.
Lo has de recordar, aun cuando haga muchos años que no lo veías, desde que le diste la espalda - como tantos otros - y lo empujaste un poco más a la orilla.
No sé por qué te digo todo esto, pero es que no encuentro mejor manera de escupir esta pus que tengo atravesada en la garganta y que ya no me deja ni respirar siquiera.
Si hubieras podido ver su cara esa noche, cruzada por los hilillos de sangre que brotaban de la herida, tal vez me podrías entender mejor, o hubieras escuchado su voz en el teléfono unas horas antes es el fin hermano, me está llevando la chingada.
Se había ido desmoronando a golpes de vida, ya no le quedaba nada, ya nada tenía que perder.
Era nuestro amigo, más que eso, nuestro hermano. Uña y carne, inseparables.
¿Sabes lo que pienso? Que esta vida de la chingada es el puritito infierno, que aquí estamos penando las culpas que en algún jodido lugar quedamos a deber , me decía cuando los ojos se le nublaban por el alcohol y la yerba.
Te has de acordar de él, con su saco verde descolorido y sus pantalones grises, declamando sus versos en las fiestas de la escuela. Este chico llegará lejos, será gloria de las letras patrias, vaticinaban todos, no me digas que ya no te acuerdas.
Tengo guardados todos sus versos, no sé si valgan algo, pero para mi valen mucho, son toda una vida, toda una pinche vida, ¿sabes lo que es eso?
Tienes que acordarte, porque a ti también acudió cuando ya casi no podía respirar, cuando se ahogaba ya en su sangre, cuando todo lo que pedía era un retazo de comprensión. Acudió a ti porque eras su cuate, su carnal desde chavos, como yo, y todo lo que hiciste fue darle unos billetes. Tu si que estás jodido, la plata te pudrió el alma; a él siquiera sólo se le pudrirá el cuerpo.
Arrieros somos, la vida nos escupió por diferentes caminos, ya vez, te hiciste rico y poderoso, yo no me puedo quejar, ahí me voy defendiendo, pero él, era distinto, no sé en qué pero era distinto.
Lo hubieras visto cuando conoció a la mujer aquella, hasta un libro completo de versos sacó. Se iban a casar sólo que ¡pinches viejas!, que no, que si no tomas una colocación seria es preferible terminar. Colocación seria, como si escribir no fuera una ocupación seria, un trabajo honrado. Rompieron y él comenzó a despedazarse, con fe, gozando casi en su propia destrucción, fue entonces que le dio por la yerba.
Me lo llevé conmigo a trabajar en el abarrote pero fue inútil, eso no era para él; lo tuve que meter en un hospital cuando el vicio le hizo crisis, luego le perdí de vista por un par de años hasta que un día se me presentó en la tienda la vida nos está partiendo la madre.
Entonces comenzó a mendigar un poco de solidaridad, un poco de humanidad. Entonces fue cuando te buscó y lo único que hiciste fue ponerle en la mano unos cuantos billetes.
¿Lo recuerdas? Era de nuestra misma edad, pero ya parecía tener el doble. Es el precio del viaje, conocer el infierno no es de balde.
Hoy en la mañana lo enterraron y me he pasado el día aquí sentado, pensando, recordando, contando esto a los fantasmas que revolotean y anidan en mi cerebro, sumergiéndome en el atroz pánico que me invade cuando lo reconozco en mi propia voz que dice, sin poder yo evitarlo, todo esto es una mierda.
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