Índice de El hombre que volvió de la chingada y otros regresos de Agustín Cortés | Cuento anterior | Cuento siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
---|
Palabras a las olas
Para LB
¿Pero de qué provecho
son las armas por fuera,
si la guerra es por dentro?
Anacreonte
Cuántas veces he estado aquí, frente a la playa extendida a lo largo del mar, recordando viejas historias de piratas y tesoros ocultos, fumando mientras el sol se hunde allá lejos. Cuántas veces dejando que la mirada se confunda con el vaivén de las olas que revientan entre las rocas. Cuántas dejando que el silencio me envuelva en el viento helado de un atardecer.
A lo lejos puedo mirar las formaciones rocosas que evocan alguna lovecraftiana pesadilla cuando a las primeras horas de la noche se levantan sobre un mar grisáceo y murmurante.
Muchas veces ya me he prohibido caminar hasta aquí, he tratado de negarme a mirar la noche que por dentro llevo y a esperar una improbable aurora que siempre se ha deshecho en fuegos fatuos, pero no he podido evitar que mis pasos me arrastren nuevamente frente al mar para lanzar palabras a las olas, esperando, tal vez, que algún día encuentren otra orilla.
Soñador escribiente de improbables papeles es posible me llames y a lo mejor es cierto.
Y sigo aquí, frente a este mar sin peces ni gaviotas esperando a un bajel pirata o el lejano grito de un monstruo marino solitario que, como yo, busque alguna respuesta.
En este punto puedes juzgarme, como siempre, y sostener que todo son mentiras, que no conozco el mar y que el único camino es el dulce cantar de las sirenas; sólo quisiera que pudieras comprender que el palacio de Circe no es mi casa y las dulces sirenas no me engañan - diez años frente a Troya me enseñaron a ver el horizonte -.
Sí, desde aquí imagino múltiples historias como la de ser quizá el errabundo espectro de un Ulises añorando una Itaca remota en donde una Penélope sin rostro atisba la llegada de los aqueos triunfantes lanzando también palabras a las olas, quién sabe.
Ahora comienza a levantarse la marea y el murmullo del mar forja sonidos en los que quiero reconocer tu voz y casi estoy seguro que Cthulhu acecha entre las rocas.
Sigo pensando en ti como he pensado mientras cada paso se hundía en la húmeda arena de la playa y mi sendero dibujaba la tristeza de la noche.
¿Cómo puede pensarse que vivir sea ese irresponsable y fantasmal transcurrir entre las cosas y la gente sin compromiso ni riesgo? ¿Qué puede haber en el cómodo desgaste de playa adentro, sin horizonte ni tempestades? ¿Qué sino un morir sin darse cuenta? ¿Qué sino la insatisfacción de no poder sentir las corrientes y el viento contra el sol?
Patrañas, dirás, abominables visiones de un poeta alucinado que puede ver la noche en su pellejo y asumirla hasta el brillante blanco de las lágrimas.
Y estoy aquí viendo a la oscuridad caer sobre las aguas, pronunciando tu nombre que me llega desde lo más profundo del silencio. Cuántas tormentas ya me han azotado y dejado aterido hasta los huesos pero ninguna, sabes, ninguna me ha impedido continuar frente al mar y el horizonte.
Loco de atar, puedes llamarme ahora, por sostener mis hombros junto a otros y por soñar en alcanzar estrellas para poder ser dueño de mi historia. Puedes también, si quieres, juzgarme por amar.
Ahora ya es de noche y mis brazos se extienden como buscando la sombra de tu cuerpo aunque de sobra saben que otra vez se extendieron para al final no recibir a nadie.
Es de noche, te digo, y en esta playa puedes encontrarme si algún día decides arriesgarte y abandonar tu estéril discurrir de playa adentro, porque digo, no sé, que una mirada limpia es luz que te descubre aunque no manifieste pirotecnias de fuegos de san Telmo.
El murmullo del mar que semeja tu voz me lleva lejos, hacia recuerdos innombrados, hacia curiosos signos que reconozco míos pero que escritos fueron en algún antiguo pergamino y que quizá no sean sino un mapa para encontrar una ciudad perdida.
Así me quedo aquí, frente a las olas cubiertas por la noche como bajando hasta mí para encontrarte, ¿no recuerdas?
Índice de El hombre que volvió de la chingada y otros regresos de Agustín Cortés | Cuento anterior | Cuento siguiente | Biblioteca Virtual Antorcha |
---|