LA LLAMADA
Cuento corto de Omar Cortés





I

La tarde era en extremo fría, llovía de manera constante mientras el teniente Fernando intentaba convencer a su superior sobre la veracidad de su declaración.

- Le juro, decía al tiempo que besaba sus dedos en cruz, que lo que le digo es cierto, mi comandante. No vaya usted a pensar que ando tomado o mariguano, no, ¡le estoy diciendo la verdad!

El comandante Antonio se limitaba a mirarlo de arriba a abajo, como si se tratara de un bicho raro.

- Está bien, está bien, repuso de mala gana. Ya puede retirarse, teniente, y con desgano dió la media vuelta dirigiéndose a su patrulla.

Las declaraciones del teniente Fernando, definitivamente no le convencían. Eran tan locas y disparatadas que obviamente resultaban imposibles de creer, pero tampoco deseaba hacerle mal alguno al teniente, por lo que obviaría absolutamente todas esas locuras en su informe.

- Si elaboro mi informe incluyendo todas las tonterias que me dijo Fernando, de seguro que lo corren e incluso terminan metiéndolo a un manicomio, se decía para sí esbozando una sonrisa.

Accionó el motor de su patrulla y se retiró del lugar.

Fernando, por su parte, presenció cómo la patrulla de su comandante se retiraba y, de manera rápida y compulsiva, prácticamente corrió a su unidad para subirse, accionar la marcha y salir desbocado de aquel lugar.

- No, no puede ser, pensaba. He de estar volviéndome loco. Y presa de un pánico indescriptible, comenzó a recordar su reciente experiencia ...

Sería como a las siete de la tarde que en la Central recibieran la llamada de auxilio. De la Central le transmitieron la orden de que se trasladara a la Calle de los Olivos N°382, como a eso de las siete y cuarto. No tardó más de quince minutos en llegar al lugar, el cual se encontraba completamente tranquilo. Al no notar nada fuera de lo normal, se comunicó con la Central para reportar que todo se encontraba en calma, recibiendo la orden de que tocara en el domicilio indicado y se cerciorara de que nadie ahí requería de su ayuda.

Cumpliendo al pie de la letra la orden recibida, dispúsose a tocar el timbre de aquella casa, mismo que accionó en tres ocasiones consecutivas.

Después de dos o tres minutos, abrió la puerta una señora aproximadamente de sesenta años y de complexión robusta.

Con cierto tono desganado le interpeló sobre qué se le ofrecía, a lo que el teniente Fernando, identificándose, preguntó que si todo en la casa se encontraba en orden, señalándole el llamado de auxilio que la Central había recibido.

La señora, con auténtica cara de What?, le miró extrañada para aclararle que todo estaba perfectamente bien, y que no entendía ni quién ni por qué alguien había tenido la ocurrencia de hacer esa broma de tan mal gusto.

Fernando, ya acostumbrado a las falsas alarmas, se disculpó, precisando que desgraciadamente ese tipo de actitudes llegaban a suceder, y cuando, dando la media vuelta, disponíase a marcharse a su patrulla, fue cuando toda aquella locura empezó ...



II

Teresa trabajaba como recepcionista en la Central desde hacía tres años, cubriendo el turno vespertino, que se amoldaba a la perfección a sus requerimientos, ya que le facilitaba aprovechar las mañanas para estudiar en la Academia.

Su anhelo era titularse como Secretaria bilingüe, y tener un conocimiento preciso de programas computacionales como el Acces y el Excel, además, por supuesto, del Power Point y el Word. Sabía que si lograba sus objetivos, no pasaría mucho tiempo para conseguir un trabajo muchisimo mejor pagado y con excelente futuro, pero, mientras eso no ocurriera, ella debía de cumplir, de manera religiosa, todas las obligaciones que devinieran de su empleo, lo que por cierto, siempre había logrado.

Aquel día, a ella le tocó el recibir la llamada de auxilio, asi como de reportarla a la unidad de Fernando que era la que se encontraba patrullando aquella zona.

El tan sólo recordar el tono de angustia y pánico de aquella voz femenina que, presa de la histeria y la desesperación, a gritos imploraba ayuda, le ponía los pelos de punta.

¡Por favor, por favor, ayúdenme! ¡Por lo que más quieran, deténganlo, deténganlo! ¡Virgen santísima, sálvame, sálvame! -escucho a través del auricular, a la vez que suplicaba calma a quien, a gritos, solicitaba ayuda.

Siguiendo el protocolo, concretose a pedir los datos de la implorante, esto es, su nombre y su domicilio, pero lo único que recibía como respuesta eran aquellos gritos horribles. Utilizó, entonces, el identificador de llamadas para ubicar el número telefónico, buscando, a continuación, el domicilio a que pertenecía aquel teléfono, y teniendo esos datos como fuente de información confiable, trasmitió, de inmediato, la orden a la unidad de Fernando, aun cuando los gritos de auxilio no cesaban.

De pronto, recuerda, se hizo un silencio, cortándose en seguida la comunicación.

Apegándose nuevamente al protocolo, dispúsose a comunicarse con el número telefónico que había extraido del identificador de llamadas, y a la segunda llamada, alguien o algo le respondió.

El recordar aquella experiencia, prodújole un escalofrío que le recorrió toda la columna vertebral.

Los gritos histéricos de súplica fueron sustituidos por una serie de suspiros, lamentos y carcajadas, y lo curioso, lo realmente curioso, era que las mismas parecían provenir de distintas personas.

Sin dar crédito a lo que sus oídos escuchaban, limitóse a pronunciar un burocrático: ¡Hola! ¡Aqui la Central atendiendo llamada de auxilio! ... obteniendo, como categórica respuesta un insolente: ¡¡¡Cállate puta!!!, seguido de un cúmulo de risillas burlonas.

Sobreponiéndose a tan inesperada respuesta, Teresa insistió, pero esta vez poniendo un tono autoritario: ¡Llamando desde la Central, atendiendo una llamada de auxilio!, y una voz con tono muy grave respondiole: ¡Ve a auxiliar a la puta de tu madre, que en verdad necesita de tu auxilio!, y un concierto de risillas burlonas inundo el espectro auditivo de la línea.

- ¡Pinches bromistas! - pensó para sí Teresa. Siempre pasándose de rosca, y sin miramientos colgó la bocina y se olvidó del asunto.

Pero Teresa jamás tuvo en cuenta que todas las llamadas que entran y salen de la Central, automáticamente eran grabadas, y eso fue lo que la metió en los problemas que precisamente durante los tres años que llevaba ahí trabajando, había buscado evitar: dar base a una nota negativa en su curriculum ...



III

Cuando el comandante Antonio llegó a la Central, lo primero que hizo fue pedir toda la información referente al asunto de la Calle de los Olivos N° 382, recibiendo, entre otras cosas, una copia de las grabaciones de las llamadas recibidas y realizadas por la recepcionista.

Las escuchó con atención como una veintena de veces, haciendo un cúmulo de anotaciones que transmitió a un departamento de la Central, ordenando, también, la presentación de la recepcionista en turno.



IV

Cuando Teresa recibió la orden de presentación con el comandante Antonio, se puso de nervios.

¡Ay diosito, ¿qué tontería habré hecho? Nunca, en los tres años que llevó aquí trabajando he recibido una orden de presentación como esta. ¿Qué habré hecho, qué habré hecho?

Y convertida en un manojo de nervios, preparose a marchar rumbo a la oficina del comandante Antonio.

¿Se puede? -dijo tímidamente al tiempo que de manera suave llamaba a la puerta de la oficina.

¡Adelante! -fue la respuesta que escuchó.

Con el corazón prácticamente saliéndosele del pecho, Teresa entró a la oficina.

¡Siéntese! -díjole de manera bastante autoritaria el comandante Antonio, a la vez que le señalaba la silla frente a su escritorio.

Como auténtica mascota en entrenamiento, Teresa se apresuró a cumplir la orden recibida.

- A ver, jovencita, comenzó a decirle el comandante Antonio al mismo tiempo que le practicaba un auténtico exámen visual de arriba a abajo ... Va usted a explicarme porque no elaboró ningún reporte de estas llamadas, poniendo en el escritorio las cintas magnéticas.

¿Qué pasó? o, más bien, ¿qué le pasó para que tuviera este olvido?

La pobre de Teresa, nerviosa hasta lo indecible, no atinaba a comprender a qué se refería el comandante.

- Pero, señor, disculpe, pero ... no entiendo ... ¿de qué me está hablando?

El comandante Antonio arqueo las cejas y lentamente volvió a examinarla de arriba a abajo y de abajo a arriba, quedando, por cierto, bastante complacido con el atractivo físico que sus ojos contemplaban. Una jovencita de unos veintitres o veinticuatro años de figura bastante atractiva y bellas facciones.

De manera pausada, pero sin dejar de mirarla, dijo suavemente:

- Ah, ¿conque distraidita? ... o sea que no sabe ni siquiera lo que hace ...

Teresa, tartamudeando y al borde de un ataque de nervios, se concretó a decir:

- No, señor ... pero ... la verdad ... no entiendo ... ¿cuál es su reproche?

- ¿Reproche? -respondió el comandante-, ¿cuál reproche? No, jovencita, yo no la estoy reprochando, le estoy pidiendo me explique por qué demonios no elaboró un reporte de lo relacionado con la llamada de la Calle de los Olivos N° 382 ... ¿o ya no recuerda que usted atendió esa llamada?

De inmediato se le activaron las pilas, y Teresa pudo entender de lo que se trataba.

Visiblemente nerviosa, y con un tartamudeo que no la abandonaba, entre balbuceos se concretó a responder con un tímido y a la par estúpido:

- Perdón ...

- No, jovencita, nada de perdón, le estoy pidiendo una explicación, no una disculpa, respondiole tajante Antonio.

Con las lágrimas en los ojos, Teresa entendió que su actitud en nada la beneficiaba sino antes bien en mucho la perjudicaba. Así, intentando guardar la compostura, con gallardía respondió:

- Mire, comandante, efectivamente cometí la imprudencia de no elaborar el reporte requerido, pero, la verdad, no pensé que fuera importante, máxime si toma en cuenta el desarrollo de esas llamadas que a leguas denota que se trataba de una de las muchas bromas que a diario se hacen.

- Vaya, vaya, vaya ... respondió de manera irónica el comandante Antonio. Pues miré, jovencita, añadió, a usted se le paga para que cumpla con todos y cada uno de los protocolos que conoce, no se le contrató para que interprete los hechos, ¿me entiende?

- Si, señor, respodió Teresa.

- Muy bien, asintió el comandante. Veo que tiene usted un expediente impecable, o sea que en todo el tiempo que tiene trabajando con nosotros, nunca ha cometido ni faltas ni imprudencias, y esto es lo que me intriga, ¿por qué hasta ahora mete usted la pata? ¿Qué tuvo en particular esa llamada que la desquició al punto de que prácticamente mandó al carajo el protocolo de una manera tan burda? Entiendo que eso le suceda a alguien que comienza, a alguien que no tiene experiencia, pero a usted, con casi tres años de servicio y con tan excelente expediente, ¿cómo pudo olvidar algo tan rutinario, tan mecánico? -sermoneole Antonio, no quitándole los ojos de encima, escudriñando con su incisiva mirada cada centímetro cuadrado de la atractiva figura de Teresa.

Teresa, con todo lo nerviosa y preocupada que se encontraba, definitivamente no pasó por alto las miradas de lascivia de Antonio.

- ¿Qué le pasá a este tipejo?, pensó Teresa. ¡De hecho, el infelíz me está encuerando con su mirada!

Antonio no pasó por alto la mirada de desprecio y de reproche que le dirigió Teresa, por lo que fingiendo sorpresa, dió un vuelco a la entrevista.

-Bueno, mire, jovencita, errores todos los cometemos. No quiero perjudicarla haciendo un reporte negativo de su omisión, asi que le propongo que volviendo a escuchar las grabaciones, elabore usted, aquí mismo y ahorita mismo, el reporte que no elaboró y ... asunto arreglado. ¿Qué me dice?

Sintiendo como que el alma le volvía al cuerpo, Teresa, encantada, se apresuró a responder con un: ¡De acuerdo, mi comandante!



V

Mientras manejaba, no podía olvidar su recién inexplicable experiencia.

- ¿Cómo fue posible aquello? -entre dientes se preguntaba sin atinar a darse alguna respuesta coherente.

Volvió a repasar mentalmente todo lo ocurrido desde su arribo a la Calle de los Olivos N° 382.

Recordó que cuando llegó encontró todo en calma, que llamó a la Central, que le ordenaron se cerciorase, personalmente, que todo estuviese bien, que llamó a la puerta del domicilio, que le atendió una señora y que ... cuando regresaba a su patrulla ...

Como un acto reflejo, de manera inconsciente, interrumpió su repaso mental, quizá como una forma de buscar evitar volver a enfrentar aquello ... pero, sin embargo, en pocos segundos hubo de recrearlo todo.

Caminaba tranquilo, despreocupado, dirigiéndose a su patrulla, cuando comenzó aquél murmullo. Primero, de manera muy tenue, para, rápidamente, convertirse en un estruendo.

Era como si una multitud de cientos de personas hubiese de pronto acordado armar un griterio de los mil demonios.

Ensordecido por aquel concierto de voces, instintivamente volviose hacia la casa para presenciar un espectáculo que lo dejaría helado.

La casa se movia compulsivamente, agrandándose y achicándose, y la señora que le había atendido, estaba ahí convertida en una auténtica bruja de película de terror. Le miraba, señalándole con sus esqueléticos dedos, a través de unos ojos llenos de odio, al tiempo que emitía una serie de chillidos. De las ventanas de la casa asomaban decenas y decenas de rostros de infantes que manifestaban dramáticas muecas de terror, y a tan solo unos cuantos pasos de distancia pudo ver el movimiento de innumerables sombras que se desplazaban en todas direcciones, pero que como patrón común tendían a moverse a su derredor. Un frío intenso y un hedor insoportable, redondeaban aquel marco de pesadilla ...

Por unos instantes pensó que estaba dormido, que tenía un mal sueño, y se pellizcó, se pellizcó con tal fuerza que prácticamente aulló de dolor.

Aquello era irreal, era imposible que estuviese sucediendo. De manera instintiva y a manera de defensa, desenfundó su pistola, y apuntando directamente a la vieja bruja, que continuaba viéndole con aquella mirada de odio, sentenció:

- ¡Señora, basta ya! ¡Modere su actitud o no respondo!

Fue entonces cuando se percató que aquel innumerable conjunto de sombras, formose, a manera de escudo, entre él y la vieja bruja, mientras que las decenas de rostros de infantes que asomaban por las ventanas, se contorsionaban emitiendo una serie de lastimeros murmullos, y la casa entera aumentaba la rapidez de sus movimientos de expansión y contracción ... y el barullo, y el olor fétido, volvíanse más y más insoportables ...

Escuchó perfectamente el estruendo de su arma cuando accionó el primer disparo ... y después ... un estruendo como el que produce una enorme parvada de pájaros cuando inicia el vuelo, seguido de un poderoso ventarrón que levantó una enorme nube de polvo ...

Volvió a accionar su revolver en dos ocasiones consecutivas para que ... en seguida ... todo volviese a la calma ...

A continuación, se vió rodeado por varios alarmados vecinos que con miedo y preocupación interrogábanle sobre lo que sucedía ...

Se sintió el hombre más estúpido del mundo cuando pudo percatarse de que la calle se encontraba totalmente en calma, y que él, a manera de moderno Quijote, estaba, con pistola en mano, desafiando a hipotéticos e imaginarios monstruos y fantasmas ...



VI

El comandante Antonio dejó a Teresa en su oficina elaborando el informe que había olvidado, mientras que con calmados pasos se dirigia al Departamento de Análisis de la Central.

Habia mandado a analizar las cintas de las llamadas, porque en la veintena de veces que las había escuchado, encontró muchas incógnitas que buscaba desvanecer.

Mucho le había llamado la atención lo que él aseguraba eran un conjunto de sonidos emitidos en diferentes frecuencias que, unidos, daban la impresión o apariencia de ser uno solo.

En efecto, la voz que amenazó e insultó a Teresa no tenía, en su opinión, como emisor, una sola garganta, sino que eran un cúmulo de frecuencias o, si se prefiere, de gargantas que, unidas, generaban las palabras dando la impresión de que provenían de una sola persona, pero él estaba completamente convencido de que eran varios los emisores, y para cerciorarse de ello, solicitó del departamento de Análisis un informe detallado sobre el contenido de aquellas cintas, y era hora ya de que el dicho informe estuviese terminado ...

Mientras caminaba por los pasillos de la Central, el comandante Antonio dirigió sus pensamientos en torno a las declaraciones de Fernando, intentando atar cabos sueltos ...

Fernando le había jurado y perjurado que él había ido al N° 382 de la Calle de los Olivos; tocado el timbre y hablado con una señora a la que describió de complexión robusta, y como de sesenta años de edad ...

- ¡Bien!, pensó para sí, pero ... entonces ... ¿por qué finalmente resultó que la finca del N° 382 de la Calle de los Olivos, es una vieja casa abandonada, completamente en ruinas, que si no se ha derrumbado en su totalidad es por puro milagro? ¡Eso no tiene sentido, es un obsurdo!, expresó en voz alta.

- Los testigos han precisado que Fernando accionó en tres ocasiones su arma. Todos, sin excepción, coinciden en que, cuando se asomaron a sus respectivas ventanas, después del primer disparo, Fernando apuntaba su arma hacia la casa en ruinas, incluso llegaron a pensar que quizá algunos delincuentes habíanse refugiado en aquel vetusto inmueble, pero cuando accionó nuevamente su arma en dos ocasiones consecutivas, fue cuando se animaron a salir a la calle para ver qué demonios estaba pasando ... Y tan sólo lo encontraron en la misma posición, apuntando con su arma hacia la casa ...

Detuvo su pensamiento al encontrarse a la entrada del Departamento de Análisis.

Con mano firme tocó a la puerta, a la vez que la abría ...



VII

Al volver a escuchar las grabaciones de las llamadas, Teresa no pudo evitar una serie de escalofríos que, incluso, le hicieron castañear los dientes.

Si la primera vez que escuchó aquello se impresionó, ahora se aterrorizó. Aquellas súplicas, clamando auxilio, definitivamente la desquiciaron.

En cuatro ocasiones volvió a escuchar los llamados de auxilio de aquella voz femenina, y lo hizo porque algo habia que prácticamente la obligaba a hacerlo, que le impulsaba a escuchar y reescuchar esa llamada. Finalmente logró percatarse que junto a los lamentos de aquella mujer se escuchaban, en forma más queda, como fondo, un auténtico concierto infernal producido por decenas o ... ¿cientos? ... de voces infantiles que emitían quejidos y lloriqueos.

De aquel desconcertante fondo de voces no se percató cuando recibió aquella llamada, pero ahora, que podía escuchar y reescuchar la grabación, no tenía la menor duda: en el sitio desde el que se hizó esa llamada, había muchos niños ...

En cuanto a la respuesta que recibió, el resultado fue aún más horrible ...

Desde que volvió a escucharla pudo percatarse que no le había respondido una sola persona, sino varias ... tal vez legiones ..., pensó, sin poder evitar la aparición de un constante temblor en sus manos que impedíale escribir correctamente su informe.

- , se dijo a sí misma, no estoy soñando, ni estoy borracha, ni mucho menos pacheca, me respondieron muchas gentes a la vez. ¿Cómo no pude percatarme de ello?

Los insultos que recibió, pudo constatarlo, no fueron solo pronunciados por una sola persona, sino por aquella legión de voces acopladas.

- Finalmente, se dijo, si aquello había sido una broma, mucho trabajo se tomaron los bromistas.



VIII

Pero lo que más le había sorprendido a Fernando fue el haberse dado cuenta, cuando rendía su declaración al comandante Antonio, del estado ruinoso en que se encontraba aquella propiedad. Estaba plenamente seguro que cuando él llegó al sitio esa casa no lucía en el lamentable estado en que la vió después ...

- ¿Cómo pudo suceder eso? -se interrogaba, mientras conducia la patrulla dirigiéndose a su casa.

- ¡Tengo que ver a Jimena! ¡Hacerle ver que me encuentro bien! ... pensaba ...

Jimena, su compañera, llevaba viviendo con él aproximadamente cinco años. No estaban casados porque a ninguno de ellos les importaba el matrimonio. El corazón, argumentaban, es la única garantía de felicidad en la unión de las parejas, los papeles salen sobrando.

Jimena era una muchacha bastante atractiva a la que había conocido en una fiesta, y con quien llegó a establecer, casi de inmediato, una maravillosa relación desde la primera vez que salieron juntos.

Antropóloga de profesión, Jimena laboraba dando clases en la Escuela de Antropología, teniendo buen cuidado de no comprometerse demasiado en su trabajo con el fin de no entorpecer su relación con Fernando. Tenían, entre ellos, un pacto no escrito en relación a la procreación. Los dos habían acordado evitar el procrear hijos mientras no tuviesen bien asegurados sus ingresos económicos. Para ellos, los hijos no eran ni un juego ni mucho menos un chantaje, sino una responsabilidad muy grande que había que encarar con madurez. Enemigos mortales de la tendencia de varias parejas de sus amigos y conocidos, que argumentaban que donde comen dos, alcanza para tres, de ninguna manera estaban dispuestos a engendrar un hijo en condiciones no seguras desde el punto de vista económico ... Ya llegaría el tiempo en que sin presiones de ningún tipo abordarian ese asunto ...

Y asi, pensando y repensando tanto en su increible experiencia como en su adorada compañera, arribó a su casa, bajo de la patrulla, y prácticamente corriendo se dirigió en busca de Jimena ...



IX

En el Departamento de Análisis, el comandante Antonio revisaba los resultados del examen que había ordenado elaborar, percatándose de que no se había equivocado, puesto que, en efecto, eran varias las frecuencias emitidas en esa grabación, producidas por diferentes emisores, que unidas generaban el curioso fenómeno de dar la impresión de una sola voz. Pero, además de eso, el exámen reveló que la duración de esas frecuencias era por intervalos, esto es, unas se silenciaban al momento en que otras se activaban, por lo que resultaba muy grande el número de emisores que alternábanse en ese curioso fenómeno. Sobre el por qué o cómo se produjo aquello, el informe precisaba que para intentar encontrar una respuesta lógica habría que realizar una serie de estudios que mínimamente llevaría de cinco a siete semanas, aclarando que no había ninguna garantía de lograr un resultado satisfactorio.

Antonio dudaba en solicitar o no la realización de tales análisis, sopesando los pros y contras de su decisión ...

- ¿Tiene sentido ordenar esos estudios, o primero me aboco a una investigación en el terreno?

Después de meditar algunos minutos, decidió, primero, ir a curiosear a la Calle de los Olivos N° 382, y después, dependiendo lo que se derivara de esa investigación, ordenar o no los estudios.

Amablemente agradeció a los técnicos el trabajo realizado, y salió del Departamento de Análisis de regreso a su oficina.

Cuando llegó, encontró a Teresa dando los últimos retoques a su informe.

- ¿Qué pasó, jovencita, ya terminamos?

- Ya casi mi comandante, sólo estaba releyéndolo para no volver a meter la pata.

- Muy bien, muy bien ... Ya vé, no fue tan difícil, ¿verdad?

- Pues viera usted que sí fue bastante difícil, dijo, de manera decidida. La verdad, señor, el haber vuelto a escuchar las cintas, me ha puesto muy, pero muy nerviosa ... ¿Me creería usted si le dijera que creo que no fue una sola persona la que me respondió? ... ¡No, no, no! No piense que estoy loca o quiero pasarme de viva ... se lo digo en serio ... Escuché varias veces las cintas y casi puedo asegurarle que no me equivoco. ¿Cree usted que sea posible hacer algún tipo de estudios o análisis, para salir de dudas?

Antonio miró a Teresa esbozando una mueca de satisfacción, para añadir:

- ¡Vaya, veo que además de bonita es usted bastante inteligente! La verdad que me ha sorprendido, jovencita. No sé qué decirle, pero me agrada mucho su conclusión ... Es más, debo de decirle que en eso concordamos plenamente.

Teresa, sin quitarle la vista de encima, puso una cara de asombro que impulso al comandante a soltar sonora carcajada.

- Si, señorita, yo también llegué a esa conclusión y ordené algunos estudios de esas cintas y ... ¿qué cree?

- ¿Qué mi comandante?

- Pues que tenemos razón, que efectivamente fueron varias las personas que respondieron a su llamada ... Por cierto, dígame, ¿le gustaría trabajar conmigo en la aclaración de todo este embrollo?

Teresa, no atinando qué contestar, concretose a pronunciar un indolente ¡Aja!, que el comandante de inmediato tomó como una respuesta afirmativa.

- Muy bien, jovencita, le dijo, mañana por la tarde la espero aquí en la oficina. Tenemos varias cosas que hacer, asi que por favor, no me vaya a llegar tarde ... ¿de acuerdo?



X

Sentada frente a la mesa del comedor, Jimena escuchaba con atención el relato de Fernando ... Veíalo como se mira a un bicho raro, no sabiendo qué decir ni mucho menos qué hacer frente al cúmulo de incoherencias y sin sentidos que su compañero prácticamente vomitaba sobre ella.

- ¿Qué le habrá sucedido a mi Fernando? -mentalmente se interrogaba. Todo lo que me está diciendo no son sino tonterías, pero la entonación con la que me las cuenta demuestran que él sí cree lo que está contando? ... ¿Qué habrá detrás de todo esto? ...

Sabia que era necesario encubrir sus pensamientos fingiendo atención y aseverando comprensión y entendimiento. El estado que su compañero mostraba por transmitirle lo que según él le habia sucedido, demostraba la fragilidad de la situación. Un error de su parte podría traer consecuencias muy serias. Asi que Jimena, ocultando al máximo la angustia y el dolor que sentía al ver a su amado compañero en tan lamentable estado, fingía asombro, asintiendo, con movimientos de cabeza todas las insensateces que le contaba.

Cuando Fernando terminó su relato, Jimena se quedó contemplándole sin pronunciar ni una sola palabra.

- Sé que es muy dificil de creer, mi amor, rompió el silencio Fernando. Pero te juro que es cierto, que todo lo que te he dicho sucedió. ¡Tienes que creerme! ¡Por el amor de dios, creeme!

Ante el giro que estaba tomando la actitud de Fernando, Jimena no tuvo más respuesta que levantarse de la mesa, ir al teléfono y marcar el número del doctor que ambos consultaban.

- ¿Qué haces, mi amor? ¿A quién le hablas a estas horas? -inquirióle Fernando.

- Pues le hablo a Miguel, nuestro doctor ... Mira, pienso que es conveniente que te vea y te recete algo para que te calmes, para que te tranquilices porque te veo muy descontrolado.

La respuesta pareció satisfacer a Fernando, quien, dando un profundo respiro, materialmente se desplomó en su silla en medio de llantos y sollozos.

Jimena, al ver su lamentable estado anímico, colgó la bocina del teléfono y se fue a su lado para mimarlo y tranquilizarlo.

En los casi cinco años que tenían viviendo juntos, Jimena no recordaba haber visto a su compañero en un estado similar de auténtica crisis nerviosa ...

- Anda, mi amor, díjole Fernando suspendiendo momentáneamente sus lloriqueos, llama a Miguel, creo que es muy buena idea el que lo hagas ...

Sin hacerse del rogar, Jimena, de inmediato, cumplió meticulosamente la orden de Fernando ...



XI

Cómodamente instalado en el estudio de su departamento, el comandante Antonio divagaba sobre su plan de investigación.

Lo primero que haría, muy tempranito, sería recopilar información en torno al inmueble de la Calle de los Olivos. ¿Quienes o quién era su propietario? ¿El por qué del estado de abandono en que se encontraba? ¿Quienes o quién había sido su último huesped? ¿La o las razones por las que el inmueble fue abandonado? En fin, todos los datos que pudiese recopilar serían buenos para abrir un expediente ...

Después habría de ver la forma de solicitar de la autoridad competente autorización para una revisión a fondo de la propiedad. Bien sabía que debido al grado de ruinosidad en que se encontraba, él o cualquier persona podía pasearse por su interior sin tener que forzar ninguna puerta o ventana, pero también conocía la serie de inconvenientes que ese tipo de actitudes acarreaban sobre las investigaciones, llevándolas, incluso, a descarrilarse, y definitivamente no quería caer en ese tipo de tonterías, además de que no existía razón alguna como para acelerarse, era, pues, mejor, llevar las cosas de manera lenta pero segura ...

Con la información que extrajera de esa revisión, en mucho enriquecería el expediente y quizá pudiera definir líneas de investigación ...

Lo que necesitaba era encontrar las tres balas disparadas por el teniente Fernando que, por lógica, deberían de encontrarse alojadas en algunos de los muros de la casa. Bien sabía que era menester tener mucho cuidado para no acabar perjudicando al teniente ...

Satisfecho con su plan, el comandante dió un viraje a sus pensamientos yendo a parar en la imagen de Teresa ...

La muchacha definitivamente le habia flechado, no sólo por su atractivo físico sino, sobre todo, por su inteligencia e intuición. Le impactó sobre manera el cómo esa jovencita había logrado llegar a similares conclusiones a las suyas. Además, el carácter de esa chiquilla era fascinante. Tenía su temperamento y una personalidad y arrogancia exquisitas.

El le llevaba, por lo menos, el doble de años, pero no pensaba que eso pudiese enturbiar una posible amistad ...

Pensando en ella y tarareando la canción ... Cuarenta y veinte ... comenzó a bostezar para, finalmente, quedarse profundamente dormido ...



XII

Ya era entrada la noche cuando Miguel salía del cuarto en el que descanzaba Fernando, después de haberlo auscultado.

- ¿Cómo lo ves, Miguel? ¿Qué le pasa a mi Fernando? preguntó con tono de preocupación Jimena.

- Pues mira, definitivamente ha de haber tenido un mal dia. No sé con certeza que pudo haberle ocurrido, pero por el grado de ansiedad, su presión alta y su pulso irregular, es obvio que enfrentó algo muy desagradable. Ya le puse una inyección y le dí unos tranquilizantes, lo que le ayudará mucho a descansar y estabilizarse. Va a dormir bien. Lo que a ti te toca hacer es que mañana te encargues de que descanse bien. También habrás de estar pendiente de su pulso y su presión. Hablame mañana y dime cómo sigue, ¿de acuerdo?

- , respondió tímidamente Jimena, para añadir: Pero, Miguel, si tu hubieras escuchado la narración que me hizo, quizá estuvieras seriamente pensando en internarlo en un hospital psiquiátrico para mantenerlo bajo observación.

- ¿Tan descontrolado estaba?

- ¡Válgame dios! No tienes idea. En todo el tiempo que llevamos viviendo juntos, jamás lo había visto así. De verdad que algo horrible ha de haberle sucedido.

- Bueno, mira, respondió Miguel, pienso que quizá sería positivo que hablaras con su superior para que vieras si él pudiera aclararte esa situación que te preocupa. ¿Qué te parece mi propuesta?

- ¡Excelente! Muy buen consejo el que me acabas de dar, porque si alguien puede sacarme de dudas, es el comandante Antonio. Además es evidente que Fernando le tiene un gran respeto. ¿Si vieras lo bien que de él se expresa?

- Bueno, entonces que no se hable más, mañana hablas con él y asunto arreglado. ¿Sale?

- Sí, claro, respondió con entusiasmo Jimena ...



XIII

El sonido del teléfono lo desperto muy temprano.

- Válgame pero ... ¿qué hora será?, dijo en voz alta al momento que presuroso se levantaba encaminándose a contestar el teléfono.

- Bueno ... si, bueno ..., instintivamente pronunció después de descolgar el auricular.

- Comandante Antonio, preguntó tímidamente Jimena.

- ¡Sí! Diga, ¿qué se le ofrece?

- Mire, comandante, no sé si se acuerde de mi, soy Jimena, la compañera del teniente Fernando.

- Ah, si, ¿cómo no me voy a acordar de ti? ¿Cómo has estado, qué cuentas, a qué debo el honor de tu llamada?

- Pues mire, comandante, lo llamo porque ayer cuando regresó Fernando del trabajo, llegó excitadísimo contándome una de cosas inverosímiles que me juró le habían sucedido. Total, y para no hacersela más larga, terminé llamando a nuestro doctor, el que le dio algunos tranquilizantes aconsejándome hablara con usted para ver si era posible que me sacara de dudas.

Antonio escuchó con mucho detenimiento la explicación de Jimena, respondiéndole:

- Pues mira, Jimena, efectivamente tu compañero parece haber tenido ayer una experiencia bastante extraña. Precisamente he elaborado un plan para cerciorarme lo que hay detrás de este asunto. ¿Te gustaría apoyarme?

- ¡Por supuesto que sí! ¡Cuénte conmigo, comandante! ¿Qué quiere que haga?

- ¿Podrías venir hoy por la mañana a la Central?

- Mmmm ... pues ... pienso que sí, que no habra problema alguno ... ¿a qué hora quiere que esté por allá?

- ¿Te vendria bien a eso de las diez?

- ¡Claro que si! Entonces, allá nos vemos al rato ...

- ¡Ah, Jimena! Se me olvidaba decirte que sería recomendable que no le dijeras nada a Fernando ... espera ... pensándolo bien, lo mejor es que se tome el dia libre ... entonces mejor dile que yo te llamé para decirle que hoy no venga a trabajar. ¿Crees que hay manera de que se quede tranquilo en tu casa?

- Mmmm ... pues solo si el doctor le suministra nuevamente los calmantes para que continúe dormido, de otra manera no creo que acepte quedarse encerrado.

- ¿Podrías encargarte de que el doctor fuera a proporcionarle esos calmantes?

- Si, claro ...

- Muy bien, entonces te suplico que lo hagas y te espero en mi oficina al rato, ¿de acuerdo?

- Si, respondió con firmeza Jimena. Nos vemos al rato, comandante ...



XIV

Esa mañana Teresa acudió, como siempre, a la Academia, pero no pudo concentrarse en sus clases. Todo el asunto de la llamada la tenía con los nervios de punta. Lo único que lograba tranquilizarla era la empatía que sentía con el comandante Antonio, porque con él se sentía protegida.

- Diantre de viejo, se decía a sí misma, no sé si se me dio algún brebaje o me hizo brujería, pero junto a él me siento protegida, como que su sola presencia me apapacha. Muy bien sé que no debo dar muestras de mi debilidad, porque ya ví como me encueraba con su mirada. ¡Si se llega a dar cuenta de lo que para mi representa, no quiero ni imaginarme el resultado! -pensaba, a la vez que con una mueca de satisfacción, demostraba que no solo se imaginaba el resultado, sino incluso que lo deseaba.

Sumida completamente en sus pensamientos, Teresa se puso a divagar en torno a su ayuda en la investigación del comandante.

- ¿Qué me ira a plantear? -con morbo se preguntaba. Sea lo que sea, estoy segura que va a ser una buena experiencia de la que quizá podré aprender muchas cosas ... Bueno, espero ... porque si el viejo lo que pretende es solo tenerme a su lado ... pues ... ¿por qué no? ¿de eso también se ha de aprender, o no? -y al pensar esto soltó una pícara risilla que atrajo la atención de sus compañeros de clase, e incluso de su maestra que le inquirió:

- Teresa, ¿se encuentra usted bien?

Respodió de inmediato con un diligente: ¡Sí, maestra! -buscando concentrarse en la clase y olvidando al comandante y la investigación ...



XV

Fernando hallábase completamente adormilado después de que Miguel había regresado para volverle a inyectar y darle unas pastillas. Luchaba contra el sueño pero todos sus esfuerzos resultaron vanos y finalmente quedó dormido.

Jimena, al percatarse de que Fernando dormía profundamente, salió presurosa con rumbo a la oficina de Antonio.

Llegó diez minutos antes de la hora acordada y encontró a Antonio ya dispuesto a platicar con ella.

- Hola, Jimena. Que bueno que veniste. Mira, voy a tratar de explicarte de manera breve los sucesos que parece experimentó el día de ayer tu compañero.

Y acto seguido, le recetó todo el rollo que Jimena ya conocía.

- Ahora mira, Jimena, no he querido redactar el informe de todo eso porque, como entenderás, puede traerle consecuencias negativas a tu compañero. Así que hoy mismo empiezo una investigación que espero nos conduzca a buen puerto y podamos desentrañar este misterio. Solicité tu colaboración porque sé que tu manejas a la perfección la elaboración de fichas y expedientes periodísticos, por lo que te voy a pedir revises, en la hemeroteca, estos periódicos, colocando en el escritorio una hoja de papel escrita de su puño y letra.

- Esto acabo de extraerlo de una ficha policiaca relativa a unos sucesos ocurridos en el domicilio en el que tu compañero tuvo su desagradable experiencia. ¿Crees que podrás hacerlo?

- Por supuesto que sí, Antonio, dijo sin percatarse del olvido de la palabra comandante, para añadir: ¿Y para cuando quieres ese reporte?

- Lo más pronto que te sea posible, respondió.

- Bien, dijo Jimena. Mira, son las diez y media ... ¿te parece bien si regreso a eso de las cinco?

- ¡Maravilloso! respondió en tono triunfante Antonio.

- Bueno, entonces nos veremos por la tarde, precisó Jimena al tiempo que abandonaba la oficina ...



XVI

Fernando, prácticamente revolcándose en su cama, experimentaba una pavorosa pesadilla.

Se veía perdido, a la mitad de la noche, en un camino rural. Manejaba a toda velocidad como huyendo de algo con la sensación de que ese algo, pisábale los talones.

No entendía lo que pasaba, sólo intuía que debía alejarse lo más rápido posible.

De pronto, a la mitad del camino, la vió; la vió claramente. ¡Era la vieja bruja de la Calle de los Olivos! Y estaba ahí, flotando, a la mitad del camino, señalándole con sus dedos esqueléticos y su sonrisa diabólica.

No pudo detener su patrulla, y terminó arrollando aquel engendro del demonio ... bueno, eso supuso en un principio, ya que no tardó en darse cuenta de su error, porque más adelante volvió a toparse con aquel espectro. Nuevamente le echo la patrulla encima, volviendo a arrollarlo, pero ... al rato, aquella aparición hizo nuevamente presencia ...

- ¡Esto es una locura!, se decía en su sueño, hasta que, quién sabe por qué ni cómo, el panorama cambió en absoluto ...

Vióse a la orilla de un espléndido lago rodeado de majestuosos pinos ... Se sintió muy tranquilo gozando, desde el interior de su patrulla, del hermoso panorama ... De repente, un enorme estallido similar a una erupción volcánica, taladró sus oídos. Del lago vió emerger decenas de niñas y niños, todos vestidos de igual manera ... Les vió salir de las aguas y caminar sobre ellas. Deslizábanse por la superficie del lago de manera lenta dirigiéndose, todos, a donde se encontraba su patrulla.

Al principio, la escena le atrajo, pero conforme aquellas criaturas se acercaban descubriendo sus facciones, el pánico se apoderó de él ... Eran como cadáveres en vida ... Sus semblantes, pálidos, y sus caras con las cuencas de los ojos vacías, le produjeron calosfríos.

- ¡Zombies!, pronunció entre dientes.

Pero se equivocaba, porque aquellos engendros del averno no eran zombis, sino espectros, fantasmas emergidos del mismísimo infierno.

Se apresuró a encender el motor de su patrulla, pero, por más que accionaba la llave, el motor no encendía ... y las criaturas a él se acercaban ...

- ¡Madre santísima!, gritó en sus sueños, buscando salir de su patrulla ... pero la puerta no abría, parecía atorada ...

Cuando aquellos infernales seres se encontraban a no más de dos o tres metros de su auto, empezó a soplar fuertemente el viento, generándose, en cuestión de segundos, un fortísimo ventarrón, que comenzó a lanzar a los espectros nuevamente al lago ... Un ensordecedor barullo de chillidos y lamentos inundó la escena ...

Él, aterrado, contemplaba tan fantasmal escena ... y después, de pronto, nuevamente volvió a encontrarse en el camino rural, manejando su patrulla y divisando, a lo lejos, una casa muy alumbrada ... En poco tiempo arribó al lugar percatándose que en el interior de aquella vivienda desarrollábase una fiesta. El barullo de charlas y risas, asi como de música, llegó a sus oídos. Era mucha gente la que ahí se encontraba reunida, y por lo que podía ver, la estaban pasando muy bien, pero, de pronto, un escalofriante grito femenino produjo un súbito cambio. Vió que todos comenzaron a correr huyendo de la casa. Junto a su patrulla pasaron, corriendo despavoridas, decenas de personas con una expresión de angustia y terror inefable, y fue entonces que lo vió, lo vió perfectamente ...

En el portón de la entrada de aquella casa, la descomunal y monstruosa figura de un demonio apareció. Un rostro horrible, poblado de enormes dientes, con ojos rojizos y una lengua como de serpiente, dirigió sus pasos a donde él se encontraba. Nuevamente intentó, en vano, echar a andar el motor de su patrulla, e igual fin tuvieron sus titánicos esfuerzos buscando bajar del auto ... El demonio continuaba acercándosele ... y el grito, grito como desesperado clamando, implorando auxilio ...

Bañado en sudor, respirando profusamente y con el corazón saliéndosele del pecho, Fernando despertaba de su horrible pesadilla ...



XVII

En la hemeroteca, Jimena consultaba los periódicos que Antonio le había señalado.

La tres notas referiánse a igual número de sádicos crímenes cometidos en la Calle de los Olivos N° 382. Los sucesos, separados temporalmente por varios años, tenían como común su componente sexual, su extremado sadismo y su relación con actos rituales.

En el primero de ellos, la combinación entre agresión sexual y ejecución ritual llamó de sobremanera la atención de Jimena.

Ocurrido en el mes de septiembre del año 1941, reseñaba la violación tumultuaria de una secretaria de nombre Marta, quien, según constaba en actas, había sido secuestrada a la salida de su trabajo por un grupo de cuatro muchachos, quienes condujéronla a la Calle de los Olivos N° 382, que era, a entender de la policía, el domicilio de uno de ellos. Ahí fue abusada tumultuariamente en decenas de ocasiones durante un cautiverio que se extendió por seis días, siendo, finalmente, ejecutada en un ritual.

Tres de los cuatro agresores fueron detenidos y dos de ellos terminaron de manera trágica sus vidas al morir bajo extrañas circunstancias en el interior de sus celdas. El tercero, declarado formalmente loco, moriría, también de manera muy extraña, en el interior del manicomio. El cuarto agresor, a quien se ubicaba como el propietario del inmueble, jamás fue localizado.

Este caso, que causó enorme conmoción en su época, terminó diluyéndose en una especie de leyenda urbana, en la que las constantes declaraciones de los vecinos de la Calle de los Olivos, quienes juraban, perjuraban y afirmaban que en varias ocasiones habían visto a la víctima del tan horrendo crímen, semanas después, deambulando alrededor del inmueble, le otorgó un grado de sensacionalismo que no dejaron de explotar los medios informativos, sobre todos los marcadamente amarillistas, quienes dedicaron no pocos reportajes al respecto, distinguiéndose, de entre estos, uno que llegó a incluir supuestas fotografías del espectro de Marta rondando el N° 382 de la Calle de los Olivos.

El siguiente asesinato, llevado a cabo durante noviembre de 1954, referíase a la multitudinaria sodomización de dos infantes cuyas edades oscilaban entre los cinco y seis años.

Secuestrados a la salida de su escuela por cinco sujetos, fueron conducidos a la Calle de los Olivos en donde sospechábase que uno de ellos radicaba. Durante cuatro días fueron sujetos a bestiales rituales de tumultuarias sodomizaciones, para, finalmente, terminar siendo asesinados en lo que la policía considero un ritual satánico.

Desollados y decapitados, los dos cadáveres pretendieron ser cremados por sus victimarios.

La policía tan sólo logró detener a uno de los sujetos implicados en tan horrible crimen. Completamente enajenado, aquel pobre diablo terminó sus dias suicidándose en su celda. Como dato curioso, Jimena resaltó parte del informe de la necropsia en el que se señalaba la intrigante presencia de un extraño tatuaje que a determinada hora, cambiaba de forma ...

El tercer y último caso, generado en el mes de octubre de 1967, referíase al secuestro, tortura, violación y asesinato de tres jovencitas preparatorianas, las cuales, con engaños, fueron conducidas por una docena de muchachos, sacándolas de una fiesta juvenil.

Invitadas por los jóvenes a una fiesta que celebrábase en la Calle de los Olivos N° 382, las jovencitas aceptaron acompañarles. La fiesta, a decir de los vecinos, estuvo muy animada y bastante concurrida, suponiéndose que uno de aquellos jóvenes, ahí residia. Según las investigaciones de la policía, las chicas fueron narcotizadas, amordazadas y ocultadas en uno de los cuartos del inmueble, donde, una vez terminada la fiesta, los muchachos abusaron con saña de ellas.

De que fueron torturadas no cabía la menor duda por el posterior análisis de sus cadáveres. E igual que en los dos casos anteriores, las víctimas fueron, durante días, multitudinariamente violadas para, finalmente, de nuevo, terminar siendo asesinadas de manera horrorosa en el marco de un extraño ritual.

En esta ocasión, a las tres se les vaciaron los ojos, les cortaron la lengua y les fracturaron el cuello de tal manera que terminaron dejándoles la cabeza al revés. Los médicos forenses no pudieron explicar cómo le hicieron los asesinos para lograr eso.

Ninguno de los supuestos doce agresores fue detenido, y el que se creía residía en el domicilio, jamás fue encontrado ...

- Bueno, pronuncio entre dientes Jimena, misión cumplida, y abandonó la hemeroteca con dirección a la Central ...



XVIII

Desde que Jimena salió de la oficina, Antonio se puso a indagar todo lo que pudo sobre el inmueble de la Calle de los Olivos N° 382. Conectado vía internet con el Registro Público de la Propiedad, extrajo una cantidad de datos nada despreciable.

El inmueble habia sido construido durante el año de 1923. En aquel tiempo la mancha urbana quedaba bastante alejada del sitio de construcción, por lo que, en su origen, el inmueble fue considerado una construcción rural.

Unido a la ciudad por un camino de terraceria que atravesaba un bosque e incluso un lago, la casa se encontraba en un lugar solitario pero realmente hermoso.

El nombre del propietario era, según constaba en el historial del Registro Público, un sujeto de nombre Mario Duval Ramírez, originario del Estado de Chihuahua y avecinado, en aquel tiempo, en la ciudad de México.

La propiedad sería enajenada en el año de 1926 a un señor de nombre Crisósforo Rodríguez, originario del Estado de México y avecinado en la ciudad de Toluca.

El último registro de cambio de propietario correspondía al año de 1932, apareciendo como nuevo dueño Eugenio Bárcenas Beltrán, originario del Estado de Durango y avecinado, en el momento en que adquirió la propiedad, en el poblado de San Francisco del Rincón, Guanajuato.

Por lo que el comandante Antonio pudo indagar, el tal Eugenio Bárcenas jamás habitó el inmueble, concretándose tan sólo a rentarlo.

Sus primeros inquilinos lo fue una familia de apellido García, compuesta por cuatro miembros, esto es, el padre, la madre y dos hijos.

El inicio del conjunto de incógnitas, tragedias y sucesos raros que rodean la historia del inmueble, se iniciaría en el año de 1935 cuando los cuatro miembros de la familia fueron encontrados muertos en el comedor de la casa. Según el reporte policiaco, habrían sufrido un asalto cuando cenaban, aunque lo más curioso de todo fue que en el sitio no se encontraron indicios de lucha o violencia, lo que nunca fue aclarado por la policía.

El inmueble se mantendría deshabitado hasta el año de 1939 cuando fue nuevamente rentado a un sujeto de nombre Juan Olivos, originario del Estado de Veracruz y quien terminaría implicado en un horrendo crímen en 1941, y que jamás fue localizado.

Antonio subrrayó el reporte inicial incluido en el informe policiaco, que originariamente atribuía la propiedad del inmueble a ese sujeto, error que sería subsanado en un posterior reporte precisándose que Juan Olivos era el arrendatario más no el propietario.

No sería sino diez años más tarde, durante el año de 1951 que el N° 382 de la Calle de los Olivos, volvería a ser escenario de un trágico e inexplicable acontecimiento cuando, durante una remodelación ordenada por el señor Bárcenas, diez albañiles perderían la vida al desplomarse, sin causa aparente, parte de la loza del segundo piso.

En 1953, Eugenio Bárcenas Beltrán celebraría un nuevo contrato de arrendamiento con un individuo de nombre Arturo Beristáin, originario del estado de Morelos y que contaba con antecedentes penales por sus tendencias pedófilas. Había sido encarcelado tres años a raíz de acusaciones de acoso sexual a menores. Este sujeto terminaría implicado en un espantoso asesinato de dos menores ocurrido en el año de 1954, logrando escapar de la persecución policiaca.

Para 1960, nuevamente el inmueble fue escenario de hechos violentos cuando en su interior desarrollose un pleito entre pandillas que dejó siete personas muertas y catorce lesionadas.

En 1966, la casa fue rentada a un grupo de estudiantes universitarios, mismos que terminaron involucrados en un espantoso triple homicidio perpetrado en la humanidad de unas jovencitas, quedando desde ese entonces abandonado. Mas, sin embargo, siempre fueron puntualmente pagadas, año tras año, las respectivas boletas del impuesto predial, por su dueño.

Durante las tres últimas décadas del siglo XX, varias personas e incluso algunas compañías inmobiliarias habían mostrado interés por adquirir la propiedad, siendo, una tras otra, rechazadas por el propietario.

Evidentemente a principios del siglo XXI, la propiedad, o mejor dicho, el terreno, adquirió un valor considerable al haber sido engullido por la mancha urbana, lo que llevó a que el interés y las ofertas económicas realizadas por quienes pretendían adquirirlo, aumentaran notoriamente, sin embargo el señor Bárcenas continuó en su negativa a desprenderse de la propiedad.

El último registro que el comandante Antonio encontró en torno a ese inmueble, fue el inicio de un juicio sucesorio, mediante la declaración de un intestado realizada por una señora o señorita llamada Clementina Sánchez, quien, presentándose como concubina del señor Bárcenas, reclamaba sus derechos de sucesión. Y ahi terminaba el historial del inmueble.

Con los datos recopilados, púsose Antonio a elaborar el respectivo expediente, y en tal labor se encontraba cuando a su oficina se presentó Jimena para hacerle entrega del conjunto de datos que había extraido de su visita a la hemeroteca.

De manera apresurada, Jimena le entregó la carpeta despidiéndose de inmediato al argumentar su preocupación por el estado de salud de su compañero.

El comandante Antonio, agredeciendo el gesto de ayuda de Jimena, suplicole le informara del estado de salud de Fernando. Y Jimena salió, apresurada, de la oficina ...



XIX

Diez minutos tenía Jimena de haber salido cuando llegó Teresa.

Desde que penetró en la oficina, al comandante Antonio sintió como que un montón de grillos le brincaban en la panza, sin poder evitar el mirarla con ojos de perro fiel, faltándole poco para que se le chorreara la baba.

- Pero ... ¡mire nada más que linda está! Y además muy puntual ... atinó a balbucear, no perdiendo ni un milímetro de la bella figura de la muchacha, quien vestida de manera sumamente sencilla veíase todavía más atractiva de lo que era.

- Pero ... mi comandante, por favor cierre la boca, no sea que se vaya a tragar una mosca, dijo la muchacha en tono de broma y dibujando una pícara sonrisa.

El comandante, abochornado, cambió su actitud y poniendo cara de serio, dijo:

Pues mire, jovencita, ya hay avances en este asunto, colocando las carpetas que contenían los datos que él había extraido del Registro Público de la Propiedad, asi como los apuntes que Jimena habia redactado en la hemeroteca. ¿Gusta echarles un ojo?

- Por supuesto que si mi comandante, respondió Teresa, tomando las dos carpetas ...

- Pero ... por favor tome asiento señorita, expresó Antonio con cortesía.

Ya sentada, Teresa se puso a revisar con calma las carpetas que le había dado el comandante, mientras éste hacia una llamada al Ministerio Público solicitándole le tramitara un permiso de inspección del inmueble de la Calle de los Olivos, argumentando lo relativo a la llamada que la Central había recibido ...

No tardó más de diez minutos en llegar a su poder el permiso solicitado, y durante ese tiempo Teresa pudo leer la información contenida en las carpetas.

- Bueno señorita, ahora tenemos que irnos.

- ¿A dónde? -preguntó intrigada.

- Pues al lugar de los hechos.

- ¿Eso quiere decir que vamos a ir a esa casa? -dijo Teresa no sin manifestar temor.

- ¡Pues claro que sí! Y usted nada tema, que viene conmigo, sentenció de manera resuelta Antonio.

Serían como las seis y media de la tarde cuando llegaron al lugar, el cual se encontraba totalmente en calma.

- Pero ... mi comandante ... -dijo Teresa, ¡esa casa está en ruinas! ¿A poco tiene teléfono?

- No lo creo, respondio Antonio, pero ahorita nos cercioraremos, para eso y otras cosas estamos aquí.

- ¿Vamos a entrar ahí? -expreso Teresa con una marcada mueca de terror.

- ¡Por supuesto que si jovencita! Si no, ¿para qué cree que venimos?

Ambos bajaron de la patrulla y dirigieron sus pasos rumbo al inmueble. Y fue, conforme a él se acercaban, que comenzaron a suceder cosas extrañas.

Lo primero que llamó la atención de ambos, fue el conjunto de sonoras risas infantiles que parecían provenir del interior de la casa, y, después, un concierto de lamentos les erizó a ambos los pelos.

- ¡Ay canijos! expresó Antonio, ¿qué demonios está pasando?

- No sé mi comandante, respondió nerviosa Teresa, pero creo que mejor nos regresamos, ¿no cree?

El comandante volteó a verla, percatándose, que a sus espaldas, varias sombras se agitaban.

-¡Cuidado, señorita, alcanzó a exclamar, en el momento mismo que una grotesca figura aparecía en la puerta de la casa.

Una señora, como de sesenta años de edad, de complexión robusta, les miraba de manera inquisidora, al tiempo que esbozaba una mueca de pocos amigos.

- Señora, dijo Antonio, somos oficiales de la policía y estamos investigando lo que sucedió ayer.

La señora, esbozando una sonrisa, desapareció, esfumándose ...

- ¡Ay nanita! -fue el comentario de Teresa. Por favor, comandante, hágame caso y regresémonos a la patrulla, argumentó en tono de súplica.

Antonio, sin saber que hacer, tan sólo atinó a desenfundar su revólver al tiempo que decia:

- No señorita, venimos para hacer una inspección y la vamos a hacer. No faltaba más ..., y con decisión encaminose para entrar al domicilio.

La pobre de Teresa, prácticamente temblando de pies a cabeza, se arrejuntó a Antonio tomándole de los hombros a manera de escudo, y le siguió a él pegadita.

Entraron a la casa y ... ¿cual no sería su sorpresa al notar que en su interior no habia señales de ruinosidad? Ese cuarto, modesta pero bellamente decorado y amueblado, tenía, incluso, luz eléctrica.

Antonio miró a Teresa como preguntándole si ella veía lo mismo que él, y la muchacha, entendiendo la mirada del comandante, hizo un movimiento afirmativo con la cabeza. Con fuerza, Antonio empuño su pistola manteniéndose alerta sobre cualquier situación que deviniera. Pero ... no pasó nada, sólo, de nuevo, las risillas infantiles que parecían provenir de todos lados.

- ¡Ay mi comandante! Por favor, hágame caso y vámonos de aquí. Esto es de susto ... ¡Andele, andele! Ya vámonos.

El tono de súplica y la mirada de terror de Teresa acabaron por ablandar a Antonio quien, con un ademán, aceptó el retirarse. Y en eso estaban cuando, de pronto, comenzó todo ...

Al principio fue como un chillido muy leve, que en brevísimo tiempo convirtióse en un espeluznante alarido. Una de las puertas del cuarto se abrió de golpe, apareciendo una mujer con cadavérico rostro cargando un bebe. Los gritos de aquella mujer, entremezclados con el llanto del infante, taladraron los oidos de Antonio y Teresa, quienes, pasmados, contemplaban el tétrico espectáculo. La mujer paróse a no más de dos metros de distancia viendolos con una expresión de enorme angustia y dolor, gimiendo y gritando de manera desconsolada para, de repente, desaparecer ante sus propios ojos, transformándose todo aquel lugar, quedando convertido en un sitio ruinoso y destartalado.

Sin pronunciar palabra, Teresa y Antonio abandonaron, corriendo, el lugar, y no se detuvieron hasta que llegaron al interior de la patrulla.

Pasaron varios minutos sin que ningún de los dos dijera esta boca es mía, tan solo cruzaban sus aterradas miradas, volteando a cada instante a ver la ruinosa casa. Finalmente el comandante Antonio tomaría la iniciativa diciendo:

- Bueno, pienso que por el momento ya estuvo bueno. ¡Vámonos de aquí! Y accionó el motor de la patrulla.



XX

Cuando Jimena entró al cuarto y vió, titiritando en un rincón a Fernando, el pánico se poderó de ella.

- ¿Qué pasó, mi amor? dijo tierna y calidamente.

Fernando tan sólo se concretó a mirarla, con unos ojos llorosos que reflejaban su enorme angustia y desesperación.

Jimena lo abrazó con dulzura y acariciándole el pelo volvió a preguntarle:

- ¿Qué paso, mi amor?

Como respuesta, Fernando emitió un doloroso gemido y comenzó a sollozar.

- ¡Cálmate, cálmate! ¡Tranquilo, no pasa nada! ¡Aquí estoy, mi vida! -deciale con amor Jimena.

Al ver que sus palabras ninguna mella hacian en Fernando, quien continuaba en similiar estado de absoluto descontrol, Jimena no vió otra opción que la de llamar a Miguel ...

Media hora más tarde, Miguel llegaba a la casa y auscultaba a Fernando.

- ¿Qué te paso, hermano? -preguntábale con insistencia.

Fernando, balbuceante comenzó a decir una serie de incoherencias que en mucho preocuparon a Miguel. En resumidas cuentas, comenzó a relatarle lo que había soñado. Miguel, pacientemente le escuchaba, y Jimena, a la distancia, buscaba no perder el hilo de aquella narración.

Al finalizar, ya más tranquilo, Fernando empezó a pedir que no lo tomaran a loco, que eso es lo que había soñado, y que lo había soñado de una manera tan real que la verdad él mismo no daba crédito de ello.

Jimena se acercó para tomarlo en sus brazos y mimarlo cual si se tratase de un bebe ... Mientras, Miguel checábale la presión y tomábale el pulso.

- ¡Vaya! Pues sí que te ha alterado el sueñito ese, mano. Mira, tienes 160/100 de presión y tus pulsaciones además de aceleradas estan bastante irregulares. Te me vas a tomar ahorita mismo estas pastillas, ordenole, proporcionándole un par de cápsulas.

Jimena, se levantó y fue presta por un vaso de agua ...

Una vez vuelto a arropar en su cama, Miguel y Jimena se retiraron del cuarto, rumbo a la salida de la casa.

- ¿Cómo lo ves, Miguel? -pregunto alarmada Jimena.

- Pues si se ha alterado. Tiene la presión alta y su pulso muy irregular, pero pienso que con las pastillas que le di se controlará el cuadro ... Pero ... sin embargo ... lo que me preocupa es que vuelva a recaer. La verdad ese es realmente el problema. Su situación emocional pende de un hilo. Por cierto ... ¿viste a su superior?

- Claro que sí, respondió Jimena, añadiendo: Es más, solicitó mi ayuda y se la proporcioné.

- ¿Qué tipo de ayuda?

Y Jimena le contó todo a Miguel, el que, con cara de preocupación le dijo:

- Vaya, entonces Fernando no está exagerando ni inventando nada. Su estado anímico deviene, sin lugar a dudas, de unas experiencias horribles ... Pero ... ¿será posible, que lo que nos contó de su sueño, sea una realidad? ... No, no puede ser, eso seria cosa de fantasmas y aparecidos y ... pues ... no sé ...

- Mira, interrumpió Jimena-, voy a volver a ir a ver a Antonio para comentarle del estado de Fernando y ...

Sin dejarla terminar, Miguel le interrumpió para precisarle:

- ¿No se te vaya a ocurrir dejar solo a Fernando? No, no es ni conveniente ni prudente que lo hagas. Su situación, aunque controlable, es crítica. ¡De ninguna manera debe de permanecer solo! Mira, si quieres me comunico con su superior y buscaré la manera de que sea él quien los visite. ¿Qué te parece?

- Pues seria formidable, porque pienso que su visita en mucho animaría a Fernando.

- Bueno, pues que no se diga más, dijo Miguel al tiempo que salia de la casa ...



XXI

Manejando la patrulla, el comandante Antonio pretendia poner en orden sus pensamientos. La experiencia que acababa de vivir le había confundido de gran manera. A su lado, Teresa, silenciosa, con la vista perdida, parecia sumida en una profunda reflexión.

Ninguno de los dos podía dar crédito a lo que hacia tan solo unos minutos habían experimentado.

- No, no puede ser verdad ... ¿qué fue lo que realmente sucedió? -interrogábase Teresa. Mientras, por su lado, Antonio hacia lo propio preguntándose sobre si todo eso había realmente ocurrido.

- No lo puedo creer, simplemente no lo puedo creer ... Es ... es imposible ... esto es para volverse loca ...

Antonio rompería el silencio preguntando a Teresa si quería que la llevase a su casa, a lo que la muchacha, presa del nerviosismo respondió:

- No, Antonio, por favor, no, no quiero estar sola, por favor, no me vayas a dejar sola, dijo sin percatarse del tono de su súplica. La manera de dirigirse al comandante Antonio ya no era la usual del empleado al empleador, o del subordinado al patrón. No, Teresa le habia hablado al comandante Antonio, como la amiga, como la novia habla a su prometido. Antonio se dio perfectamente cuenta de ello, y no dijo una sola palabra, sino tan sólo se concretó a seguir manejando ...

A los pocos minutos, el comandante volvió a romper el silencio preguntando:

- Entonces, ¿te parece si vamos a mi casa?

Respondiendo con un movimiento afirmativo de cabeza, Teresa le tomó una mano acariciándosela, al tiempo que entredientes decía:

- Gracias, muchísimas gracias Antonio ... eres lo máximo ...

Aquellas palabras de Teresa fueron como un auténtico latigazo al livido de Antonio, el cual se alboroto de manera increible.

- ¿Qué está pasando? Todo esto no puede ser, no puede ocurrir todo de golpe ... ¿qué pasá? -intrigado se decía a sí mismo.

Por fin llegaron al departamento de Antonio, y ya en su interior él le ofreció un cafe, que Teresa, sin hacerse del rogar, aceptó de inmediato.

Y como en casos similares llega a ocurrir, una cosa siguió a otra, y a pocos minutos, estaban abrazándose y besándose intensamente. No hubo limites en ese su primer encuentro sexual, prácticamente los dos se entregaron por completo, olvidándose de la infernal experiencia de la Calle de los Olivos ...

Su experiencia fue totalmente satisfactoria, cada uno gozó intensamente del otro, su intercambio no sólo fue de fluidos, sino de sentimientos, de deseos ... Bebieron de la copa del placer hasta el hartazgo, hasta que sus mismos cuerpos lo soportaron ...

- ¡Esto fue fabuloso!, decíase Antonio mientras observaba el cuerpo desnudo de Teresa, quien dormitaba a su lado. ¡Verdad de dios que esta chiquilla tiene lo suyo!, pensaba con una mueca de satisfacción dibujada en el rostro ... Mientras, Teresa, adormilada, volvía a recordar la macabra experiencia de la Calle de los Olivos y no pudo evitar que se le pusiera la carne de gallina. Antonio pareció percatarse de ello y de inmediato la abrazo tiernamente, besándola de singular manera. Ella devolvió el abrazo y también el beso, diciéndole al oído:

- Por favor Antonio, dime que no fue cierto, que eso que pasó lo soñamos, que nunca lo vivimos; dime que jamás fuimos a la Calle de los Olivos, que nunca entramos a esa casa ... dimelo, dimelo, por favor, por lo que más quieras ...

Antonio la miró con severidad diciéndole:

- No cariño, si queremos superarlo, deberemos afrontarlo. Si fuimos a la Calle de los Olivos, si entramos a la casa y si nos sucedió lo que tu ya sabes. No me preguntes qué fue eso, porque no tengo respuestas pero ... te juro que las vamos a tener, que vamos a terminar por resolver todo este asunto ... estate segura de ello ...

No habia terminado de hablar cuando el sonido del teléfono lo interrumpió.

- ¿Quién puede ser a estas horas? -dijo en voz alta, ante la interrogante mirada de Teresa.

Se levantó de la cama y fue derecho a responder el teléfono.

Quien le había hablado no era otro que Miguel, el doctor de Jimena y Fernando, suplicándole permitiera de él una visita puesto que tenia un asunto muy importante que tratarle de manera personal. Intrigado, el comandante Antonio dio su aquiescencia, quedando Miguel de llegar en no más de media hora.

Le comunicó a Teresa la novedad de la llamada de Miguel explicándole quién era ese sujeto, y pidiéndole se pusiera presentable para cuando el doctor llegase.

Miguel arribó en el tiempo acordado y fue cordialmente recibido por Antonio y Teresa, quienes, como pareja de recién casados, halagaron a su visitante invitándole a cenar, invitación que Miguel aceptó.

Durante la cena, les relató todo el cuadro que Fernando presentaba, y la angustia y desesperación de Jimena ante el estado de su pareja, suplicándole al comandante les hiciera una visita ya que Jimena parecía tener cosas que comunicarle, y no veía conveniente que dejara solo a Fernando en el estado en que se encontraba.

Antonio aceptó de inmediato la sugerencia de Miguel, prometiéndole que al dia siguiente, iría a la casa de Fernando y Jimena. Pero tanto Antonio como Teresa tuvieron buen cuidado de no relatar absolutamente nada de su recién experiencia en la Calle de los Olivos al doctor. Finalmente, agredeciendo la cena, Miguel se despidió de ellos dejándoles solos.

Cuando Miguel se marchó, Teresa y Antonio se miraron sin pronunciar palabra, poniéndose a levantar la mesa y a lavar los trastes. ¡Eran la perfecta imagen de la pareja de recién casados compartiendo, cual debe ser, las labores hogareñas!



XXII

Una vez que Miguel abandono la casa, Jimena no perdió ni un segundo. Con rapidez se dirigió al teléfono, levanto el auricular y marco, sin titubeos, el número del padre Rosendo.

El padre Rosendo era un sacerdote católico al que Fernando y Jimena tenían en gran estima, puesto que, sin ser ellos creyentes, habian establecido una bonita amistad con el sacerdote, el que procurábalos invitándoles, de vez en vez, a beber chocolate en su casa e intercambiar opiniones. Las pláticas con Rosendo habían sido de gran ayuda en su relación, por lo que le tomaban mucho en cuenta. Jimena albergaba la esperanza de que Rosendo pudiese ayudarlos ante la dificil situación que enfrentaban.

Después de haberle citado para ese mismo día, Jimena colgó el auricular para, volviéndolo a descolgar, realizar una nueva llamada. En esta ocasión, la destinataria fue Maricela, una antigua compañera de estudios, a la que Jimena admiraba por sus conocimientos en cuestiones de ocultismo. En su opinión. Maricela era la persona que más conocia del tema, desde un punto de vista serio y antropológico, en todo México. Estaba plenamente convencida de que sus conocimientos serían de grandísima ayuda para intentar resolver todo ese dilema en el que se encontraba enredado Fernando.

Afortunadamente corrió con suerte y pudo conversar con ella, sin tener el menor inconveniente de soltar todo el rollo de la situación por la que Fernando atravesaba, solicitandole apoyo. Maricela, titubeando, al principio, con evasivas, pretendió safarse de cualquier compromiso, pero la necedad y tozudez de Jimena acabaron orillándola a aceptar una entrevista al dia siguiente. Jimena ofreció su casa como lugar de reunión, quedando asi establecido el compromiso.

Ya más tranquila, sentose a esperar el arribo del padre Rosendo, sabedora de su puntualidad.

Y, efectivamente, a la hora acordada, ni un minuto antes ni un minuto después, el padre Rosendo llegó a la casa de Fernando y de Jimena.

- Hola muchacha, ¿cómo estás? dijo cordialmente el sacerdote.

- ¿Cómo esta usted, padre? -respondió con cierta solemnidad Jimena, al tiempo que le invitaba a pasar.

Ya instalados en el recibidor, Jimena hizo un somero relato de la situación que había impulsádola a llamarle.

Después de haberla escuchado con atención, el padre Rosendo respondió de manera pausada:

- Hiciste bien en solicitar mi ayuda, uno nunca sabe con qué o con quién se está enfrentando. Por lo que puedo entender, Fernando ha tenido una horrible experiencia, ahora nos corresponde el indagar hasta qué punto las cosas sucedieron como él las cuenta, y hasta qué punto pudo él haberle puesto mucho de su cosecha por los nervios o descontrol que haya tenido. El asunto no es sencillo. Mira, vamos a tener que ir al domicilio ese en el que pasaron los hechos. Es primordial el que realicemos una visita. Quizá no logremos nada o ... a lo mejor nos vamos a sorprender de lo que encontremos ...

- Por mi está bien padre. Tan sólo dígame cuando quiere que vayamos y ...

No termino de pronunciar la frase cuando los gritos de desesperación de Fernando a ambos alarmaron, obligándoles a ir, de prisa, al cuarto en el que se encontraba ...

Jimena abrió la puerta de la recámara para presenciar una increible escena ...

Sobre la cama, Fernando se contorcionaba de manera increible. Sus brazos parecían de goma y su cuello se expandía y retraía monstruosamente. Con los ojos abiertos y lanzando espuma por nariz y boca, pronunciaba una serie de sonidos que confundíanse con lamentos y quejidos. Pero cuando el padre Rosendo apareció a la entrada del cuarto, Fernando dio una machincuepa cayendo parado, con los brazos en cruz, sobre la cama. Su cara contorcionándose, develando un rostro horrible; emergiendo de su boca una lengua como de serpiente.

- ¡Maldito seas tu y toda tu estirpe de seguidores de la gran mierda! -expresó, dirigiéndose a Rosendo, con una gravísima voz ...

- ¡Rata miserable, hijo de la gran puta, cura de mierda!

El padre Rosendo, reclinado sobre el marco de la puerta, jadeaba, con los ojos desorbitados, sin comprender qué estaba sucediendo, mientras Jimena, presa de un ataque de nervios, babeaba y reia hincada en el cuarto.

El padre Rosendo claramente distinguió un fétido olor y un inmenso y ensordecedor coro de voces y lamentos infantiles, tan sólo atinando a pronunciar en voz alta el Padre Nuestro, mientras que Fernando, o lo que aquella cosa fuera, se carcajeaba sonóramente ...

Durante cinco o diez minutos, aquel tétrico espectáculo mantuvo horrorizados a Jimena y a Rosendo para, después, interrumpirse de repente ...

Fernando caería inconsciente y despatarrado sobre la cama volviendo todo a la calma ...



XXIII

Después que colgó la bocina de su teléfono, Maricela se dió a la tarea de realizar un breve formulario, asentando todos los puntos que pudo extraer del relato de Jimena.

Ciertamente el asunto ese le intrigaba y le atraia de manera morbosa desde un criterio puramente profesional. Suponía que de ser aquello cierto, y no había la menor duda de ello puesto que bien conocia la seriedad de Jimena, el asunto se presentaba como un tema espléndido para lucirse no solo a nivel local.

- ¿Conque fantasmas y aparecidos? Vaya, se dijo a si misma. El tema parece hasta de película o de perdis de best seller tipo Stephen King, e involuntariamente soltó una carcajada.

- Bueno, ya veremos de qué se trata todo este rollo, pero por si las de hule, voy a revisar lo que me dijo Jimena y a preparar algunas adelantadas hipótesis, para tener, por lo menos, de donde partir ... Trabajar con Jimena va a ser fabuloso, ella es la persona más profesional y entregada que conozco ... lástima de la temática esta de fantasmas y aparecidos ... no pienso que sea nada serio ... todo ha de deberse a una conjunción de sucesos explicables muy alejados de vaciladas extraterrenas e infernales ... Pero, en fin, ya veremos ...

Garabateo varias frases sobre una hoja, prendiendo, en seguida, su computadora, para finalmente abrir varias carpetas de las que extrajo algunos archivos.

Clickeo, para abrirlo, sobre uno relacionado con los conceptos del mal entre los prehispánicos. Atenta, lo leyó enterito, subrayando, copiando y pegando varios párrafos en un nuevo documento.

- Vaya, se dijo, esto a lo mejor puede servirnos ...

Después, busco de entre las decenas de archivos que conformaban la carpeta que abrió, dos más con los que siguió igual método.

Una vez terminada su labor, suspiro profundamente a la vez que entre dientes decía:

- Muy bien, Jimena, por mi parte ya tengo el material que va a servirnos de base ... y con una mueca de complacencia, apagó la computadora ...



XXIV

Cuando el comandante Antonio y Teresa llegaron a la casa de Jimena y Fernando, topáronse con una reunión que nunca imaginaron.

En la casa se encontraban, además de Jimena y Fernando, Miguel y dos personas mas que no conocían y a quienes Jimena les presento como el padre Rosendo y su amiga de toda la vida, Maricela.

Saludando a todos, pasaron al recibidor participando en aquella charla. Jimena, quien habia tomado el puesto de moderador, otorgaba la palabra a diestra y siniestra. Los asuntos que se ventilaron dejaron desconcertados a Teresa y Antonio, quienes no esperaban toparse con ese cuadro.

El padre Rosendo relató, de manera pausada como acostumbraba hablar, el suceso que junto con Jimena había presenciado. Después, tocole el turno a Miguel, quien se limitó a dar su opinión médica, puntualizando el delicado estado de salud de Fernando. A continuación tomó la palabra Maricela para externar su opinión sobre aquel embrollo diciendo, de manera franca y contundente, que como antropóloga y científica no podía avalar todo ese montón de disparates, y disculpándose, precisó que ella sólo viéndolo lo crería. En seguida, la moderadora realizó una breve reseña de los datos que había extraido en la hemeroteca, del domicilio ubicado de la Calle de los Olivos para, de inmediato, presentar al comandante Antonio y su ayudante Teresa, suplicándoles externaran lo que sobre el tema conocían.

Antonio, muy serio, abundó sobre el caso, hablando sobre los datos que había extraido del registro Público de la Propiedad, hasta ahí iba a dejar su intervención cuando Teresa, interrumpiéndole, se lanzó al ruedo y expresó su verdad.

- Me va a disculpar, comandante, dijo de manera seria pero bastante imperativa. Es necesario comunicar a los aquí presentes la experiencia que vivimos cuando visitamos el domicilio de la Calle de los Olivos, y jalando aire, continuó relatando, de manera meticulosa, lo que les había ocurrido. Todos los presentes guardaron un silencio sepulcral, dejándola hablar sin la menor interrupción. Una vez terminado su relato, todos voltearon a ver al comandante Antonio como preguntando sobre la veracidad de lo dicho por Teresa, y Antonio, entendiendo sus inquisitivas miradas, tajantemente pronuncio:

- Todo lo que han oido de la señorita es completamente verídico. Se los digo porque yo estuve ahí.

Nadie de los reunidos abrigaba la menor duda: estaban frente a una serie de sucesos sobrenaturales a los que había que darles alguna explicación y, sobre todo, intentar resolverlos.

Durante unos breves minutos mantuvieron silencio sumiéndose en sus propios pensamientos. Nadie atinaba a decir algo hasta que Teresa rompió el hielo ...

- Miren, dijo sin titubeos, tenemos dos opciones. Una, no hacer absolutamente nada y olvidarnos de todo este asunto, y lo segunda es afrontar la realidad e intentar resolver este enredo. Pienso que lo que nos conviene es seguir la segunda opción, porque, ¿alguno de ustedes piensa que le será facil olvidar toda esta pesadilla asi nada más? Definitivamente pienso que no, además, aunque eso deseáramos, lo que ha ido ocurriendo nos obliga a enfrentar este sin sentido. No olvidemos -continuó- que todo esto se inició mediante una llamada de auxilio. Alguien o algo pidió ayuda, ese fue el principio de todo esto ... y yo pienso que ese alguien o ese algo continúa solicitando nuestra ayuda, y lo que es peor, que lo que está atormentando a ese alguien nos teme y de ahí su agresividad para con nosotros. Hasta el momento eso es lo que ha ocurrido, no hemos sido nosotros quienes hemos tomado la iniciativa, de hecho nos hemos mantenido a la defensiva durante todo este tiempo. No hemos tenido ni siquiera tiempo para elaborar nuestro plan y ... pienso que ya es hora de que vayamos haciéndolo, terminó.

Todos se miraron entre sí, no habiendo nadie que pusiese en entredicho las opiniones de Teresa. Antonio tomó la palabra para sentenciar:

- ¡Muy bien jovencita! De nuevo vuelvo a felicitarla por sus atinados comentarios. Sin duda tiene usted razón, no vamos, aunque quisiéramos, a librarnos fácilmente de este asunto. Ya ha sido demasiado el acoso que hemos tenido que soportar, ahora nos toca a nosotros actuar ...

- Pero, interrumpió Jimena, ¿a que se refiere comandante con eso de que ahora nos toca a nosotros actuar?

- Si, Jimena, mira, Teresa ha atinado al percatarse de que hasta el momento la iniciativa de todo esto la ha tenido quien nos ha estado asustando. Nosotros no hemos hecho nada más que tratar de indagar qué demonios sucede; pero esa o esas cosas, se nos ha venido encima. Agredió a Fernando, a ti y a Rosendo, e incluso el último evento denota una especie de posesión; nos agredio también a Teresa y a mi ... ¿hasta cuanto tendremos que aguantar para reaccionar?

Maricela, que observaba todo con calma, se decidio a intervenir:

- En lo que a mi respecta, expresó, parece que no tengo vela en el entierro, porque salvo la petición de Jimena, absolutamente nadie se ha metido conmigo asi que, si ustedes no tienen inconveniente mejor me marcho. Yo si prefiero no inmiscuirme en este asunto.

- Pero, Maricela, dijo Jimena, me habias dicho que tenias algunas cosas que quizá pudieran sernos de utilidad. Por favor dinos de qué se trata.

- Muy bien. Mira, Jimena, revisa estos documentos, dijo, dándole las carpetas con los archivos que habia en su casa impreso. La verdad que no tengo la menor idea si pueda o no servirte pero ... en fin, eso ya lo verás tu ... ahora, de plano, me marcho, no vaya a ser que al diablito este se le ocurra hacerme también a mi alguna maldad, y despidiéndose de los presentes, se marchó.

- Bueno, dijo Antonio, es mejor que las cosas se aclaren y que tan solo permanezcan quienes esten dispuestos a llegar al final. ¿Nadie más quiere bajarse del barco?

Miguel que se encontraba bastante nervioso, tomó la palabra:

- Miren, yo tampoco he recibido ninguna agresión ... y la verdad, no quiero recibirla, pienso que lo mejor es que siga los pasos de Maricela. Y dirigiéndose en particular a Jimena, continuó: Tu sabes que no me agrada tomar esta decisión pero ... lo que ustedes estan enfrentando es algo ... algo ... incomprensible. Por favor, Jimena, si llegases a necesitar de mis servicios profesionales no dudes en llamarme, pero ... perdóname, no me pidas más, por favor, no me pidas mas. Y acercándosele, la beso tiernamente en la mejilla para después desperdirse de todos y abandonar la casa.

- Ahora si, estamos quienes debemos estar, expresó el comandante en tono triunfante. ¿Qué esperamos? ¡Manos a la obra!

- Muy bien, comandante, pero ... ¿qué es lo que usted plantea?, intervino Jimena.

Sintiéndose dueño ya de la situación, Antonio pasó a exponer el plan que habia ideado.

- Miren, lo primero que debemos tener en cuenta es que esta es una investigación policiaca, y por lo tanto de ahora en adelante nuestro centro de reunión será la Central. Ahí nos fortificaremos. En segundo lugar, de ahora en adelante en todas las acciones que desarrollemos contaremos con el íntegro respaldo del cuerpo de policia bajo mi mando. Tengo pensado que mañana hagamos una inspección del inmueble ubicado en la Calle de los Olivos pero, añadió mirando a Teresa, en esta ocasión lo haremos con refuerzos. Pienso movilizar entre diez y quince elementos de la Central en esa tarea. En tercer lugar, y viendo el estado en el que se encuentra Fernando, hoy mismo buscaré de que se le traslade al hospital de la Central y colocaré tres elementos de guardia para que lo vigilen. Asi que, Jimena, podrás estar tranquila. Resumiendo, enfatizó, mañana, a primera hora nos veremos en la Central, y dirigiéndose a Teresa, le dijo: Espero, señorita, que usted tenga la gentileza de acompañarnos en la mañana. Sé que su turno es el verpertino pero, habida cuenta de lo que nos aconteció cuando fuimos durante la tarde noche, veo más prudente realizar esa inspección en el día. ¿Qué me dice?

Teresa, sin pensarlo dos veces, dio su visto bueno apoyando por completo la postura de Antonio.

- Bien, dijo el comandante, ¿alguna pregunta o duda?

Nadie de los presentes intervinó, por lo que Antonio les citó para el día siguiente a las siete de la mañana.



XXV

Desde las seis de la mañana, Antonio y Teresa se mostraban bastante activos en la Central. Teresa, quien por supuesto había pasado la noche con el comandante, supervisaba que las órdenes de Antonio estrictamente se cumplieran. El habia decidido utilizar a doce elementos de la Central, asi como cuatro patrullas además de la suya. Entre las tareas que deberían ejecutar seria, en primer lugar, peinar el area para comprobar la no presencia de elementos civiles en el inmueble, a la vez que realizar entrevistas a los vecinos para conocer más sobre la cotidianidad de la zona; también era crucial el encontrar las balas que, ha decir de Fernando, se habían disparado en dirección de la casa, por lo que tres elementos se dedicarían a realizar tal búsqueda. Cinco elementos, fuertemente armados les acompañarían a él y a Teresa en la inspección que realizarían, y cuatro elementos estarían atentos para, de ser necesaria su presencia, entrar en acción. Jimena y Rosendo deberian unírseles en la inspección del inmueble, por lo que serían nueve personas las que, de manera compacta, deambularian por el interior de la casa, existiendo la orden de que de ninguna manera ni por ningún motivo el núcleo se separase en algun momento.

Faltando quince minutos para las siete, y ya presentes Jimena y Rosendo, Antonio dio la orden de ponerse en marcha, saliendo, de la Central, las cinco patrullas con rumbo al N° 382 de la Calle de los Olivos.

En no más de media hora arribaron a su destino, y de inmediato todos pusiéronse a trabajar. Mientras que los tres elementos designados iniciaban la inspección en los muros de la casa buscando las balas, cuatro elementos más tomaban sus posiciones de guardia y los nueve restantes penetraban al interior del inmueble.

Durante más de tres horas inspeccionaron tanto la planta baja como el primer piso de esa casa sin encontrar nada sospechoso. Una superficie bastante amplia en la que podía aún destacarse la presencia de un recibidor, una sala, un comedor, cocina, dos baños, asi como dos patios y tres cuartos al final del inmueble que muy probablemente hayan sido destinados como habitaciones de la servidumbre, conformaban el plano general de la planta baja. En lo relativo a la planta alta, cuatro cuartos, dos baños y un pasillo era lo que había. En la azotea existían indicios de la existencia de un cuarto que supusieron habría sido destinado a una especie de bodega o cuarto de triques.

El estado del inmueble en lo general era bastante lamentable dada su ruinosidad. Las balas disparadas por el revólver de Fernando fueron encontradas en uno de los muros frontales de la residencia. En cuanto a las entrevistas con los vecinos, nada nuevo demostraron. La mayoría quejábase de que el predio era de vez en vez ocupado por bandas de malvivientes que le utilizaban para drogarse y quién sabe qué cosas más. Otros argumentaban que vecinos de otras colonias iban a depositar su basura en ese predio, por lo que urgían a que se tomasen medidas para evitarlo. De las diecisiete entrevistas realizadas, sólo una incluyó datos no conocidos, al relatar el suceso de la violación de una mujer por un facineroso quien, después de secuestrarla, la llevó a esa casa para, forzándola, saciar sus apetitos sexuales. El caso, muy sonado en el vecindario, no trascendió a la prensa debido a que el esposo de la mujer agredida, movió cielo y tierra para evitar que el hecho fuese a parar como titular de la prensa amarillista. La información brindada en esa entrevista fue confirmada al encontrarse, en la Central, el expediente del caso.

De regresó, Antonio, muy pensativo trataba de sacar algunas conclusiones de la gestión realizada.

- Vaya, vaya, vaya ..., pensaba, pues no pasó nada y ... lo peor es que no encontramos nada que nos de base para establecer alguna linea de investigación ... salvo el asunto ese de la violación, todo resultó normal.

A su lado, Teresa igualmente se autointerrogaba sobre todo aquel asunto.

- Pero ... ¿entonces? ... ¿cómo es posible que todo haya trascurrido normalmente? ... Ni Antonio ni yo soñamos lo que nos sucedió en esa casa ... yo iba decidida a todo pero ... ahora resulta que no hay nada, que todo esta tranquilo ... ¿qué demonios pasó entonces?

Y asi, interrogándose sobre los pobres resultados de aquella inspección, llegaron a la Central.

- Bueno, dijo el comandante, pues ya realizamos la inspección y ustedes mismos vieron que no hay nada fuera de lo común, de todas maneras voy a establecer una vigilancia especial durante dos semanas, destinando a cuatro elementos para que día y noche vigilen el inmueble reportando todo lo que en él suceda. Después de esas dos semanas tendré que olvidarme del asunto porque ... no habrá manera de que justifique el destinar recursos y personal a una labor que no ha llevado a nada. A todos les agradezco su participación y ayuda, cualquier novedad al respecto se las comunicaré de inmediato.

Se despidió de todos, y, en lo particular, a Jimena diole la agradable noticia del restablecimiento de la salud de Fernando, señalándole que le dijera se presentase a trabajar en dos días. Acto seguido, Rosendo y Jimena salieron de la oficina despidiéndose de Teresa, la que intrigada, continuaba ensimismada en sus pensamientos ...



XXVI

Casi dos meses habían pasado desde la inspección al domicilio ubicado en el N° 382 de la Calle de los Olivos. El comandante había tenido que dar carpetazo al asunto puesto que nada extraordinario reportaron los vigilantes durante las dos semanas que duró su encomienda. Fernando se volvio a integrar a su trabajo y Jimena continuó sus labores en la Escuela de Antropología, mientras Rosendo, seguía desarrollando sus labores eclesiásticas en la misma parroquia. Teresa, quizá la única que habia experimentado, junto con el comandante, un notorio cambio en sus vidas cotidianas al haber decidido vivir juntos, continuaba laborando en el turno vespertino atendiendo las llamadas que llegaban a la Central.

Esa noche, casi por finalizar su turno recibió una extraña llamada ...

¡Por favor, por favor, ayúdenme! ¡Por lo que más quieran, deténganlo, deténganlo! ¡Virgen santísima, sálvame, sálvame! -escucho por el auricular al tiempo que la piel entera se le enchinaba.

- No, por favor, no otra vez, pronunció entre dientes ...

Del otro lado de la bocina los gritos de auxilio multiplicábanse e iban en aumento. En esta ocasión Teresa no pidió calma, no dijo absolutamente nada esperando, pacientemente, a que la llamada se cortase ... Pero, para su asombro, de manera sorpresiva, los gritos de auxilio dieron paso a una voz cavernosa que, burlona, expresó:

- ¿No piensas responder? Dile a tu novio que aquí estamos esperándolos ... que no tenemos prisa ... que sabemos que algún día habrán de regresar ...

Y la llamada se corto. Teresa, bañada en un sudor frío, castañeaba los dientes respirando con dificultad. Espero a tranquilizarse, y cuando se sintió de nuevo dueña de la situación, salió de la habitación dirigiéndose a la oficina del comandante, al que encontró, despreocupado, leyendo el periódico.

- Vaya, qué agradable sorpresa, a qué debo el honor de tu visita, mi amor, díjole.

Teresa se concretó a mirarlo y decirle:

- Otra vez, de nuevo, la misma llamada ...

Antonio se quedo mirándola sin dar crédito a lo que oía ...


Haz click aquí si deseas acceder al catálogo general de la Biblioteca Virtual Antorcha.